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miércoles, 24 de febrero de 2021

La ecuacion de Mark Twain, por Sol Di Doménico (para "Erase una vez en Peronia")

 



Hanna Arendt en la década del 70 nos propone un concepto muy interesante que luego fue difundido, replicado y universalizado por muchos otros autores: la mentira política organizada. Este tipo de teorías sostiene que, todas las creencias políticas son constitutivas de un pacto entre actores que aceptan la mentira. Hay actores activos que mienten a actores pasivos que deciden creer. ¿Por qué unos mienten y otros deciden creer? Por sus estructuras mentales, vivencias, entornos y promesas utópicas. Ese es el pacto de la política. El político usa la mentira como slogan porque cree que su elección redunda en un bien al pueblo. El pueblo le cree porque cree en el cumplimiento de la promesa mentirosa. Cómo olvidarnos de la construcción de la promesa “pobreza cero” neoliberal en la Argentina en la última década cuando justamente el modelo neoliberal lleva a una concentración de la riqueza, que en la argentina ronda al 6% de la población, para dejar sumida en la pobreza estructural al 94% restante.

Aquí no vamos a hacer un recuento de las promesas utópicas de campaña que abundan de un lado y del otro de la grieta. Aquí, queremos creer que esas mentiras no son perversas sino que nacen del convencimiento de la posibilidad en algún futuro más cercano o más lejano. Hasta aquí podemos ser lectores ingenuos y creer en el carácter maquiavélico de los actores: el fin justifica los medios, o sea, la mentira.

Pero mejor descartemos lo que acabamos de decir. Los políticos son malos, especialmente los neoliberales. ¿Para quienes? Bueno, para el 94% de la población argentina. ¿Todos nosotros lo sabemos? No, porque si ese 94% lo sabría, no tendríamos más gobiernos neoliberales en la argentina, y como siempre, voy a pedirles disculpas por mi pesimismo: la amenaza neoliberal siempre se encuentra a la vuelta de la esquina. Esperando nuestros errores, maximizando, tergiversando, sacudiendo la moralina. No diferenciar entre la corrupción moral (un amiguismo, un hecho aislado) de la corrupción estructural (un mal que afecta a toda la sociedad en su conjunto como por ejemplo dejar vencer 4 millones de vacunas).

¿A qué apuntamos con este artículo? a desarmar la caja de herramientas neoliberal que los ayuda a llegar al poder. Hemos hablado ya de populismo, de meritocracia, de desigualdad, de vulnerabilidad de derechos, de reglas del capitalismo, de manipulación mediática… Hoy nos toca hablar de algo que yo he bautizado “La ecuación de Mark Twain”

Mark Twain decía que no había que discutir con necios, ya que te hará descender a su nivel, y allí te ganará por experiencia”. Luego de esta frase tan simpática tenemos que entender, que en la caja de herramientas neoliberal también encontramos la manipulación. Y el encubrimiento. Y también la mentira descarada. Estas tres herramientas se utilizan en conjunto para captar a un público en especial: los conspiranoicos.

¿Quienes son los conspiranoicos? Los conspiranoicos son personas que nos rodean, primos, hermanos, tíos, sobrinos, que creen teorías que en la práctica cotidiana parecen disparatadas. Esas conspiraciones tienen una estructura en común: poderes ocultos que buscan establecer un nuevo orden mundial o simplemente la destrucción del mundo actual tal y como lo conocemos; pueden ser sectas masónicas, iluminatis o extraterrestres con rasgos de reptil. No importa. El objetivo es único y hedonista: su beneficio en la destrucción de la humanidad tal y como lo conocemos.

Este tipo de teorías opera de la misma manera que las sectas, que la política: captar a la gente sensible a creerlas y volverlas adeptas. Este tipo de conspiraciones, tiene dos claros exponentes y ejemplos prácticos: la teoría que la tierra es plana y la secta antivacunas. Y el vector de estas teorías es internet. Todos sabemos que hay dos medidas que han salvado la vida humana y aumentado la expectativa de vida más que ninguna: el lavado de manos y la vacunación. Pues bien, creer que las vacunas nos enferman o nos inyectan chips o nos vuelven comunistas, es casi un suicidio. Negarle a los niños el calendario de vacunación constituye un delito. Y aquí tenemos que hablar de religión y ley. En la antigüedad, las leyes eran sagradas, había que respetarlas porque eran divinas. Venían de Dios. Era la única manera que tenían las tribus humanas de erradicar conductas que las ponían en peligro. Un buen ejemplo de eso es la prohibición judía de comer cerdo: las tribus primigenias judías eran asoladas por la triquinosis. Para sobrevivir como especie debían dejar de comer cerdo. La única manera de asegurarse era que Dios lo prohibiera. Otro de los tabúes religiosos de la mayoría de las poblaciones humanas es el incesto: después de decenios de cruzas intrafamiliares para mantener “rasgos divinos” encontraron la degradación de la especie que hoy podemos justificar con la genética y se prohibió en la mayoría de las religiones como pecado.

Hoy tenemos leyes para reemplazar los mandatos divinos. Pero siempre contamos con el factor humano para desafiar la ley. De volvernos rebeldes sin causa. De romper la ley por el mero hecho de hacerlo. Y eso también ayuda a las teorías conspiranoicas, las leyes son manipuladas por poderes ocultos que hacen que se reglamenten también para su beneficio. Ya sea una ley de aborto para hacer cremas con fetos, una campaña de vacunación para inyectarnos un chip o la búsqueda de pebeíses que fueron puestos en órbita en el ARSAT. Todo vale en la ecuación de Mark Twain. Me sorprende la verdad no haber encontrado todavía un artículo que diga que Cristina mandó los pebeises al espacio porque es una reptiliana que manda sus divisas interestelarmente; mejor no les doy ideas.

Internet y las redes sociales son los mecanismos más importantes de distribución de teorías conspiranoicas, luego están los medios de comunicación y con esta preciosa mezcla, luego de dejarla enraizar en la sociedad, solo necesitamos un político lo suficientemente kamikaze como para formular una denuncia solo un poco disparatada para llegar al lawfare.

¿Cómo logramos desbaratar la teoría primigenia? La más disparatada que a fuerza de repetir llega a convertirse en una demanda? Dejando de actuar como Alicia en el país de las maravillas: dejando de correr detrás del conejo blanco que nos hace caer en la madriguera donde comenzamos a dudar si los gatos comen murciélagos o si los murciélagos comen gatos…

Para todo eso, tenemos que lograr desarticular su agenda. Dejar de prestar atención. Porque como aprendimos en un capítulo de noche de brujas de Los Simpsons (si, todo lo predicen) con ignorar la propaganda, está desaparece. Las teorías conspiranoides son teorías que si bien son disparatadas, tienen una viralización exponencial. La teoría establecida tiene 1 artículo, cuando la teoría conspiranoica logra un promedio de 75. Esa viralización exponencial se logra con “me gusta” * 'retuits” “compartir” o “reenviar” en whatsapp. Aun si lo acompañamos con un texto desarticulando, nunca nos olvidemos, que como decía nuestro querido Fox Mulder de Los Expedientes Secretos X “I WANT TO BELIEVE”.

 

NdT: I WANT TO BELIEVE significa YO QUIERO CREER

 

Sol Di Domenico - @soldidomenico.

 

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