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domingo, 17 de julio de 2022

Una solución mágica para los problemas de los argentinos, por Dante Augusto Palma




En medio de una crisis inflacionaria sin precedentes en los últimos 30 años, con un gobierno debilitado y el presagio de un clima propicio para políticas de shock, sectores progresistas han encontrado la salida mágica a la crisis: el ingreso básico universal. 

Si bien el tema se venía instalando en la agenda, declaraciones de CFK en esa línea transformaron lo que era una suerte de reivindicación testimonial en un reclamo concreto y en bandera de algunos movimientos sociales. Sin embargo, más allá de que en la Argentina y en el mundo hay quienes vienen trabajando la temática con rigurosidad desde hace tiempo, en boca de sus principales impulsores el ingreso básico universal devino un significante vacío que cada uno rellena como quiere. 

Pero entonces, ¿cuáles son las características a las que referimos cuando hablamos de un ingreso básico universal?

Lo central y, podría decirse incluso, absolutamente contraintituivo en tiempos donde las políticas identitarias y de segmentación son moneda corriente en el mercado de la vulnerabilidad, es que se trata de un ingreso para todos los ciudadanos en tanto tales. Llevado a nuestro país, significa que Paolo Rocca y el pobre más pobre del paraje más recóndito de la Argentina recibirían un dinero básico de parte del Estado. Llegados a este punto, y para escándalo de cierta progresía, la única salida parece ser la indignación pero, al mismo tiempo, surge la pregunta: dado que Paolo Rocca no necesitaría este ingreso ¿por qué no quitárselo a él para dárselo a quien sí lo necesita?   

Quien tiene una respuesta para éste y otros interrogantes es quizás uno de los más máximos referentes en esta temática. Me refiero a Daniel Raventós, doctor en Ciencias Económicas y presidente de la Red Renta Básica Universal, a quien tuve la suerte de entrevistar apenas algún tiempo atrás. 

Efectivamente, Raventós acepta que resulta injusto que el más rico y el más pobre reciban lo mismo pero inmediatamente aclara que la implementación de la renta básica universal que él defiende debe venir asociada a una reforma tributaria progresiva. Volviendo a nuestro ejemplo, Paolo Rocca recibirá lo mismo que el precarizado José González que vive en la calle pero previamente el Estado debería haber hecho una reforma para que Paolo Rocca pague los impuestos que corresponden. En momentos donde pareciera que el problema de la escasez de dólares en Argentina obedece a la decisión de Patricia y Maximiliano de pasar cuatro días en Buzios con sus dos hijos en edad escolar, es bueno recordarlo. 

Pero además, y éste es un punto muy incómodo para muchos de los que pregonan por este tipo de políticas en Argentina, uno de los ejes centrales de la renta básica universal que defiende Raventós es que su universalidad obedece a la necesidad de reducir los costos administrativos que traen aparejadas las denominadas “políticas de discriminación positiva”. Para decirlo de otra manera, cuando se da una renta, subsidio o ayuda dirigida a un determinado grupo de personas se activa toda una burocracia encargada de la implementación y el control para que ese dinero llegue a quien le corresponda. Esto hace que, en algunos casos, el aparato de intermediación tenga un presupuesto más alto que el presupuesto destinado a los que lo necesitan. En este sentido, calculadora en mano, puede ser más económico repartir a todos por igual, aun cuando eso suponga darle a quien no lo necesita, que activar esa maquinaria infinita de segmentación y tercerización. 

Otro elemento a tener en cuenta, según Raventós, es que a diferencia de un subsidio dirigido como puede ser el Plan Potenciar Trabajo, la renta básica universal sería compatible con un trabajo formal. Justamente, porque en tanto universal lo recibirían todos los ciudadanos, se trataría de un derecho que funcionaría como un ingreso base al cual se le podría agregar la renta de un empleo formal. Esto eliminaría la problemática de los incentivos que se ven seriamente afectados en casos como los de Argentina donde acceder a un empleo formal hace caer el plan. 

Asimismo, otro punto a favor de la propuesta de Raventós es, según su óptica, lo que se conoce como “non-take-up”, esto es, el porcentaje enorme de potenciales beneficiarios que no acceden a los subsidios dirigidos. Según algunos estudios, hay países donde el 60% de las personas que cumplen los requisitos para una ayuda estatal acaban sin recibirla por razones múltiples que van desde la desinformación hasta el tipo de diseño de la política de subsidio. Esta dificultad, naturalmente, se evitaría con una renta básica universal. 

Por último, Raventós señala a la estigmatización como una de las consecuencias de estas políticas de subsidios dirigidos. No solo la burocracia suele maltratar a los beneficiarios en tanto “pobres” sino que a la vista de la sociedad en su conjunto los beneficiarios son vistos como poco afectos al trabajo.         

¿Algo de todo esto ha aparecido en el reciente debate que se está dando en Argentina? Casi nada. Como mucho a cuenta gotas. Solo estamos discutiendo guita a corto plazo, egos e internas. Porque se habla de ingreso básico universal pero la universidad no es tal. Se trata, en realidad, de un subsidio dirigido más o menos amplio. Alguno de los dirigentes sociales o referentes más o menos cercanos al gobierno hablan de un universo similar a los que recibieron el IFE, algo así como unas 10 millones de personas en un país de algo menos de 50 millones. De esta manera, no se resolvería la problemática de los costos de la burocracia ni menos aún la estigmatización. Tampoco se avanzaría en los incentivos para ingresar a un empleo formal y en todo caso, siguiendo a Raventós, a duras penas podría decirse que aumentando el universo de beneficiarios existen más posibilidades de disminuir los casos de gente necesitada que por diversas razones hoy no recibe una ayuda. 

Pero es más, en una maraña irresponsable de números y porcentajes que se arrojan al aire, algunos proponen un ingreso universal básico de unos 12000 pesos por persona, esto es, el número necesario para cubrir la canasta básica debajo del cual se es considerado indigente (cercano a 48000 pesos por familia de 2 adultos y 2 chicos). Sin embargo, y en esto radicaría una verdadera profundización de una renta básica universal por izquierda, lo que Raventós y otros teóricos piensan es que el ingreso que le correspondería a cada uno de los ciudadanos debería ser lo suficientemente alto como para impulsar las negociaciones salariales hacia arriba. De hecho, en los cálculos que él hacía, al menos en 2020, se hablaba de un ingreso de 7500 euros anuales en España. Aun sabiendo que los números no se pueden transpolar a la Argentina, pensar que con 12000 pesos se cumple ese requisito es una burla. Evidentemente, si se trata de empujar los salarios hacia arriba deberíamos acercarnos a una suma que multiplique al menos por cuatro ese monto, de modo tal que ningún trabajador acepte ingresar a un trabajo por, digamos, un sueldo menor a 100000 pesos, por decir un número más o menos arbitrario. 

¿A ustedes les parece viable este escenario? La falta de claridad y la irresponsabilidad de algunos dirigentes en este sentido, a su vez, contribuye con la confusión general. De hecho, también existen defensores de una renta básica universal en la tradición libertaria que puede ir de Friedman hasta Murray. Si bien con distintos nombres o con algunas precisiones técnicas que no vienen al caso, esta idea de un ingreso universal es una de las opciones que manejan pensadores libertarios para acabar con el Estado de Bienestar. Dicho burdamente, en vez de cobrar impuestos para sostener salud, educación, etc. y ofrecer una cobertura amplia y de calidad a la sociedad, se propone un ingreso individual para que cada persona decida en qué invertirlo: lo puede usar para comer, para ir al médico o para educar a sus hijos. El dinero te lo da el Estado. Pero las prestaciones del Estado de Bienestar que antes tenías, ahora se pagan. 

Está claro que esta última no es la propuesta que impulsan los sectores de izquierda y el kirchnerismo si bien a ciencia no se sabe del todo qué es lo que quieren hacer. En el caso de CFK, la idea de la universalidad parece estar conectada a terminar con la tercerización y administración de la pobreza llevada adelante por los movimientos sociales antes que con una ampliación estricta que abarque a la totalidad de los ciudadanos en tanto tal. En el caso de los movimientos sociales, tampoco habría universalidad sino el pedido de más dinero para más gente sin reparar en que esa dinámica no cumple con ninguna de las virtudes que, según Raventós, caracterizarían a una renta básica universal. Si la derecha cree que la solución mágica a los problemas de la Argentina es siempre bajar impuestos, la izquierda y ciertos espacios populares, aquellos que otrora tenían como agenda la creación de trabajo, parecen haber encontrado un nuevo fetiche que nadie define con precisión ni realismo. Quizás en eso estribe su potencia: pedir lo que no se sabe qué es para que nunca se pueda cumplir. Los tiempos del “No fue magia” son reemplazados por una solución mágica para los problemas de los argentinos.

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