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sábado, 4 de julio de 2015

Tsipras no es Cavallo, por Rodolfo Chisleanschi (para "Nos Comunicamos" del 29-06-15)



Breve manual de griego para argentinos

Por Rodolfo Chisleanschi (*)

Después de un día con mucho ruido pero no sé si tantas explicaciones me parece necesario hacer algunas precisiones sobre el tema Grecia,

fundamentalmente para los argentinos, menos enterados y atentos a la cuestión, pero igual de intoxicados que los europeos con las informaciones sobre el tema.

Los argentinos hoy amanecimos oyendo hablar de "corralito" en el país heleno, y la palabra por supuesto refiere a la peor pesadilla que pueda recordar cualquier habitante de este país. Si además se leen los textos y se miran las fotos que ex profeso publican los principales diarios europeos resulta fácil equiparar las situaciones. Sin embargo, no es lo mismo.

El corralito argentino fue sancionado para salvar a los bancos, que amenazaban quiebra por la retirada masiva de dinero una vez que el FMI negó la continuidad de apoyos crediticios al país. Y lo tomó un gobierno que acató durante años las políticas de ajuste del FMI.
El corralito griego busca prevenir esa misma salida de capitales hasta tanto se celebre el domingo un referéndum
convocado por el gobierno para decidir si la gente prefiere seguir las directivas de la troika (BCE, FMI, Consejo de la UE) o barajar y dar de nuevo. Mañana, Grecia debería devolver una ponchada de millones de euros, no tiene dinero para hacerlo y la troika le niega, hasta ahora, cualquier tipo de ampliación. De ahí la medida. Porque el Estado necesita seguir pagando los sueldos y haciéndose cargo de sus obligaciones internas, y no puede darse el lujo que los capitales acaben en Suiza u otros paraísos fiscales.

Debe quedar claro que las salidas que se plantean en ningún caso auguran buenos tiempos para los griegos.
Si el gobierno izquierdista de Syriza, que no está haciendo nada muy diferente a lo que anunció en el programa que le llevó a triunfar en las últimas elecciones, gana el referéndum reforzará su posición ante la troika, lo cual quizás no evite la quiebra pero sí tal vez que el país sea expulsado del euro, una medida que en el fondo no le interesa a nadie, ni deudores ni acreedores. La quiebra, en todo caso, terminará de expulsar a Grecia del sistema financiero internacional y planteará un escenario de recuperación lenta, complicada, pero autónoma.

Si el gobierno pierde en el referéndum, y todo el establishment europeo se movilizará esta semana para que esto suceda con el fin de seguir estirando la cuerda todo lo que se pueda, quedará obligado a aceptar los mandatos de ajuste de la troika, es decir, lo contrario a lo que prometió en su programa y a sus convicciones. Es decir, quedará abocado a la renuncia y al llamado a unas nuevas elecciones en donde tendría pocas opciones de éxito. Y en lo económico, la situación de la ciudadanía griega empeorará. Habrá aumento del IVA, reducción de salarios y pensiones, mayor flexibilidad laboral y demás medidas que componen la receta habitual del FMI, incluyendo el recorte profundo de la autonomía en las decisiones, algo que viene ocurriendo desde 2010 y que llevó al triunfo de Syriza.

Es decir, el pueblo griego está -casi- en un callejón sin salida. Su futuro a corto y quizás medio plazo será malo, pase lo que pase el domingo, porque es víctima de una situación a la que fue llevada durante décadas de estafas, corrupción, expolio, burbujas de todo tipo, pésima gestión y demás desgracias que tan bien conocemos de este lado del mundo. Los griegos, desde ya, no son inocentes, porque al final uno, como ciudadano común, acaba siendo cómplice, por activa o pasiva. Pero tampoco son tan culpables como muchos medios quieren hacernos ver.
¿Qué es lo que se juegan los griegos el domingo entonces? La dignidad, nada menos, pero también cómo quiere que crezcan sus futuras generaciones. Se juegan estar mal, pero con la frente alta para empezar a buscar la recuperación con recursos propios, tal como hicieron en su día Islandia y en alguna medida Argentina, un camino que les llevará tiempo pero del que posiblemente salgan reforzados y con una economía más saludable. O se juegan estar mal, pero seguir a expensas de decisiones tomadas muy lejos de Atenas, por organismos tan antidemocráticos que ni siquiera quieren aceptar la democrática medida del gobierno de Tsipras de preguntarle a su gente el camino a seguir. Y ser a largo plazo una colonia económica del poder central europeo.

Esta es, más o menos, la cuestión. Es cierto, los griegos hoy, como los argentinos en 2001, no pueden disponer de sus dineros en los bancos, pero los motivos, el fin que se persigue y seguramente las consecuencias no serán las mismas. Tsipras no es Cavallo. Tanto no lo es, que Cavallo, el ministro que decretó el corralito argentino, aconseja en estos días a los griegos que acepten los ajustes que le marcan desde afuera. Quizás porque solo le gusten los corralitos decretados desde la ortodoxia financiera, es decir, los que están pensados para defender a los bancos, no a la gente.

#‎YoVoyConGrecia‬

(*) Publicada el 29/6

Publicado en:
http://nos-comunicamos.com.ar/node/4514

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