Crédito: ANDRES LARROVERE/AFP via Getty Images
Por Pedro Brieger
Nota del editor: Pedro Brieger es un periodista y sociólogo argentino, autor de varios libros sobre temas internacionales y colaborador en publicaciones de diferentes países. Es profesor de Sociología en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Director de Nodal, un portal dedicado a las noticias de América Latina y el Caribe. Es columnista de TV en el canal argentino C5N y en el programa En la frontera de PúblicoTV (España) y en programas de las radios argentina Radio10, La Red, La Tribu y LT9-Santa Fe. A lo largo de su trayectoria, Brieger ha ganado importantes premios por su labor informativa en la radio y televisión argentinas. Su cuenta en Twitter es @PedroBriegerOk. Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor. Ver más artículos de opinión en CNNe.com/opinión.
(CNN Español) — Este 13 de julio el candidato presidencial Luis Fernando Camacho le envió una carta al secretario general de la Organización de los Estados Americanos, Luis Almagro, para que se pronuncie y contribuya a postergar las elecciones programadas para el 6 de septiembre en el Estado Plurinacional de Bolivia.
Ocho meses después del golpe de Estado que derrocó al presidente Evo Morales, la incertidumbre reina en Bolivia, un país donde hoy las reglas claras brillan por su ausencia. Y mientras se preparan para las elecciones varias formaciones políticas quieren impedir que se realicen. Suena raro. ¿Por qué? Porque considero que temen perderlas. Esto se percibe con claridad en la carta en la que el partido de Camacho pide que se aplacen ya que -entre otras cosas- el aparato electoral seguiría siendo manejado por Evo Morales desde Buenos Aires.
Seguramente, quienes impulsaron el derrocamiento de Morales extrañan los golpes de Estado “clásicos” del siglo XX en los cuales los militares tomaban el poder, hablaban vagamente de democracia, guardaban las urnas, prohibían partidos y sindicatos, perseguían opositores, colocaban su gente en los lugares clave y manejaban el Estado a su antojo. Y vaya que Bolivia conoce de esto, pues ostenta el récord de 189 golpes desde su independencia en 1825, sin incluir el del año pasado.
Algo ha cambiado en América Latina y los golpes ya no siguen el patrón de antaño. Vale la pena recordar que en Paraguay Fernando Lugo fue derrocado en marzo de 2012 por un golpe de Estado parlamentario y 5 años después asumió la presidencia del Congreso. En la actualidad se desempeña como senador y comparte el recinto con varios de los que lo destituyeron en 2012.
También está el caso de Dilma Rousseff en Brasil, que apenas dos años después de su destitución se pudo presentar como candidata a senadora.
Esto en el siglo XX no sucedía. Los presidentes destituidos terminaban en la cárcel o en largos, muy largos exilios, como el de Juan Domingo Perón. Perón fue derrocado por un golpe de Estado en septiembre de 1955 en la Argentina, marchó al exilio y su movimiento fue perseguido y proscripto. Incluso estaba prohibido pronunciar su nombre y los medios de comunicación se referían a él como “el tirano prófugo”. Tardó mucho tiempo en reconstruir al peronismo por las sucesivas proscripciones y regresó a su país 18 años después.
El “problema” de quienes alentaron el derrocamiento de Evo Morales es que su movimiento, el Movimiento al Socialismo (MAS), sigue siendo la principal fuerza política, tiene mayoría en el Congreso, algunas encuestas lo dan ganador en primera vuelta, y está unido detrás de la candidatura de Luis Arce, quien fuera ministro de Economía de Evo Morales.
Por el contrario, las fuerzas que impulsaron el derrocamiento de Morales están divididas, con varias candidaturas que pelean por el mismo público y peleadas entre sí porque -entre otros motivos- critican a la presidenta de facto Jeanine Añez, quien había dicho que no se presentaría como candidata. Hasta que lanzó su candidatura.
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Si bien es cierto que la pandemia ha afectado de manera muy particular a Bolivia, incluyendo el contagio de la presidenta de facto, su canciller y varios ministros, no es menos cierto que ya se realizaron comicios en diferentes países durante la pandemia; entre otros, las elecciones presidenciales en la República Dominicana el 5 de julio.
El llamado “movimiento cívico” que agrupa organizaciones sociales que siempre se enfrentaron a Evo Morales, anunció que no aceptará ninguna elección en el mes de septiembre impuesta por “el dictador desde Argentina” para “salvar la democracia”, según sus propias palabras.
Quienes derrocaron a Evo Morales en Bolivia deben añorar otras épocas y para sus adentros se dirán “golpes eran los de antes”.
Publicado en:
https://cnnespanol.cnn.com/2020/07/17/opinion-lamento-boliviano/
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