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lunes, 24 de agosto de 2020

Dólar: la corrida cambiaria permanente, por Alfredo Zaiat (para "Página 12" del 23-08-20)

Qué hacer en un mercado bajo tensión. Medidas para la compleja coyuntura y una estrategia estructural para sumar divisas

La demanda de dólares es continua desde hace más de diez años sin distinguir orientación política de los gobiernos ni política económica. La necesidad de un discurso unificado del Banco Central y del Ministerio de Economía. La brecha cambiaria y las presiones del poder económico para una fuerte devaluación.

Por Alfredo Zaiat

Con un superávit comercial importante, sin tener que hacer desembolsos para pagar deuda en moneda extranjera, con restricciones de compra y para girar divisas al exterior y con una muy fuerte caída de la economía y, por consiguiente, del ingreso disponible de la población, igual existe una presión intensa en el mercado cambiario.


Este escenario económico-financiero debería haber brindado cierto alivio en un frente muy sensible. Pero no lo hubo, más bien las tensiones se han agudizado a lo largo de estos meses, incluso luego de cerrar el acuerdo de deuda con los acreedores privados del exterior.

Existen indudables factores coyunturales y de base de la estructura productiva y del régimen financiero-cambiario para comprender la permanente incertidumbre alrededor de la cotización del dólar.

La inestabilidad cambiaria es constante independientemente del origen político del gobierno y de la estrategia económica que se despliega.

Intervención

La paridad cambiaria tiene además un componente político que no puede desconocerse a riesgo de erosionar la legitimidad de gestión de un gobierno. Es también una variable clave en la economía local en la distribución del ingreso.

La capacidad de intervención en ese mercado tan emotivo, que tienen jugadores de peso del bloque de poder económico, desde grandes corporaciones locales hasta el cartel de firmas exportadoras, exige una estrategia oficial coordinada para tratar de contrarrestar movimientos especulativos.

Exhibir falencias en esa tarea tiene costos elevados.

A esta altura, después de tantas crisis cambiarias en las últimas décadas, es sabido que medidas o análisis acerca del mercado del dólar no se debaten públicamente entre funcionarios ni se entregan trascendidos a los medios y muchos menos se anuncian eventuales modificaciones del régimen cambiario que luego no se concretan.

El precio del dólar es un componente muy delicado del manejo de las expectativas  económicas. Merece por lo tanto una estrategia comunicacional específica, además del prioritario diseño de una política cambiaria que atienda el persistente comportamiento de ahorrar en dólares.

Cortocircuitos

En las últimas semanas aparecieron cortocircuitos en la misión oficial de comunicar acerca del panorama cambiario, que es un cuadro complicado como lo está siendo desde hace mucho.

El Banco Central envió el mensaje de que el cupo mensual de compra de 200 dólares debería ser eliminado o limitarse porque se estaban perdiendo muchas reservas por esa vía.

La vicejefa de Gabinete, Cecilia Todesca, y el presidente Alberto Fernández comentaron en entrevistas radiales que les preocupaba esa filtración de dólares.

El Ministerio de Economía difundió en cambio que no se está estudiando ninguna modificación en el esquema de compra de dólares ahorro.

Después, en el Banco Central aseguraron que, por ahora, no están evaluando la alteración de ese régimen de acceso a dólares ni de la estrategia de ajuste del tipo de cambio.

En una economía con hipersensibilidad cambiaria y el asedio imperturbable de la conducción política del poder económico , esa participación en el espacio público de figuras relevantes del Gobierno agrega un factor innecesario de confusión en una cuestión complicada.

Economía y BCRA

La posición de Economía se resume en que superada la instancia del canje de deuda con acreedores privados , en los tramos externo y local, en los primeros días del mes próximo, se aliviarían las presiones cambiarias.

Evalúan que entonces habría ingreso de dólares financieros motivado por un eventual mejor clima para invertir en activos locales. Esas divisas permitirían al Banco Central sumar reservas y la demanda mensual del cupo de 200 dólares no afectaría ese stock. Incluso estiman que podría disminuir esa demanda por la reversión de la tendencia dolarizadora por el atractivo de las colocaciones en pesos, ya sea por tasas de interés reales de plazos fijos o por rendimientos elevados de los nuevos títulos públicos en moneda nacional.

En el Banco Central, en tanto, dicen que no hay ninguna posibilidad de hacer algo diferente mientras se desarrolle el canje, pero dejan abierta la puerta para hacer algo después de la operación con los acreedores privados.

Aseguran que la presión sobre las reservas es manejable y que no está previsto activar el swap de monedas con China.

Consideran que el actual tipo de cambio es competitivo, indicando que se ubica por encima del nivel de unificación cambiaria de fines de 2015 del gobierno de Macri, que se alcanzó luego de una fortísima devaluación.

Sostienen que la demanda de dólares de estas últimas semanas está muy relacionada con el reinicio de la actividad económica y de importadores vinculados a esa recuperación. Aclaran que se privilegiará el nivel de actividad y, por lo tanto, no está previsto cerrar el grifo de dólares para los importadores.

Para evitar costos mayores a una economía golpeada sería importante que Economía y el Banco Central pudieran coordinar la estrategia cambiaria y, fundamentalmente, administrar sus disidencias.

Corridas

La actual inestabilidad del mercado cambiario no tiene que ver con los impactos dramáticos de la pandemia ni con la política económica del gobierno de Fernández.

Este ciclo de turbulencias alrededor de la paridad se mantiene constante desde hace trece años. La crisis del coronavirus le agregó un elemento adicional a esta corrida cambiaria permanente.

La pérdida de dólares de las arcas del Banco Central es continua desde mediados de 2007, meses previos a la primera elección presidencial ganada por Cristina Fernández de Kirchner. Se intensificó con la crisis del campo en 2008, luego con la debacle financiera internacional de 2009, y antes de la reelección de CFK en 2011.

En cada uno de esos momentos, la presión era por una fuerte devaluación, que CFK resistió instrumentar.

En esos años, la demanda de dólares fue atendida con el superávit de la balanza comercial. Esos dólares comerciales excedentes se agotaron y la economía volvió a toparse con la denominada restricción externa, o sea la escasez relativa de divisas.

El aumento de las importaciones impulsado por el fuerte crecimiento del Producto evaporó el superávit comercial, siendo un componente relevante el déficit energético. En esa instancia se diseñó un régimen de control y administración de divisas en el período 2011-2015, que limitó pero no detuvo la sangría de reservas, dólares que también se utilizaron para seguir pagando vencimientos de intereses y capital de deuda.

Durante el gobierno de Macri 2015-2019 la corrida no se frenó pese a la liberación total del mercado cambiario. La demanda fue atendida por un endeudamiento desaforado y por el ingreso de dólares financieros para aprovechar las fabulosas ganancias en bicicletas entregadas por el Banco Central.

Cuando se agotaron esas dos fuentes de abastecimiento de dólares y, sin que la corrida hubiera detenido su marcha en esos años, se reinstalaron restricciones de acceso a las divisas.

El gobierno de Alberto Fernández mantuvo las limitaciones de compra de dólares en un contexto de tensiones cambiarias que no cesaron.

Trampa

El mercado del dólar, además de ser un refugio financiero, es un espacio de disputa económica y política sobre cómo se reparte el ingreso. La trampa no por conocida deja de repetirse; eludirla es el desafío principal. Consiste en el consejo reiterado de una fuerte devaluación para aliviar las presiones en el mercado cambiario.

Ese brusco ajuste, teóricamente, equilibraría la oferta y demanda de dólares en un valor superior al oficial; hoy sería al del blue. Se sabe cuál sería el saldo de esa decisión: un shock inflacionario, con ganancias para titulares de activos dolarizados y para firmas exportadoras, y fuerte retroceso del poder adquisitivo del salario y jubilaciones salvo que existan medidas reparadoras inmediatas.

Experiencias recientes permiten exhibir que una devaluación violenta es la peor salida para una situación de estrés cambiario. El 23 de enero de 2014 el ajuste cambiario derivó en un alza de precios, que terminó siendo compensado en los ingresos de trabajadores y jubilados a lo largo del año. En cambio, las devaluaciones macristas de diciembre de 2015 y del bienio 2018/2019 consolidaron la pérdida de esos ingresos en términos reales.

En esos tres episodios cambiarios lo que hubo fue una suba generalizada de precios, que hoy no sería diferente en un contexto mucho más complejo, puesto que el cuadro socioeconómico está muy castigado por el deterioro en los años macrista a lo que se sumó el impacto fulminante de la pandemia.

La brecha

La diferencia entre el tipo de cambio oficial y las cotizaciones del dólar Bolsa (MEP y contado con liquidación) alimenta las expectativas de devaluación.

Es una situación con la que tendrá que convivir el equipo económico mientras haya estrictos controles en el acceso a divisas.


El desafío de gestión es cómo administrarla y tratar de que sea la menos amplia posible. Medidas desesperadas que establezcan un control más férreo al existente pueden terminar agravando el cuadro.

No es secreto que las medidas económicas deben ser evaluadas por sus efectos amplios, no sólo por el inmediato, o sea por el impacto en segunda y tercera instancias.

Eliminar el dólar ahorro con cupo mensual de 200 tendría como resultado inicial un freno a la salida de 600 a 800 millones de dólares de las reservas.

Ese sería el impacto primario y parecería efectiva para detener el drenaje de dólares del Banco Central. ¿Cuáles podrían ser otros efectos de esa decisión? Es probable que se amplíe la brecha cambiaria, lo que alimentaría las expectativas de devaluación. Y más importante es que podría generar una mayor incertidumbre sobre la cantidad de reservas, lo que impulsaría a ahorristas de depósitos en dólares a retirar los billetes verdes de los bancos.

Como un porcentaje de esas colocaciones a plazo están como depósitos indisponibles (encajes) en el Banco Central, su disminución se traduciría en una caída de las reservas.

O sea, el objetivo de evitar una merma de reservas por el cupo de dólar ahorro podría terminar con una pérdida aún mayor por el retiro de los bancos de depósitos en dólares.

Otro efecto adicional es que los bancos, cuando registran retroceso de las colocaciones en dólares, suspenden las líneas de prefinanciación de exportaciones, con lo que la pérdida de dólares sería todavía mayor.

No hay que retroceder mucho en el tiempo para descubrir una medida que parecía oportuna para frenar la sangría de dólares del Banco Central que terminó desatando una corrida y una pérdida más abultada de reservas: fue el insólito y desesperado reperfilamiento de la deuda en pesos dispuesto por Hernán Lacunza, el último ministro de Economía de Mauricio Macri.

Qué hacer

El gobierno de Alberto Fernández recibió un tipo de cambio oficial en 63 pesos por dólar. Con una política de minidevaluaciones, el viernes cotizaba a 77,50 pesos. O sea, el Banco Central lo subió 23 por ciento, mientras la tasa de inflación en ese período fue de 19,5 por ciento.

La clave entonces no es devaluar porque ya se está haciendo para mantener el tipo de cambio real en un umbral competitivo (sin atrasarlo), sino en intervenir con efectividad en la oferta y demanda de divisas.

Ante la consulta de qué hacer, el economista Emmanuel Álvarez Agis propuso lo siguiente para aumentar reservas:

* Negociar una línea contingente adicional con bancos del exterior, que con paridades de los bonos en alza tendría un costo más bajo.

* Ofrecer un seguro de cambio a exportadores para aumentar en 5000 millones de dólares su exposición con el exterior (los ingresos de dólares por financiación local y prefinanciación extranjera de exportaciones está en mínimos históricos).

* Negociar con China una ampliación del swap de monedas convertible a dólares.

* Vender bonos luego del canje para bajar la brecha cambiaria con el dólar contado con liquidación.

Para desincentivar el ahorro en dólares, Agis sugiere:

* El Tesoro debe emitir bonos en pesos con rentabilidad sujeta a la evolución del tipo de cambio (en el mercado se denomina "dólar-linked") para conseguir el financiamiento necesario hasta fin de año por 300 mil millones de pesos.

* Ahorristas grandes y pequeños deben poder colocar sus pesos en depósitos también a "dólar-linked".

* Subir la tasa de interés de las colocaciones en pesos.

Son opciones financieras de coyuntura que abren el debate para administrar un mercado cambiario bajo tensión. En tanto, la tarea prioritaria es avanzar con políticas estructurales que mejoren el perfil productivo para incrementar el ingreso de dólares por exportaciones.

Entre la urgencia y las políticas de mediano plazo, el manejo cambiario tiene que evitar la peor salida de ese laberinto: una fuerte devaluación que resultará regresiva en términos de distribución del ingreso.

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