La escena del colectivo fue montada para que pareciera casual. La del
helicóptero ploteado, lo mismo. La supuesta agresión con piedras en Mar
del Plata fue otro papelón oficial. Hasta el beso con la primera dama
en el recinto de la ONU estuvo guionado para alcanzar “románticamente”
la tapa de Clarín. Hay que decirlo sin vueltas: Mauricio Macri y “el
mejor equipo de los últimos 50 años” tienen menos verdad que una partida
de truco entre taimados.
No es de ahora. Siempre
fueron así. Porque la falacia es una cuestión medular en la construcción
de su relato. Basta revisar, a casi un año de ocurrido, aquel debate
previo al balotaje donde Macri prometía que no iba a devaluar o que no
iba a ajustar, es decir, donde negaba de modo rotundo lo que finalmente
terminó haciendo cuando llegó a la presidencia: devaluar y ajustar.
"Argentina ha decidido abrirse a un mundo cada vez más proteccionista."
El
problema con la mentira en la propaganda política es que es un insumo
finito. Tarde o temprano la realidad termina imponiéndose con sus
verdades porque la falsedad –a lo sumo– encubre o disimula, pero no
logra evitar que los hechos sucedan, con sus consecuencias.
El
macrismo chapotea cotidianamente en sus intentos por fabricar una
ficción autoindulgente, armada sobre la base de encuestas e
intervenciones alegres en redes sociales. Su objetivo es maquillar una
popularidad presidencial inexistente, una sensibilidad de la que sus
políticas carecen y una gestión que va de la improvisación a la
obcecación, repartiendo incertidumbre a diestra y siniestra.
Porque
lo que parecía divertido (el malogrado perro Balcarce sentado en la
poltrona del mandatario, comer torta fritas al costado de la ruta con
una pareja cualquiera, comprarse zapatillas en un negocio del Conurbano
previamente cerrado) hoy es el balbuceo desquiciado de un team
comunicacional preocupado en revestir o enmendar una agenda de gobierno
anegado por sus propias inconsistencias, paralizado por lo que quiere
ejecutar según su ideología neoliberal y la inminencia del año electoral
que le exige medidas inversas a su modelo ideal.
El
problema es la grieta, entonces. No la que inventaron sus intelectuales
rentados para arrojar al kirchnerismo, “alocado y controversial”, al
territorio de lo socialmente repudiable. No, la grieta cada vez más
ancha entre la narrativa oficial edulcorada y el humor social auténtico,
derivado de índices negativos en casi todos los rubros de la economía.
En
su último informe, el de septiembre, sobre la situación de la economía y
las finanzas nacionales, la consultora Radar –que dirige Paula Español,
ex subsecretaria de Comercio Exterior en la gestión Kicillof– describe
un panorama difícil de empeorar para el mundo de la producción y el
trabajo, aunque nunca hay que decir nunca.
Precisamente,
en lo relativo al Comercio Exterior, el trabajo de Radar reseña que
“Argentina ha decidido abrirse a un mundo que está cada vez más
competitivo y proteccionista (…) En efecto, las importaciones han
crecido más que las exportaciones –medidas en cantidades– a pesar de la
caída de la actividad económica. Las importaciones fueron empujadas por
la entrada de bienes de consumo (+20,3%) y automóviles (+37,2%) (…) El
aumento de las exportaciones, por su parte, está explicado por los
productos primarios y las manufacturas de origen agropecuario. Por el
contrario, la venta al exterior de manufacturas industriales cayeron
8,9% en cantidades”.
En el ítem “Economías Regionales”
se advierte que “la quita de retenciones y la devaluación del tipo de
cambio no fueron suficientes para impulsarlas (…) Se observan caídas en
las exportaciones de manzanas (-16%), peras (-9%), algodón (-11%), vinos
(-9%) y yerba (-45%)”. Hasta las exportaciones mineras cayeron un 2%:
“El oro, principal fuente de divisas del sector (83% del total) acumula
una contracción del 22%” en los primeros ocho meses del año.
En
“Alimentos y Bebidas”, “se observan caídas de la producción en diversos
productos del rubro (carne, leche, productos de confitería,
frutihortícolas, panificados) del orden del 10% como consecuencia de la
caída del consumo (…) Las importaciones de carne crecieron 66%,
panificados 50%, frutihortícolas 9% y golosinas 8 por ciento”.
En
“Línea Blanca”, “se destaca el caso de las heladeras: habiendo entrado
41 mil unidades en todo 2015, en lo que va del año ingresaron más de 82
mil (…) La comparación interanual para el período enero-agosto arroja un
incremento de 205 por ciento. Esta situación está generando graves
problemas de empleo en Santa Fe y San Luis”.
La
producción de calzado “se encuentra un 20% por debajo del año anterior”.
Los empresarios nacionales del rubro indumentaria y textil, que cayó un
25%, “estiman cerrar el año perdiendo diez puntos porcentuales de
participación en el mercado con respecto a los importados”.
La
automotriz sigue en caída (-8,5%): “La fuerte entrada de vehículos
importados parece no tener freno: en agosto ingresaron un 22% más de
automóviles y un 240% más de pick-ups medidas en unidades respecto al
mismo mes de 2015”.
Esta es la verdad de los números
fríos. Congelados, podría decirse. De una economía que, lejos de
arrancar, parece hundirse con la consecuente pérdida de empleos, poder
adquisitivo del salario y mercado interno. Contra esto, no hay relato
que valga. Ni montaje escénico que eluda el juicio negativo de millones
de argentinos a los que el sueldo les alcanza menos, con comerciantes
que venden menos y hasta empresarios que deben achicarse porque producen
menos, independientemente de cómo hayan votado el año anterior.
Podrán
plotear toda la Argentina, provincia por provincia, municipio por
municipio, intentado aparentar una bonanza ausente en la realidad y solo
presente en los diarios y canales justificadores del ajuste. Lo que no
van a poder evitar es que por debajo del maquillaje la gente haga el
lógico balance entre lo que ocurría en 2015 y lo que pasa en 2016, y
concluya que este fue un año de pérdidas.
Un año perdido, en realidad.
Publicado en:
http://tiempoar.com.ar/articulo/view/61033/la-mentira-no-genera-empleo-por-roberto-caballero
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