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jueves, 16 de julio de 2020
Impunidad mediática, por Daniel Mojica
Tuvimos una semana bastante agitada con los sucesos del 9 de julio. Donde grupos de manifestantes soliviantados por la inoculación sistemática de odio a través de los medios de comunicación corporativos y su periodismo de guerra, lograron una nueva escalada contra periodistas que no se suman a su discurso casi suicida.
El blanco sigue siendo el gobierno de Alberto Fernández. Mientras por un lado tratan de socavar la unidad del Frente de Todos, por el otro agitan el descontento social contra la necesaria (y único remedio hasta que anuncien una vacuna exitosa) cuarentena.
El comando unificado de los grupos Techint y Clarín, quienes defienden intereses propios, ajenos al bienestar popular y al desarrollo sustentable de Argentina, no les importa la salud de los receptores del veneno mediático que arrojan a las calles contra la propia seguridad sanitaria de los ciegos manifestantes.
La expresión ‘ciegos manifestantes’ viene a cuento, porque es de visibilidad pública, la realidad que recorre el mundo desde que se desató la pandemia de Covid-19. Virus que está sembrando de cadáveres el planeta, y es imposible no tomarlo en cuenta. Salvo que el odio ideológico sea tan fuerte, o los receptores estén tan desprevenidos o vulnerables.
La cantidad de personas fallecidas es escalofriante. ¿Quién puede ignorarlo o restarle importancia?
¿De qué materia tienen que estar hechos los periodistas y comunicadores que arrojan tantas mentiras cargadas de odio por intereses políticos o económicos contra su propia audiencia?
Esa audiencia en acción manifestante, cuando le acercaron algún micrófono también en previas turbulencias, esgrimieron diversas fantasías, que sólo pueden anclar en mentes previamente manipuladas desde sus más hondos temores. Hay mujeres que dijeron que las vacunas que preparan son “para generar abortos”, o pancartas “el virus existe la pandemia no”, o este testimonio “la Organización Mundial de la Salud (OMS) es una organización totalmente genocida”.
El trabajo fue realizado de manera sistemática en el ánimo de una sociedad a la que, obviamente le provoca malestar el aislamiento obligado. Aunque sólo provoca odio en sectores que previamente fueron intoxicados con otras mentiras que calaron hondo, en subjetividades que creyeron aquello de ‘se robaron dos PBI’, o la fantasía de ‘los contenedores enterrados en la Patagonia’.
Esos mismos medios que recorrieron el mundo inventando sumas millonarias de dólares en paraísos fiscales, buscando la ‘corrupción K’, cuando encontraron las cuentas de Mauricio Macri y sus ‘papeles de Panamá’, (el primero fue el periodista Hugo Alconada Mon, y los medios Clarín y La Nación) previo a la elección de 2015. Ocultaron su publicación hasta después del escrutinio que dio ganador al hijo de Franco. Esta es su ética profesional.
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