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lunes, 22 de octubre de 2018

Consumir de la propia: los estragos inflacionarios de la mala teoría, por Claudio Scaletta (para "El Destape Web" del 20-10-18)



Tras el fracaso de las dos últimas gestiones del Banco Central, la creciente inflación explica el shock regresivo en la distribución del ingreso de Cambiemos.


20 DE OCTUBRE 2018


A esta altura de la crisis en curso, con una inflación que, si todo sale bien, tendrá un piso anual del 50 por ciento, resulta sencillo burlarse de los funcionarios cambiemitas. En primer plano aparecen las frases de Mauricio Macri afirmando que el problema inflacionario era “el más fácil de resolver”, el reflejo de “tu incapacidad para gobernar” y algo que todos los países lo habían resuelto, salvo unos pocos desquiciados. El videíto que se repite hasta el infinito en las redes sociales quedará en la historia como meme de época: la canchereada eterna del presidente de la megadeuda y la gran recesión. Quizá por esta repetición “inescondible” resultó insólito que Horacio Rodríguez Larreta dijera, impávido y para asombro de sus entrevistadores, que Macri nunca había dicho en campaña que bajar la inflación era fácil. El alcalde porteño está tan acostumbrado al súper blindaje mediático que siente que puede decir impunemente cualquier cosa.


Macri sabe poco de economía. Como en casi cualquier tema sólo responde con clichés y frases hechas. No se le conoce reflexión alguna que se extienda más allá de un párrafo. Es la prueba viviente de lo que puede sucederle al que cae en la educación privada. Como todo empresario entrenado en comprar y vender cree que la economía es una ciencia sin secretos, apenas algunos principios contables y restricción presupuestaria. El tema es conocido, la economía de un estado sería como la de una empresa. Para ser justos no se trata de postulados muy distintos a los de la teoría marginalista. Pero sus certezas económicas no son propias, son las que le acercaron sus asesores. Finalmente es un hombre de “equipos”. Lo aprendió en las empresas del papá y en Boca Juniors. A la cabeza de estos equipos, si hablamos de inflación, estuvo el rey de las Lebac y segundo de Domingo Cavallo durante la primera Alianza, su presidente del Banco Ciudad y su primer presidente del Banco Central: Federico Sturzenegger, el experto en no frenar corridas cambiarias y el mago de las metas de inflación. Y especialmente el expositor de los inolvidables grafiquitos con curvas de precios descendentes. Al igual que su jefe, y junto a quien fuera su segundo en el Central, Lucas Llach, también es el protagonista de otro meme de época: la foto histórica “Meta de inflación 2018: 10% (+ - 2)”.

Sturzenegger también es el autor de la explicación según la cual las subas de las tarifas de los servicios públicos serían finalmente deflacionarias. Su clave teórica, otra vez, fue el equilibrio general y la restricción presupuestaria. El académico ilustraba que cuando las taifas aumentaban, los consumidores debían destinar una porción mayor de su presupuesto a este rubro y, por lo tanto, menos a los restantes. De esta manera, al caer la demanda del resto, por ejemplo de los alimentos, caerían sus precios. En este razonamiento está todo mal. Por ejemplo, la inflación no es un fenómeno de demanda y la caída de la demanda deprime la economía antes que bajar los precios. Luego, como ya sabe el lector por la experiencia recién vivida, el aumento de uno de los principales precios relativos de la economía, como las tarifas, impacta de lleno en la inflación. Sin embargo, los economistas cambiemitas, como por ejemplo el hoy silencioso presidente del Banco Nación, Javier González Fraga, fatigaron los canales de televisión y las radios repitiendo la explicación deflacionaria de las subas tarifarias.

A pesar de los errores, vale reconocer que la primera dupla cambiemita del BCRA creía al menos que debía concentrarse en el manejo de la tasa de interés y que la cantidad de dinero era endógena, es decir que dependía del nivel de actividad, lo que la ponía un paso adelante del monetarismo burdo y desesperado de Sandleris - Rappoport. Pero la pregunta clave es si es posible que gente con una teoría tan mala sobre la inflación pueda resolver el problema. El 3,9 por ciento de aumento del IPC en agosto, el 6,5 en septiembre, la mayorista de 16 el mismo mes y la proyección de un piso de 50 para el año, en el marco de una economía en caída libre acercan la respuesta. Resulta por lo menos sorprendente que frente a semejante evidencia se sigan explicando los aumentos de precios por cuestiones como el déficit fiscal, el exceso de demanda o la cantidad de dinero.

Se puede argumentar que, en realidad no es un problema teórico, que el de Cambiemos es un plan de negocios antes que de gobierno y que la alta inflación es el instrumento por excelencia para disminuir la participación de los salarios en el ingreso. Según el Indec, entre el primero y el segundo trimestre del año la remuneración al trabajo en relación al total del valor agregado (bruto a precios básicos) pasó del 50,8 al 45,2 por ciento, una pérdida de participación de 5,6 puntos cuando todavía lo peor de la crisis no había comenzado. Sin embargo las magnitudes en juego, tanto de inflación como de pérdida de ingresos, no indican sólo la pérdida de los trabajadores en la lucha de clases, sino también un descontrol no deseado de las variables. “No deseado” en tanto se pone en juego la sustentabilidad política del modelo macrista.

Vale repasar brevemente y a la luz de la experiencia reciente, las verdaderas causas de la inflación, la que en circunstancias normales es siempre un fenómeno de costos de producción, es decir, de cambios en los precios relativos. Estos precios son el tipo de cambio, las tarifas de los servicios públicos (incluidos los combustibles) y los salarios. A las tres variables se les llama precios relativos porque forman parte de los precios de todas las cosas. Pero además son “variables distributivas”, es decir, variables que determinan el reparto del valor agregado en la producción. Desde su llegada al gobierno Cambiemos produjo un shock de precios relativos, que se pausó en 2017 y se retomó en 2018. La inflación presente es la consecuencia del traslado a precios de la devaluación, potenciado por la suba y la dolarización de tarifas y combustibles, todo ello en detrimento del tercer precio relativo, los salarios. Este modelo de interpretación estructural de la inflación, desarrollado por discípulos de John Maynard Keynes como Joan Robinson a mediados del siglo pasado, fue considerado por Sturzenegger como una “teoría vernácula”.

Nótese que si la inflación es un problema de precios relativos y que si estos precios relativos son a su vez variables distributivas, la inflación es entonces un fenómeno de puja distributiva. Un país que no alcanzó un consenso de largo plazo sobre su modelo de desarrollo es un país que no tiene resuelta su puja distributiva y, por lo tanto, es altamente probable que ello se exprese en alta inflación. Por el contrario, los países de baja inflación son los que tiene relativamente encausada su puja distributiva.

Publicado en:
https://www.eldestapeweb.com/consumir-la-propia-los-estragos-inflacionarios-la-mala-teoria-n50899

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