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domingo, 20 de noviembre de 2022

NO PASARÁN, por Adrián Corbella



Las cadenas con las que se bloqueó el Río Paraná en La Vuelta de Obligado


En 1824, un ejército sudamericano (venezolanos, colombianos, ecuatorianos, argentinos, peruanos, bolivianos) comandado por los generales venezolanos Simón Bolívar y Antonio José de Sucre venció a los españoles en JUNIN (agosto) y AYACUCHO (diciembre). Quedaba garantizada la independencia de Perú y Bolivia. Y España quedaba afuera de la América del Sur.

Por esos años los europeos se quedaron casi sin colonias, conservando posesiones pequeñas; las pérdidas eran dramáticas:  Francia había perdido Canadá y Haití; Inglaterra no había podido evitar la independencia de Estados Unidos; España se había quedado sin todo un continente, conservando apenas las Antillas mayores, y  Portugal había perdido Brasil. Europa conservaba muy pocas colonias en 1825. Pero de inmediato los europeos comenzaron a buscar nuevas posesiones en otras partes del mundo: África, Asia, Oceanía. Para las potencias más fuertes, Inglaterra y Francia, las nuevas repúblicas latinoamericanas también eran platos apetecibles como nuevas colonias, países ricos en recursos a los que veían como conquistables.

Los europeos se van a lanzar por esos años a diversas aventuras coloniales, algunas exitosas, y otras terminadas en estruendosos fracasos.

Francia comenzó en 1830 la conquista de Argelia, que se extendería luego a diversas partes del continente africano; finalmente lograría en el siglo XX dominar un tercio del mismo.

Los ingleses lucharon entre 1839 y 1842 una curiosa guerra “por el libre comercio” en China, que ganaron. Lo extraño es que esos comerciantes a los que Inglaterra defendía les vendían a los chinos una droga altamente adictiva como es el opio. Fue una guerra en defensa del narcotráfico. Los imperios no tienen moral; tienen intereses.

En la década de 1860 Francia invadió México y le impuso a este país un Emperador europeo. La aventura colonial francesa del Segundo Imperio Mexicano terminó mal, con el Emperador Maximiliano fusilado por las fuerzas republicanas mexicanas del Presidente Benito Juárez, pero muestra que el apetito europeo por nuevas colonias era realmente voraz.

En este mundo tan particular fue líder de la Confederación Argentina don Juan Manuel de Rosas durante más de veinte años.

Rosas es en Argentina una figura polémica, con claroscuros. No nos interesa atacar o defender la figura de Rosas, sino destacar un aspecto puntual de su labor: la defensa de la soberanía.

Rosas luchó mucho contra sus opositores, y éstos en varias oportunidades pidieron ayuda a esas dos potencias imperiales que andaban ensangrentando el mundo en busca de colonias: Inglaterra y Francia.

Primero una flota francesa y luego una anglofrancesa invadieron el Río de la Plata. Es como si hoy te invadiera una flota ruso-norteamericana. 

Esas banderas que se paseaban triunfantes por China, México, India o África no pudieron contra las fuerzas de la Confederación Argentina. Debieron retirarse humilladas. Esta es puntualmente la causa por la que José de San Martín le legó su sable por testamento a Juan Manuel de Rosas.

Un hecho simbólico de esta lucha fue la batalla de la VUELTA DE OBLIGADO, luchada el 20 de noviembre de 1845, en las que las fuerzas argentinas enfrentaron a la flota más poderosa del mundo con cañones antiguos y una cadena con la que bloquearon el rio Paraná.

Lo curioso es que en términos militares la batalla se perdió. Pero la guerra se ganó, porque los europeos fueron hostigados en todos lados, hasta que debieron retirarse. Nadie derrota a un Imperio por ser más fuerte. Se le derrota cuando se le demuestra que no está en condiciones de pagar el precio de una victoria, cuando las pérdidas del ganador son tan masivas que la victoria se transforma en derrota.

Hay muchos ejemplos de esta forma de luchar. Así derrotaron, por ejemplo, los vietnamitas a los Estados Unidos. El propio Ho Chih Minh dijo que si necesitaban morir diez vietnamitas por cada norteamericano abatido, ellos estaban dispuestos a pagar el precio, pero Estados Unidos no lo estaba. El Imperio perdió.

Pero la Vuelta de Obligado se parece más a las Termópilas, esa batalla de la antigüedad en la que un puñado de griegos le demostraron a un monumental ejército persa que no iba a poder. Que podían ganar una batalla, pero no la guerra. Y se lo demostraron muriendo.

Lo mismo le pasó a Inglaterra en La Vuelta de Obligado: ganaron la batalla, perdieron la guerra.

Los ingleses y los franceses, las dos grandes potencias de la época, se retiraron derrotados, sin haber logrado ninguno de sus objetivos, y firmando acuerdos de paz humillantes. Rosas obligó a los ingleses a desagraviar la bandera argentina con 21 cañonazos, algo que los europeos solo hacían entre ellos, entre pares, jamás con un país ignoto ubicado en el fin del mundo.

Los que habían podido con China no pudieron con la Confederación Argentina de Juan Manuel de Rosas. 

Por eso hoy recordamos a los héroes que enfrentaron a los dos imperios más poderosos de la tierra con lo único que tenían: su sangre.


El sable corvo que San Martín le legó a Rosas


"LOS ARGENTINOS NO SON EMPANADAS QUE SE COMEN SIN MÁS TRABAJO QUE ABRIR LA BOCA"; 
GENERAL DON JOSÉ DE SAN MARTÍN, MAYO DE 1846.



Adrián Corbella

19 de noviembre de 2022


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