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sábado, 21 de diciembre de 2019

El Orden del Discurso, por Juan Chaneton (para "El Comunista" del 21-12-19)




Como una vez le dije a él: llegamos. Como esa vez me dijo él: esto recién empieza. Hay arribos que son un punto de partida. He jurado como presidente de la Nación, hoy es el 10 de diciembre de 2019 y pienso, en este instante, que tal vez él tenía un poco de razón cuando me decía que me cuidara de vivir de ilusiones, que no viviera de ilusiones, y que lo más ilusorio de todo es el poder.

Por Juan Chaneton*

*jchaneton022@gmail.com

Hemos apostado a la democracia, a esta democracia que empieza a ser una piedra en el zapato para muchos.  Quiero tener la mejor relación con Estados Unidos …  Y con el Brasil, dos anomalías de la democracia. Sé que será difícil; pero nada es fácil en la política, nada es fácil en estos tiempos revueltos.

Soy Alberto Fernández, soy el presidente de la Nación y tengo un legado, pero, por sobre todo, tengo su obra, que para mí es un espejo. En ella me miro y miro el paisaje después de la catástrofe. Pienso en él cada vez que la política me depara un deseo cumplido, o un sinsabor. Ya soy Presidente, y pienso en él. También en Estanislao, mi hijo. Pienso en mi madre, en mi padre.

No supe que iba a ser Presidente.  Era casi un niño cuando imaginaba algún destino para mí. Como cualquier hombre, he sufrido. Como nadie,  he sufrido en soledad. A veces, he sido feliz. He buscado y he hecho, al fin y al cabo, lo que he podido. En modo aliteración se me agolpan los pensamientos, creo. Y aquí estoy ahora. Soy el presidente de la Nación, y no abriga mi espíritu apetito de poder perpetuo.

Soy un demócrata. Siempre lo fui.

Nací cuando el dos de abril era una marca anodina en el calendario. Hoy, es una fecha patria. O casi. Recuperar Malvinas es un deseo intenso, pero aquella dictadura manchó con su oprobio la causa de una nación y el deseo de un pueblo. El dos de abril ha dejado de ser una blanca oquedad en el calendario. A cualquier presidente de este doliente país le gustaría ser recordado como el presidente que recuperó las Malvinas. También a mí.

No sé por qué pienso estas cosas ahora, en que acabo de jurar como presidente de la Nación argentina, casi un título de nobleza, así miraba el mundo en los años de Villa del Parque, en la escuela. Carlos y Daniel, aquellos amigos de adolescencia, me abrieron una puerta, ahora me doy cuenta, me llevaron de la mano hacia la música, en la que entré casi solo y como abandonado para buscar, para saber, para saber quién era o qué era yo, y en esa búsqueda escribí … no dejes que este tiempo sea tu dueño, cuando el fantasma del dolor ronda el lugar … Eso escribí. Titulé esa canción «El sueño del piano», eso sentía y  eso de naufragar en una balsa parecía un sueño de libertad, no sé por qué pienso ahora en estas cosas, cuando ya soy el presidente de la Nación y él no está para escucharme.

Soy el jefe del Estado y tengo a mi cargo la administración general del país, como dice la Constitución. He citado a Alberdi y a Sarmiento, aunque soy peronista, porque los fanatismos nunca han sido mi programa, y siempre he pensado que el peronismo, en su límite, es una forma de la ilusión. Sus «teóricos», últimamente,  suelen fundarlo en Spinoza, y ello es entendible. La gnoseología del judío holandés es pura armonía, es la búsqueda de la semejanza entre el sujeto y su objeto. Pule su lente y piensa; pule su lente  y dice: conocer es la obra civilizada y galante de hablantes que reclaman de las cosas un amor que saben, de antemano, será correspondido. Conocer es vivenciar una experiencia: el muelle y feliz arribo al regazo de una naturaleza abierta y generosa y dispuesta a revelarnos sus secretos, aun los más recónditos. En mis días apacibles, que los tuve, transité, por pura curiosidad, los arcanos de la filosofía.

Y me parece que no hay verdad allí, no hay verdad en Spinoza, en este punto. El saber es, antes que nada, violencia, como lo es la política. Para conocer al objeto, hay que violentarlo. Para conducir pueblos, hay que saber que la violencia, de un modo u otro, en algún instante, o siempre, se interpondrá en el camino. Eso pienso, eso pienso a estas horas en que he jurado y soy el presidente de la Nación argentina.

He jurado por la Patria y por Dios.

Ella me dotó del discurso y los que no nos quieren toman este hecho como la prueba de que seré un otro que también será su otro, que nada podrá por sí. Necios, eso son, necios,  pues ya sabrán que ni Cristina ni yo queremos un presidente a medias. Es mucho lo que se juega hoy, en este país y en el mundo, como para que nos permitamos ejercitar la frivolidad.

De Cristina me alejó la soberbia; mi soberbia, su soberbia. No vimos lejos, tal vez yo debería haberme ido, pero nada más. Haberme ido a mi casa y dejar que los hechos nos pusieran, nuevamente, en la senda común, que los hechos nos llevaran, muy luego, a la senda común. Me equivoqué con Randazzo. No debí ser su jefe de campaña. Son los errores que dicta la emoción, que no la razón. En esto, Cristina no parece pero es más racional de lo que algunos  creen.

Destilaron el odio, aquel odio con que mataron niños de primaria en la Plaza de Mayo, y fueron impiadosos. Hasta con Florencia se metieron. Buscaron quebrarla, buscaron echarla, buscaron dolerla, buscaron entristecerla, buscaron arruinarle la vida… Resistió la dama, y no sólo resistió, también les puso al presidente y al gobernador de Buenos Aires, ¡chapeau…! Y fue un acto de grandeza por donde se lo mire, porque la generosidad y el desprendimiento son valores que no  cotizan en el mercado de la política … Pero, además, Cristina es un logos político que se despliega hacia el horizonte, suele ver antes, antes que nosotros, antes que los demás, estratega sin saberlo o sin quererlo, eso es, eso es ella.

Por qué pienso esto justo ahora, en que acabo de jurar como presidente de la Nación, de la Nación con mayúsculas, no sé por qué pienso esto ahora, pero así ha de ser, está en la naturaleza de las cosas mirarse en el espejo del azoramiento propio cuando el futuro es un enigma. Todo luce revuelto y confuso en América Latina, y cualquier conclusión, ahora, sería un prejuicio, eso hacen algunos, pero yo debo enfrentar el caos ahora y pensarlo en la política, la política nunca fue orden, siempre fue agonal, siempre fue caos.

No es para cualquiera la política.

La política es una docencia. Siempre quise decir el discurso, y decirlo desde el púlpito. Pero nadie debe ver en ello sino afán, afán de servir. La política es como la cátedra, mi cátedra de Teoría General, teoría general dei delitti e delle pene, como decía Beccaria, no sé por qué recuerdo esto ahora, cuando he jurado por la Patria y soy, ya, el presidente de la Nación argentina.

Como Dorrego, quise ser hombre de leyes. Como a él, también a mí la vida me impuso otro destino: fui político. Nunca podría haber sido militar, como Dorrego. Tampoco, en realidad, he dejado de ser abogado. Llegué al derecho penal a través del derecho privado, cosa extraña. Recién ingresado a la facultad me encontré con una polémica célebre, y debí, como hacíamos todos en nuestra juventud, tomar partido. Savigny o Ihering, ese era el punto. Tiene razón Ihering, dictaminé. Polemizaron esos dos ilustres y tal vez no cayeran en la cuenta de que, de ese modo, retomaban el discurso allí  donde lo habían dejado otros ilustres, pero de la antigüedad, otros ilustres de Roma, del derecho de Roma, que ellos fueron Ulpiano, Paulo, Papiniano, Modestino, Gallo … Los grandes jurisconsultos de la Roma imperial, los fundadores del derecho civil, también lo fundaron Ihering y Savigny cuando discutieron sobre la propiedad privada, sobre la posesión, que ese era el fondo del asunto. Adherí a la teoría objetiva de Ihering con sus fórmulas algebraicas,  aunque ese saber haya perdido, en estos tiempos, toda relevancia, o casi.

Fui siempre un hombre público. La política me hizo un hombre público, no la música. Y esto tiene sus inconvenientes: deja expuestos a los afectos, a los seres queridos. Y ya están avanzando sobre Estanislao y hasta sobre Dylan… El hijo del Presidente, el perro del Presidente, la pareja del Presidente… Fabiola … A ella debo cuidarla, a ella, que fue un bálsamo cada vez que la política me trajo una pena, un dolor, una tristeza… Su vida ha empezado a cambiar, a partir de ahora… primera dama… el protocolo así lo dice, pero es muy bueno lo que dijo Soledad, la esposa de Axel: ni primera ni dama, eso dijo; lo primero, porque no estoy delante de ninguna mujer; lo segundo, porque es un término clasista. ¿Serán éstas las mieles del poder…? Si lo son, yo no quiero mieles, yo quiero el poder, y el poder está aquí pero también repta en sus cuevas, así lo sufrimos con él cuando gobernamos juntos.

Me he acordado de Axel. ¿Qué dirá Axel, a estas horas…? Qué dirá, digo, porque le entregaron una provincia quebrada donde las cárceles son una bomba de tiempo, le entregaron una provincia donde las cárceles no tienen comida, ese es el crimen, que los que viven clamando por la sangre de los delincuentes, por la mano dura, no les den de comer a los presos… Es un acto de irresponsabilidad tan mayúsculo que uno se queda mudo, se elide el discurso, se disuelven las palabras, se esfuman los conceptos y el habla deviene silencio, sólo discernible del silencio porque el lugar de enunciación del discurso permanece, sólo permanece este lugar en el cual yo, Alberto Fernández, presidente de la nación argentina, debe decir un discurso para el cual no tiene la palabra, ni la sílaba, ni la letra, todo falta, porque nos entregaron una provincia quebrada que necesitará ayuda, ayuda de la Nación, mi ayuda, porque la Nación soy yo, y no debe verse, aquí, vanidad ni petulancia. Dicen que Cristina y yo nos vamos a pelear por este sunto de la ayuda a Axel … ¡Estúpidos…! No saben quién es Cristina, no saben quién soy yo.

Se ha ido para siempre mi juventud. No tenía ni siquiera la edad de Estanislao, no tenía ni veinte años cuando murió mi padre. Un amigo que creía en los horóscopos me llevó, una vez, medio en serio medio en broma, a lo de una especie de pitonisa, una Sibila de Cumas en su oráculo, pero ésta vivía en Paternal, y allá fuimos, le hice la pierna a mi amigo para que no fuera solo. Y la gitana me dijo: tú serás rey; me dijo eso y me reí. Me acordé de Macbeth y de las brujas, que le dijeron lo mismo. Pero Macbeth mató para ser rey y yo no maté a nadie, no mataré a nadie, soy cristiano y creo en el valor de la vida, incluso en este asunto del aborto.

Yo estoy a favor del aborto, aunque respeto a aquellos que miran las cosas a través de la religión. Pero no hay religión que valga, aquí. Hay vida en el feto, pero no reparan esos pañuelos celestes en que la propia ley penal de este país, que es la ley penal del occidente cristiano, no trata a la vida siempre igual. Hay circunstancias en que el propio código penal autoriza a suprimir una vida, autoriza a matar, y excluye la culpa por esa acción, no excluye la antijuridicidad de la acción pero sí excluye la culpa por esa acción antijurídica, como en la legítima defensa o en el estado de necesidad. Entonces, se trata de una cuestión de salud pública, qué duda cabe, así lo dijo Kemelmajer de Carlucci, una vez… Me gustaría que Kemelmajer sea ministra de la Corte, eso me gustaría…

A veces, para los pobres, la vida es como para enloquecer. Hay que devolver derechos, hay que rescatar a todos para la ciudadanía, hay que declararle la guerra a la discriminación, eso dije cuando asumí, la discriminación es imperdonable, eso dije, imperdonable, que es un adjetivo que califica una práctica monstruosa como es la discriminación. Eso pienso… Pero, ¿dónde aprende a discriminar el que discrimina? Eso se aprende en la vida, en la escuela, en los medios.

Hay maneras sutiles de discriminar.

A lo que parece, la globalización también es un fenómeno cultural, y se van transformando instituciones de la sociedad que fueron pétreas durante siglos. La familia es una de ellas. La familia tipo, hetero, blanca, dos hijos, eso es lo que se va transformando, lo que va muriendo para dar pábulo a los vínculos y los grupos basados en el afecto, en el amor, en el respeto a la libertad del otro, a la diferencia del otro. ¿Podrá la Argentina entrar en paz en esta nueva era? ¿Será nuestro regreso, el regreso del peronismo, el fasto anunciador de una nueva era de libertad y de respeto al diferente? No lo sé… Quiero trabajar para que así sea.

No sé por qué pienso estas cosas hoy, cuando ya es el atardecer, se disuelve el día, un día primero como presidente de los argentinos, que eso soy ahora. Vendrá la noche, esa pausa entre el crepúsculo y la aurora. Y me acuerdo de Cristina, otra vez. ¿Cómo no acordarme de Cristina…? La guerra jurídica, ¿es una guerra de movimientos o una guerra de posiciones? Eso es lo que ha enfrentado Cristina, una guerra que buscó destruirla para siempre, y tiene razón cuando dice que a ella ya la absolvió la historia, mal o bien, se jugó por los pobres y quiso ver, a través de las brumas de un futuro incierto, el país industrial,  y tiene razón cuando dice que las preguntas van y vienen y que los que hoy preguntan mañana tal vez deban pensar en qué respuestas van a dar.

He asumido como presidente de los argentinos y aspiro a que la paz y la felicidad de mi pueblo estén un poco más cerca cuando termine mi mandato. La historia, así, no deberá absolverme, sino sólo reconocerme. Aunque también sé que la historia, a veces, no alcanza. Pues, ¿qué pasó en Barranca Yaco, por ejemplo? ¿Pasó lo que dice la política que pasó? ¿O lo que dice la historia que pasó? No, la historia  dice lo que puede, y a veces puede poco, porque en Barranca Yaco pasó lo que dice la literatura que pasó. Eso es lo esencial de Barranca Yaco … Seis miedos y un valor desvelado no es para historiadores, pero eso fue lo que ocurrió… Seis miedos y un valor desvelado, esa es la incandescencia que sólo la literatura puede revelar…

Me ha ayudado, la literatura.

¿Será que a cada valiente le llega su Santos Pérez…? Que me llegue, si esa es la providencia de Dios, pero que no se equivoquen, que me llegue, porque de lo contrario lo lamentarán, el Estado y la ley se encargarán de que lo lamenten y me acuerdo ahora, no sé por qué, del dictamen de Simón Wiesenthal, aquel ilustre que conoció el infierno y  que dijo que la venganza es la justicia administrada en los tribunales. Eso voy a hacer, la vuelta a la ley y nunca más los sótanos de la democracia, eso dije.

Ya han pasado casi cuarenta años desde que Alfonsín anunció la buena nueva de la democracia. Cité a Alfonsín esta mañana. Vi su mano en mi mano cuando escribía lo que iba a decir en la Asamblea. Los sótanos de la democracia, dije, y sé que Alfonsín también lo hubiera dicho. Porque es miserable y ruin usar la inteligencia de un país para hurgar en la vida privada de los opositores y eso fue lo que hizo Macri. Porque es miserable y ruin perseguir opositores a los que no se puede derrotar en una elección. ¡Qué lejos estamos de aquella «orquesta roja» que les plantaron los rusos a los nazis en el centro mismo de su Estado, de su demencial Estado…! El espionaje puede ser, también, una tarea honorable, un servicio que se le presta al país. Diez y siete instantes de una primavera así lo certifican, leí en la adolescencia esa novela.

A veces pienso en Aníbal. Sé que Aníbal sufre en este instante. Lo sé porque lo conozco. La política nos depara también lo inesperado. A veces, la política nos depara hijos, como le dijo una vez Evita a Pío XII;  a veces la política nos depara hermanos… como lo siento a Aníbal, un hermano. Sé que Aníbal sufre porque Aníbal es un animal político, como yo, valga el lugar común. A Aníbal lo operaron mal, con las peores prácticas, le mancharon el honor, su buen nombre ante sus hijos, eso hicieron unos titulados periodistas que nunca imaginaron que íbamos a volver, y volvimos, y ahora están desconcertados y tal vez esperando que nos venguemos, tal vez deseando que intentemos vengarnos de todas las perrerías que  nos hicieron, pero esperarán en vano porque si algo no vamos a hacer nosotros es vengarnos, el peronismo nunca se vengó de nadie y siempre fue el que puso los presos … y los muertos.

Soy peronista, por eso soy peronista, porque el peronismo es una idea moral. Soy Alberto Fernández, el presidente de todos los argentinos  y de todas las argentinas, y tengo que hacerme cargo de un país destruido. Tengo que hacerme cargo de una sociedad lastimada, herida, trémula, al borde de la desesperanza. Lo haré con la inteligencia. Y con la doctrina. A veces pienso que hay que actualizar al peronismo. El problema del peronismo es su absoluta falta de utopía, y la política, sin utopía, es como un almuerzo con Mirtha Legrand. Eso pienso. Así le dije una vez a un amigo, mi amigo Adrián. Se rio mucho. Pero yo pienso eso.

Ningún encuestador  va al Conurbano a preguntarle a los vecinos qué piensan de la democracia. De las malas noticias mejor no enterarse. Pero eso es lo que hace el avestruz. Hemos apostado a la democracia justo cuando la democracia empieza a perder prestigio en el mundo. Y nos vamos a jugar por la democracia. Creemos en la democracia. Les tomamos la palabra a los que siempre postularon la democracia. La democracia está amenazada en el mundo entero y es ahora cuando se ve quién es quién en este asunto de las libertades, de las garantías y de la autodeterminación y la soberanía. Quiero ser el presidente que jugó su única baza a favor de la Constitución, de las leyes y de la soberanía nacional, eso quiero, eso haré.

La revolución siempre es una guerra. Y la revolución social en el Conurbano por ahora es una idea que no encuentra sujeto. La paz es mi desvelo, no la guerra ni la revolución. Algunos creen en la violencia, pero la violencia como método no sólo es moralmente reprobable, también es un sofisma. Algunos creen en ella. Algunos lo creyeron, de buena fe. Incluso amigos míos lo creyeron. Amigos o no tanto, pues la amistad es cosa seria, lo pienso ahora, en que me asaltan recuerdos que creía dormidos para siempre. Algunos destellos diamantinos titilan todavía  entre las cenizas de un pasado casi secreto, de tan olvidado.

Tuve una amiga a la que le di todo, todo aquello a lo que ella no podía acceder por sus propios medios. Le di todo lo que yo puedo dar… No supo honrar una amistad porque la amistad es una cosa del espíritu y las cosas del espíritu no son para cualquiera. No sé por qué pienso esto ahora, en que soy presidente de la Nación y me dispongo a gobernar este país extraño en el sur extremo de un continente. Pienso que somos cósmicamente momentáneos, y la importancia que le damos a esta verdad nos disgrega y nos angustia. Yo puedo permitirme hablar claro porque habiendo dado algo no he pedido, nunca, absolutamente nada.

He asumido una responsabilidad administrativa y pedagógica, es decir, en realidad, una responsabilidad doblemente política. Pues todo es política, como decía siempre él. Aquella vez, él formuló los problemas fundamentales de la época. Planteó todas las preguntas y encontramos algunas respuestas. Tengo una deuda con él, tengo una deuda infinita con él. Porque he tomado de él, sin duda el sentido y la posibilidad de lo que hago. Él me ha dado un poco de luz, muchas veces, cuando yo ensayaba  a ciegas. Y he querido, por eso, colocar mi trabajo bajo su signo. Y termino, he terminado la presentación de mis proyectos invocándole. Es hacia él, hacia su falta  -en la que experimento a la vez su ausencia y mi propia carencia- hacia donde se cruzan las cuestiones que me planteo actualmente. Puesto que le debo tanto, hablar allí, frente a todos, ha sido mi homenaje,  que le rindo, que debo rendirle. Si bien no me siento a la altura de la tarea de sucederle, sé, por el contrario que, si todavía contáramos con la dicha de su presencia, yo habría sido, esta mañana, alentado por su indulgencia. Ahora comprendo mejor por qué experimentaba tanta dificultad al comenzar. Sé bien cuál era la voz que habría querido que me precediera, que me llevara, que me invitara a hablar y que se introdujera en mi propio discurso. Sé lo que había de temible al tomar la palabra, puesto que la tomaba en este lugar, en el que le he escuchado, y donde él ya no está para escucharme.

He estudiado el derecho, pero también la filosofía. Y dejo estas palabras últimas como un código cifrado en la escritura para que sea advertido por los que aman la filosofía. A fin de cuentas, no he hecho más que retomar el discurso allí donde él  -el filósofo-  lo dejó, allí donde él  -el político-  lo abandonó. Donde Néstor Kirchner lo abandonó.

Empiezo a presidir el país y me digo que siempre hay que guardarse en la manga el naipe marcado de la utopía.

Publicado en:
https://elcomunista.net/2019/12/21/el-orden-del-discurso/

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