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lunes, 6 de enero de 2014
MUCHO MÁS QUE UN ACUERDO DE PRECIOS, por Mariano Beristain (para "Tiempo Argentino" del 05-01-14)
por MARIANO BERISTAIN
Desde que el gobierno puso en práctica el sistema, en 2006, ningún acuerdo de precios recibió tantos embates de los medios de comunicación tradicionales –particularmente de Clarín y La Nación– y de un sector del establishment económico y sus socios políticos como el que va a comenzar a regir.
¿Por qué? ¿Qué cambió respecto de los anteriores? En primer lugar hay razones de orden estrictamente político que lo explican. El gobierno comienza a transitar los últimos 18 meses de su mandato y el éxito del sistema de precios administrados dejaría en claro que el Ejecutivo, a diferencia de lo que ocurrió en otros anteriores, no sufre el síndrome del "pato rengo", fenómeno que en la ciencia política de Estados Unidos se utiliza para denominar a aquellos gobiernos que pierden capacidad de acción cuando entran en la recta final de su segundo mandato y no tienen posibilidad de reelección. La debilidad de la oposición y la ausencia de un candidato promisorio e indiscutible para suceder hoy al kirchnerismo juegan en la actualidad un papel decisivo en el tablero político, que con mayores o menores aciertos, sigue siendo controlado por el oficialismo.
Sergio Massa, el diputado del Frente Renovador y niño mimado del poder económico, habla con todos y todos lo escuchan así como también escuchan al gobernador bonaerense Daniel Scioli, al socialista Hermes Binner y al dirigente de la centroderecha Mauricio Macri. ¿Cuál de ellos tiene hoy más chances de transformarse en el caballito que pique en punta en la carrera presidencial? Massa pretende transformarse en factor aglutinante que atraiga a sectores que hoy se encuentran lejos del peronismo e intenta seducir a radicales, macristas y socialistas con el objeto de transformarse en un gran imán que polarice, debilite, y que produzca un efecto cascada que termine encolumnando detrás de su proyecto al resto de sus competidores de la oposición. El diputado nacional por la UCR Miguel Bazze hizo explícita esta estrategia al afirmar que Massa, busca "producir un efecto político" al comentar que quiere incorporar intendentes radicales a su espacio, y consideró que el ex jefe comunal de Tigre "evidentemente cree que el radicalismo le daría más prestigio" al Frente Renovador.
El objetivo de Massa, entonces, es claro. La única opción que tiene para hacerle frente a un kirchnerismo con un piso de apoyo del 35% es desangrar a sus rivales y polarizar el escenario político. Un sector del radicalismo, en tanto, juega a que ante la ausencia de una figura aglutinante puedan formar una alianza con Binner y que un debilitamiento político del kirchnerismo termine impactando de lleno sobre todas las figuras que provienen o se han cimentado en el justicialismo. El discurso apunta a mostrar que en el peronismo son todos iguales; Massa, Scioli y cualquier figura que hoy coloque el oficialismo como delfín (incluso el propio Scioli). El slogan sería algo así "como los peronistas son todos iguales, hace falta un cambio".
El cambio está claro: es Binner, pero fuertemente custodiado por las espadas radicales. Macri la tiene más difícil; casi no tiene predicamento en el interior del país y ni siquiera ha puesto un pie fuerte en la provincia de Buenos Aires pero también apuesta a que su pálida gestión como jefe de Gobierno en la Ciudad de Buenos Aires y la ayuda de los medios amigos le permitan proyectarse a toda la Argentina. Scioli quizá es el más inteligente: juega a ser parecido pero diferente. Sabe que en el futuro puede capitalizar una buena parte de la masa de votantes del kirchnerismo pero también atraer a un sector de la clase media disconforme con el oficialismo. El gran dilema que tiene por delante es evitar una diáspora dentro de su propio pago a manos del massismo y evitar, de esta manera, que se diluya su poder dentro del aparato justicialista bonaerense.
Frente a este complejo cuadro de situación en la que la oposición tiene muchos alfiles y ninguna dama, el kirchnerismo todavía tiene la sartén por el mango en la medida en que sepa utilizar con sabiduría el ejercicio del poder. Tanto de su capacidad para mantener el equilibrio entre sus potenciales rivales políticos como de otorgar premios y castigos y mantener disciplinado al poder económico, su principal contendiente en un cuadro político heterogéneo.
En este contexto, el sistema de "precios cuidados" se propone como un escenario ideal para demostrar los avances técnicos-políticos que ha acumulado el gobierno en los últimos siete años para arbitrar las pujas distributivas y aprender los mecanismos de constitución de precios en una economía con un carácter esencialmente concentrado en unos 50 grandes fabricantes, donde unos cinco tienen particular predominancia, y una decena de retails en los que cinco grandes supermercadistas son reyes y señores. Desde el punto de vista meramente técnico, el equipo económico que encabeza Axel Kicillof tendrá que demostrar que está en condiciones de hilar fino y que puede monitorear en todos los eslabones de la cadena productiva las alteraciones que se produzcan en los costos para evitar que no se rompa o mejor dicho se alcance un equilibrio menos desigual en el esquema de rentabilidad de los distintos eslabones de la producción.
En ese caso, es decir si logra establecer con más claridad cómo funciona en la realidad el sistema de costos y beneficios, también podrá establecer las variaciones que se producen en los hechos y establecer políticas integrales desde el punto de vista fiscal, comercial e incluso productivas que permitan diseñar un sistema procompetitivo que reduzca los costos y, por ende, morigere su traslado a precios. Hasta hace poco tiempo atrás el Estado estaba absolutamente disociado de las decisiones del mercado, excepto, claro está, para allanarle el camino a las grandes empresas, particularmente las multinacionales, mediante la desregulación absoluta, rebajas y beneficios impositivos y fiscales o leyes de desprotección laboral. Ahora, en cambio, ha entendido que no puede quedar ajeno porque si no el poder político se transforma en presa de un puñado de empresas y entidades financieras, que se apropian del derecho de mercado.
El principal acierto desde el punto de vista socioeconómico de las gestiones de Néstor Kirchner y Cristina Fernández ha sido el de incluir, mediante distintas medidas y resoluciones, a una mayor cantidad de gente al mercado. Pero ahora el principal desafío es crear las condiciones políticas para poder dotar al Estado de un marco regulador apropiado que administre los recursos del mercado de una forma más equilibrada pero también más eficiente que permita al país no sólo distribuir mejor la riqueza sino también ganar en competitividad con el único propósito de avanzar hacia un estadio de desarrollo que sólo es posible lograr desconcentrando y democratizando la economía para darle más fuerza y visibilidad al poder político.
"Precios Cuidados" es un leading case (caso testigo) de que el gobierno, entendido como el estamento político elegido por el voto popular, tiene el poder suficiente para administrar los precios, una herramienta de distribución del ingreso, que no puede quedar librada al arbitrio de un puñado de empresas por la sencilla razón de que repercute directamente sobre los bolsillo de los más de 40 millones de argentinos y extranjeros que viven en el suelo patrio. Pero la solución a este dilema, más allá de aquellos pícaros que sólo buscan darle una lectura netamente economicista, sigue siendo política porque a lo largo de los años los beneficiarios y damnificados de cualquier aumento de precios son siempre curiosamente los mismos. Piénselo, haga memoria o recurra a los libros de historia y lo verá. Los gobiernos más regresivos desde el punto de vista social siempre levantaron las banderas del libre mercado y la desregulación económica como mecanismo para dotar de mayor poder a los grupos fácticos, transformando a la política de precios en un terreno privado que también se erigió en un mecanismo de condicionamiento (y en algunos casos (como en el gobierno de Raúl Alfonsín) de ruptura del poder público y de redistribución regresiva del ingreso.
Esto explica porque desde distintos medios torpedearon el acuerdo de precios antes de que incluso entre en vigencia porque creen que si fracasa se pone en duda la propia gobernabilidad y también se le fijan nuevas reglas de juego al presidente que viene. La jugada magistral de Cristina Fernández de darle poder de decisión a Jorge Capitanich ofrece un escenario distinto en el que todos los protagonistas políticos y económicos que participan del escenario ya no tienen tanta certidumbre respecto de quien será su sucesor y también le da más aires al gobierno para tomar decisiones y mantener la iniciativa no sólo para avanzar en la administración de precios sino también para adoptar las medidas necesarias para seguir avanzando hacia un sistema socioeconómico distinto.
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