Páginas

lunes, 13 de octubre de 2014

México: El caos, el miedo y la violencia como estrategias de dominación, POR Rafael Cuevas Molina (para "Con nuestra América" del 13-10-14)


Nuevamente México es centro de atención por espantosos hechos de violencia; una violencia irracional que parece que, estando el cuerpo social en su conjunto en descomposición, podría provenir de muy diferentes partes.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica

"Precisando los términos", de Fisgón
(Tomado de La Jornada)
El extremo norte de América Latina está envuelto en una convulsión que va dejando tras de sí una estela de damnificados y muertos: migrantes mutilados o asesinados; pandillas asociadas al crimen organizado; Estados en los que desde el más alto hasta el más humilde funcionario son susceptibles de caer en las garras de la corrupción; creciente brecha entre ricos y pobres.

Guatemala, El Salvador, Honduras y México han caído en una espiral que no parece tener fin, y que deja acontecimientos terribles como la de las muertes y desapariciones de Ayotzinapa del pasado 26 de setiembre.

Hace 20 años, la insurrección zapatista aterrorizó al Estado mexicano que pensó llegado el momento de una insurrección generalizada, en la que Guerrero, por cierto, Estado en el que se han sucedido los acontecimientos actuales, parecía ser un eslabón débil por su tradición histórica rebelde.

La respuesta entonces, como ahora, fue la misma: la represión y la militarización de la sociedad, el protagonismo del Ejército y las policías federales, que llegan a “pacificar” en nombre del Estado.

Es el Estado, sin embargo, uno de los agentes causantes de la situación caótica y violenta. Como el caso de los estudiantes de Ayotzinapa deja ver, la diferencia entre crimen organizado y aparato estatal se encuentra totalmente desdibujada, y quien sufre directamente las consecuencias es la ciudadanía, que se encuentra en un verdadero estado de indefensión y acoso permanente.

En estas circunstancias, dilucidar quién es el autor de la masacre perpetrada en Iguala y alrededores, y develar las razones por las que se cometió, se torna un verdadero acertijo.

Lo único que queda claro, a la luz del día, es el contubernio de intereses vinculados al poder y el dinero que no paran mientes en nada ni en nadie para llevar a cabo sus objetivos.

Las víctimas son estudiantes. No cualquier estudiante, por cierto, sino estudiantes contestatarios, beligerantes, que denuncian y se oponen a ese estado de cosas. En el caso de esta última masacre, recolectaban fondos para participar en una marcha de protesta en el Distrito Federal.

No son solo ellos los que sufren la violencia de ese ente amorfo y desfigurado que conforma el entramado Estado-crimen organizado. Son también los campesinos, como en Atenco, por ejemplo; es decir, los outsider del sistema, los que no quieren seguir las pautas que impone el modelo neoliberal que acaba de desnacionalizar el petróleo y sigue, inexorablemente, profundizándose.

Son ellos los que sirven de ejemplo y escarmiento para toda la sociedad: “pórtense mal y vean lo que les pasa”. “No protesten porque ´los pacificamos´ con el garrote estatal”.

Véase, también cómo, a pesar de lo descarnado y multitudinario del crimen, y a pesar de que los muertos son estudiantes, CNN no hace cobertura especial ni envía reporteros que se alistan en la primera fila de las protestas. Parece haber, pues, estudiantes y estudiantes; es decir, los que interesan y los que no interesan.

México, el “hermano mayor” de Centroamérica, se desangra como ella. También como ella languidece en un estado de descomposición generalizado que parece no solo no tener fin sino, por el contrario, profundizarse porque, aunque la corrupción ha sido una constante en México dese hace muchos años, las formas y los niveles que tiene hoy en día no se habían presentado nunca.

En este contexto, los acontecimientos de Iguala, con lo terribles que son, no constituyen una excepción sino la confirmación de la regla.

Publicado en:
http://connuestraamerica.blogspot.com.ar/2014/10/mexico-el-caos-el-miedo-y-la-violencia.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario