2) Branko Milanovic, economista serbio, ha analizado el rol de la impaciencia, en este artículo sobre el fracaso de muchas sociedades occidentales en la lucha contra la pandemia: https://t.co/uJwLcR1tHD
— Daniel Feierstein (@DanielFeiers) February 4, 2021
4) Tanto Freud como Winicott han trabajado mucho esta conquista en la construcción de la subjetividad humana, algo que también han constatado las neurociencias: muchas veces resignar algo en el presente constituye la posibilidad de un mejor desempeño o un logro futuro
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6) En lugar de sacrificar algo en el presente en aras de conseguir algo mejor en el futuro, la conminación de la subjetividad contemporánea es comprometer el futuro en aras de disfrutar el presente. El cambio climático es uno de los mejores ejemplos de sus consecuencias
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8) Ergo: las restricciones debían "renovarse" (la cuarentena que parecía "interminable" en AMBA) y/o se abandonaron, aceptando "que mueran los que tengan que morir" y convenciéndose de la ineficacia de cualquier medida de cuidado
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10) Esta dificultad para el aplazamiento de la gratificación o la aceptación de cualquier sacrificio se observa ahora en el debate sobre la posibilidad de apertura de la presencialidad escolar
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12) Esta estrategia de baja de contagios puede hacerse de dos maneras: cierre muy estricto y total de actividades por 3 o 4 semanas o cierres intermitentes, selectivos y planificados por 3-4 meses. En un caso la baja es instantánea, en el otro gradual. Dos sacrificios distintos
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14) Como no se quiere aceptar ningún sacrificio, se pasa rápido a la proyección: la culpa es de los docentes que no quieren ir a dar clases (como si no hubiesen dado clases durante todo 2020, teniendo además que pagar por sus instrumentos de trabajo y comprometer tiempo no pago)
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16) El único modo de una vuelta viable a clases presenciales sería con un número de contagios más bajo (preferentemente un número que rondara entre 500 y 2000 casos detectados diarios a nivel nacional), según recomendaciones del CDC u otras estimaciones
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Mal planteado. Lo que debería haberse hecho habría sido estar todos encerrados durante 20 días: el virus hubiese desaparecido por falta de contagios. Pero resulta que había que salir a comprar comida y remedios, y hacer funcionar las fábricas, y los hospitales, y los transportes, las gomerías, los electricistas y los repartos de comida. Si hubiéramos podido quedarnos todos encerrados (44 millones de tipos, sin uno solo afuera), lo hubiésemos podido solucionar en menos de un mes. Fue imposible.
ResponderEliminarSí, después también hubo violaciones a la cuarentena, estupideces como los runners, policías, médicos y funcionarios viajando como si estuvieran de vacaciones. Y un poco más tarde fiestas clandestinas, boliches abiertos, y la mar en coche. Pero para ese momento ya habíamos fracasado: la peste ya se había difundido enormemente. Nunca, en ningún momento, podríamos habernos quedado todos encerrados más que algunas horas, ni hablar de 20 días. Fracasamos porque nunca, en ningún momento, tuvimos ninguna oportunidad de no fracasar: una vez que el virus entró, lo único que se podía hacer era ganar tiempo. Y lo hicimos bastante bien, ojo: bajamos del 40 al 20% la mortalidad de los intubados, o inventamos el suero de recuperado y después el suero equino. Pero ¿ganarle la guerra al virus? Sólo con la vacuna, todo lo demás jamás podría haber servido.
Entonces ¿cuál es la propuesta de aquí en adelante? ¿Ahora sí quedarnos todos encerrados 20 días? Nada cambió en un año, nada en absoluto. Tampoco podemos quedarnos 20 días encerrados, ni tampoco quedarnos casi completamente encerrados hasta que llegue la vacuna: en un mes llegaron 820mil dosis, y necesitamos 90 millones, a este paso son más de diez años. ¿Nos vamos a quedar encerrados diez años? ¿Diez años sin visitar a tu vieja, sin coger, sin clases de verdad, sin conocer a tu sobrina? ¿Diez años de realidad virtual, dándoles de comer a Zuckerberg y Galperín? ¿Cerramos Mar del Plata, Carlos Paz y Bariloche, con más de un millón de personas que viven del turismo, por diez años?
Estamos jodidos, hermano, esa es la realidad. No fracasamos porque somos unos chiquilines, ni porque no podemos posponer por diez años toda satisfacción real, ni porque somos indisciplinados. Fracasamos por culpa del virus, de su forma de difusión, de la imposibilidad de detectarlo a tiempo. No es bueno echarle la culpa de lo que nos pasa al otro, pero echarse a sí mismo la culpa de lo que hace el virus es estúpido; ni te cuento echárselo al hijo del vecino.
En fin, sí se puede tomar todos los recaudos, putear al boludo que anda sin tapabocas por la calle, y reducir los contactos inútiles, para que el desastre no sea mayor. Pero para ganarle al virus sólo sirve vacunarnos: conseguir 90 millones de dosis de vacunas; de cualquier vacuna, como sea, a cualquier precio.
Ah, y que la vacuna sea obligatoria: si no te vacunaste, no entrás al súper, ni al subte, ni al bondi, ni a la escuela, ni a la cancha, ni al hospital, ni podés salir a la ruta, ni cobrás el salario familiar (ahora resulta que los semáforos y los impuestos son obligatorios pero la vacuna no, déjense de joder).
Abrazo,
Marcelo