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domingo, 13 de noviembre de 2022

Cristina en el centro, por Dante Augusto Palma









Intuyo que de aquí hasta las elecciones transitaremos un período oracular de CFK dentro del FdT. Efectivamente, en cada una de sus intervenciones sus palabras serán analizadas como las palabras proferidas por un oráculo. Como ustedes recordarán, tal como nos lo hicieron saber los griegos, el oráculo decía la verdad pero había que interpretarlo. Es famoso el ejemplo del oráculo que es consultado acerca de quién ganará la guerra y la ambigüedad de sus palabras dio lugar a una interpretación equivocada que derivó en la destrucción del propio imperio. El “voy a hacer todo lo que sea para que el pueblo vuelva a ser feliz” que CFK pronunciara en Pilar tiene esa lógica. Los seguidores lo interpretaron como la confirmación de su candidatura; otros entendieron que era la antesala de una eventual jugada similar a la del 2019. 

Al día de hoy no sabemos qué hará CFK pero sí sabemos que continuará teniendo la centralidad. Sectores de la oposición y del  gobierno lamentan ello pero no se atreven a admitir que la única manera de dejar atrás a CFK es haciendo un mejor gobierno que el de ella. Evidentemente eso no ha sucedido y a CFK le han seguido dos malos gobiernos. 

Tampoco el kirchnerismo ha logrado dar a luz dirigentes que pudieran reemplazarla en el mejor de los sentidos. De hecho, el pretendido trasvasamiento generacional del kirchnerismo es tan lento que los presuntos trasvasados ya están en edad de trasvasar. También es verdad que en el cristinismo hay cristinistas que siguen una agenda propia a la cual le quieren adosar la figura de CFK para ganar una legitimidad que ni la agenda ni ellos poseen per se; una suerte de trosko kirchnerismo podemita que se abraza al partido demócrata estadounidense y que puede ir de Evita a Greta Thunberg y de Juana Azurduy a Lali Espósito, confundiendo deriva ideológica con actualización doctrinaria. 

Son cristinistas de una Cristina imaginaria creada a imagen y semejanza de un montón de ideas a las cuales Cristina no suscribiría. Abrazan la oposición con pasión aun siendo oficialismo y en eso se diferencian de los dirigentes con sobrepeso y los gerenciadores de la pobreza que siempre abrazan el oficialismo, aun cuando los oficialistas sean sus presuntos adversarios.     

Tiene razón CFK cuando afirma que un sector del poder judicial la prefiere presa o muerta y que nunca la aceptará como víctima. Es todo lo que el poder real puede hacer tras el fracaso de su gobierno entre 2015 y 2019, y lo hace con un asustasuegra en la boca mientras espera la autodepuración impulsada por un gobierno que no gobierna y en el que a duras penas y afortunadamente existe un administrador de crisis que permitirá llegar a las elecciones del 2023. Donde se equivoca CFK es en subirse a un inverosímil relato rayano en lo conspirativo. Es tan inmensa la lista probada de atrocidades e ilegalidades llevadas adelante por el macrismo contra el kirchnerismo, que adjudicarle la inverosímil financiación de un grupo de subnormales que facturaban muebles parece innecesaria. Si vivir solo cuesta vida, subirse a los relatos de la gran conspiración solo cuesta credibilidad para sostener las denuncias de las persecuciones que efectivamente existieron. En la misma línea, parece haber razones para llamar a declarar al diputado Milman, (personaje oscuro si los hay…) pero el recurso del testigo que escucha que un diputado le dice en un bar a sus asesoras que van a matar a la vicepresidenta, se parece a los relatos de Majul cuando lo paraban en los bosques de Palermo para darle pendrives y es curiosamente similar al “testigo” que también habría escuchado en la mesa de un bar cómo habría sido el negociado de Ciccone que llevó a Boudou a la cárcel. Por si hace falta aclararlo: que algo sea inverosímil no quiere decir necesariamente que sea falso. Quizás se descubra una impensada trama oculta que sacuda la política argentina. Pero hasta aquí los intentos de sectores del kirchnerismo por comprometer figuras de peso de la oposición en el intento de magnicidio resultan un ejercicio voluntarista para la tribuna de convencidos. 

Como ya hemos comentado aquí en otras oportunidades, al gobierno y al kirchnerismo en particular le cuesta proyectar en la ciudadanía la expectativa de futuro que es tan importante en la política. No importa si esas expectativas son desmedidas. Lo que importa es que las haya y que una buena parte de la sociedad las crea. Pero cuando CFK habla la historia termina en 2015. Todas las referencias son al 2015. Luego el ocaso, incluido el gobierno del cual es vicepresidenta. La idea de un “regreso” de la felicidad es, justamente, la promesa de un retorno a un tiempo que ya no existe porque la Argentina y cada uno de nosotros no somos los mismos; un futuro proyectado a algo que ya pasó y que cuesta aceptar que es imposible de reproducir. Quizás por eso el kirchnerismo pierde peso entre la juventud, esto es, porque ofrece una nostalgia que para los más chicos es casi mítica. 

Aun así, puede alcanzar para la esperanza porque la Argentina estaba infinitamente mejor en 2015 y no ha pasado tanto tiempo pero resta saber qué es lo que se va a hacer para intentar reflotar aquello que ya no puede volver a ser. En eso hay una responsabilidad de quienes rodean a CFK y que son, finalmente, los que alguna vez deberán tomar la posta ya que, mal que les pese, CFK no es eterna.

¿Cuál es el rumbo que proponen y, sobre todo, cómo llevarían a cabo, con qué recursos, las políticas que el gobierno del cual son parte no realiza? Es que por más que CFK se sostenga en la centralidad, con ella no alcanza si no es como parte de un proyecto robusto que sea más que su figura. En otras palabras, no puede ser que el candidato sea el proyecto cuando CFK no es candidata y que deje de serlo cuando ella encabeza la lista. 

¿Hasta dónde alcanzará esta especie de CFK metafísica y trágica a la cual se la sigue exponiendo si no hay un proyecto detrás? Si del otro lado lo que hay es un proyecto de mierda, lo que habría que hacer es ponerse de pie para hacer algo más que aplaudir. El “con CFK sola no alcanza” no debería entonces referir solo a una lógica electoralista cuantitativa. En otras palabras, no se trata de sumar los votos en una cuenta de verdulero y ver cuántos muñecos sumamos para ver cómo ganamos. El “con CFK sola no alcanza” debería ser más bien una interpelación hacia adentro que empuje hacia una clarificación de cuál es el proyecto 2023 que tendrá a CFK en la centralidad. 

Muchísima gente se referencia en CFK. Pero para gobernar y mejorarle la vida a la gente hace falta algo más que sumar dirigentes. Lo que es útil para ganar elecciones no necesariamente es bueno para gobernar incluso con CFK en la centralidad. Para muestra basta un botón.


por Dante Augusto Palma

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