Arriba: José Alfredo Martínez de Hoz, Ministro de Economía e ideólogo del "Proceso"
NEOLIBERALISMO Y TERRORISMO DE ESTADO
El neoliberalismo implica la lucha de todos contra todos bajo el reino del individualismo, la competencia, la meritocracia y la destrucción de los colectivos.
Por Carlos Andújar *
“En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada. Congelando salarios a culatazos mientras los precios suben en las puntas de las bayonetas, aboliendo toda forma de reclamación colectiva, prohibiendo asambleas y comisiones internas, alargando horarios, elevando la desocupación al récord del 9 por ciento prometiendo aumentarla con 300.000 nuevos despidos, han retrotraído las relaciones de producción a los comienzos de la era industrial. (…) Mientras todas las funciones creadoras y protectoras del Estado se atrofian hasta disolverse en la pura anemia, una sola crece y se vuelve autónoma. Mil ochocientos millones de dólares que equivalen a la mitad de las exportaciones argentinas presupuestados para Seguridad y Defensa en 1977 (…) prueban que no hay congelación ni desocupación en el reino de la tortura y de la muerte, único campo de la actividad argentina donde el producto crece y donde la cotización por guerrillero abatido sube más rápido que el dólar. (…) Dictada por el Fondo Monetario Internacional según una receta que se aplica indistintamente al Zaire o a Chile, a Uruguay o Indonesia, la política económica de esa Junta sólo reconoce como beneficiarios a la vieja oligarquía ganadera, la nueva oligarquía especuladora y un grupo selecto de monopolios internacionales encabezados por la ITT, la Esso, las automotrices, la US Steel, la Siemens, al que están ligados personalmente el ministro Martínez de Hoz y todos los miembros de su gabinete. Desnacionalizando bancos se ponen el ahorro y el crédito nacional en manos de la banca extranjera, indemnizando a la ITT y a la Siemens se premia a empresas que estafaron al Estado, devolviendo las bocas de expendio se aumentan las ganancias de la Shell y la Esso, rebajando los aranceles aduaneros se crean empleos en Hong Kong o Singapur y desocupación en la Argentina. Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles”.
Al día siguiente, luego de escribir su Carta Abierta de un escritor a la Junta Militar, el 25 de marzo de 1977, como en una profecía autocumplida, Rodolfo Walsh, periodista y escritor, era secuestrado y desaparecido.
Lúcido y comprometido, supo ver que la tortura, la desaparición y la muerte no eran obra de un grupo de militares desquiciados con ambición de poder sino que el terrorismo de Estado era parte de integrante de un plan que tenía como eje frenar el avance de las clases populares, su empoderamiento económico y político, en la Argentina en particular y en la región en general.
La violencia física y la represión tuvo su necesario correlato económico, que era en definitiva su objetivo último como menciona Walsh, la implementación de las políticas neoliberales.
Neoliberalismo que tuvo su “bautismo de sangre y fuego” en la región en Chile tras el derrocamiento del gobierno democrático y socialista del presidente Salvador Allende el 11 septiembre de 1973. Milton Friedman, premio Nobel de Economía, padre de “los Chicago Boys” en referencia a los estudiantes de economía de dicha ciudad, referente del neoliberalismo en los Estados Unidos, según señala Eric Toussaint, fue asesor de Pinochet y proponía a Gran Bretaña en 1977 que, para salir de sus males, aplicara un tratamiento de choque inspirado en parte en el que se había puesto en marcha en Chile.
Friedrich von Hayek, economista austríaco y premio Nobel, referente económico de Margaret Thatcher y padre fundador del neoliberalismo, respondía a un periodista chileno en 1981 que un dictador puede gobernar de manera liberal, así como es posible que una democracia gobierne sin el menor liberalismo. Mi preferencia personal, continúa, es una dictadura liberal y no un gobierno democrático donde todo liberalismo esté ausente.
El neoliberalismo implica la lucha de todos contra todos bajo el reino del individualismo, la competencia, la meritocracia y la destrucción de los colectivos, desde un club de barrio hasta el más grande de los sindicatos.
La dictadura cívico–militar implicó el tránsito de una sociedad industrial a otra basada en el modelo rentístico financiero. El diferencial de tasas de interés (local e internacional) unida a la reforma financiera de 1977 y el libre flujo de capitales, desencadenaría un espiral especulativo que sería negocio para pocos e implicaría, en un futuro cercano, desgracia traducida en desempleo y pobreza para muchos. Si las clases populares fueron las grandes víctimas, un conjunto acotado de grupos económicos locales, conglomerados extranjeros y algunas transnacionales, fueron los grandes beneficiados. Ya sea porque pudieron reorientar su actividad al mundo financiero y/o al mercado externo, porque fueron socios del Estado dictador a través de lo que se dio en llamar la “Patria contratista” o porque fueron beneficiarios de regímenes de promoción industrial (sólo 38 proyectos de inversión representaron el 82,3 por ciento de la inversión global). El caso paradigmático de vínculo entre el Estado dictador y los grandes grupos económicos fue la socialización del endeudamiento externo privado a través de un seguro de cambio y la posterior estatización de las deudas privadas en 1981.
El llamado Proceso no puede entenderse como la simple continuación, una repetición exagerada de prácticas antes vigentes. Representó, por el contrario una nueva configuración del poder, imprescindible para la institucionalización que le siguió. Ni más de lo mismo, ni un monstruo que engendró incompresiblemente la sociedad. Un hijo legítimo pero que muestra una cara terriblemente desagradable, que exhibe sin pudor las vergüenzas de la familia, ocultando parte de su ser más íntimo, concluye la autora.
Mucho se ha escrito sobre la dictadura cívico militar, y mucho más debe escribirse, porque parafraseando a Walsh, la verdad y la memoria se militan.
* Docente UNLZ FCS. Colectivo Educativo Manuel Ugarte.
fliaandujar@gmail.com
Publicado en:
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/cash/17-9665-2016-10-02.html
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