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viernes, 9 de marzo de 2018
LA TIERRA NO ES PLANA, por Alejandro Marcó del Pont (para "El Tábano economista" del 07-03-18)
marzo 7, 2018 ·
Por: Lic Alejandro Marcó del Pont
Tuiter: @amarcodelpont
Las ideas simples son las más fáciles de asimilar y el neoliberalismo económico tiene esa claridad, esa virtud de engañar al mundo. Imágenes como la evaporación de las fronteras con la globalización, o el modelo económico del éxito, único e inalterado, sin opciones ni elecciones, como diría Margaret Thatcher: “There is no alternative” (“No hay alternativa”).
Como sucede con casi todas las apariencias, el ficticio libre comercio de antaño choca con los aranceles trumpianos actuales; tal como florecen los engaños se marchitan y desaparecen. Los tigres asiáticos (Corea del Sur, Singapur, Hong Kong, Taiwán), el ejemplo de las economías exitosas de las cuales se decía cualquier cosa menos que estaban apoyadas en un sólido sistema proteccionista, subsidios, empresas públicas, facilidad estatal de créditos, desapareció.
El Estado, sus dimensiones, siempre monumental, pero ante todo la brillante idea que el mercado todo lo puede, y el Estado todo lo impide o degrada. Por lo tanto, el imaginario social es de un estado ausente; nos han hecho creer que el Estado es mejor que no esté.
Pero los hechos avanzan en sentido inverso. El Estado tiene que existir, estar presente, dinámica, activo, pero otro, desigual a un Estado del bienestar. Su función es diferente, es uno productor de mercado, direccionador, creador de leyes, forjador de marcos jurídicos acordes a negocios y funciones. El mercado no es natural, es inventado desde las licitaciones a las privatizaciones, lo mismo que en el caso de los nuevos mercados, (bonos de carbono) antes inexistentes, para dar solo un ejemplo.
Algo parecido sucede con los las fronteras y los países. La idea de movilidad de capitales, de mercancías pero no de personas, obliga a buscar grietas, ventajas en diferentes legislaciones de Estados diferentes. Por eso sirven las fronteras, por eso son importantes los Estados.
El periodista del New York Times Thomas Friedman suele ser un representante distinguido de la generación de modelos futuros, que trata de eliminar los hechos del contexto. Un imaginativo colaborador de la validez universal de sus leyes sin importar el lugar geográfico donde se encuentre.
Su primer acercamiento a la asepsia del contexto lo expuso en su libro The Lexus and the Olive Tree. El título se debe a una epifanía que Friedman tuvo en el “tren bala” japonés durante el regreso de su visita a una fábrica de la marca Lexus.
De ahí ideó “el corsé dorado”, una serie concreta de políticas económicas para ingresar al mundo Lexus, que compendía en buena parte la ortodoxia económica neoliberal de nuestro tiempo: privatizar las empresas de propiedad estatal, mantener baja la inflación, reducir el tamaño de la burocracia gubernamental, liberalizar el comercio, desregular la inversión extranjera, desregular los mercados de capitales, hacer convertibles las divisas, privatizar las pensiones.
“Desgraciadamente, este corsé dorado es ‘de talla única’ […]. No siempre es bonito, suave o cómodo. Pero está ahí y es el único modelo en la percha para esta temporada histórica” (¿Qué fue del buen samaritano? Naciones ricas, políticas pobres, Ha-Joon Chang, 2008).
El segundo arrebato de engaño de desaparición del Estado como mecanismo indispensable cobra forma en su libro El mundo es plano y es la globalización. Los Estados pierden terreno frente al mercado, frente a los flujos globales y las nuevas tecnologías. Cualquier actividad que sea susceptible de ser digitalizada y descompuesta su cadena de valor es candidata a la deslocalización geográfica.
Si se piensa un poco, como dice Fernando Escalante Gonzalbo en Historia mínima del neoliberalismo, el programa neoliberal implica una reorganización del Estado para que favorezca el funcionamiento del mercado. “Las fronteras se convierten en un recurso indispensable para generar valor. Sin frontera, sin Estados no podría ser”.
Las fábricas se desplazan de un lugar a otro en donde la legislación fiscal resulte más favorable, la legislación laboral más flexible, los salarios más bajos, la legislación ambiental más permisiva. Por eso es indispensable que las mercancías se muevan, se vendan en cualquier lugar del mundo, se deslocalice para la necesaria libre movilidad de capitales. Pero las fronteras y los Estados son imprescindibles, así como la imposibilidad del traslado de personas.
Regulación fiscal, paraísos fiscales, baja tributación, flexibilidad laboral, lo dan los Estados. El neoliberalismo no necesita que el Estado desaparezca, sino ¿cómo haría Trump para poner impuestos al acero y al aluminio? El mundo no es plano; casi diría lo contrario.
Publicado en:
https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2018/03/07/la-tierra-no-es-plana/
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