Arriba: Carlos Verna, el gobernador peronista enfrentado a la Rosada.
17 de junio de 2018
El rol del gobernador Verna y los diputados que permitieron aprobar la legalización del aborto
Las claves de la votación de Sergio Ziliotto, Melina Delú y Ariel Rauschenberger, que dieron vuelta el escenario a último momento en la Cámara baja.
Por Oscar Guisoni
“¿Dónde queda La Pampa?”. La pregunta parecía un chiste pero abundaba en las redes en la mañana del jueves 14. Y al mediodía el nombre de la provincia era ya tendencia en Twitter, junto con la marea de memes que mostraban a un malón viniendo en apoyo de los pañuelos verdes o los que improvisaban con el dicho popular… “La Pampa tiene el ombú y los votos…” Mientras los pampeanos explicaban que aquí no hay ombú, sino caldenes, algunos recordaban que la provincia Eva Perón - como se llamó originalmente el antiguo territorio nacional a partir de 1.952, hasta que la Libertadora le puso el nombre que tiene actualmente –nunca había sido tan decisiva en una votación histórica. Aunque la pregunta que se hacían en los medios del resto del país era ¿quiénes son estos diputados del peronismo que dieron vuelta una votación que estaba a punto de estrellarse en el Congreso? ¿Y por qué lo hicieron?
Para encontrar las respuestas hay que rebobinar un poco la película. Como sucedió en todas las provincias, la votación en torno a la ley del Aborto dividió aguas en La Pampa y cortó trasversal a los partidos políticos. Mientras el único diputado del PRO, Martín Maquieyra, se paseaba orondo desde hace días en las marchas de los PRO Vida, su socio el radical Daniel Kronenberger había anunciado su apoyo a la iniciativa.
La pelota estaba en el tejado del peronismo. De los tres diputados del PJ el único que se había manifestado a favor era Sergio Ziliotto. Electo en 2.015, Ziliotto es el tipo hombre del aparato fiel al gobernador Carlos Verna, que coronó con su diputación una larga carrera política. En el Congreso juega dentro del bloque del PJ “federal” y no está alineado con el kirchnerismo. Los otros dos diputados peronistas, Melina Delú y Ariel Rauschenberger integran el mismo bloque y todo indicaba que iban a votar en contra.
Rauschenberger fue funcionario del anterior gobierno provincial y estuvo alineado con el kirchnerismo hasta la llegada de Carlos Verna a la gobernación, mientras que Delú , hija y nieta de militantes peronistas de toda la vida, es una cultora del bajo perfil y proviene del riñón vernista. Licenciada en Relaciones Internacionales, fue Directora de la Casa de La Pampa con apenas 27 años: casi no da entrevistas a los medios y nunca se desmarcó con su voto de lo que pide el gobernador.
Entonces entró en escena el gran jugador de la jornada, Carlos Verna. Y para entender la jugada hay también que rebobinar un poco. Verna es a estas alturas una de las figuras más desconcertantes que tiene la actual política argentina. Con 72 años recién cumplidos siempre estuvo ubicado en el lado conservador del peronismo. Acompañó a Néstor Kirchner durante su gobierno y se colocó en la vereda de enfrente de CFK armando bloque propio en el senado y votando casi todas sus iniciativas en contra. Aunque nunca rompió con el PJ, ganó la interna al kirchnerismo en 2.015 y se perfilaba como uno de esos gobernadores peronistas del interior que le iban a facilitar a Macri la gobernabilidad a cambio de caja.
Pero el idilio con Nación duró apenas unos meses. Al mando de una provincia de las mejor administradas del país, con muchos recursos y pocos habitantes, Verna saltó del esquema cuando denunció que el gobierno lo había engañado con el Pacto Fiscal y a partir de ahí se transformó en una bestia negra para el macrismo. Primero le hundió con la misma contundencia con que el jueves empujó la ley verde, la reforma que pretendía instalar el voto electrónico antes de las elecciones de 2017 en todo el país. Luego fue decisivo a la hora de hacerle morder el polvo de la derrota al gobierno en la primera y bochornosa votación fallida de la reforma previsional.
Pero no quedó ahí la cosa. Su cintura política logró lo que muchos otros peronismos locales añoran: un acercamiento con el kirchnerismo que parecía imposible luego de aquel sonoro “andá a lavar los platos” que le espetó a Cristina cuando ambos eran senadores en los años noventa. Y en 2.017 llegó a las elecciones no sólo con todos los sectores del PJ dentro, sino que también consiguió que no se presentara por fuera Nuevo Encuentro, en un contexto de áspera disputa con el PRO que se terminó saldando a favor del PJ por poco más de 70 votos.
A partir de esa victoria Verna apretó el acelerador de su mutación histórica y con fino olfato político asumió banderas de la más pura tradición peronista despejando cualquier duda que pudiera haber con respecto a su oposición frontal al macrismo. Criticó con dureza el acuerdo con el FMI, abrió paritarias estatales con cláusula gatillo cuando el gobierno nacional las negaba, rechazó el plan de salud pública nacional por insuficiente y hasta se dio el lujo de ir a votar en las PASO preguntando ¿Dónde está Santiago Maldonado?, mientras el país estaba conmocionado por la desaparición del joven en el sur.
En la madrugada del jueves Verna, que venía siguiendo atentamente el poroteo de los votos a favor y en contra de la ley, vio una oportunidad política impensada para rematar su giro y terminar de darle un peso específico a su figura a nivel nacional. Todo indicaba que se iba a un empate y el crucifijo en la mesa de Monzó hacía prever que el desenlace no iba a ser precisamente el que miles de mujeres movilizadas esperaban en las calles. Así que haciendo gala de la capacidad de conducción política que nadie le niega, juntó a sus tres diputados decisivos y convenció a los dos que estaban remisos a cambiar su voto. Para cerrar toda posibilidad de presión, el primero de los convencidos, Sergio Ziliotto, disparó un twitt a las 8.11 am en el que anunciaba oficialmente que los pampeanos iban a votar a favor. Y a partir de ahí todo fue otra historia. La única provincia argentina que siempre ha sido gobernada por el peronismo mientras hubo democracia en el país, se pintó de verde y fue, por un momento, más Eva Perón que Pampa.
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