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sábado, 2 de septiembre de 2017
Los kurdos de la kurdillera, por Luis Bruschtein (para "Página 12" del 02-09-17)
Imagen: Sandra Cartasso
Cientos de miles de personas que marcharon en todo el país amplificaron, hicieron atronador, el reclamo que hasta ahora el gobierno no ha querido escuchar. La pregunta, que es exigencia también, se extiende en todo el mundo. La frase “‘¿Llegué a mi casa, me tomo un café, pero ¿dónde está Santiago Maldonado?’ rompió récords en las redes sociales y está escrita en las paredes de todo el país” explicó la británica BBC. Lo mismo sucedió estos días con la norteamericana CNN, con The Washington Post y The New York Times, con la agencia AP, Rusia Today, Euronews, y el diario El País de España que, entre otros muchos, informaron en todo el mundo sobre la desaparición de Maldonado en una Argentina que volvió al ranking de países desaparecedores. La noticia trascendió por el hecho en sí y porque además sucedió en un país que pudo sobreponerse a una dictadura con su infierno de 30 mil desaparecidos para convertirse en referente mundial de los derechos humanos.
Argentina y Francia fueron los dos países que impulsaron en 2006 la Convención Internacional sobre Desapariciones Forzadas. Durante la dictadura, Argentina se hizo famosa por los 30 mil desaparecidos y su experiencia fue determinante para que la desaparición forzada fuera declarada delito de lesa humanidad. Con el juicio a los ex comandantes durante el gobierno de Raúl Alfonsín, el país recuperó un espacio entre las naciones civilizadas. Y perdió ese lugar con las amnistías posteriores del radicalismo y el menemismo. Pero al principio del segundo milenio, con los gobiernos kirchneristas, el país fue reconocido en el mundo por su lucha contra el delito de desaparición forzada y los juicios a los represores. En este momento, la alianza radical-conservadora en el gobierno de Cambiemos, vuelve a llamar la atención por presos políticos como Milagro Sala y por la desaparición forzada de Santiago Maldonado. Varios escalones abajo.
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Mauricio Macri quiso empalmar el prestigio que cosechó el gobierno anterior en materia de derechos humanos para volcarlo contra el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela. El ex presidente norteamericano Barack Obama, el ex mandatario francés Francois Hollande y la alemana Angela Merkel, vieron esa veta. Y cuando visitaron el país, priorizaron sus visitas a los centros de la memoria, para resaltar a un país que aparecía como referente en ese tema. Pero cuando lo quisieron aprovechar contra Venezuela, Macri ya había derrapado con denuncias internacionales por la detención irregular de opositores políticos, o por el intento de designar a un defensor de represores en la CIDH y por la desaparición forzada de Santiago Maldonado. Ahora es al revés: el que quiere criticar a Maduro sin que lo acusen de derechista, tiene que criticar también al gobierno de Cambiemos. En el plano internacional, Macri perdió autoridad moral para cuestionar a Maduro o a cualquier otro.
Jorge Lanata reprodujo un boletín de los servicios de inteligencia que, para justificar la represión contra los mapuches, los acusa de formar parte de una guerrilla entrenada por “la ETA, las FARC y los kurdos de Turquía” en contacto con La Cámpora y el kirchnerismo. El filósofo Tomás Abraham calificó de “pedófilos intelectuales” a los docentes que hablaron a sus alumnos sobre la desaparición forzada de Santiago Maldonado. La candidata del PRO en la CABA, Elisa Carrió, dio a entender que la desaparición forzada de Maldonado formaba parte “del relato kirchnerista”.
Las prácticas de revictimizar a la víctima, o difamarla para justificar su represión, y descalificar a los testigos y a la familia del desaparecido, o hacer circular versiones sobre falsos paraderos y falsos enfrentamientos, ya fueron usadas durante la dictadura. Están calcadas de las mentiras mediáticas de los represores. Les decían “Locas” a las Madres o inventaban enfrentamientos o decían que los desaparecidos estaban vivos en Europa. Cuando se descorrió el velo de esas mentiras, los medios y los periodistas que las difundieron se ganaron la calificación de “prensa canalla”.
La sociedad ha cambiado, pero los servicios de inteligencia no. Y tampoco los medios y los periodistas que funcionan con ellos. Ese destiempo solamente es advertido por la mitad de la sociedad que se moviliza, la que ha podido elaborar mejor las aberraciones cometidas por la dictadura y la escasa reacción que hubo ante ellas. Es la parte de la sociedad que ha podido madurar y crecer a partir del horror, en contraste con otra parte que no. Hay otra parte que está de acuerdo con la desaparición de Maldonado, porque lo considera un guerrillero mapuche o un “delincuente”, como dijo Baby Echecopar. Y otros que también están de acuerdo con esa desaparición aunque durante mucho tiempo posaron de progres. Y hay una parte muy apolitizada que se marea y confunde con los kurdos de Lanata, los pedófilos de Abraham, con los mapuches guerrilleros y la muletilla del “relato kirchnerista” que usó Carrió para excusar a su gente. Y entre tanto barullo, tanta confusión, da vuelta la página. Permanece así en ese estado de indiferencia angelical por falta de interés aunque también los afecte.
Hay políticos que dicen que “los derechos humanos no garpan”. De hecho, la desaparición de Santiago Maldonado fue el 1 de agosto, el 11 de agosto se hizo una gran movilización en Buenos Aires y otras ciudades. Pero un hecho tan impactante y con profundas connotaciones para cada argentino, no pareció influir en el resultado de las elecciones PASO del 13 de agosto.
A pesar de los treinta años de democracia, la preservación de los derechos humanos no se disociaron del resto de la problemática social que incluye a los derechos de tipo económico y cultural. Hay un paquete donde la temática de la preservación de los derechos humanos está de un lado, junto con propuestas de ampliación de derechos y mejoramiento de la calidad de vida. Y su violación, está del otro, junto a los ajustes, las privatizaciones y el endeudamiento.
La derecha, el orden conservador, el neoliberalismo, son incapaces de contener a los derechos humanos. El proceso de globalización neoliberal genera sociedades con una gran desigualdad interna y entre países. En Europa se han naturalizado los campos de concentración para inmigrantes musulmanes y africanos empujados por las crisis creadas en sus países de origen por las mismas potencias que reciben esas oleadas. En Estados Unidos, Donald Trump ha legalizado la discriminación a inmigrantes latinos y musulmanes que provienen de países que fueron saqueados y empobrecidos por la gran potencia hegemónica que él mismo preside.
Las situaciones que se han denunciado en los procesos populares responden muchas veces a la imposibilidad de controlar a sus propios servicios de inteligencia y fuerzas de seguridad, formados históricamente como brazo armado de las clases dominantes. En cambio, los procesos neoliberales priorizan la defensa de privilegios de una minoría por encima del respeto a los derechos humanos y enfocan en esa línea a las fuerzas de seguridad. Si el gobierno hubiera separado a los gendarmes involucrados y los hubiera investigado a fondo, en vez de protegerlos y alimentar así un sentido de solidaridad de cuerpo nefasto y no hubiera maltratado a la familia y lanzado la campaña de mentiras mediáticas, su responsabilidad estaría menos en entredicho y nadie reclamaría que se vaya la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich.
Esta semana se produjeron 12 allanamientos violentos a locales populares en la ciudad de Córdoba. Y en la CABA se detectaron comunicaciones a los efectivos policiales donde se los alerta de posibles “ataques a personal de facción, transportes de personal y objetivos edilicios”, se los convoca a investigar “actitudes sospechosas” y hasta los alerta de ser víctimas de posibles secuestros “por parte de células anarquistas”. Ninguna de esas situaciones se ha dado desde hace por los menos 40 años. Volver a agitarlas solamente pone en evidencia la intención de crear un estado de ánimo beligerante.
Las ciudades de Córdoba y Buenos Aires son distritos donde arrasó Cambiemos y donde se detectan las directivas que el gobierno baja a sus cuadros de tropa. Cambiemos leyó los resultados de las PASO como un respaldo a sus programas. Fue casi mecánico el brote de violencia institucional, que incluye la detención de estudiantes secundarios como los chicos del Acosta, en los allanamientos en Córdoba y en la invasión de colegios, como sucedió en la escuela Juana Azurduy, de Moreno, donde la comunidad educativa protestaba por el estado edilicio ruinoso.
Son señales de lo que hará el gobierno después de las elecciones de octubre. Nadie incita a las fuerzas de seguridad si no avizora nubes de tormenta. Aunque el gobierno lo niegue, es indudable que tras las elecciones se profundizarán las políticas de ajuste y desempleo, lo cual provocará el aumento de la protesta social. Por eso, estas directivas para endurecer el accionar de las fuerzas de seguridad confirman que el ajuste será a fondo.
Publicado en:
https://www.pagina12.com.ar/60400-los-kurdos-de-la-kurdillera
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