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martes, 7 de enero de 2020

El peronismo y el campo, por Sergio WISCHÑEVSKY (para "Nuestras Voces" del 05-01-20)


Por SERGIO WISCHÑEVSKY 
5 de enero de 2020

Los grandes propietarios y los principales exportadores se presentan a sí mismos como “el campo”, como si fueran parte del paisaje, como si no estuvieran defendiendo sus propios y sectoriales intereses. La gran contradicción que atraviesa la historia argentina esta marcada a fuego por la concentración en pocas manos de la propiedad de la tierra dónde se produce el alimento de los argentinos.

Los grandes propietarios rurales están otra vez amenazantes. La actualización de las retenciones que decidió el gobierno nacional, presidido por Alberto Fernández, y la suba del impuesto inmobiliario rural en la provincia de Buenos Aires, en porcentajes de hasta el 75% para los inmuebles de más de dos mil hectáreas, los está llevando a mostrar los dientes. Los grandes medios se ocupan, con ahínco, de explicar mal estas medidas. No importa que las retenciones están por debajo de lo que estaban en 2015, no importa que la suba del impuesto decidido por el gobernador Axel Kicillof implica, para la inmensa mayoría de los propietarios, un porcentaje por debajo de la inflación anual y  que el tope solo alcanza al 7% del total, solo importa exacerbar los ánimos y tensar hasta el límite la política nuestra de cada día. 

Pero en esta dialéctica otra vez los grandes propietarios y los principales exportadores se presentan a sí mismos como “el campo”, como si fueran parte del paisaje, invitándonos a pensarlos como la naturaleza misma, como si no estuvieran defendiendo sus propios y sectoriales intereses, como si no existieran dos millones de trabajadores rurales, en definitiva, como si en ese enorme significante que es la palabra “campo” no estuvieran encerrados mil conflictos y contradicciones.

La aparición del peronismo en la historia argentina contó con el rechazo de la Sociedad Rural argentina (SRA) desde su mismísimo nacimiento, tal vez un poco antes incluso. La SRA estuvo entre las organizaciones convocantes en la llamada Marcha por la Constitución y la libertad dónde exigieron y consiguieron la renuncia de Juan Domingo Perón el 19 de septiembre de 1945. Les parecía intolerable el clima de rebeldía y falta de respeto a las jerarquías que el entonces coronel infundía entre los sectores populares ¿Por qué este rechazo al incipiente peronismo?

Tal vez No les gustó El Estatuto del peón y la forma en que Perón lo presentó “Hoy llegamos a todo el país con el Estatuto del Peón. Sé bien que ello no agradará a algunos explotadores sin conciencia. Sé también que será motivo de crítica por parte de algunos merodeadores de las grandes empresas y escribas sin escrúpulos al servicio de los vacunos, que ya han visto mal que yo defienda, con más entusiasmo, el perfeccionamiento de la raza humana, que la de los toros y los perros argentinos…”.

En efecto, entre 1944 y 1946, el gobierno dictó el Estatuto del Peón que fortaleció el poder de negociación de los sindicatos rurales, estableció el Estatuto del Tambero-Mediero, respaldó públicamente y se comprometió a mantener la rebaja obligatoria del precio de los arrendamientos y la suspensión de los desalojos, y trasladó al Consejo Agrario Nacional al ámbito de la secretaría de trabajo y previsión desde donde se llevaron adelante algunas expropiaciones. Perón sostuvo “la tierra no debe ser un bien de renta, sino un bien de trabajo”. Buscaba establecer medidas en defensa del salario del peón y la estabilidad del trabajador, disponiendo además la inembargabilidad de los salarios, el pago en moneda nacional, la ilegalidad de deducciones o retenciones del salario, descansos obligatorios; alojamiento en mínimas condiciones de higiene, buena alimentación, provisión de ropa de trabajo, asistencia médico-farmacéutica y hasta el escándalo vacaciones pagas.

Luego del 17 de octubre, en el marco de la campaña electoral, Perón le dirige un mensaje a los trabajadores rurales que es sumamente elocuente:



Está muy claro el recelo que tenía contra los grandes propietarios. 

En 1946, una vez ganadas las elecciones presidenciales, una de las primeras medidas tomadas por el gobierno justicialista fue la creación del IAPI Instituto Argentino de Promoción del Intercambio). El organismo fue habilitado para comprar y vender todos los bienes agrarios y también industriales, el otorgamiento de créditos sin obligación de devolución. Fue una forma de concentrar las operaciones comerciales con el exterior. Por otra parte, también subsidiaba la producción de ciertos bienes de consumo masivo con el fin de mantener el nivel del salario real. La idea era generar un excedente proveniente del agro para promocionar el desarrollo industrial. Sin embargo, a partir de los años 50 el gobierno peronista vio necesario dar un vuelco en estas políticas porque se encontró necesitado de divisas y de generar un mayor superávit comercial.

En su estilo, Perón reseñaba las nuevas circunstancias: «La economía justicialista establece que de la producción del país se satisface primero la necesidad de sus habitantes y solamente se vende lo que sobra, nada más. Claro que aquí los muchachos, con esa teoría, cada día comen más y consumen más y, como consecuencia, cada día sobra menos. …pero, indudablemente, ahora empezamos a reordenar para no derrochar más».

En una serie de atípicas medidas el gobierno impuso la producción de pan con afrecho de maíz y mijo para evitar importar en esas particulares condiciones trigo desde los Estados Unidos que hubiera debido pagarse con los escasos dólares disponibles. Con todo, se firmó un contrato con ese país para el intercambio de trigo por maíz. También el gobierno dispuso que no se distribuyese en el mercado minorista carne ni vendiese en los restaurantes un día de la semana, y que el 10% del total de cabezas sacrificadas fuese preservado con el propósito de cumplir los compromisos de exportaciones. Pero estas restricciones no significaron poner los precios de los alimentos a los valores de la exportaciones, no se dolarizó el precio de los alimentos.

El 11 de junio de 1953, durante su segundo mandato, Perón dio un discurso en un desbordante Teatro Colón. Allí hablo de la necesidad de continuar “la reforma agraria peronista” a la que le adjudicó tres etapas: la primera un reparto de las tierras fiscales, el segundo, reparto de las tierras improductivas, y por último, definió: “El Cooperativismo es un tipo de Organización Popular que está en la médula del Justicialismo”. 




Ese reparto de tierras, esa entrega a los colonos del título de propietarios era una promesa largamente incumplida a diferentes comunidades. 

Después del golpe de 1955, y ya desde el exilio estudió la teoría de Thomas Malthus y se convenció de que cuando el mundo se superpoblara Argentina iba a tener una nueva oportunidad porque los precios de los alimentos iban a subir por las nubes. 




Esto motivó un cambio en la visión de Perón, estaba convencido que Argentina tenía como única chance de desarrollo sostenible convertirse en la gran proveedora de alimentos en el mundo. Pero esa enorme producción debía hacerse sobre la base del cuidado del mercado interno. Cuando volvió casi no tuvo tiempo para implementarlo. 

La gran contradicción que atraviesa la historia argentina esta marcada a fuego por la concentración en pocas manos de la propiedad de la tierra dónde se produce el alimento de los argentinos. La tensión política sube cuando se intenta democratizar ese universo de sentidos e intereses que algunos quieren sintetizar en la palabra campo. 

Publicado en:
http://www.nuestrasvoces.com.ar/entendiendo-las-noticias/el-peronismo-y-el-campo/

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