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jueves, 29 de septiembre de 2016

DINAMITAS O VERSIONES DE MOCTEZUMA, por Ricardo Krakobsky (para "Mirando hacia adentro")



1.
Estuve en Potosí veinte días antes de que se asesinara salvajemente al Viceministro Rodolfo Illanes en Panduro. El día que llegué a esa siempre trágica ciudad me sorprendió una movilización de cooperativistas mineros. Mientras una guía de la Casa de Moneda nos contaba sobre las graciosas concesiones y donaciones que el Rey Felipe II de España había otorgado a esa Villa Imperial se escuchaban petardos y cánticos que provenían de la calle. Ante la cuarta o quinta explosión, se interrumpió y acotó:
-Cooperativistas Mineros, no se asusten. Hasta ahora es sólo pirotecnia. En cualquier momento empezarán con la dinamita. Acá hasta los niños pueden comprarla. Es de venta libre.
Ni bien finalizó estas palabras providenciales, y se disponía a explicar con el mismo tono de locutora radial que los esclavos que manipulaban el material para acuñar las monedas vivían aproximadamente tres meses en esa tarea para morir contaminados, las paredes de la tetracentenaria Casa de Moneda vibraron. El ruido de la explosión fue atemorizante.
-Ahí empezaron con la dinamita. No tengan miedo. Saben manejarla.
Pocos minutos después, una vez que escucháramos de boca de la esmerada guía vituperios contra el Gobierno de Evo Morales intercalados a los datos históricos  tales como la muerte prematura de ocho millones de personas en las minas durante la época colonial, nos escabullimos hacia las calles. Queríamos ver y oír de qué se trataba la protesta minera.
En la Plaza, tres centenares de personas, la mitad con equipos y cascos típicos de la actividad, escuchaban a un furibundo orador que le ponía plazos al Gobierno del MAS, otrora su aliado. La excusa más nombrada para la movilización era la promesa incumplida de levantar un Hospital de Alta Complejidad en la Ciudad para hacerle frente a las enfermedades frecuentes que provoca la minería. La segunda, menos confesada, la solicitud de dejar sin efecto la ley que impide a los cooperativistas negociar con explotaciones, manufactureros y compradores trasnacionales.
Una cuadra y media al sudoeste de la Plaza vimos una gran obra en construcción y un cartel que anunciaba que el Gobierno Nacional construía el Hospital. Si bien es cierto que había sido prometido para el 2015, se lo veía adelantado, de modo que podía esperarse que en 2017 hubiera en esa ciudad de 200 mil habitantes un Hospital como nunca antes había tenido en toda su historia.

2.
En “La conquista de América”, Tzvetan Todorov observa que las únicas fuentes con las que cuenta para trabajar son producciones del conquistador. Aún las supuestas versiones que pertenecen al conquistado son traducciones realizadas por los europeos. Comprende de inmediato que es irreparable pensar que la versión que tenemos de la Conquista que, los Ibéricos primero y anglosajones luego, concretan en el continente americano siempre será falsa, sesgada, incompleta. Nos da el maravilloso ejemplo de la supuesta conversión de Moctezuma en su lecho de muerte. Hecho tan improbable como la mismísima comunicación entre él y sus captores.
 “La recepción de los enunciados es más reveladora –nos dice el lingüista búlgaro- para la historia de las ideologías, que su producción, y cuando un autor se equivoca o miente, su texto no es menos significativo que cuando dice la verdad…”
Preguntarnos por la recepción. Que los discursos que circulan son esencialmente equívocos o mentirosos ya no es un hallazgo; que un conductor de televisión diga temerariamente que el gobierno de Cristina fue el más corrupto de la historia y nada ni nadie lo haga dudar -en un país donde han gobernado militares incontrolados, acreedores compulsivos del FMI, civiles rematadores de patrimonio nacional, privatizadores de bienes y nacionalizadores de deudas privadas, banelquizadores de voluntades legislativas, cuentapropistas que se hacen multimillonarios de un día al otro por hacer negocios oficiales o triangulados en Panamá y jibarizadores del Estado- ya no es lo extraño.
Lo inexplicable es qué pasa con la audiencia que lo acepta, lo repite, lo pone en circulación. Aún si su memoria le repusiera las omisiones a las que se empeña, desde el EAM 78 al Gordo bolú de Gostanián, desde la leche y los guardapolvos de Bauzá hasta las comisiones de Prat Gay por servicios de evasión. Cualquiera sea la lista que emprendamos, la saga de escandaletes a las que nos acostumbramos es corta al lado de las corrupciones estructurales y “legalizadas” en ajustes, blanqueos, bancarizaciones e intermediaciones financieras, puestas en crisis justamente durante el gobierno de CFK -mediante tenues controles y cepos restrictivos- y aceptadas e intocadas antes y ahora.
Pero no importan los hechos, sino su imagen y su reproducción textual. Remata Todorov: “Lo importante es que la recepción del texto  sea posible para los contemporáneos…” No importa si Mosctezuma se hubo cristianizado, sino que los lectores contemporáneos  de los cronistas así lo esperaban. Punto, San Moctezuma sube a su nube. No importa que hayan salido del país entre 230 mil millones y 700 mil millones de dólares  hasta hoy (septiembre 2016). Lo que espera el televidente es comprobar que el 0.000039% de esa cantidad (si tomamos la cifra más baja como ponderación real de la transferencia) estaba en una bolsa de residuos enterrada en un convento K.
Ya no se trata de desmentir las versiones que circulan. Poco importa su certeza o su falsedad. Lo que debemos preguntarnos es qué hace creíble para nuestros contemporáneos tales construcciones cuyos alcances más indecorosos se desmoronan en los vericuetos del Poder Judicial o se fomentan desde sus fiscalías teletransportadas a los páramos de Santa Cruz.
Los españoles esperaban la conversión de Moctezuma para justificar el daño. La versión allanaba el camino a la cristianización masiva y justificaba el crimen sin límite.  ¿Qué justifica, qué camino allana el enunciado “el anterior es el Gobierno más corrupto de la historia argentina”, por ejemplo? No se trata de verificar el ranking. La expresión está ahí para sacrificar la política en la hoguera de la corrupción. Se inhabilita al único contendor que puso en crisis la corrupción sistémica de la argentina mediante el ejercicio de la política.
Había pasado con Perón. No porque haya sido muy o poco corrupto su gobierno, sino porque gobernó “combatiendo al capital”. Pasa con Dilma y con Lula. Denostados por los discípulos de Collor de Mello. Está pasando con Evo. En las calles de Potosí escuché una y mil veces que el Primer presidente aymara de esa República “estaba lleno de plata” y era un “chorro”. Coro que amplificaba la imagen televisada, la palabra radial irradiada en las consciencias. La CNN reconoció que había mentido cuando le endilgó un hijo no reconocido a Evo durante la campaña por el plebiscito que habilitara la reelección.
Pero no es escuchado el reconocimiento de la mentira. No conviene. La recepción y aceptación del mensaje niegan la desmentida. Si hay que matar aztecas es mejor hacerlo con Moctezuma cristianizado. Algo del “otro” debe justificar “mi desmesura”. No importa que el Gobierno de Evo haya sido el primero, acaso el segundo, en toda la historia de Bolivia en pensar en la Salud Pública. El coro repetirá frente al Hospital en construcción que no hay tal,  o que es fruto “del robo”. ¿Cuál? ¿Ya llegará?
Una pregunta insistente a la que fui sometido en Bolivia es: “¿cómo permitieron ustedes (los argentinos) que les robaran tanto (en estos últimos años)?”. Está instalado. Por supuesto, no tienen la culpa. Las mismas usinas periodísticas que instalan aquí la mentira pueden más fácilmente convencer a quienes están del otro lado de la frontera. El problema es otro: cómo es receptado ese mensaje unívoco lo vuelve creíble porque justificará el rechazo a Evo.
Una hipótesis: Está claro que un buen porcentaje de los reproductores del mensaje votó a Evo, a Cristina, a Lula, a Dilma. De lo contrario nunca hubieran ganado elecciones. Algo los decepcionó. Pero eso que los decepcionó es indecible, porque sería ingrato, indecoroso. ¿Que es indio? ¿Que es mujer? ¿Que es obrero? ¿Que sobresaltan al imperio? ¿Qué? No. Vienen bien los cuentos sobre “los más corruptos”. Todo lo justifican porque es un problema moral, no político. Hasta la “justicia por mano propia”.
El crimen de Rodolfo Illanes en Panduro, militante del cambio político desde el inicio de la construcción revolucionaria de Evo Morales, Viceministro del Interior, ofrecido como negociador pacífico, molido a palos hasta la muerte, es la versión incontrolada de aquel episodio vergonzoso de los veraneantes de Punta del Este que acosaron a Kicillof en un Buquebús. La distancia es mínima. Aventuro que sólo está dada en que esos porteños adoran los uniformes y el Capitán del barco –que intervino- llevaba uno recién sacado de la tintorería. 

3.
La imagen de los mineros arrojando dinamita en las calles de Potosí me resulta plástica para dar cuenta ya no de un sector del pueblo que quiere hacerse oír, sino de aquellos que prefieren no escuchar (El crimen del indefenso Illanes lo prueba).
El plan del Emisor es claro: hay que dinamitar ese extraño poder erigido en las naciones del Mercosur y el Unasur, dinamitar su discurso independentista, su unidad de decisión política, su potencialidad de autonomización, su proyecto continental. Las decisiones de las nuevas derechas gobernantes en Brasil y Argentina lo demuestran. Para dinamitar hay que destruir. Para que “nunca más”. La asociación “Medios concentrados / Poder económico” no hace falta explicarla aquí. Las razones políticas de la destrucción, tampoco.
Pero cabe preguntarse, qué espera el pobre Receptor, solazado en la búsqueda del corrupto, sordo por los estruendos, ciego ante el espectáculo de un hospital sin inaugurar ante sus narices o frente a un derecho incorporado que no le pesa. ¿Qué rastros hallará que le permitan poner en duda la certeza que otros han elaborado por él? La verdad salió de los circuitos mediáticos. Fue desalojada. Es pronunciada con otro lenguaje.
El cronista y capellán de Hernán Cortés, Francisco López de Gómara consigna ante la versión del bautismo del Rey azteca: “No pudieron saber la verdad nuestros españoles, porque ni entonces entendían el lenguaje, ni hallaron vivo a ninguno con quien Moctezuma hubiese comunicado este secreto”.

Ricardo Krakobsky







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