LA ESTRATEGIA DE MACRI
El valor del chisme y el sentido común conservador en la estructura del relato macrista. La Doña Rosa de Neustadt, Lanata y la emboscada de Arsenal.
Por Daniel Rosso
Sociólogo especialista en Comunicación
La estructura narrativa del chisme
Las primeras imágenes los retratan saludando desde sus coches mientras ingresan a la Quinta de Olivos, poco antes de las 17 horas, rumbo a la reunión con el Presidente Macri. Es la “patria chimentera” casi en pleno: Luis Ventura, Marcelo Polino, Ángel de Brito, Susana Rocassalvo, Adrián Pallares, Carlos Monti y Mariana Brey.
Según explicó De Brito, la reunión “debía ser secreta, pero se filtró la información”. Había allí una primera incongruencia: una convocatoria a un encuentro secreto a quienes se dedican a eliminar los secretos. Era como encerrar siete zorros en un gallinero.
El chisme funciona siempre en contra del secreto. Se desarrolla en las fronteras internas de lo secreto y se constituye cuando lo destruye. Por eso el chisme se susurra: porque nace en la transición desde lo escondido hacia lo que está dejando de serlo.
En esa reunión de profesionales del chisme el Presidente demostró entrenamiento para el uso de esa estructura narrativa: develó supuestos comentarios de Cristina, hasta ese momento no conocidos, y productos de un encuentro privado con él, sobre los precios del país “comparando el valor de una cartera Luis Vuitton en la Argentina con otra en los Estados Unidos.”
Previo al encuentro, se especuló con que Macri develaría en esa reunión el presunto embarazo de su mujer. Pero no: el presidente no estilizó la estructura del chisme para hacer circular primicias sobre su vida privada personal sino para difundir información política sobre su gestión y sobre su principal oponente. El machismo, como un inquieto taller de ensayos comunicacionales, volvió a probar así la utilización de esta forma narrativa –que traslada datos desde esferas privadas, íntimas o secretas hacia las grandes audiencias- para continuar construyendo la estigmatización del ciclo kirchnerista.
En simultáneo con esta actividad presidencial, se distribuía en la Argentina el último libro de Jaime Durán Barba y Santiago Nieto “La política en el siglo XXI, Arte, mito o ciencia” . Allí los consultores del macrismo comentan: “Nuestros antepasados desarrollaron el lenguaje para chismear acerca de quien de su grupo se apareaba con otro, quien odiaba a quien… o quien hacía trampas cuando repartía la comida…cuando hablamos de política seguimos intercambiando chismes…la verdad es que los ciudadanos deciden cómo votar mientras navegan en un mar de chismes”.
En el prólogo al libro, Jorge Fontevecchia asegura que Durán Barba hace un enorme esfuerzo para separar la política de la ideología y un intento simultáneo por vincularla a la ciencia.
Para estos mismos consultores, la política en tiempos de redes sociales se encuentra con que su antiguo lugar ha sido ocupado; la emisión ha pasado a ser una práctica en manosde los ciudadanos. Y, entonces, la nueva política es aquella que migra hacia la escucha. Esta es la primera novedad comunicacional de Cambiemos: la migración desde el uso de la palabra hacia la escucha de la palabra. En su nuevo rol, la política escucha lo que dice la gente y pone en circulación eso que escucha.
En esta inversión de posiciones, la política queda abajo recibiendo los contenidos del sentido común que ha sido localizado arriba.
La producción de ciudadanos, entonces, no surge por transferencias de saberes y experiencias de sectores más politizados a otros en proceso de politización, sino por el habla y escritura horizontal de individuos que hacen circular el sentido común entre ellos y, desde ellos, se lo transmiten a la política. En el primer caso, se establece una relación pedagógica entre el dirigente que sabe qué hacer y los ciudadanos que escuchan: hay una distancia, una política que no renuncia a decir, a proponer una dirección, a conducir la sociedad. En el segundo caso, en cambio, hay plena horizontalidad: lo social, entonces, se autoconstituye permanentemente y, en ese proceso de autoconstitución, alimenta y da forma a la política.
Por ese vínculo pedagógico que va desde la política hacia la sociedad, circulan ideologías, conceptos, puntos de vistas; en cambio, por ese vínculo invertido, que va desde la sociedad hacia la política circula el sentido común. Cuando Durán Barba separa a la política de la ideología, lejos de vincular a esa política separada de la ideología con la ciencia, como propone Fontevecchia, parece más bien ponerla en relación con el sentido común conservador y con la estructura narrativa del chisme.
Cuando esa estructura narrativa del chisme empalma con las denuncias de corrupción, el chisme se transforma en una de las estrategias generales del relato macrista. Cuando algo está en situación de supuesto secreto la misma narración de que hay un secreto ya es noticia. El procedimiento para develar el secreto sustituye a la información precisa sobre el secreto. El ejemplo más notorio fue el de las retroexcavadoras buscando las bóvedas kirchneristas con dinero: el procedimiento de búsqueda de las bóvedas –que nunca se encontraron- sustituía la información precisa sobre ellas. Jorge Lanata, y su periodismo frontera entre la política y la farándula, es el que mejor ha desarrollado este diseño del chisme, a la vez como ideología y como sustituto de la ideología.
Hay un punto en el que el sentido común conservador y la estructura del chisme confluyen y se unifican: sucede algo prohibido, sorpresivo, inesperado o escandaloso se da a conocer por primera vez, y ello activa la indignación y la furia y, entonces, esta maquinaria sentimental en pleno despliegue convoca a la restauración moral.
En esta lógica horizontal de circulación del chisme no se requieren procesos de alfabetización política, ni preparación, ni esfuerzo: el chisme es de apropiación inmediata. En este punto, el macrismo se traiciona a si mismo: el manejo y operación del chisme no exige ninguna práctica meritocrática. No requiere de argumentos sofisticados ni de saberes especializados. Sólo del impacto, de la sorpresa y el escándalo. El chisme no depende de la verdad de sus contenidos sino de la velocidad de su circulación.
La operación del chisme permite el desempeño de una “ciudadanía fácil”. Por ejemplo, reproducir las denuncias de Elisa Carrió o de Jorge Lanata. Los chismes son los escombros de los edificios derrumbados de la argumentación. Datos sueltos, inconexos, anécdotas, lo sospechoso y su instantánea conversión en verdadero. Los estigmas son chismes sedimentados: una serie de versiones sobre ilícitos o ineficiencias que desembocan en la estigmatización de quien los protagoniza.
Los chismes aparecen mezclados con las denuncias, adheridos unos a otras, como cuando se afirma que Roberto Baradel no es docente, cuando Lanata devela las notas de Fernanda Vallejos en Ciencias Económicas y que tardó muchos años en recibirse, o cuando Elisa Carrió nos cuenta que Durán Barba es un teñido.
Hay un momento de fuerte beneficio subjetivo en la producción del chisme: es ese instante en el que se tiene el secreto, el dato fuerte, sorpresivo, y se está en posición de contarlo. Dura un instante: luego, una vez que se contó, el poder que confiere el secreto se evapora. La paradoja del secreto es que su poder existe mientras se lo hace desaparecer.
El macrismo no puede existir sin el supuesto secreto kirchnerista. Por eso, buena parte de su poder comunicacional, delegado en los medios hegemónicos, está al servicio de construir el progresivo develamiento de los secretos sobre los que en simultáneo opera la estructura narrativa de los chismes adheridos a las denuncias. Periodismo en velocidad, que hace estallar una serie de imputaciones que transitan entre el dato suelto y la diseminación del escándalo.
Lo dice el mismo Durán Barba en el libro al que nos referimos: el episodio de los bolsos de López volando sobre los paredones del convento nunca existió. Sin embargo circuló como una imagen que muchos dicen haber visto en directo. El chisme inventa sus propios contenidos. Y les da carácter de verdad.
El sentido común y el retorno de Doña Rosa
Dicen Durán Barba y Nieto: “…la gente tiene más sentido común que los teóricos…la gente común es más sensata que algunos analistas…”. “En las últimas décadas la gente tuvo acceso a una gran cantidad de información, desmitificó a las autoridades, desarrolló un sentido común más agudo y perdió el respeto por el principio de autoridad”.
Mientras escucha a los vecinos, Mauricio Macri participa en la red de gente común por donde circula el sentido común. El sentido común está donde está la gente común: allí es donde el macrismo coloca a la política y es allí donde la va a buscar con los timbreos. Cuando el macrismo toca el timbre pregunta si allí, en esa casa, junto a ese vecino, está la política.
Durán Barba no renuncia a la noción de vanguardia: sólo invierte su lugar, ahora la vanguardia está en la gente, en el sentido común. Este no es deficitario, ni hay que transformarlo: sólo hay que ingresar a él y ser parte de su despliegue. Según su perspectiva, la política está atrasada con relación a ese sentido común. Entonces, el macrismo ajusta la política a ese sentido común más adelantado. Trabaja sobre ese desfasaje cuantitativo: la gente y su sentido común están adelante, la política está atrasada. Escuchar a la gente es dotarse de una política.
No es nuevo: Bernardo Neustadt inventó a Doña Rosa, una vecina televisiva que estaba adelantada con relación a las propuestas de la política. El neoliberalismo siempre se organiza discursivamente haciendo coincidir su pensamiento con el sentido común.
En esta perspectiva, el macrismo se mezcla con los vecinos, les toca el timbre, entra en sus casas: construye a partir de estas prácticas una serie de atributos –escucha, horizontalidad, cercanía- con los que busca el contraste con el kirchnerismo.
Las construcciones comunicacionales son siempre relacionales. La construcción positiva de una identidad se produce sobre la previa construcción negativa de la otra, a la que se utiliza como contraste. El macrismo se construye en contraste con el kirchnerismo y éste en contraste con el macrismo.
Por eso, con un sistema de medios concentrados que actúa como un dispositivo al servicio de la comunicación gubernamental, las identidades opositoras están siempre amenazadas: están siempre bajo el riesgo de ser capturadas e intervenidas para ser utilizadas como contraste de las identidades gubernamentales.
En este sentido, la entrevista a la ex presidenta en C5N durante una hora y media sin cortes y con cuatro periodistas en el piso, parecía reforzar la estrategia macrista de mostrarla en un lugar de excepcionalidad, distancia y verticalidad.
Macri apareció al otro día en un bar de Villa Crespo jugando al ping pong con parroquianos, vestido con remeda y jean y difundiendo la actividad por redes sociales. Se ponían en escena dos geografías para la política: una lejana y excepcional; otra cercana y en contacto con la gente
El acto de Arsenal: la emboscada a los medios hegemónicos
Por eso, el acto en Arsenal supuso una ruptura. Allí Cristina emboscó a los grandes medios hegemónicos: éstos fueron a buscar en ella y en su entorno los atributos para seguir construyendo la identidad macrista por contraste. Fueron a buscar la Cristina estigmatizada. Fueron a buscar los insumos con los cuales reactivar la estructura narrativa del chisme: frases, rostros, gestualidades y énfasis para ser utilizados luego como contraste en los latiguillos televisivos de la patria panelista o en los títulos salvajes de la prensa hegemónica. Fueron a buscar distancia, agresividad, dirigentes identificados con la corrupción. Pero, en su lugar, las cámaras se encontraron con los espectros de la crisis: las marcas de la angustia en los rostros y los cuerpos de los afectados por el neoliberalismo.
Más aún: cuando fueron a buscar contraste para seguir construyendo al macrismo se encontraron con un modelo alternativo de producción de verdad. Mientras que para el macrismo verdad es el producto de sus denuncias, para Cristina, verdad es el dolor de las víctimas del ajuste neoliberal.
Por eso, Durán Barba no dice la verdad cuando afirma que Cristina lo copió: la ex presidenta coloca a la política en proximidad –el escenario circular, la gente arriba y abajo del escenario, el tono cercano- pero no para ponerla en contacto con el sentido común conservador como hace el macrismo; lo hace para reabrir la política a los sentidos y prácticas emergentes de los sectores que sufren y resisten el ajuste.
Se trata de visibilizar lo que no llega a los medios hegemónicos, donde reina esa mezcla orgánica de chismes y denuncias. Es casi como transformar a la política en un medio de comunicación: de aquello que los grandes medios y su narrativa del chisme han decidido no mostrar ni describir.
La invisibilidad de un número
En su estrategia, Cristina le sustrajo su presencia a los medios hegemónicos. Por eso su campaña ha oscilado entre la invisibilidad y la visibilidad .
Luego de la elección algo inaudito ha ocurrido: ha quedado interrumpida la democracia porque no soportaron la visibilidad de un número. El que, según todos los pronósticos, la da ganadora.
El más poderoso aparato político comunicacional de la historia argentina no puede hacer visible un número.
Buena señal: quizás ya haya espacio para combinar virtuosamente escucha, mayor visibilidad, y un uso más intenso de la palabra.
Por Daniel RossoSociólogo especialista en Comunicación
Para REVISTA CONTRAEDITORIAL. AÑO 1. NÚMERO 1. 19-08-17
DIGITALIZADO POR “MIRANDO HACIA ADENTRO”
Impecable !!!!
ResponderEliminarEl desafio es articular escucha, buena primera etapa de la posición de Cristina con debate en la base que supere la queja (sentido común) pasando a la construccion alternativa que tiene que rstificar el liderazgo de CFK y ampliarlo con mas figuras.
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