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jueves, 19 de junio de 2014

UN PAÍS EN CELESTE Y BLANCO, por Adrián Corbella (para "Miranda hacia adentro")




Los seres humanos tendemos a agruparnos. Los grupos humanos, sean del tipo que sean, asumen una identidad y la manifiestan con símbolos externos, sean estos la ropa, el peinado, la forma de hablar, o el uso de elementos ornamentales como pueden ser los tatuajes o los piercings. El uso de estos símbolos indica la pertenencia al grupo, muestra a los que pertenecen a otros grupos cuál es nuestra identidad.
Los países no son otra cosa que grupos sociales más grandes.  La gente que habita un país suele tener una forma específica de hablar, costumbres que le son propias, y símbolos nacionales que los identifican: bandera, escarapela, himno, escudo.  Estos símbolos aparecen en edificios públicos de carácter gubernamental, en escuelas, en hospitales, pero también en eventos deportivos profesionales donde en realidad los que se enfrentan no son los países, sino selecciones de jugadores de los equipos de ese deporte, que a veces ni siquiera tienen la nacionalidad del equipo en el que juegan.
En Argentina, la adopción de símbolos patrios fue un proceso lento y dificultoso, ya que las autoridades revolucionarias de Mayo no lograron el consenso necesario para declarar rápidamente la independencia y adoptar símbolos patrios.
Manuel Belgrano izó por primera vez la bandera en Rosario, en 1812, con el argumento de que precisaba bandera y no la tenía, eufemismo para indicar que se estaba combatiendo contra España utilizando la bandera española. Enteradas del hecho, las autoridades porteñas le ordenaron guardarla, y le enviaron la que se usaba en el fuerte de Buenos Aires (la española). En Plaza de Mayo siguió ondeando orgullosa la bandera española hasta 1815, mientras que Belgrano, gran desobediente, hizo reaparecer la enseña azul y blanca por aquí, y por allá, siempre que pudo.
La Asamblea del año 13 adoptó la escarapela celeste y blanca y el himno, pero no se animó ni a declarar la independencia ni a adoptar la bandera de Belgrano, que se izó formalmente en Buenos Aires  dos años después para celebrar la caída de Montevideo en manos revolucionarias.
 Arriba: Bandera macha, con los colores invertidos, utilizada por Belgrano en el Alto Perú.



Mucho se ha discutido acerca del diseño original de la bandera, de los colores exactos, y de su origen. Hay bastante consenso en la idea de que la bandera tuvo diversos diseños. La primera utilizada por Belgrano parece haber tenido sólo dos campos verticales, uno blanco y el otro azul. Pero también se conserva la llamada “bandera Macha”, que utilizaron las fuerzas rioplatenses en el Alto Perú, con tres franjas horizontales blanco-azul-blanco, que algunos sostienen que es la bandera usada en Rosario. Tampoco parece haberse mantenido siempre el mismo tono de azul: el original usado por Belgrano parece haber sido más oscuro que el celeste actual, pero mucho más claro que el azul noche utilizado en tiempos del Directorio, y nuevamente en tiempos de Rosas. En cambio el origen de los colores si parece claro: el celeste y el blanco son los colores dinásticos de la familia Borbón, es decir de los que entonces –y ahora- eran reyes de España, colores que estos monarcas tomaron del manto de la Virgen María.
La bandera azul y blanca nace entonces como símbolo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, transformadas en Provincias Unidas en América del Sud en la declaración de independencia firmada en San Miguel de Tucumán el 9 de julio de 1816. Luego, cuando esos territorios se partieron en varios estados (Argentina, Uruguay, Bolivia y Paraguay), los dos primeros conservaron los colores, aunque con un diseño de bandera distinto.
Arriba: La bandera macha con los colores invertidos ; la bandera azul y blanca usada por el Directorio en 1819-20; la bandera rosista con los 4 gorros frigios y el sol encarnado; la bandera con la franja roja del federalismo de Artigas.


Más difícil resulta entender porque se ha perdido tanto en Argentina, a lo largo del siglo XX y lo que va del XXI, la identificación con estos símbolos. Cuesta mucho en un acto escolar, por ejemplo, que los chicos concurran con la escarapela, que canten el himno o que muestren respeto en ocasiones del izamiento y arrío de la bandera. Lo paradójico, lo inexplicable,  y que constituye una problemática cuya resolución es imposible de lograr en un texto tan corto, es porqué los mismos argentinos que no se conmueven con su himno, su escarapela o su bandera, se embanderan con esos símbolos en ocasiones de eventos deportivos como el que estamos viviendo, un Mundial de Fútbol. Basta con salir a la calle en cualquier ciudad de Argentina para ver a la mayoría de los autos con banderitas argentinas en los vidrios de la ventanillas, y a muchísima gente con la camiseta de la  Selección Nacional de Fútbol.
Si en un acto escolar del 20 de junio se pide a los alumnos que concurran a la escuela con la escarapela,  sólo una minoría lo hace. Si se les pidiera en el mismo evento, más aún en este año, en medio de un mundial de fútbol, que concurrieran con la camiseta de la selección de AFA,  tendríamos seguramente una escuela vestida de celeste y blanco… Tema clave para analizar cómo funciona el concepto de identidad en los argentinos.
Importa poco que se trate de banderas, escarapelas, banderines o camsetas de fútbol. El celeste y blanco representa a los argentinos como grupo, como comunidad. Para aquellos que nacimos aquí es el símbolo de nuestra Patria. Para los extranjeros que viven entre nosotros, representan los colores del lugar a donde han elegido vivir, y donde nacieron o nacerán sus hijos y nietos.
La identidad es siempre un  asunto complejo. Lo es ahora y lo ha sido siempre. Quien lo supo mejor que nadie fue don Manuel Belgrano, que debió luchar incansablemente para imponer una bandera a un país que  se negaba a dejar de usar la enseña española.

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