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lunes, 26 de marzo de 2018

Una escena memorable, por Angel Berlanga (para "Página 12" del 25-03-18)



Puesto a hacer análisis chispeantes que simpatizan al sistema de gobierno y a los editores de El País de España, siempre con ese aire de esforzada equidistancia, Ernesto Tenembaum mandó un artículo titulado “Perón, Perón, ¿quién era Perón?” ¡Coño: ¿quién hostias era ese tío?! Es que por aquí ya ni se canta la marchita, observa. ¿Será que la lírica está puesta en la oda universal dedicada a Mauricio? Tenembaum sostiene, básicamente, que mentar a Perón y a Eva no rinde, que sus efigies hoy día no se exhiben, que el peronismo está viejo y que sus dirigentes no se juntan ni a tomar un café. “Si se le muestra a un joven alguno de los retratos históricos de Perón, seguramente dude de quién es ese señor”, dice el columnista. Según su ojo, el peronismo bien puede estar de salida del centro del escenario, así que diagnostica: “No sería la caída del muro de Berlín, pero para la Argentina se trata de un bruto cambio de dimensiones históricas”. 

La vieja dupla civilización-barbarie: ¡es que íbamos camino a convertirnos en Venezuela! Ahora, con el macrismo, van floreciendo negocios de parientes, socios y amigos, deudas eternas de perfecta legalidad con la crema financiera mundial y la tranquilidad de conciencia colectiva por no pagar más tan poquito por la luz, el agua, el gas. ¡Y el asombro del FMI! Tenembaum alguna cosa les critica, pero con este gobierno se lo ve más tranqui. Y críticos así son necesarios y bienvenidos en el ecosistema neoliberal macrista. Que también alberga peronistas, cómo que no: ¡y les convida sanguchitos! El peronismo: están a la vista los tironeos al interior, pero con excepción de aquella primera década, ¿no los hubo siempre? En su artículo del 14 de marzo Tenembaum parece esperanzado con el cambiazo histórico que implicaría el desinfle de un movimiento simbolizado, dice, en este párrafo inicial. 

“A comienzos de la década de los ochenta, la Argentina emergía de una espantosa dictadura militar. A la vuelta de su exilio, un gran escritor llamado Osvaldo Soriano escribió una novela sobre el origen de la violencia política llamada No habrá más penas ni olvido. En una de sus escenas memorables, un joven de izquierda y un matón fascista se disparaban el uno al otro. En el preciso instante en que intercambiaban los tiros, gritaron lo mismo: ‘¡Viva Perón, carajo!’”

Pero pasa que esa escena, memorable, no existe.

En principio, Soriano escribió No habrá más penas entre 1974 y 1975, antes de irse al exilio, donde terminó de pulirla y la publicó: la novela apareció primero en polaco y en italiano, en 1977 y 1978; más tarde fue editada en España y recién en 1982, tras Malvinas, fue traficada por Bruguera a la Argentina: empezó a distribuirse aquí sin que Soriano lo supiera, y por una conversación telefónica se enteró en París de que el libro era best seller.

Aunque Soriano aludía al enfrentamiento en su novela como “uno de los tantos orígenes de la tragedia argentina” en los ‘70, Tenembaum signa “el origen de la violencia política” en esa interna y busca emparentarla con la situación actual (sin detenerse en que notorios dirigentes peronistas son calumniados, perseguidos y encarcelados con operaciones periodísticas y causas tiradas de los pelos). El asunto es que “el preciso instante” simbólico de tiros y vivas simultáneos acaso sea un emprendimiento de su memoria. O quizás refiera a una escena de la película de Héctor Olivera, basada en la novela y estrenada poco antes de las elecciones que consagraron a Alfonsín. Pero si esa fuera la cita, incluso, hay otro componente apócrifo fundamental.

No habrá más penas... es el primer libro que Soriano sitúa en la imaginaria Colonia Vela: de arranque al delegado peronista Ignacio Fuentes le indican que entregue a un empleado, acusado de marxista comunista; como la imputación es cualquier verdura, Fuentes resiste y enseguida pesca que vienen por él, que en la movida están involucrados la policía, algunos matones sindicales, el intendente; del lado del delegado quedan un par de borrachos, el placero, los muchachos de la JP. La escalada se pone áspera. El fumigador Cerviño, uno de los borrachos que apoyan a Fuentes, desde su avioneta rocía primero con pesticida y luego con mierda a quienes cercan la delegación municipal. En su último aterrizaje lo esperan los parapoliciales. Nadie grita “¡Viva Perón, carajo!” en la novela; Cerviño le dice “pendejo gorilón” al matón que le apunta, y también “si vos sos peronista, yo me borro”. Ahí nomás lo ejecutan.

Olivera, antiperonista de fuste, cambió esa escena para la película. “Viva Peroooon”, dice primero el Cerviño que compone Ulises Dumont, desde su cabina; “¡¡Viva Perón carajo!!”, grita mientras dispara su itaka el patota que interpreta Norberto Díaz. No hay “joven de izquierda” que dispare en simultáneo. La composición de Tenembaum quiere instalar que, a fin de cuentas, a uno y otro lado del propio arco político, a lo largo del tiempo los peronistas se matan entre sí. Sintoniza con lo de Lilita en lo de Bonelli revoleando loj ojo y jurando por la virgen que los jóvenes K están armados para impedir el advenimiento de la República: en la encrucijada (novela, película, caracterización actual) el “joven de izquierda” no está armado, pero se lo pinta así, igual.

Soriano no era antiperonista. Y aunque simpatizaba con los peronistas de corazón, con el sesgo popular del movimiento, tampoco era peronista. Con reparos, le caía bien la JP de comienzos de los ‘70; la fórmula Luder-Bittel le parecía nefasta, pero no votó a Alfonsín (que enseguida lo desilusionó); lo de Menem le resultó una fantochada devastadora, que en simultáneo lo alejó del peronismo rubio y de ojos celestes y, por contraste, lo acercó al del ‘45, del que elogiaba (¡aunque Perón tampoco le cayera bien!) la impronta solidaria, inclusiva, desarrollista y nacional. Y la épica, ¿no? Con sus razones, sus torpezas, su sentimentalismo. Pero en fin: a diferencia de Tenembaum, no mete en la misma bolsa de la violencia a todo el peronismo, que con ese punto de partida, es inconciliable. Lo que necesita el macrismo para ser reelecto. 

¡Igual es una escena potente! ¿Llegarán ahora las inversiones?

Publicado en:
https://www.pagina12.com.ar/103459-una-escena-memorable

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