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domingo, 21 de diciembre de 2014

Evo, el fútbol y la academia, por Juan Cruz Varela (para "Miradas al Sur" del 21-12-14)



 Evo Morales fue la figura estelar de la Cumbre del Mercosur. El presidente boliviano se robó la escena con la sencilla acción de eludir los límites de la denominada zona de exclusión y salir en búsqueda de la ciudad real.
El paseo por el centro de Paraná en horario pico de la mañana, la distinción con el título de Doctor Honoris Causa que le entregó la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER), el partido de fútbol que compartió con el gobernador y precandidato presidencial Sergio Urribarri y su actitud abierta ante quienes se acercaban y le pedían fotos, lo convirtieron en el presidente que se ganó el corazón de los paranaenses.
El presidente boliviano fue el gran generador de un hecho político en el contexto de una Cumbre carente de acontecimientos relevantes. Evo llegó un día antes que el resto de los mandatarios. Venía desde La Habana, Cuba, y Paraná era la última escala de una especie de minivacaciones, como él mismo definió al periplo que lo sacó por algunos días de la ajetreada agenda cotidiana.
El primer impacto lo produjo a la mañana. Los comentarios corrían de boca en boca, como chismes de pueblo, acerca de que lo habían visto pasar en auto por tal o cual calle del centro, caminar por la peatonal o recorrer la Plaza 1° Mayo.

Ahí, frente a la catedral, en el punto cero de la ciudad, dio una nota a la cadena televisiva Telesur donde destacó “los procesos de integración no sólo de carácter político, cultural y social sino también económico” que han encarado los países de América latina y dijo que “mientras estemos unidos, organizados y movilizados, es imposible que el imperio pueda volver a dominarnos”. La entrevista fue un tanto desprolija por el alboroto que generaba su presencia. La gente se acercaba, querían tocarlo, sacarse fotos con él, y Evo, sencillo, accedía. Nada más lejos de cualquier solemnidad presidencial.
El segundo golpe de efecto lo generó a la tarde, jugando al fútbol. De un lado, un combinado local, encabezado por el gobernador Sergio Urribarri, secundado por futbolistas con historia y trayectoria profesional como Ramón Ismael Medina Bello (ex River y Racing), Víctor Müller, José Luis Marzo, en el arco, Sebastián Bértoli, actual golero de Patronato, y algunos funcionarios. Del otro lado, el equipo de Evo, más modesto en cuanto a figuras, ataviados con la camiseta verde de la selección.

En la cancha, el mandatario boliviano se reveló como un jugador correcto, criterioso con el balón, de esos que no regalan un pase comprometido; con la camiseta 10 en la espalda, se posicionó en el frente de ataque, siempre dispuesto a presionar la salida del rival y dueño de un remate potente y peligroso.
En el comienzo, el equipo anfitrión tomó la iniciativa del juego y sacó algunas diferencias en el marcador. Mientras Evo buscaba ser protagonista, pedía el balón y protestaba cada fallo arbitral; Urribarri tenía una escasa, y más bien errática, participación en el juego.
Aunque se jugaba en serio, el partido ofrecía ratos de humor.
–Miralo al Pato, está muerto, mira el reloj como Monzón –lo gastaba el vicegobernador José Cáceres, con pasado de boxeador y presente de DT del equipo argentino.
En efecto, Urribarri buscaba aire a como dé lugar.

Y fue la merma física el factor que terminó inclinando la balanza. El final fue a toda orquesta: Evo convirtió cuatro goles, su equipo ganó 10 a 6 y hasta tuvo tiempo para un lujo, en el cierre del partido, con un caño perfecto que dejó desairado al gobernador.
El tercer gran impacto lo produjo a la noche. Ante un teatro colmado, la UNER le concedió el título de Doctor Honoris Causa por “su trayectoria en la defensa de los derechos humanos del pueblo boliviano; reconocimiento histórico de las diferentes culturas aborígenes de Bolivia integradas al gobierno; erradicación del analfabetismo, distribución de la tierra, nacionalización de los recursos naturales y luchador incansable por la unidad latinoamericana; solidario con los pueblos oprimidos del mundo, compañero y amigo del pueblo argentino”.
“Nunca pensé que iba a recibir un título de doctor”, dijo, modesto, el indio aymara del altiplano que desde hace nueve años gobierna en la República Plurinacional de Bolivia.

En un tono cálido, sin exageraciones ni sobreactuación, Evo expuso sobre la clave de su gobierno: la recuperación del control estatal de los recursos naturales de su país. Contó su historia como hombre de la política, aludió a la necesidad del sindicalismo de pasar a la lucha política y llamó a la dirigencia a “dejar de lado la soberbia” y “el abuso de poder”. Su discurso fue mil veces interrumpido por aplausos y por una ovación que todavía retumba en el teatro y en la ciudad, como reconocimiento a un presidente del pueblo.



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