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miércoles, 4 de enero de 2017

PARECIDOS INCÓMODOS, por Guido Tamer (para "Nuestras Voces" del 03-01-17)


Por Guido Tamer | 3 de enero de 2017


Resulta bastante incómodo para los “políticamente correctos” hacer visibles similitudes metodológicas entre gobiernos dictatoriales y democráticos. Pero, lamentablemente, existen y en algunos casos, son numerosas. Más allá de los parecidos evidentes en materia económica del gobierno actual, no solo con el menemismo sino también con la dictadura de 1976, la cuestión comunicacional está encarada desde matrices comunicacionales tristemente famosas por hacer sido utilizadas para sostener otrora regímenes y sus atrocidades.

Joseph Goebbels escribió en los años 30 los “11 principios de la propaganda”, los cuales llevó a la práctica y le permitieron a Hitler no solo acceder al poder, sino también mantenerse en él, a pesar de las atrocidades cometidas. Este desarrollo teórico de Goebbels es hoy en día estudiado en gran cantidad de universidades e incluso, llevado a la práctica por diferentes sectores de la política en todo el mundo.

    Es llamativo -y hasta diría, alarmante- cómo los once principios de Goebbels son identificables sin demasiada complejidad en la matriz comunicacional del gobierno actual.

El primer principio es el de la simplificación y del enemigo único. Esto es, elegir a un sujeto individual o colectivo que aglutine lo antagónico. Claramente, en este caso el enemigo único es Cristina Kirchner.

Pero en el segundo principio, el del método de contagio, el cual propone reunir diversos adversarios en una sola categoría, el primero se termina por amplificarse. La ex presidenta es el enemigo único, sí, pero quienes la apoyan también deben ser identificados en la misma sintonía. Entonces, ¿cuál sería la categoría? El kirchnerismo.

El tercer principio es el de la transposición, el cual traslada los errores propios en el antagónico. Es lo que en términos freudianos sería la “proyección”. También muy fácil de reconocer: según el gobierno, todas las medidas tomadas hasta ahora, no son más que la consecuencia del accionar previo del adversario. Esto es, “la pesada herencia”: la culpa del ajuste no es de quienes lo llevaron a cabo, sino de la “bomba de tiempo” que dejó el gobierno anterior.

El cuarto principio es el de la exageración y desfiguración, el cual postula la necesidad de convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave. Y en este caso hay varias para traer a colación, incluso antes de que este gobierno asumiera, como aquel revuelo que se armó cuando Cristina Kirchner vestía calzas en un acto en Ezeiza. Pero el hecho más rimbombante de las últimas semanas fue la citación a la ex presidenta por parte del juez Claudio Bonadío para tomarle las huellas dactilares en Comodoro Py, siendo un trámite de poca relevancia y que podía ser realizado en Río Gallegos.

    El quinto es el de la vulgarización: toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Un ejemplo de esto es el spot televisivo conocido como el “spot de la empanada”. Si no sabe de qué hablo, ponga tal cual en Google “spot de la empanada”, y ahí se dará cuenta el nivel de simplificación y vulgaridad del mensaje.

El siguiente es el de la orquestación. Textualmente propone que “la propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente”. Este es quizá uno de los principios más fáciles de visualizar. Eslóganes como “pobreza cero”, “lluvia de inversiones”, “segundo semestre”, “trabajo en equipo” y el recientemente agregado “el aire acondicionado en 24”, son frases repetidas por todos los funcionarios en todo momento, independientemente del contexto y de la pregunta que se les haya hecho.

El principio de renovación es el séptimo y habla de emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que cuando el adversario responda el público esté ya interesado en otra cosa, haciendo que las respuestas del adversario nunca logren contrarrestar el nivel creciente de acusaciones. Sin repetir y sin soplar, ahí van algunas: los hermanos Lanatta escapándose de la cárcel y la acusación a Aníbal Fernández como presunto responsable del triple crimen de General Rodriguez; los bolsos de José López y las monjas del monasterio; las excavaciones en los campos de Lázaro Báez; las citaciones de Bonadío a Cristina Kirchner y a Kicillof; las denuncias de Margarita Stolbizer sobre Hotesur. Claramente, debe haber otras tantas, pero creo que las mencionadas son suficientes para contrastar el séptimo principio.

El octavo, el de la verosimilitud, se basa en construir argumentos a partir de fuentes diversas, que permitan que la verdad naufrague entre diferentes interpretaciones, evitando así que quede clara la postura oficial. El caso perfecto para ejemplificar es el ajuste. Las personalidades que comulgan con las ideas del gobierno e incluso ciertos ministros que frecuentan los programas de televisión dejaron planteada la dicotomía shock versus gradualismo.

    Prat Gay, Ministro de Economía saliente, habló de ajuste gradual. Melconian, presidente del Banco Nación, dijo que “el ajuste debe ser como hacer abdominales: si no duele, no funciona”.

Otros economistas más mediáticos, como Javier Milei o José Luis Espert, también dieron sus interpretaciones sobre lo que acontece y sobre lo que debería. Titulares de consultoras, periodistas y analistas políticos en general, acuden también a esta variedad de argumentos. Así es como se puso en práctica este principio, haciendo que la verdad sobre el ajuste no se sepa. Nadie puede establecer con precisión si las medidas tomadas fueron graduales o no, gracias a las diferentes interpretaciones que se han venido exponiendo en los medios de comunicación.

El principio número nueve es el de la silenciación: acallar sobre las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen al adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines. Por ejemplo, el blindaje mediático que proporcionó el principal grupo de medios del país sobre los Panamá Papers, la relación entre Lázaro Báez y el primo del presidente Angelo Calcaterra, los contratos millonarios pagados a periodistas por servicios nunca prestados, los bolsos con dinero sin declarar robados a la vicepresidenta Gabriela Michetti, etc. Todas estas cuestiones, sobre las cuales ningún funcionario pudo dar una respuesta convincente, flotaron sobre el misterio y las pocas certezas aportadas por algunos medios aislados.

El principio de la transfusión, que propone estructurar la comunicación sobre valores tradicionales, es quizá el menos fácil de encontrar, pero que también está presente. Puede verse en la estrecha relación generada entre el gobierno y los sectores agrarios, fundamentado en el valor histórico del campo sobre la economía nacional. Podemos recordar el discurso del presidente en la Sociedad Rural, diciendo que “el INTA demuestra lo que somos capaces de hacer; eso es lo que nosotros somos”.

Por último, Goebbels propone el principio de la unanimidad, el cual es -para mí- el más complejo de llevar a la práctica, y hasta me atrevería a decir que es el único que todavía el gobierno no logró consolidar. Este principio se basa en generar un sentido común, es decir, que gran parte de la sociedad piense lo mismo.

    El paso dado sobre este punto puede verse, claramente, en la generación del relato al rededor de la “pesada herencia” y de la idea de que “los kirchneristas se robaron todo”. Con estos dos postulados se busca generar la unanimidad. Hacer que la mayoría de los argentinos se convenzan de que quienes estuvieron en el gobierno anterior dejaron el país en ruinas y que no pueden gobernar nunca más.

Indefectiblemente, aquí me detengo un segundo: por más aparato de propaganda que se tenga; por más ímpetu en generar una mala conciencia sobre ciertos procesos históricos de la Argentina, a la larga, el bolsillo de la gente de a pie termina teniendo la última palabra.

Finalmente, quiero dejar claro que de ninguna manera busco comparar al nazismo, un régimen criminal y siniestro, con el gobierno democrático del presidente Macri. Es más, paradójicamente, Jaime Durán Barba, principal asesor en materia comunicacional del gobierno, ha dicho en alguna entrevista que “Hitler era un tipo espectacular” y nadie del PRO salió al cruce, por lo que sospecho que una comparación de este tipo quizá no les molestaría demasiado, pero no es mi objetivo hacerla. Eso sí: similitudes como estas alarman, aunque sea un poquito.

Publicado en:
http://www.nuestrasvoces.com.ar/mi-voz/parecidos-incomodos/

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