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lunes, 6 de julio de 2015

DOS MÁS DOS RARA VEZ ES CUATRO, por Adrián Corbella





En política al menos, dos más dos rara vez es cuatro. Cada persona vota por motivos que son muy lógicos y racionales para ella, pero que frecuentemente son incomprensibles para la persona que está al lado. Se vota en distintos niveles (nacional, provincial y municipal, y ahora también para el Parlasur), en distintos momentos –votaremos casi todo el año-, con distintas metodologías (con o sin PASO, con PASO simultáneas a las nacionales o desgajadas, con voto tradicional o boleta electrónica).

Las provincias que pusieron las PASO o las elecciones locales en fechas distintas a las nacionales lo hicieron porque les convenía, cosa que es muy evidente en muchos de los casos.

En Santa Fe, por ejemplo, donde Miguel Lifschitz le ganó a Del Sel (PRO) por 1700 votos y al tercero, Omar Perotti (FJpV) por 26.000 es evidente que el resultado hubiera sido distinto de haberse votado en octubre.  El candidato presidencial del ganador socialista, Margarita Stolbizer, seguramente no llegará a los dos dígitos. En cambio, los correspondientes a los otros dos, Daniel Scioli y Mauricio Macri, son los favoritos para pelear la elección presidencial. Se puede especular con cierto grado de precisión, que de haber sido las elecciones santafesinas en agosto y octubre, el gobernador sería Perotti, o en su defecto Del Sel, por arrastre del candidato presidencial triunfante. Pero nunca Lifschitz.

En Mendoza, toda la oposición unida (radicales, PRO, massistas, socialistas, demócratas) derrotó al kirchnerismo 45,5 a 39,5. Difícilmente el resultado hubiera sido igual en caso de que coincidiera con la elección presidencial, en la cual ese 45,5% se hubiera repartido entre Macri, Massa, Stolbizer… y el propio Scioli.

Por lo tanto, el análisis de las cinco elecciones de ayer es complejo, y se presta a posibilidades diversas.

CABA, distrito hostil al oficialismo nacional si los hay, tuvo resultados bastante similares a lo esperado. Larreta (PRO) obtuvo 46% de los votos, cuatro o cinco por ciento más de lo que indicaban las encuestas, a costa de Lousteau (ECO, radicales más cívicos), y en esto seguramente influyeron las denuncias de corrupción en el entorno del ideólogo de la resolución 125. Recalde (FpV) mejoró en 3% respecto a las PASO, lo que no es poco partiendo de un 18% -casi 20% de incremento-. Con estos márgenes, seguramente Larreta ganará el ballotage de CABA, y Mauricio Macri será el candidato presidencial más votado en el distrito, aunque no puede descartarse que Scioli mejore notablemente el resultado de Recalde, ya que el perfil del ex motonauta se adapta mejor a las peculiaridades del votante porteño, siempre tan “especial”.

En La Rioja, el FpV se impuso claramente por 52% a menos de 40% de casi toda la oposición unida. Si sumamos este resultado a los ya alcanzados en  Salta y Chaco, podemos tener un anticipo de lo que pueden ser los resultados en todo el Noroeste y Noreste argentinos, donde el kirchnerismo saca amplias ventajas.

En Corrientes se impuso en las elecciones locales una alianza provincial (Encuentro por Corrientes) que reúne partidos de perfil opositor al kirchnerismo, con la UCR como eje. Massa corrió presuroso a atribuirse la victoria, pero, en rigor de verdad, no es claro que los votantes del triunfador Colombi –más o menos la mitad de la provincia- voten al tigrense en octubre. Probablemente se dispersen. Como en CABA, Scioli seguramente mejorará la performance del FpV local (un tercio del electorado), pues llega a sectores que se encuentran a la derecha del kirchnerismo “duro”.

Las elecciones de Córdoba y La Pampa son las más difíciles de interpretar.

La Pampa hizo elecciones internas primarias entre un candidato peronista tradicional y hostil al kirchnerismo (Carlos Verna) y un peronista K (Fabián Bruna). Verna se impuso claramente, 62 a 38% en esa interna, pero, seguramente, la mayoría de los votantes de ambos elegirán en agosto y octubre a Daniel Scioli. Hay que esperar a las PASO nacionales para aclarar el panorama.

Córdoba es un caso similar, difícil de leer. Allí, el candidato que representa al gobernador De La Sota, Carlos Schiaretti, obtuvo 38,1% de los votos (menos que el 42,6 % del delasotismo en 2011), frente a un 33,7% de la alianza UCR-PRO (en 2011 Juez 29,5 % más UCR 23 %, mucho más que ahora) y un 18,8 % del kirchnerismo (fuerza que en 2011 no presentó candidato, no teniendo por ende ni un voto). O sea que todos bajaron menos el kirchnerismo, que pasó de nada a casi un 19%.


Arriba: Pinchar la imagen para leer los datos. Con estos datos de 2011, peores a los de 2015, Cristina Fernandez de Kirchner ganó las elecciones presidenciales en Córdoba con 37,34%...

Schiaretti, peronista de derecha con aires menemistas, representa en teoría a UNA, el espacio en el que competirán José Manuel De La Sota con Sergio Massa en las PASO. Sin embargo, en este espacio artificial, creado ad hoc para la interna, resulta difícil creer que los votantes del perdedor voten al ganador. Si Massa le gana la interna a nivel nacional a De La Sota y lo deja fuera de la competencia presidencial, como es probable, no es imposible que su delfín arregle con el ganador de la interna del PJ (Scioli). Los votos delasotistas se dispersarían. Scioli sería probablemente el principal beneficiario, terminando otros en manos de Massa y Macri. Esto se vio claramente ayer en la celebración de la victoria cordobesa. Schiaretti hablaba micrófono en mano, desde un atril, con Massa sentado detrás en un segundo plano. El cordobés agradecía los llamados para felicitarlo de Daniel Scioli, Carlos Zannini, Maurice Closs… y Cristina Fernández de Kirchner. Las emociones que reflejaba la cara de Massa eran inocultables.

¿Cómo se debe leer la elección cordobesa? ¿Obtuvo 81% la oposición y 19% el kirchnerismo? ¿O, por el contrario, debemos leer 57% el peronismo y 43% las demás fuerzas?. Sólo las PASO nacionales en agosto, y la elección general de octubre nos aclararán el panorama, cuya lectura no es tan simple.

Lo que si queda claro con estos resultados es porqué CFK apostó por Scioli. Los votos del kirchnerismo duro, de “paladar negro”,peronistas y no peronistas pero claramente de centro-izquierda, constituyen, voto más voto menos, un tercio del electorado a nivel nacional.

Cristina Fernández de Kirchner pudo, tanto en 2007 como en 2011, romper este techo y alcanzar cifras que le permitieron vencer (45% en el primer caso, 54% en el segundo). De los precandidatos presidenciales kirchneristas a esta elección, el que más se acerca a esa capacidad es Daniel Scioli. La estrategia de CFK (y de Scioli) es unir todo o casi todo el Partido Justicialista detrás de la candidatura de DOS, en una fórmula que represente al PJ-FpV. Los operadores del candidato presidencial y de la jefa del espacio están trabajando en conjunto, en un trabajo lento, paciente, de hormiga, para tejer esa red que una a estos sectores del panperonismo disperso y que lleve una vez más a un candidato del Frente para la Victoria, a la victoria.

Como le dijo Rafael Correa la semana pasada a los opositores que intentaron derrocarlo: “Nos vemos en las urnas”




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