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lunes, 24 de agosto de 2015

La sucesión presidencial y el teorema de las proporciones definidas, por Osvaldo Drozd (para "Conjeturando" del 23-08-15)



Faltan apenas 2 meses para las elecciones presidenciales. Tras lo acontecido en las Paso realizadas el pasado 9 de agosto, se fueron prefijando algunas líneas de proyección política. Tampoco es que haya habido grandes sorpresas, sucedió más menos, lo esperado y previsible. Tal vez el único test que concentrara la atención haya sido el porcentaje que sacara el primero, y la diferencia con el segundo. Ahí se juega que haya o no ballotage el 22 de noviembre. Qué pudiera suceder en ese eventual escenario, eso sí no es posible asegurarlo con certezas. Tal cual está planteado a partir de las Primarias, un escenario de segunda vuelta es lo más probable que acontezca.

Si esto sucediera, hay que señalar que en la Argentina desde 2003 no había balotaje. El mismo, implica que en la sociedad no se encuentra instalada una figura presidencial fuerte, y que los votantes tienen licencia para fluctuar por diferentes opciones. Según lo que se señala desde las principales usinas del Establishment, esto sería lo saludable. Ninguna hegemonía y que haya alternancia, porque si no se cae en ese populismo al que los llamados demócratas, tradicionales y republicanos miran de reojo. Tiene razón Beatriz Sarlo cuando señalaba en una de sus notas de Perfil que “En América Latina, las nuevas alternativas fueron encabezadas por liderazgos carismáticos como el de Evo Morales y Rafael Correa. Nadie quiere hoy ese tipo de liderazgo en Argentina, pero entonces ¿qué?”. Quien esto escribe si bien coincide con Sarlo en lo dicho, se permite darle alguna vuelta de tuerca, y ver qué otra cosa es posible, y en mayor cercanía de los líderes bolivarianos intentar responder ese “¿qué?”.

En 2011 la presidenta Cristina Fernández de Kirchner  logró poco más del 50% en las Paso y el 54% en las presidenciales, dejando muy atrás a sus contendientes. Vale señalar que ese año el jefe de gobierno porteño Mauricio Macri declinó presentarse como candidato presidencial, cuando ya casi tenía preparada esa apuesta. El realismo político fue su mejor concejero, además de lo que le ofrece el ecuatoriano Durán Barba. Si bien este año Macri sí juega, su gurú también le indicó que no había problema en no ganar y dejar todo para 2019. Vayamos por partes.
En la Argentina -salvo raras excepciones- las mayorías votan a personas, a candidatos y no a proyectos. En las boletas además del color figuran el nombre del partido o alianza y la de los candidatos. El que se proyecta para ocupar los cargos de mayor relevancia, además de necesitar gran cantidad de recursos, lo hace mostrándose en su relación espontánea con el sentido común dominante. Los tres candidatos presidenciales más rankeados comparten una estética, una relación con los medios y con el micromundo de los celebrities bastante similar. No sería erróneo para un antropólogo cultural clasificarlos dentro de una misma etnia. Es así que todos ellos pueden asistir a la ceremonia del brujo de la tribu, el cuervo Tinelli o a la mesa de la Dama del Sombrero de las pampas húmedas, la señora Legrand. Ese patrón cultural no varía de acuerdo a la fuerza política a la cual se representa, aunque sí condiciona.

La virtual reforma constitucional que hubiera podido darle una nueva posibilidad electoral a CFK no fue realizada. Obviamente que lo principal de esa reforma no hubiera sido la eventual reelección. Crear una nueva institucionalidad se propone como una nueva relación del ciudadano con el Otro. Al menos eso es lo que se hizo en Venezuela, Bolivia y Ecuador. Pero analizar esas transformaciones excede lo que se propone este texto. A lo que se intenta llegar es que si eso hubiera sucedido, el escenario electoral actual sería muy diferente. Esto también tiene que ver con la existencia de un liderazgo muy fuerte con una base social y política no tan acorde a ello. Al menos en lo que respecta a lo que Gramsci llamaba teorema de las proporciones definidas. A saber, las proporciones entre cuadros de dirección, medios y base; y también aplicable a diferencias  electorales considerables entre lo central y lo local. Tal vez estas variables Durán Barba las esté viendo y por esa misma razón, se proponga un estilo más purista e incluso ideológico (aunque a eso lo reniegue). Una nueva derecha no debe caer en los vicios de la vieja, y antes que enunciar sus propuestas reaccionarias, debe mostrar esa especie de liquidez característica de los postulados posmodernos, que se acercan al apoliticismo. La derecha al igual que las empresas no necesita base, sino clientes. Consenso pasivo. Una fuerza transformadora necesita una base activa, porque sino sucumbe como tal. Puede mantener un discurso pero disociado de la práctica.

Algunos editorialistas de la prensa hegemónica, ante el escenario de segunda vuelta, intentan explicarlo por las contradicciones entre CFK y el gobernador Scioli, pero a esa diferencia la contrastan con lo que es la base del peronismo en lo local, los intendentes del Conurbano. Dicen que los barones le reprochan a Scioli el no despegar de los ultra K, para que estos últimos no les resten votos. Cuando la operación podría ser al revés, ya que muchos peronistas se pasaron con Massa, y el dato sobresaliente es que la presidenta si hoy fuera candidata podría ganar cómodamente. Al menos eso dicen los sondeos. Un perfil completamente deskirchnerizado de Scioli ¿sería diferente del de Massa? Quién le aporta más votos a Scioli, sería la pregunta, pero también una respuesta que afecta lo ya mencionado anteriormente: el teorema de las proporciones definidas.

Existe un supuesto en la política argentina, y principalmente en el peronismo, que considera desde las bases partidarias, que el principal motor para juntar votos es lo que les pueda traccionar un muy buen candidato presidencial. Al revés, un intendente no debiera confiarse ni quejarse del presidente, debiera juntar sus propios votos a partir de su relación cercana al votante. Es más debiera proporcionar un caudal importante para las elecciones generales. Eso es lo que tanto Evo Morales como Rafael Correa les pidieron a sus representantes locales, acumular votos, y no esperar la marea mágica. Nunca quien escribe deja de señalar la impronta del intendente de Ensenada Mario Secco, que en cada una de las últimas elecciones ronda el 60% de los votos.

Publicado en:
http://conjeturando.blogspot.com.ar/2015/08/la-sucesion-presidencial-y-el-teorema.html?spref=tw

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