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domingo, 27 de septiembre de 2015

AL PAPA NO LE GUSTAN NI GRIESA NI SINGER, por Roberto Caballero (para "Tiempo Argentino" del 27-09-15)


En el Capitolio, Francisco criticó al complejo militar industrial, las reacciones xenófobas y la pena de muerte. Y en las Naciones Unidas, a los buitres y a las políticas económicas que buscan que cierren los números con la gente afuera. Nunca tan argentino, peronista y universal.

El Papa argentino tuvo durante tres días al mundo rendido a sus pies. No sólo hizo llorar a los congresistas en el Capitolio, también arrancó del bostezo a los representantes de los países que integran la ONU. Los de Francisco no son discursos complacientes. Su palabra tendrá las formas suaves de la pluma, pero se hunde en la conciencia global con la facilidad de un estilete. Su figura es un espejo parado frente al horror masificado por el sistema planetario de exclusión. Quizá no haya dicho nada que no se haya escuchado antes en boca de otros líderes: lo cautivante es que lo diga un Papa, en el momento y los ámbitos que elige para hacerlo.

Como preguntarse en el Congreso de los Estados Unidos, ante la plana mayor del complejo militar industrial, "¿por qué se venden armas letales a aquellos que planean generar sentimientos indescriptibles a personas? Tristemente la respuesta la sabemos: es por el dinero. Es dinero que está empapado en sangre. Ante este silencio vergonzoso es nuestro deber enfrentar el problema y detener el tráfico de armas (…) Copiar el odio y la violencia del tirano es la mejor manera de ocupar su lugar."

O frente a la bancada republicana, seducida por la prédica xenófoba de Donald Trump contra los latinos, desde la condición asumida de "hijo de inmigrantes" que llega "a la tierra de los libres y el hogar de los valientes", ordenar "que se acoja al extraño en nuestro seno. Que no nos den miedo los números, antes bien, véamoslos como personas, miremos sus caras y escuchemos sus historias (…) Estados Unidos fue fundado por inmigrantes, muchos de sus legisladores son hijos de extranjeros, las nuevas generaciones no deben volver la espalda a sus vecinos. Tratemos a otros con la misma compasión con la que queremos ser tratados."

Lo que es seguro es que Jorge Bergoglio, a la distancia, cuando pasó de la aldea a Roma, encontró nuevos y poderosos enemigos.

O clamar, en el país donde todavía hoy 32 de sus 50 estados tienen pena capital, "hay que defender la vida humana en cada etapa de su desarrollo. Esta convicción me ha llevado desde el inicio de mi ministerio a apoyar la abolición global de la pena de muerte, porque cada vida es sagrada."

Son todas definiciones muy fuertes, desafiantes para la cultura estadounidense establecida. Y, encima, no era Noam Chomsky el que los interpelaba desde el atril: era Francisco, el Papa argentino. Que, además, se llevó una enorme e interminable ovación de los congresistas que habitualmente votan medidas que contradicen en los hechos la más elemental filosofía humanista y cristiana.

¿Habrán entendido algo? La inquietud es válida. Pero sería torpe desconocer la influencia espiritual del Papa y la potencia de su prédica, no en el espacio, sino en el tiempo. El Papa está marcando una nueva agenda social y ética para el Siglo XXI, reconociendo con sus palabras realidades que los dueños del poder y del dinero producen de modo masificado y se niegan a ver.

Derribar muros y tender puentes es mucho más que una metáfora para ganarse un millón de amigos en Facebook: ante el riesgo de una nueva guerra a escala planetaria, proviniendo de quien proviene, su propuesta tiene un carácter subversivo inconfundible. Francisco no es un opinante cualquiera. No es un plateísta de la política internacional. Es un jefe de Estado del núcleo de los más influyentes. Está entre los que deciden.

Cuando habló ante el pleno de la ONU retomó los ejes centrales de su desafío. No era la primera vez que un jefe vaticano lo hacía. En 1965 estuvo Pablo XI. Juan Pablo II habló en 1979 y 1995. Y en 2008 Benedicto XVI. Pero la crítica a los organismos de la usura cuya cría operativa hoy son los fondos buitre nunca fue tan directa: "Que los organismos financieros internacionales velen por el desarrollo sostenible de los países y la no sumisión asfixiante de estos a sistemas crediticios que lejos de promover el progreso someten a las poblaciones a mecanismos de mayor pobreza, exclusión y dependencia."

No lo dijo en cualquier lado: lo planteó a diez cuadras del despacho de Thomas Griesa, quizá el último refugio judicial de la avaricia planificada que propician bancos y países, entre ellos, Estados Unidos, para expoliar a los pueblos en vías de desarrollo. Con esto, una vez más quedó expuesta la sintonía fina que hay entre Francisco y CFK, que mañana hará su último discurso en Nueva York, después que la ONU votó, a instancias de la diplomacia argentina, la necesidad de un marco regulatorio para proteger las reestructuraciones soberanas de deudas de los países frente al acoso buitre.

Ante los líderes mundiales de la Asamblea General, el Papa volvió a pedir el "acceso efectivo, práctico e inmediato a todos los bienes materiales y espirituales indispensables: vivienda propia, trabajo digno y debidamente remunerado y alimentación adecuada y agua potable". El "inmediato" suena a impostergable. Es ahora, les dice. Y se los dice en la cara a buena parte de esos que toman decisiones cotidianas que impiden, precisamente, que esos derechos básicos sean consagrados para las mayorías sociales.

Lo llamativo no es la exigencia. Lo raro es que lo haga un Papa, sobre todo, si se lo compara con Ratzinger, su antecesor. Y lo doblemente raro es que vaya a plantearlo a dos lugares donde el poder mundial se cita cada tanto para, el Capitolio y la ONU, con alguna curiosa excepción, cristalizar aquello que el Papa cuestiona con fuerza: "Hay que evitar el nominalismo declaracionista como un efecto tranquilizador de la conciencia."

También Francisco abogó, como lo viene haciendo CFK en todos los foros, por el multilateralismo y dejó una crítica velada al Consejo de Seguridad y a los que en él mantienen poder de veto por el manejo de armas nucleares: "La labor de las Naciones Unidas, a partir de los postulados del Preámbulo y de los primeros artículos de su Carta Constitucional, puede ser vista como el desarrollo y la promoción de la soberanía del derecho, sabiendo que la justicia es requisito indispensable para obtener el ideal de la fraternidad universal. En este contexto, cabe recordar que la limitación del poder es una idea implícita en el concepto de derecho. Dar a cada uno lo suyo, siguiendo la definición clásica de justicia, significa que ningún individuo o grupo humano se puede considerar omnipotente, autorizado a pasar por encima de la dignidad y de los derechos de las otras personas singulares o de sus agrupaciones sociales. La distribución fáctica del poder (político, económico, de defensa, tecnológico, etc.) entre una pluralidad de sujetos y la creación de un sistema jurídico de regulación de las pretensiones e intereses, concreta la limitación del poder. El panorama mundial hoy nos presenta, sin embargo, muchos falsos derechos, y –a la vez– grandes sectores indefensos, víctimas más bien de un mal ejercicio del poder: el ambiente natural y el vasto mundo de mujeres y hombres excluidos. Dos sectores íntimamente unidos entre sí, que las relaciones políticas y económicas preponderantes han convertido en partes frágiles de la realidad." Y agregó: "Las armas de destrucción masiva son un fraude a la ONU, que pasarían a ser naciones unidas en la desconfianza. Hay que avanzar hacia una total destrucción de esos elementos."

A los falsos predicadores de planes y recetas que no contemplan que la política debe ser concebida para incluir justamente y no para excluir a los seres humanos, el Papa les dedicó un párrafo especial: "La multiplicidad y complejidad de los problemas exige contar con instrumentos técnicos de medida. Esto, empero, comporta un doble peligro: limitarse al ejercicio burocrático de redactar largas enumeraciones de buenos propósitos –metas, objetivos e indicadores estadísticos–, o creer que una única solución teórica y a priori dará respuesta a todos los desafíos. No hay que perder de vista, en ningún momento, que la acción política y económica, sólo es eficaz cuando se la entiende como una actividad prudencial, guiada por un concepto perenne de justicia y que no pierde de vista en ningún momento que, antes y más allá de los planes y programas, hay mujeres y hombres concretos, iguales a los gobernantes, que viven, luchan, sufren, y que muchas veces se ven obligados a vivir miserablemente, privados de cualquier derecho".
Interesa destacar este párrafo porque cuestiona un tipo de política y un tipo de economía en particular: las que dejan multitudes sin acceso a los derechos. ¿De qué sirven que cierren los números fríos si hay millones que quedan fuera del mínimo estándar de supervivencia? Interesa este párrafo en particular porque aporta una dimensión ética que está ausente en muchos de los que reproducen la idea, dictada por bancos, empresas y fundaciones de derecha, de que hay una sola escuela económica universal a ser fatalmente acatada: la neoliberal. No existe esa religión. Será otra cosa, nunca un dogma. Es, en verdad, una manera parcial y clasista, cómoda y a la vez inhumana de ver el mundo, que en la práctica hace a los ricos más ricos y a los pobres mucho más pobres. Y esto, precisamente, es lo que el Papa denunció ante la Asamblea General de la ONU. En ese sentido, la voz que hizo escuchar allí excedió los límites de su pontificado: hablaron a través de Francisco los millones de excluidos y también los que fueron incluidos gracias a políticas económicas y sociales que hicieron y hacen eje en la igualdad de oportunidades o sostienen regímenes de promoción social ascendente. En definitiva: números que cierren con todos adentro.
La tentación nacional de argentinizar los discursos del Papa Francisco es grande. Por dos motivos: es un Papa argentino y es argentino quien lo escudriña desde aquí. Hecha esta salvedad, no puede ignorarse que la derecha mediática y cultural que se manifiesta en Clarín y La Nación recorta con fruición frases descontextualizadas en procura de enfrentarlo a CFK. Lo hacen todo el tiempo, cada vez que pueden. Sin embargo, es la realidad la que los desmiente: ambos dialogan a través de sus discursos, no están en todo de acuerdo, no son lo mismo, ni tienen las mismas obligaciones, ni eligieron las mismas cosas en la vida, pero sólo los incapaces de leer mínimamente los síntomas del cambio de época pueden argüir que hay colisión o enfrentamiento entre lo que dice uno o plantea el otro.
Son los mismos que leen a Francisco y se preguntan dónde, en qué lugar quedó aquel cardenal antikirchnerista con el que soñaban hace tres años. Quizá nunca lo fue. Pero lo que es seguro es que Jorge Bergoglio, a la distancia, cuando pasó de la aldea a Roma, encontró nuevos y poderosos enemigos. La grandeza de su figura es que aceptó la pelea por un nuevo orden mundial más justo y dejó desorientados, cuando no enojados, a sus viejos amigos comarcales que no pueden creer a lo que asisten. Básicamente, porque nunca entendieron de que hablaba y nunca, jamás, estuvieron preocupados por la pobreza, digan lo que digan, publiquen lo que publiquen en los diarios que ya sabemos."
Publicado en:
http://www.infonews.com/nota/251921/al-papa-no-le-gustan-ni-griesa-ni-singer

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