Imagen: Rafael Yohai.
Por Fernando Cibeira
Una secuencia que arranca en la ofensiva mediática contra Aníbal Fernández en la semana previa a las PASO, sigue con las denuncias virtuales de robo de boletas el día de las elecciones, el escándalo –campaña sucia incluida– alrededor del viaje de Daniel Scioli a Italia, las acusaciones al voleo por el asesinato del joven Ariel Velásquez en Jujuy y el supuesto fraude en Tucumán, continuado ahora con una impugnación sobre todo el sistema electoral al que se pretende cambiar de un día para el otro. Es la línea que trazan en el comando de campaña sciolista para advertir sobre el “cambio de eje” de la discusión política que la oposición –reunida y punzada por el Círculo Rojo– busca forzar a todo vapor en el intento de torcer el rumbo de una elección que se adivina irreversible. “Están jugando con fuego, pero parece que están dispuestos a todo. No nos extrañaría que veamos cosas peores de acá a las elecciones”, sostenía un colaborador del candidato presidencial del Frente para la Victoria.
La movida, sostienen ellos, no resultaría útil a los fines buscados. Es cierto que en las primarias, posiblemente fruto de la inmediatez, las denuncias contra el candidato a gobernador bonaerense parecen haber tenido repercusión en el electorado de clase media de las ciudades importantes. Así, entienden, se explicaría en parte la mediocre performance de las fórmulas del kirchnerismo en lugares como Mar del Plata, Bahía Blanca y La Plata. Ciudades en las que gobierna el Frente para la Victoria y en esta ocasión se vio superado.
Con todo, la victoria del kirchnerismo fue clara, tanto en la provincia de Buenos Aires como en el país. Las encuestas que se hicieron por estos días, tirando las primeras tendencias respecto a la general del 25 de octubre, muestran una secuencia que se podría considerar natural, un leve deslizamiento hacia el “voto útil”. Una pequeña baja de Sergio Massa que se distribuye de manera más o menos equitativa: una porción de los votantes peronistas del frente de Massa y José Manuel de la Sota optarían en esta ocasión por Scioli mientras que los votantes más férreamente opositores del UNA se suman a los electores de Mauricio Macri.
De esta manera, Scioli se ubicaría en alrededor del 40 por ciento, en tanto que Macri no sólo retendría la totalidad de los votos que en las primarias de Cambiemos tuvieron Ernesto Sanz y Elisa Carrió, sino que agregaría algún puntos más, ubicándose en torno del 30 por ciento. Nada mal. Sin embargo, insuficiente para ofrecer una imagen de paridad que genere entusiasmo y, lo más alarmante, con Scioli cerca del temido triunfo en primera vuelta. Eso, creen en el comando naranja, fue lo que terminó por tensar los nervios en el campamento opositor y los llevó a romper con los modales más o menos civilizados en los que se había desarrollado la campaña para las primarias.
Machacar con la inflación y el dólar blue claramente no sería suficiente a esta altura para dar vuelta el panorama. De ahí lo del “cambio del eje de discusión” que dicen los sciolistas que se puso en marcha.
En el kirchnerismo exhiben como prueba de que todo estaba determinado de antemano el hecho de que Macri hubiera resuelto terminar sus vacaciones el domingo pasado y viajar a Tucumán cualquiera fuera el resultado que obtuviera su candidato, el radical José Cano. La quema de 40 urnas –sobre un total de 3601– y la lentitud del exasperante escrutinio le sirvieron de excusa para apuntalar la idea de un fraude generalizado.
No es ninguna novedad que el sistema electoral actual presenta falencias, especialmente en las provincias. La posibilidad del “acople” de listas permitido por el sistema tucumano da pie para que las disputas internas entre punteros locales –que pueden definirse a todo o nada por unos pocos votos– termine en batalla campal, como sucedió en algunos pueblos del interior. No es una cuestión que se circunscriba al PJ. Cano admitió que había un referente de su sector entre los detenidos por las urnas incendiadas, lo que no le resultó obstáculo para seguir hablando de fraude y no reconocer el triunfo de Juan Manzur, que lo superó en el conteo provisorio por 14 puntos.
Hablando de incendios, para el oficialismo sería prudente minimizar los riesgos por el fuego amigo. La disparatada represión con la que contestó la policía tucumana ante un reducido grupo que pretendía ingresar a la Casa de Gobierno durante la marcha opositora de protesta es un buen ejemplo. Otro, la incomprensible respuesta de la senadora Beatriz Rojkés a su comprovinciana Silvia Elías durante un cruce en el Congreso, en algo que se pareció mucho a una justificación de la violencia de género.
En el entorno de Scioli prefieren ver como una señal de debilidad la foto de esta semana, con los candidatos opositores junto a Cano reclamando transparencia electoral. Macri habló allí de la necesidad de implementar el voto electrónico o la boleta única para reemplazar “este sistema electoral tramposo”.
Desde el kirchnerismo recordaron entonces la secuencia de elecciones de este año. En Salta, pionera en el sistema de voto electrónico, el candidato opositor Juan Carlos Romero –apoyado por Massa y aliado del macrismo– denunció fraude y reclamó la vuelta a la boleta de papel. En Santa Fe, pionera en la implementación de la boleta única, el macrista Miguel Del Sel denunció fraude en las PASO y habló de “cosas extrañas” en las generales. El recuento de las primarias terminó mostrando que el perjudicado había sido el oficialista Partido Socialista.
Las trampas, al final, están en todos los sistemas. Que se transforman en democráticos y transparentes en caso de triunfo opositor y pasan a fraudulentos y amañados en caso de que se imponga el oficialismo.
“Fe” y “esperanza”, son los latiguillos preferidos de Scioli. Sus colaboradores los repiten en estas circunstancias. “Que se hayan juntado en un reclamo muestra la debilidad de ellos y la fortaleza nuestra. Es una polarización anticipada que nos favorece. Es como si el 25 de octubre se hiciera la votación del ballottage”, era el esquema que se hacían en el entorno del gobernador bonaerense. En esta visión, Scioli acumularía en octubre a todos sus posibles votantes mientras que Macri, si bien con su cosecha engordada, no tendría más remedio que dividir votantes opositores con Massa y Margarita Stolbizer. Un triunfo en primera vuelta del Frente para la Victoria quedaría así a tiro.
Luego está el otro análisis que preocupaba a algunos dirigentes del oficialismo. Que detrás de los cuestionamientos en general al sistema electoral y, en definitiva, a lo que se decida a través del voto popular, se esconde la intención de condicionar el andar del futuro gobierno. En su paso de esta semana ante los empresarios reunidos en el Consejo de las Américas, los tres candidatos presidenciales coincidieron en subrayar las dificultades que marcarán el accionar del futuro gobierno, al menos en su primer tramo. La baja en el precio de las commodities, la crisis china y el estancamiento de Brasil, enumeraron. Los tres dijeron que estaban preparados para superar ese escollo, aunque puede haber problemas. Y si a los posibles inconvenientes económicos se les sumaran los cuestionamientos de origen por una elección tildada desde el vamos como fraudulenta, daría como resultado un gobierno débil e influenciable, un aceptable objetivo de mínima para el Círculo Rojo.
“Más allá de que nos convenga o no lo que está haciendo la oposición, tendrían que ser más responsables. En Tucumán pudo haber irregularidades, igual que como las hay en todas las provincias, también en las que gobiernan ellos. De ahí a plantear la falta de reconocimiento a la voluntad popular hay un gran trecho. Es grave, con la historia que arrastra este país, que por la pelea de la coyuntura algunos dirigentes desciendan a eso”, sostenían en el entorno de Scioli.
Todavía faltan dos meses hasta las comicios. Habrá que esperar para ver lo que queda por delante.
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