En la vieja Argentina –semicolonia inglesa
hasta 1945– nos enseñaron a ignorar a Venezuela, más aún, a rivalizar
con ella: nosotros, mirando hacia el Atlántico, Venezuela ambicionando
expandirse hacia la América Latina profunda.
Esto comenzó con Mitre cuando, en las primeras páginas de su
biografía sobre San Martín, inventa dos proyectos antagónicos: el
argentino, liberar países para tornarlos independientes, el
venezolano-colombiano, para unificarlos bajo su égida como Patria
Grande. Y de ahí, la conclusión: siendo Bolívar un ambicioso, astuto e
intrigante, y siendo San Martín "el santo de la espada", el venezolano
le habría "robado" la gloria de concluir la campaña libertadora y esta
usurpación habría provocado su exilio, quedando el general argentino en
Europa con rencor irredimible hacia Bolívar. Por tanto, como diría Mitre
y su ministro Elizalde, "Argentina está más cerca de Europa que de
cualquier país latinoamericano", y diría luego el presidente Alvear
cuando Sandino defendía la soberanía nicaragüense: "Nicaragua está
demasiado lejos para que los argentinos nos preocupemos por su destino".
Pero la verdad por fin se está imponiendo. Ahora sabemos que no hubo misterio en Guayaquil: que San Martín, boicoteado desde Buenos Aires por Rivadavia, traicionado por el Lord Cochrane y con graves disidencias en el Perú, comprendió que Bolívar estaba en mejores condiciones de dar el último golpe a los realistas, por lo cual prefirió dar un paso atrás –evitando una doble jefatura que acrecentaría la indisciplina– y se ofreció como segundo jefe de Bolívar, propuesta que el venezolano no aceptó con buen criterio, pues no podía entrar a Perú llevando por subjefe justamente al Protector del Perú.
Ahora sabemos también –porque lo testimonia la autoridad del historiador Ernesto Quesada– que San Martín admiraba a Bolívar y tenía, en su exilio europeo, tres retratos de Bolívar: un óleo que su hija pintó por encargo del propio Don José, un cuadro pequeño de Bolívar, enmarcado con diamantes, que este le regaló en Guayaquil y –lo cual es definitorio– una litografía de Bolívar, en la pared de su dormitorio, delante de su cama. Es decir, lo primero que veía al levantarse era el rostro de Bolívar, frente a él mudaba de ropa y al acostarse, lo último que veía era también el retrato del venezolano. Salvo que se quiera suponer el disparate de que sufría un grado extremo de masoquismo, los hechos demuestran que admiraba a quien había sido su compañero en el proyecto de la liberación y de la unificación de la Patria Grande, lamentablemente frustrado en el Congreso de Panamá, en 1826.
Por eso, en la vieja época, estigmatizado Bolívar, no podíamos conocer de modo alguno quién había sido el caudillo Ezequiel Zamora, ni tampoco admirar las canciones de Alí Primera. Ahora, la historia mitrista está derrotada –y no por el rosismo ganadero y bonaerense– sino por una concepción latinoamericana expresada ya en organismos como el Unasur y el CELAC, en el Mercosur y el Banco del Sur. Ahora sabemos que la lucha por la Revolución Bolivariana, que es también sanmartiniana, es una sola. Por ello se están alzando voces condenando los intentos desestabilizadores provenientes de la derecha venezolana asociada al imperialismo norteamericano. Pero es necesario insistir: no se trata simplemente de la solidaridad de los argentinos con la causa iniciada en Venezuela por ese extraordinario caudillo popular que fue el comandante Hugo Chávez Frías. No. Es algo más que el apoyo a una causa justa de un país hermano. Es la consustanciación total con el gobierno presidido por Nicolás Maduro, porque ya somos una Patria Grande en reconstrucción y su lucha es nuestra lucha y su enemigo es nuestro enemigo.
Desde esta óptica latinoamericana –la de los grandes libertadores y también la de Martí, la de Artigas, la de Ugarte y tantos otros– salimos a denunciar y condenar el intento golpista de que somos objeto los pueblos de América Latina en estos días, perpetrado por los vendepatrias alimentados por los dólares yanquis. Desde aquí, como integrantes de una misma Nación agredida, y ante el ¿Quién vive? del agresor, contestamos con las palabras de Manuel Ugarte, en 1913: "Respondámosles unánimes, con toda la fuerza de nuestros pulmones: ¡La América Latina!... A la intromisión en nuestros asuntos domésticos, opongamos la acrisolada honradez de gobernantes y gobernados. Digámosles a los yanquis: ¡No queremos tutores! ¡No deseamos padrastros! ¡Dejadnos vivir tranquilos en esta porción de nuevo continente: ¡La América Latina para los latinoamericanos! No consintamos más que ellos continúen. Pero si los angloamericanos persisten en sus ideas absorbentes, luchemos con el valor legendario de nuestra raza y que salgan de sus tumbas los manes de nuestros Libertadores y en forma de serpientes, estrangulen al enemigo maldito: ¡Viva la América Latina!"
Publicado en:
http://www.infonews.com/2014/02/18/politica-125142-defender-la-revolucion-bolivariana.php
Pero la verdad por fin se está imponiendo. Ahora sabemos que no hubo misterio en Guayaquil: que San Martín, boicoteado desde Buenos Aires por Rivadavia, traicionado por el Lord Cochrane y con graves disidencias en el Perú, comprendió que Bolívar estaba en mejores condiciones de dar el último golpe a los realistas, por lo cual prefirió dar un paso atrás –evitando una doble jefatura que acrecentaría la indisciplina– y se ofreció como segundo jefe de Bolívar, propuesta que el venezolano no aceptó con buen criterio, pues no podía entrar a Perú llevando por subjefe justamente al Protector del Perú.
Ahora sabemos también –porque lo testimonia la autoridad del historiador Ernesto Quesada– que San Martín admiraba a Bolívar y tenía, en su exilio europeo, tres retratos de Bolívar: un óleo que su hija pintó por encargo del propio Don José, un cuadro pequeño de Bolívar, enmarcado con diamantes, que este le regaló en Guayaquil y –lo cual es definitorio– una litografía de Bolívar, en la pared de su dormitorio, delante de su cama. Es decir, lo primero que veía al levantarse era el rostro de Bolívar, frente a él mudaba de ropa y al acostarse, lo último que veía era también el retrato del venezolano. Salvo que se quiera suponer el disparate de que sufría un grado extremo de masoquismo, los hechos demuestran que admiraba a quien había sido su compañero en el proyecto de la liberación y de la unificación de la Patria Grande, lamentablemente frustrado en el Congreso de Panamá, en 1826.
Por eso, en la vieja época, estigmatizado Bolívar, no podíamos conocer de modo alguno quién había sido el caudillo Ezequiel Zamora, ni tampoco admirar las canciones de Alí Primera. Ahora, la historia mitrista está derrotada –y no por el rosismo ganadero y bonaerense– sino por una concepción latinoamericana expresada ya en organismos como el Unasur y el CELAC, en el Mercosur y el Banco del Sur. Ahora sabemos que la lucha por la Revolución Bolivariana, que es también sanmartiniana, es una sola. Por ello se están alzando voces condenando los intentos desestabilizadores provenientes de la derecha venezolana asociada al imperialismo norteamericano. Pero es necesario insistir: no se trata simplemente de la solidaridad de los argentinos con la causa iniciada en Venezuela por ese extraordinario caudillo popular que fue el comandante Hugo Chávez Frías. No. Es algo más que el apoyo a una causa justa de un país hermano. Es la consustanciación total con el gobierno presidido por Nicolás Maduro, porque ya somos una Patria Grande en reconstrucción y su lucha es nuestra lucha y su enemigo es nuestro enemigo.
Desde esta óptica latinoamericana –la de los grandes libertadores y también la de Martí, la de Artigas, la de Ugarte y tantos otros– salimos a denunciar y condenar el intento golpista de que somos objeto los pueblos de América Latina en estos días, perpetrado por los vendepatrias alimentados por los dólares yanquis. Desde aquí, como integrantes de una misma Nación agredida, y ante el ¿Quién vive? del agresor, contestamos con las palabras de Manuel Ugarte, en 1913: "Respondámosles unánimes, con toda la fuerza de nuestros pulmones: ¡La América Latina!... A la intromisión en nuestros asuntos domésticos, opongamos la acrisolada honradez de gobernantes y gobernados. Digámosles a los yanquis: ¡No queremos tutores! ¡No deseamos padrastros! ¡Dejadnos vivir tranquilos en esta porción de nuevo continente: ¡La América Latina para los latinoamericanos! No consintamos más que ellos continúen. Pero si los angloamericanos persisten en sus ideas absorbentes, luchemos con el valor legendario de nuestra raza y que salgan de sus tumbas los manes de nuestros Libertadores y en forma de serpientes, estrangulen al enemigo maldito: ¡Viva la América Latina!"
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En Venezuela la "Amenaza d un Golpe de Estado"... En Argentina el Claro Intento de "Un Golpe Económico" ... Los enemigos son los mismos;pero esta vez Los Pueblos de la Región y sus Gobernantes están Alertas y Más Firmes que Nunca > Unión Latinoamericana !!!
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