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lunes, 30 de diciembre de 2013

Colombia: POR UNA DEMOCRACIA AUTÉNTICA Y POPULAR, por Fernando Dorado (para "Redacción Popular" de diciembre de 2013)






(Fernando Dorado)

Organizar un amplio movimiento de defensa de la democracia
Popayán, 29 de diciembre de 2013
En Colombia para construir Paz se requieren transformaciones estructurales en el ámbito político, económico y social. Esas transformaciones siempre han sido aplazadas o saboteadas. La violencia ha sido una forma que ha utilizado la oligarquía para evadir cualquier tipo de concesión pero también ha usado la falsa democracia para engañar al pueblo.
En la actual coyuntura política, cuyo elemento principal es la creciente inconformidad del pueblo, la oligarquía no tiene clara la fórmula para detener ese proceso – paulatino – de indignación nacional y popular.
La inconformidad no es sólo contra una “democracia” que no funciona. El pueblo tiene en la mira – desde hace rato – a la élite financiera que se lucra y enriquece descaradamente, año tras año, acaparando y monopolizando la riqueza nacional.
Pero también está harto de la entrega de nuestras riquezas naturales al capital extranjero. Ha identificado – igualmente – cómo se privatizan los servicios públicos para entregárselos a unas mafias empresariales que han construido verdaderos emporios económicos explotando a los usuarios de la energía eléctrica, el agua, el aseo y el gas, en numerosas ciudades.
Las masas populares odian también a las élites políticas que aprueban leyes contra el pueblo y a la vez, obtienen enormes sueldos y primas por actuar contra el interés colectivo además de ser intermediarios de grandes contratos amparados por la corrupción más aberrante.
El “incidente Petro” ha confirmado lo que muchos ya sabían. El alcalde de Bogotá tocó grandes intereses. No sólo lo castigan por haberse atrevido a tocar “su legalidad” (artículo 333 de la Constitución Política que garantiza la propiedad privada y la “libertad económica”) sino, lo más grave para la oligarquía, con su atrevimiento le ha mostrado al pueblo que ese camino es posible y viable. Por ello lo destituyen e inhabilitan por 15 años.
Las movilizaciones sociales que arrancaron desde 2008 y que a partir del 2011 han mantenido una dinámica ascendente hasta alcanzar su clímax en el paro nacional agrario de agosto de 2013, son la constatación de que el pueblo ha iniciado un despertar progresivo que ya está anunciando cambios trascendentales en la situación política colombiana.
Pero se requiere una fuerte voz que le muestre un camino claro al pueblo. Los partidos de izquierda vacilan entre organizar un gran movimiento en defensa de la escasa democracia existente o mantenerse en la dinámica del voto para llegar al congreso y a la presidencia de la república por la vía electoral. Oscilan entre el camino revolucionario que las masas ya exigen y el sendero reformista que sus limitadas pretensiones les imponen.
El pueblo se enfrenta a dos estrategias de las facciones en que está dividida la oligarquía. Uribe sabe que en Colombia la más mínima apertura democrática puede poner en peligro los intereses de su clase, y por ello, busca sabotear el proceso de Paz, provocar al pueblo sin que éste todavía tenga la consistencia para sostener un efectivo levantamiento y, cercenar por medio de la violencia cualquier tipo de avance revolucionario.
Santos, al contrario de Uribe, está intentando una solución de apariencia reformista. La burguesía transnacionalizada sabe que se acercan nubes negras en el terreno de la economía, la crisis agraria se va a profundizar y entienden que la mejor carta es compartir el poder con una "izquierda domesticada" que les ayude a "gestionar el post-conflicto".
Ser conscientes de esa diferencia no significa que apoyemos a Santos para derrotar a Uribe. Por el contrario, lo que necesitamos es unificar al movimiento popular y a la dirigencia revolucionaria para que impulse la más amplia movilización con base en una estrategia correcta, tanto para derrotar la provocación guerrerista como para desenmascarar la táctica de cooptación del movimiento popular.
El mayor peligro del momento consiste en que una buena parte de la izquierda está en la dinámica de apoyar en una eventual 2ª vuelta electoral a Santos y de participar en su gobierno para "gestionar la Paz". Muestran a todas luces una posición conciliadora, le temen a una verdadera rebelión popular y transitan por el camino de la institucionalidad burguesa. Dentro de esa estrategia también aparece la propuesta de convocar una Asamblea Nacional Constituyente.
Por el contrario, desde nuestra perspectiva, la tarea central es dedicarnos con urgencia y todo el fervor revolucionario posible, a organizar las fuerzas proletarias y a unirlas con los campesinos pobres y medios, primero, para evitar cualquier intentona dictatorial y militarista que pueda planear Uribe y la cúpula militar, y segundo, para desenmascarar ante el pueblo la enorme debilidad de la burguesía "democrática" que encabeza Santos, que no es capaz de realizar los cambios estructurales que la Nación requiere.
Para poder aplicar una estrategia de ese tipo, los trabajadores y campesinos pobres debemos levantar un programa revolucionario, que enfrente a ambos sectores de la burguesía y también devele las vacilaciones de la democracia pequeño-burguesa. Por ello, a la vez que se reivindica la Paz y la defensa de la democracia, el movimiento popular debe poner al frente otros puntos como la nacionalización de los recursos naturales, la des-privatización de las empresas de servicios públicos, la renegociación de los TLCs., la industrialización de nuestras materias primas, la democratización de la propiedad de la tierra y la estatización total de los servicios de educación y salud.
En relación al "incidente Petro" la estrategia de Santos desnuda su enorme debilidad. Usando al Fiscal General busca debilitar la posición del Procurador para llegar a una fórmula "conciliadora" que sería destituir a Petro pero – por ahora – no inhabilitarlo. Buscan así calmar el “tierrero” que se les ha formado para después por medio de la Contraloría y de la misma Fiscalía, condenarlo penalmente y dañarle su imagen política. Esa jugada tramposa debemos denunciarla y evitar que esa solución haga carrera entre los sectores más moderados de las filas de Petro.
La crisis es institucional, económica, política y social. El pueblo necesita una vanguardia revolucionaria que lo encabece y le señale la dirección correcta. La movilización y la lucha directa están a la orden del día. Al calor de la unidad y de la movilización debemos construir Comités Revolucionarios que sean el germen de un poder revolucionario que construya una autentica democracia popular, vía revolucionaria. Es hora de avanzar por ese camino.

Publicado en:
http://www.redaccionpopular.com/articulo/colombia-por-una-democracia-autentica-y-popular

MARIO BLEJER: “La inflación argentina responde a varias causas”, entrevista de Julián Blejman para "Miradas al Sur" del 29-12-13.

 


           
Miradas al Sur. Año 6. Edición número 293. Domingo 29 de Diciembre de 2013
          
Entrevista. Mario Blejer. Economista. Con una mirada que conjuga el escenario internacional con el local, el actual vicepresidente del Banco Hipotecario ofrece su visión sobre los principales logros y desafíos de la economía argentina.
Con cada recambio en la dirección del ministerio de Economía o del Banco Central, su nombre suena fuerte como candidato. La última vez no fue la excepción, aunque Mario Blejer –actual vicepresidente del Banco Hipotecario–, señala en diálogo con Miradas al Sur que “a diferencia de las anteriores oportunidades, esta vez nadie se comunicó conmigo”. Con todo, este economista cordobés –que posee los títulos de licenciado y master en Economía por la Universidad Hebrea de Jerusalén, doctor en la misma disciplina por la Universidad de Chicago, y ha desarrollado asimismo una extensa carrera que incluyó entre otros los cargos de presidente del Banco Central de la República Argentina, consejero senior para Asia y Europa en el Fondo Monetario Internacional y director del Banco de Inglaterra–, posee varias definiciones sobre la economía nacional, en las que combina su vasta experiencia en los centros financieros internacionales con una mirada local que valora algunos de los rasgos de la política económica desarrollada durante la última década en la Argentina. Es así que define al modelo surgido en 2003 como un “modelo de equilibrios”, aunque advierte que “está claro que no es lo mismo lo que sucedió entre 2003 y 2006, con lo que vino después, ni con lo que está pasando ahora”.
–¿Cómo describiría estas diferentes etapas?
–La primera etapa estuvo muy basada en los dos pilares de equilibrio fiscal y en las cuentas externas (Nota de la R: Ausencia de déficit entre los ingresos y egresos del Estado y en el comercio con el mundo), con un crecimiento acelerado, una acumulación de reservas y baja inflación. Luego, con el surgimiento de la crisis internacional, estos equilibrios empezaron resquebrajarse, pero se pudieron sostener en cierta forma porque los precios internacionales eran buenos y porque la Argentina estaba algo aislada de los flujos financieros, así como también gracias a los aportes de la Anses y el Banco Central, lo cual para algunos está mal y para otros está bien, pero está claro que no es lo mismo que no utilizarlos. También comenzaron a surgir problemas energéticos, y fiscales en ciertas regiones, junto a la pérdida de reservas. Hoy, lo que se advierte es que la actual pérdida de reservas es la expresión del desequilibrio en las cuentas externas, y que la inflación surge en parte a raíz del desequilibrio fiscal, pero que de todas formas, nominalmente, los equilibrios se mantienen. Pareciera entonces que el Gobierno, para evitar el costo social de un ajuste, tiende a adaptar este modelo a la nominalidad, y ese sería el nombre para esta tercera etapa, donde se intenta, por ejemplo, que la inflación, los salarios, la emisión de dinero o el gasto público suba al 18% en lugar del 25%. Es como estar con algo de fiebre pero controlada, en algún momento hay que bajarla, pero mientras tanto se puede estar así. Muchos países han usado este sistema de nominalidad, Colombia mantuvo este sistema por 25 años, creciendo bien, y también otros países, pero hay que ser muy prolijo, sobre todo teniendo en cuenta que en la Argentina nunca se salió bien de la nominalidad, como pasó por ejemplo con la convertibilidad. Hasta el momento, lo importante es que Argentina no entró en recesión.
–El año que viene se proyecta que seguirá siendo bajo el índice de crecimiento de la economía mundial. ¿Cree que esta situación generará mayores restricciones para la colocación de productos argentinos?
–Por fuera de la Zona Euro, tanto para los países avanzados como emergentes la crisis mundial en principio ha terminado, aunque es cierto que la recuperación es magra, modesta y viene para abajo. De todas formas, para nuestro país lo más importante es lo que pasa con nuestros principales socios comerciales, China y Brasil, y en parte México, más allá de que también se comercializa biodiésel con Europa, o que el sector oleaginoso se exporta también a India e Irán. Y aquí, el problema es que China y Brasil están en un proceso hacia abajo. China lo está manejando, pero Brasil está complicado, y ése es el principal riesgo para nuestro país, ya que puede pegar fuerte.
–¿Acuerda con las medidas que está llevando adelante el Gobierno para evitar el drenaje de divisas?
–Creo que Argentina tiene el desafío de reingresar al mercado de capitales, lo que no significa endeudarse, ya que no hay contradicción entre volver al mercado e incluso desendeudarse, y para eso no basta con los positivos acuerdos del Ciadi y por YPF, sino que también es necesario arreglar con el Club de París, los holdouts (Fondos Buitre) y el FMI. Necesitamos, como todo el mundo, una tarjeta de crédito, más allá de que no la usemos. Eso permitirá que las reservas no tengan un papel tan central y que las empresas puedan acceder a más crédito y a más bajas tasas de interés.
–La Presidenta dijo que no tiene problemas con los créditos productivos, sino con la renovación de deuda financiera, y también se manifestó contra la inserción del FMI en la política económica…
–Está claro que los créditos productivos, como los del Banco Mundial, son lo más importante, pero para lograrlos con más facilidad lo mejor es estar dentro del mercado de capitales. Con respecto al FMI, yo no creo que Argentina tenga que volver a tomar deuda con este organismo, ya que no tiene ninguna necesidad de hacerlo. Sí en cambio normalizar la relación, lo que tiene que ver con acordar la visita anual que el Fondo hace en casi todos los países del mundo, incluyendo Estados Unidos, para observar las condiciones económicas. Sus conclusiones sólo son vinculantes si se le piden préstamos, lo cual, repito, hoy Argentina no necesita.
–En relación con la presión sobre el dólar, ¿cree que existen motivos estructurales para la misma o tiene que ver con las expectativas?
–Creo que en la Argentina la gente piensa en dólares porque durante muchos años hubo una inflación crónica, y esta moneda fue el método que se encontró para proteger sus activos, sobre todo en quienes no acceden a formas más sofisticadas de negocios. Eso hizo desaparecer el peso como unidad de medida, y esto es parte de esta cuestión estructural. Cuando yo estaba en el Banco Central, el dólar llegó a cuatro pesos, y muchos decían que era imposible que baje porque nunca había bajado, pero nosotros lo bajamos a menos de tres pesos, ofreciendo la posibilidad de invertir los pesos en títulos con 100% de interés, bajo la idea de que la codicia iba a superar al miedo, pero también bajando las expectativas de inflación.
–Entiendo entonces que para usted las expectativas inflacionarias son claves…
–Sí, porque la gente recurre al dólar para proteger sus ahorros de la inflación.
–Yendo a las causas de la inflación, desde la ortodoxia se plantea que la misma tiene que ver principalmente con los aumentos salariales, la alta emisión monetaria y las bajas tasas de interés, mientras que desde la heterodoxia se menciona la inflación inercial, la inflación importada del dólar, los monopolios y la remarcación de precios en lugar de la inversión. ¿Por qué causas se inclina usted?
–Es un componente de varias de estas causas, pero es importante resaltar algunas cuestiones. En relación con los monopolios, seguramente expliquen una inflación inicial, pero no continua. Sucede que ellos tienen poder de mercado y pueden hacer subir el precio garantizando que va a ser más alto que en situación de competencia, pero llega un momento en que esta suba de precios les resta ventas, con lo que no lo seguirán haciendo por mucho más tiempo. Entonces, estoy de acuerdo con que los monopolios aumentan el nivel de precios, pero no pueden sostener una inflación de forma continua, a menos que sean tan ineficientes como para aumentar de a poco en lugar de maximizar sus ganancias desde el principio. También, lo de la falta de inversión es cierto, pero no lo veo como una confabulación, sino que tiene relación con las políticas instrumentadas. El tema de la inflación importada por el dólar es asimismo importante, y con respecto a la inflación inercial, ésta también influye, pero la emisión monetaria que está por detrás en algún punto la sostiene.
–Lo que se plantea en muchos ámbitos en relación con la emisión, es que no está clara cuál es la medida en que provoca inflación…
–Existen estudios pero no diría que son fantásticos, lo que es claro es que hay una relación causal, aunque no es única. Por caso, el tema de la inercialidad es una causa verdadera, pero este factor no monetario no puede perdurar sin un apoyo monetario, ya que en algún punto la emisión está por detrás de esta inflación inercial, o si no, no alcanzaría el dinero para los aumentos. Pero claro, parar la inflación desde el punto de vista monetario hace correr el riesgo de entrar en una recesión, porque al bajar la cantidad de dinero se enfría la economía, es decir, que cae el consumo y el empleo, por lo que hay que encontrar otros mecanismos menos agresivos.
Bilaterales
Entre Argentina e Israel
Durante el 2013, el nombre de Mario Blejer no sólo sonó para dirigir el Banco Central argentino sino también el israelí. En este último caso, recibió incluso un ofrecimiento formal, de parte del Primer ministro israelí Benjamín Netanyahu. Según señala Blejer, “fui oficialmente el candidato por parte de Netanyahu y formé parte de una terna que integraban otros dos aspirantes, todos los cuales realizamos y superamos los chequeo del Comité de ética. Luego, como el ministro de Economía Yair Lapid tenía también su candidato y no se pusieron de acuerdo con Netanyahu en el nombramiento, se ascendió a quien era la vicepresidenta del Banco, Karnit Flug, a quien conozco bien porque fue alumna mía.
Valor agregado
El aporte de los derivados de la soja
Desde el Foro PAIS (Productores Agro Industriales de Soja) que Mario Blejer preside, se busca difundir información sobre los alcances productivos de la cadena agroindustrial de la soja. Según Blejer “la idea de este foro es explicar que con la soja, en la Argentina se producen mercaderías de alto valor agregado y muy sofisticadas. Según señala Gustavo Grobocopatel, de cada 10 empleados que contrata, 6 o 7 trabajan en laboratorios, porque nuestro país tiene una ventaja comparativa enorme en el valor agregado de la soja, incluso más que en su cultivo. Gracias a la tecnificación que hay aquí, una tonelada de harina de soja se logra producir en la Argentina de forma más económica que en cualquier lugar del mundo”.
De todas formas, se plantea que tanto la agricultura como las manufacturas agropecuarias no pueden dar empleo en conjunto a más del 30% de la masa laboral, lo que implica también baja distribución del ingreso…
Lo del empleo es verdad, no es una industria intensiva en mano de obra, pero ése es otro problema, que tiene que ver también con que todo está altamente tecnificado. Está claro que el país no puede ser únicamente sojero, pero es necesario que se comprenda que sus productos tienen en la Argentina un alto valor agregado.

Publicado en:
http://sur.infonews.com/notas/la-inflacion-argentina-responde-varias-causas

domingo, 29 de diciembre de 2013

El plan para que avance el neoliberalismo en América Latina, por Pablo Méndez Shiff (para "INFOnews" del 27-12-13)

 
George Bush y Néstor Kirchner, en la Cumbre de las Américas que enterró el ALCA

La Alianza del Pacífico es una organización internacional que plantea un acercamiento de los países de la región a Estados Unidos, en desmedro del Mercosur y de los reclamos de sus pueblos. INFOnews habló con tres especialistas para analizar cuál será el futuro de la integración y el papel que desempeñará Chile en este proceso.



Después del fracaso del Área para el Libre Comercio en las Américas (ALCA), el plan para establecer políticas neoliberales en América Latina impulsada por George Bush y frenada por Néstor Kirchner, Hugo Chávez y Lula da Silva en 2005, Estados Unidos vuelve a intentar una política de acercamiento a la región. A través de los países que suscribieron tratados de libre comercio con ellos, buscan generar un área sin impuestos que cruce las fronteras continentales.





De acuerdo a lo escrito por el docente de la Universidad de Buenos Aires y del Instituto del Servicio Exterior de la Nación Leandro Morgenfeld en la revista Marcha, “la Casa Blanca impulsa la Alianza Trans-Pacífico (ATP), con el objetivo de crear un mercado común entre las Américas, Australia y Asia, sin China. En línea con una política exterior que mira con recelo la expansión y la competencia de Pekín, la ATP cumple el doble objetivo de intentar contener y limitar la expansión económica china y a la vez lograr una suerte de ALCA remozado que contrarreste la influencia que supo tener la integración alternativa impulsada desde Caracas por el eje bolivariano”.

En la actualidad, la Alianza del Pacífico está conformada por Perú, México, Colombia y Chile como estados miembro y Panamá, Uruguay, Costa Rica y Canadá como observadores. La organización es la punta de lanza de la avanzada neoliberal que fustiga el “dirigismo estatista” que estaría presente en una visión más abarcadora de la integración regional en organismos como el Mercosur, la Unasur o el ALBA.

Para el académico, autor del libro “Relaciones peligrosas. Argentina y Estados Unidos”, la potencia hegemónica negocia “a puertas cerradas” con el objetivo de alcanzar la alianza transpacífica en el corto plazo. Claro que ese intento se enfrenta a los “movimientos sociales de todo el mundo luchan contra la concreción de esta nueva ofensiva del capital trasnacional que afectaría derechos laborales, regulaciones ambientales, acceso a medicamentos genéricos, regulaciones financieras, a la vez que impulsaría la consolidación de oligopolios y disminuiría la potencialidad de desarrollos locales”.

Lula Da Silva, Hugo Chávez, Néstor Kirchner y Cristina Fernández en la cumbre de Mar del Plata

Lula Da Silva, Hugo Chávez, Néstor Kirchner y Cristina Fernández en la cumbre de Mar del Plata
El economista y profesor del Seminario de Integración Final de la Maestría de Gestión del Comercio Exterior y la Integración de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA Jorge Marchini sostuvo, en diálogo con INFOnews: “No dudo que la Alianza del Pacífico es una nueva presentación del ALCA. Su concepción básica es la misma del panamericanismo que viene impulsando EE.UU. desde hace un siglo: apertura y confianza en mercados abiertos. Se contrapone a la otra perspectiva histórica del latinoamericanismo, de apuntar priorizar el vínculo y la complementariedad entre países con desarrollo similar, superar el rol marginal como proveedores de materia prima y/o mano de obra barata, y buscar un camino para salir del atraso y la crónica dependencia vaivenes de la economía y las finanzas mundiales”.
Cada uno de los países que integran la Alianza del Pacífico ha firmado tratados bilaterales con Estados Unidos. Las oligarquías de otros países de la región, como Uruguay y Paraguay, ven con buenos ojos la posibilidad de abandonar el Mercosur para sumarse al tren de la derecha. El intelectual Álvaro Vargas Llosa, hijo del célebre escritor peruano y activo dirigente neoliberal, participó recientemente de una ronda de negocios con empresarios paraguayos, en las que les sugirió “no perder de vista” a la Alianza y pensar en desprenderse de Mercosur, al que consideró “una camisa de fuerza que traba su respiración natural y limita las posibilidades de dar el gran salto hacia adelante”.



La nueva presidencia de Michelle Bachelet es un desafío para la integración


“Las presiones y tensiones sobre el Mercosur van en aumento. Sin duda, se manifiestan en posiciones de representantes de la derecha que presentan la Alianza del Pacífico como un camino venturoso ocultando los serios y crecientes problemas que tienen los países que han asumido tan vehemente el rumbo de los Tratados de Libre Comercio. El hecho de que este espejismo no se imponga dependerá de que en nuestros países afirmemos un rumbo diferenciado no sólo a nivel declamativo sino también con pasos concretos, como por ejemplo combatir las asimetrías, implementar políticas efectivas de complementación productiva y no sólo comercial, afirmar posiciones comunes en temas clave en Unasur, entre otros”, apuntó Marchini.
Al tiempo que crecen las resistencias y oposiciones en Perú, México y Colombia, la pregunta que se impone en la actual coyuntura tiene como centro a Chile. ¿Qué hará la presidenta electa, Michelle Bachelet, en materia de política exterior? ¿Sostendrá la alianza con Estados Unidos que tiene su país desde hace años o dará un giro hacia la izquierda?

“Más allá de su prédica, Bachelet alentó también una inserción internacional chilena pro Tratados de Libre Comercio y dudo que eso vaya a cambiar mucho. Aunque, esta vez fueron en sus listas varios dirigentes estudiantiles del Partido Comunista; eso puede equilibrar un poco las cosas pero no sé hasta dónde”, sostuvo Morgenfeld en diálogo con INFOnews.
Dos modelos de integración -uno que mira al interior de la región y otro con eje en Estados Unidos- están en pugna
 En el mismo sentido, el doctor en Ciencias Sociales e investigador del Conicet Pablo Vommaro señaló: “El margen de Bachelet será poco excepto que realmente haga una ruptura con su propia política exterior anterior, donde Chile siguió orientado hacia Estados Unidos. Puede ser que incline la balanza más hacia el Mercosur, pero la política de acuerdismo con EEUU seguirá excepto que Bachelet y su gobierno estén dispuestos a una ruptura profunda”.

Para Marchini, las perspectivas son más optimistas. “Ella asume su segundo gobierno con una sociedad chilena que plantea otras demandas y expectativas. Sin duda, la más notoria es la de educación pública gratuita, pero recorre toda la agenda social y económica e implica un alejamiento del clima neoliberal prevalente en Chile en las últimas décadas. Ya en cuanto al su posicionamiento regional, tiendo pensar que Bachelet tomará un rol más activo en lo político. En lo económico, habrá que observar la incidencia de factores que están golpeando la economía chilena como son la caída de los precios del cobre, que representan el 60% de las exportaciones del país; la caída del flujo de inversiones y capitales; la menor dinámica de sus ventas agro-industriales a mercados de países centrales, el endeble cuadro energético. Podrían darse condiciones para un viraje de mayor aproximación a la región. Ello dependerá también de la dinámica y el camino que tomemos los países vecinos, como por ejemplo propulsar una minería pública latinoamericana o proyectos energéticos comunes”, indicó.
En las últimas semanas, el presidente boliviano Evo Morales instó a su futura par chilena a que directamente abandone la Alianza del Pacífico. “Cuando la prensa habla del ‘partido socialista en Chile’, yo dudo que sea socialista. Y acá voy a hablar de frente, públicamente: si Bachelet sigue en la Alianza del Pacífico, quedará definido a quién corresponde, de dónde viene y qué quiere. Si no participa, podemos pensar que, aun sin políticas socialistas, tiene sentimientos socialistas. Eso lo veremos oportunamente…”, planteó en una entrevista con la revista de cultura villera La Garganta Poderosa.

Evo Morales le pidió a Bachelet que deje la Alianza del Pacífico

Evo Morales le pidió a Bachelet que deje la Alianza del Pacífico


El canciller chileno, Alfredo Moreno, calificó de “impertinencia” a los dichos de Evo Morales, pero se pudo saber que el próximo gobierno combinará su pertenencia a la Alianza con “otros proyectos de integración existentes en la región”. Eso es lo que figura en su programa electoral, eso es lo que numerosos sectores de la coalición que la llevaron al poder desean y lo que gran parte de América Latina está esperando que suceda.

El 11 de febrero de 2014 se reunirán los estados miembros de la Alianza del Pacífico en la ciudad colombiana de Cartagena de Indias. Allí se empezará a delinear el futuro de una importante cantidad de países de la región.

Publicado en:
http://www.infonews.com/2013/12/27/mundo-116459-el-plan-para-que-avance-el-neoliberalismo-en-america-latina.php

sábado, 28 de diciembre de 2013

Si no me dan mis bonos me convierto en contra revolucionaria/o y los rayaré por Twitter…!!!, por Bestalia Ibarra (para "Aporrea" del 28-12-13)

 
 
Grandes han sido las reivindicaciones logradas hacia la clase trabajadora gracias a la Revolución Bolivariana, hemos sido el gobierno que más se ha preocupado en la historia venezolana por la protección de sus trabajadores y trabajadoras, la estabilidad que años tras años se decreta a través de la inamovilidad laboral así lo reivindica, nos hemos preocupado por la aprobación de una Ley Orgánica para los trabajadores y las trabajadoras de un nivel de humanismo como jamás lo aprobaría un gobierno de corte neoliberal y capitalista, con una jornada laboral de no más de 40 horas semanales, con dos días de descanso para quienes trabajen fines de semana. La ley del Trabajo para los trabajadores y trabajadoras que nos legó nuestro eterno Comandante Chávez, fortalece una cultura del trabajo digna, donde se valora el trabajo como creación humana para la satisfacción de necesidades donde se produce para el vivir bien, de allí que el ingreso mínimo del trabajador y la trabajadora venezolana sea el más alto de América Latina.

Recordemos las palabras de nuestro Comandante Eterno para octubre de 1996: «Estamos en plena transición. Fuerzas desatadas la impulsan, las más de las veces sin control. Esa transición se inició a finales de los años 70, cuando la situación A (capitalismo de estado –Pacto de Punto Fijo) comenzó a dar signos de agotamiento. El reto hoy está en impulsar esta transición hacia una situación B deseada, preconcebida. Para impulsarla puede haber varios caminos. Se trata, entonces de vislumbrar esos posibles caminos. Y de orientar la transición por aquél o aquéllos que ofrezcan mayor viabilidad».

La Clase Obrera venezolana en la Cuarta República venía siendo liderizada en su mayoría por movimientos sindicales vendidos, donde sus principales líderes se favorecían y enriquecían a costa de la firma de convenciones colectivas que solo favorecían al patrono, la miseria, el hambre, el desempleo era el pan nuestro de cada día, mientras que quienes formaban parte de los sindicatos se divertían con whisky del más caro y eran inamovibles, ellos eran parte del “bachaco fundillu”. Grandes fueron las crisis por las que paso la llamada democracia punto fijista de la Cuarta República, el intento por construir un país democrático nació con el rumbo torcido y con la semilla de su propia degeneración en las entrañas, el boom petrolero lejos de favorecer a los desposeídos con políticas sociales dignas contribuyo a plegar de ranchos todas las ciudades llamadas industriales, así como contribuir con procesos de corrupción que han marcado la historia política y laboral que aún resulta difícil de atacar en nuestros días.

Nuestro Comandante siempre se preocupó por el necesario cambio institucional, siempre estuvo claro de que el pacto de punto fijo a nivel institucional trajo consigo la generación de corruptelas, compadrazgos y clientelismo, erosionándose en la mentalidad de muchos la degeneración de la conciencia de clase como lucha histórica de nuestro sector laboral obrero. Es por ello que desde el principio hablo de sentar las bases y lineamientos de un Estado eficiente plasmado en cada artículo de una nueva y revolucionaria Constitución “Sólo sobre el nuevo marco institucional, jurídico, político y económico, podremos adelantar los planes de reordenamiento del país. El viejo orden impuesto por el poder constituido, está agotado y atrapado dentro de una trama de intereses que cercenan la voluntad política y hace inviable cualquier esfuerzo de cambio que pueda intentarse. Se hace por tanto impostergable e imprescindible su sustitución por un nuevo ordenamiento democrático” (Hugo Chávez Frías).

La transición hacia el socialismo como lo decretaba Chávez, siempre concibió a una Administración pública de cara al pueblo, estimuló una administración que trabaje en función de resultados, con una visión gerencial de los asuntos públicos que le permita ordenar lógica y coherentemente el orden de prioridades para la satisfacción de las demandas del pueblo, también insistió en la necesidad de Garantizar el ejercicio de la autoridad que le ha sido conferida, evitando la intromisión privilegiada de intereses particulares que la distorsionen y/o la limiten. Para ello era necesario: a) Reducir capacidad discrecional a los funcionarios/as para que no puedan beneficiar sesgadamente uno u otro interés particular, a través de la simplificación de los procedimientos administrativos, sustituyéndolos por reglamentaciones generales y sencillas, que permitan garantizar, a la vez, la sanción a sus transgresores. b) Retomar el control de la Administración Pública sobre el ingreso, ascenso y egreso de su personal, estableciendo que esa potestad es indelegable por parte de las autoridades administrativas.

Nuestro Comandante siempre estuvo claro, las instituciones de la Administración Pública dentro de la lógica socialista y revolucionaria no pueden ser concebidas para otorgar prebendas a costa de los recursos del Estado, cada bono, cada aumento salarial, cada ascenso, cada ingreso debe asignarse a partir de un marco regulatorio que se inicia con nuestra Constitución y se decreta vía Poder Ejecutivo, por supuesto que también existen las Convenciones Colectivas pero estas deben pasar necesariamente por negociaciones entre las partes involucradas y una vez decretadas son de fiel cumplimiento tanto por patronos como por trabajadores y trabajadoras.

Todo lo anterior viene a colación considerando que en los últimos años en mi transcurrir gerencial por algunas instituciones de la Administración Pública, noto con asombro una merma significativa de trabajadores y trabajadoras con conciencia revolucionaria, noto con preocupación como al principio del proceso eran mínimos los grupos contra revolucionarios existentes en instituciones públicas aún en aquellos elefantes blancos que datan de más de 60 años, hoy en día te gritan de frente que son orgullosamente contra revolucionarios. En función de tal fenómeno me he dado a la tarea de escudriñar hasta donde puedo sobre algunas razones que han producido estos cambios de actitud mental, en principio te expresan como los cambios directivos han venido cambiando la cultura organizacional, te expresan que tal o cual director cancelaba a los trabajadores bonos de productividad cada tres meses, fulano nos otorgaban el día de cumpleaños libre, perencejo cada fin de año nos hacia una fiesta descomunal que incluía unos premios fantabulosos imagínate que el carro que tengo me lo gane en una rifa de fin de año, sutanejo nos daba una cesta navideña apoteósica, desde hace dos años nos dan un bono para hacer las hallacas y ahora viene un “escuálido” a decirnos que esos son recursos del erario público, que ninguno de estos “derechos adquiridos” se encuentran en nuestra convención colectiva, además nos dice que tiene el deber de someter cada uno de estos beneficios a la aprobación del Ministro como si no fuésemos autónomos, ahora nos sale con que ninguno de los “derechos adquiridos” han sido aprobados por el bendito ministro, como pretenderás que vamos a ser chavistas si llega “un escuálido” a quitarnos lo que nos pertenece, acaso que esos reales son de ellos, esa plata es de nosotros…pero ya vas a ver me voy a crear una cuenta fantasma donde solo voy a seguir al Maduro y los voy a denunciar …O nos dejan raspar la olla, o los rayamos por el Twitter….!!!

Chávez Vive, Vive…La lucha sigue…sigue!!!!

Chávez te lo juro… La derecha apátrida más nunca volverá!!!



Bestalia Ibarra

Licenciada en Trabajo Social, Cantante, Servidora Pública y leal al legado de nuestro Comandante eterno Hugo Chávez
 Besta67@hotmail.com

LA NO CANDIDATA, por Luis Bruschtein (para "Página 12" del 28-12-13)


En la sopa hirviente que se convirtió Buenos Aires esta semana fue difícil prestarle atención. Pero con la única parte fría de la cabeza –y sin los infernales cortes– se pudo entrever de refilón la declaración de Cristina Kirchner a la agencia Télam. Ni candidata a presidenta ni a nada. “No existe ninguna posibilidad de que me presente a ningún cargo electivo”, puntualizó y remachó para propios y ajenos.
Fue una aclaración a dos bandas, porque la posible candidatura presidencial de Cristina Kirchner para el 2015 se originó en la oposición. Nunca hubo indicios en el kirchnerismo de que eso pudiera ocurrir y mucho menos por parte de Cristina. Siempre dijo que no a la reforma constitucional y no a su candidatura para el 2015.
Desde la oposición algunos salieron a denunciar su propia invención porque creyeron ver dos cosas: que la supuesta ambición de poder de la Presidenta la empujaría a buscar una reelección a cualquier costo. La equiparaban con el Carlos Menem que buscó su re-re y, cuando no la consiguió, prefirió que ganara la oposición para retener el control del PJ. Además suponían que el kirchnerismo no tenía otros presidenciables. Desde ese sector fue una guerra preventiva parecida a las de George Bush: “todavía ni se anunció, pero es el único camino que puede tomar”.
Y también hubo de los que lo hicieron, aun sabiendo que no era verdad, porque esa versión “ponía en evidencia” lo que ellos veían en el kirchnerismo: caudillismo, falta de otros candidatos y falta de vocación democrática y para la alternancia en el poder. También fue una guerra preventiva, pero en este caso al estilo de George Bush, denunciando armas de destrucción masiva que no existían.
En los dos casos se trató de una invención que se basó en supuestos. La oposición pelea con el fantasma que creó y no con el Gobierno. Y la invención no se concretó, sino todo lo contrario. Quiere decir que los supuestos no son tan ciertos. Es un error grave compararla con Menem. El hecho de que Cristina Kirchner rechace cualquier posibilidad de ser candidata a cualquier puesto electivo no la muestra desbordada por una ambición de poder o desesperada para conseguir fueros. En todo caso, está planteando confianza en los candidatos que surjan del kirchnerismo. Esa decisión tampoco tiene los atributos menos democráticos de los caudillos y presenta un desempeño más parecido a un liderazgo político.
Los tiempos de los liderazgos políticos son diferentes a los de la gestión cuyos plazos dependen de la Constitución. Los liderazgos políticos tienen otros tiempos. El período presidencial de Cristina Kirchner termina en 2015, pero no el tiempo de su liderazgo, que no tiene un plazo estipulado y que se genera a partir de otros factores.
La aclaración también fue para el kirchnerismo. Esta vez, la versión de que podría participar en alguna lista para las elecciones del 2015 no había provenido de la oposición, sino del diputado Carlos Kunkel quien, de alguna manera, se hizo cargo de una cierta expectativa que puede haber en parte de las bases kirchneristas y en algunos dirigentes.
Los términos de la respuesta de Cristina Kirchner fueron “ninguna posibilidad” y “cargo electivo”. No habló de bajarse de la política o de ubicarse en un papel menos activo y protagónico. Tampoco hay puntos de contacto con Menem, sus proyectos son antagónicos en los objetivos y en los medios. Nunca buscó la re-re ni se preocupó por buscar fueros que la pusieran a salvo de una persecución judicial de la oposición.
La pelea por la re-re hubiera sido difícil para el kirchnerismo, pero era a ganar o perder y nada más. La perspectiva de encarar una elección en el 2015, con Cristina Kirchner retirándose de la presidencia, y sin Néstor ni ella en las listas, plantea un desafío no solamente de ganar o perder, sino también de crecer cualitativamente como fuerza política o intrascender e iniciar un camino de lenta declinación.
Falta un largo trecho hasta las elecciones del 2015, pero la aclaración que Cristina Kirchner difundió el jueves busca que el kirchnerismo asuma ese escenario. Puede haber otros, pero el adelanto de que no irá como candidata en ninguna lista pone en primer lugar ese cuadro que implica un grado de organicidad y homogeneidad que el kirchnerismo ha ido construyendo pero en otros contextos siempre muy referenciados por Néstor o Cristina.
El hematoma subdural que sufrió la Presidenta la obligó primero a dar un paso atrás para hacer reposo. Ya recuperada, ese episodio se convirtió en la vía que le facilitó desarrollar otra forma de conducción política, menos expuesta y que al mismo tiempo facilita la visualización de los candidatos que se vayan perfilando en el oficialismo. La fuerza y la forma en que se generó el liderazgo de Cristina Kirchner opacaron a los dirigentes que la acompañaron, ministros, legisladores y gobernadores que necesariamente aparecían jugando en un plano menor. El despliegue muy activo en la gestión también afecta en la comparación a los candidatos de la oposición, pero aun así éstos jugaban con ventaja en relación con los posibles candidatos del oficialismo.
La intervención del gobernador Daniel Scioli en la campaña electoral lo mostró en un lugar diferente al de la problemática específica de la provincia. Se proyectó como un dirigente que se echaba al hombro una tarea que tenía que hacer la Presidenta, todavía convaleciente. La designación de Jorge Capitanich, como un jefe de Gabinete con las manos más libres que los anteriores también lo puso en carrera como un hombre con habilidad política y capacidad de gestión.
La decisión de no ser candidata confluye con este nuevo estilo de gobierno, donde sigue tomando las decisiones, pero el que se muestra en público es Capitanich. Ella sólo ha aparecido hasta ahora en las actividades protocolares y con pocas declaraciones públicas, como si hubiera una determinación muy clara de ceder pantalla.
Esa estrategia tiene que lograr que la base electoral del kirchnerismo ceda su confianza al candidato que surja finalmente, quien, si gana, será la cara más visible de esa fuerza política durante los siguientes cuatro años, como lo ha sido Dilma Rousseff en estos años para los votantes del PT y su alianza electoral. En su momento, Lula no sólo consiguió transferir sus votos a Rousseff y con eso mantuvo al PT en el gobierno, sino que, además, ahora el PT tiene dos figuras muy convocantes. Lula se apartó del gobierno para evitar que se lo visualizara como una sombra gris detrás de la presidenta e incluso puso en juego su popularidad para apoyarla cuando se produjeron los movimientos de protesta por el transporte público y los gastos para el Mundial.
La continuidad en el caso de Brasil se expresa en el buen acople entre el presidente anterior y la actual, entre Lula y Dilma. El canibalismo político aconsejaría destruir al presidente anterior para que no obstruya al actual. En general eso necesariamente es así cuando cambia el proyecto de fondo, es decir, cuando los proyectos de uno y otro son diferentes o antagónicos. El sistema que permitió la continuidad en Brasil es que Lula no interviene en las decisiones de gobierno y Dilma no cuestiona el liderazgo de Lula en el PT. Todas las declaraciones públicas de Lula son de respaldo al gobierno de Dilma, y si hubiera cuestionamientos o disidencias, no son conocidos. Los dos elementos para conseguir ese funcionamiento son, en primer lugar, que los dos expresan el mismo proyecto. Y en segundo lugar, que haya entendimiento entre ambos.
El candidato del kirchnerismo tendrá que mantener y ampliar esta alianza del peronismo hacia el centroizquierda, que representa a una mayoría de sectores humildes y una porción de las capas medias. Es una alianza que le viene exigiendo al peronismo desprenderse progresivamente de sus vicios punteriles y al centroizquierda, de su tendencia al gorilismo. Pero, básicamente, este paso al costado que está dando Cristina Kirchner implica también una presión para la institucionalización del kirchnerismo. Se trata, por un lado, de condensar un marco teórico. Y por el otro, de consolidar una mayor organicidad.

Publicado en:
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-236610-2013-12-28.html

Otro saqueo, por Alfredo Zaiat (para "Página 12" del 28-12-13)



 Por Alfredo Zaiat

Figuras del espectáculo o líderes de programas de chimentos participan de publicidades que convocan a endeudarse en compañías financieras que exigen pocos requisitos. Las ofertas de créditos de montos bajos y fácil acceso son permanentes en medios gráficos y audiovisuales. Han proliferado locales financieros y comercios que además de sus mercaderías ofrecen préstamos a sola firma, localizados en los barrios con predominante población de bajos recursos. Zonas que son además nodos de transferencia al conurbano (Constitución, Once, Liniers). El mercado financiero tiene una faceta sofisticada donde intervienen sectores sociales acomodados, otra relativamente masiva donde participan grupos bancarizados y una tercera poco estudiada que involucra a sectores populares no alcanzados por el sistema formal. Esta última pasó a ser un mercado atractivo para operadores financieros con ofertas “Efectivo ya!” o “Créditos en el acto”. Sin regulación estatal, esos préstamos presentados como una oportunidad de compra inmediata que debe ser aprovechada son una máquina de esquilmar al deudor. Las tasas de interés llegan al 165 por ciento anual (Credilogros BST), esto implica que por un crédito de 10.000 pesos, al cabo de un año el tomador debe pagar 16.500 pesos. Los protagonistas principales de este negocio con el ahorro de los sectores populares son Efectivo Sí, Metrópolis, Cordial, Credilogros, Columbia, Credil, Credipaz.
La Procuraduría de Criminalidad Económica y Lavado de Activos (Procelac) se ocupó del tema, a partir de la renovada acción de la Procuración General de la Nación a cargo de Alejandra Gils Carbó que estableció para esa división del Ministerio Público Fiscal, entre otras tareas, la realización de “investigaciones preliminares respecto de hechos que revistan trascendencia institucional e impacto socioeconómico, con el fin de requerir la instrucción del sumario”. La investigación “Créditos para el consumo. Análisis del fenómeno socioeconómico y su impacto en los sectores populares”, elaborado por Germán Feldman, es un estudio “integral –y al mismo tiempo crítico– sobre un fenómeno socioeconómico en creciente expansión y con alto impacto social”. La Procelac, bajo el comando de Carlos Gonella, tiene un área de fraudes económico y bancario, cuyo coordinador es Pedro Biscay. Este último escribió en la presentación del trabajo que “la expansión de las finanzas hacia los sectores populares no siempre implica un proceso integrador, puesto que en aquellos casos en los que tal expansión no está acompañada por políticas de regulación y supervisión, tiende a generar fuertes vulnerabilidades medibles, por ejemplo en la violencia económica que impacta en las personas que han tomado este tipo de préstamos, quienes a su vez sufren en condiciones más gravosas las consecuencias del proceso de endeudamiento; situación que, en definitiva, refleja uno de los modos en que las condiciones abusivas de ejercicio del poder económico recae sobre sectores sociales medios y de menores recursos”.
Para evitar confusiones sobre el motivo de la investigación, Feldman advierte que “poco importa a los fines de este informe el destino que cada persona le dé al préstamo, ya que no se trata aquí de abrir juicios morales –basados muchas veces en prejuicios clasistas– sobre qué se compra con el dinero”. El objetivo “es explicar cómo se estructura el creciente fenómeno de créditos para el consumo y analizar el impacto que éste tiene en los sectores populares”. Algunos utilizan esos créditos para “llegar a fin de mes”, y otros para consumir determinados objetos por su fuerte valor simbólico. Todos ellos cayeron progresivamente en ese tipo de préstamos para el consumo, “redundando en un proceso de expropiación del ahorro personal”.
El crecimiento de los créditos para el consumo es explicado en términos generales por “la realidad económica y social que atraviesa la Argentina desde el año 2003, momento en que se concluyeron cinco años consecutivos de caída del PBI”. El documento precisa que este fenómeno debe rastrearse entonces en el aumento de los ingresos que hicieron que la clase media recupere su capacidad de consumo, en el incremento del empleo y en las políticas redistributivas. Estas tuvieron como consecuencia el aumento del consumo y, a su vez, el incremento de esos créditos por los siguientes factores: generación de nuevos puestos de trabajo, mejoras en los niveles de ingresos que posibilitaron el acceso y el pago de los créditos. “De esta manera, queda manifiesto que la Argentina, aun con un nivel bajo de bancarización, no escapa a la tendencia global del sistema financiero de volcarse a financiar el consumo”, apunta.
Los protagonistas del financiamiento del consumo son cuatro: los bancos tradicionales, comercios con préstamos en el acto de la compra y tarjetas de crédito propias (locales de electrodomésticos o supermercados), asociaciones mutuales y cooperativas, y compañías de crédito. Estas últimas no captan depósitos para luego prestar esos fondos, sino que otorgan créditos con capital propio, quedando fuera de la regulación del Banco Central. “No tienen un organismo de control ni una legislación específica que regule sus actividades”, señala el informe. Son las que cobran entonces las tasas de interés más elevadas.
Un aspecto destacado de la investigación es que detectó que “el liderazgo de este mercado lo poseen las entidades bancarias tradicionales que, operando a través de compañías financieras y retailers (firmas de consumo masivo) con slogans, marcas y campañas afines a la clientela de este nuevo mercado, posibilitaron la expansión del sistema”. Existe un abanico amplio de situaciones desde compañías registradas con presencia de locales en la vía pública hasta supuestas firmas que actúan mediante folletería callejera en donde colocan un número de teléfono o mail para contactarse. “Estos son probablemente donde se ejercen mayores abusos hacia las personas endeudadas por encontrarse prácticamente ausentes de regulación”, apunta el documento de la Procelac.
En el momento en que se solicita un préstamo se realiza una preevaluación (scoring) en base a la información del tomador del crédito: ingresos mensuales, condición laboral, Veraz y otros antecedentes de deuda. En función de esta información se decide el monto máximo a otorgar, el plan de pago y las tasas de interés. “Este sistema de evaluación al que se enfrenta cada solicitante de un préstamo es una prueba social, o un “pasaporte” económico, para constituirse en consumidor”, describe la investigación. El tomador del préstamo firma un contrato que posee en muchos casos cláusulas leoninas en los denominados gastos administrativos del crédito, en los intereses punitorios y en la firma de uno o varios pagaré ejecutables en caso de incurrir en mora. “El negocio de los préstamos en el acto también está dirigido al atraso en el pago para la posterior aplicación de elevadas tasas de interés punitorias o incluso la ejecución de la letra de cambio para embargar el salario y/o los bienes de la persona endeudada a través de la Justicia comercial”, explica. La utilización del pagaré es “una estrategia que pretende limitar el derecho a una defensa adecuada por parte del deudor y eliminar el control del mismo al momento de liquidarse la deuda”.
El funcionamiento de este segmento financiero no regulado es un reproductor de inequidad económica: las personas de menores ingresos pagan más por las compras de los mismos productos que sectores medios y altos. “Los sectores populares, entonces, son objeto de una violencia económica sin parangón en otros sectores de la población que genera un daño social, cuyas consecuencias repercuten tanto en las familias concretas como potencialmente en la economía nacional en su conjunto”, observa el informe de la Procelac, que propone un desafío para el Estado en el diseño de políticas públicas y la sanción de legislación adecuada para la supervisión del funcionamiento de ese mercado.

azaiat@pagina12.com.ar

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 http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-236620-2013-12-28.html

SI LA REVOLUCIÓN SOBREVIVIÓ A 2013, SOBREVIVE A CUALQUIER COSA, por Roberto Hernández Montoya (para "Aporrea" del 28-12-13)



El año comenzó con la peor tragedia para la Revolución: la muerte de su inspirador, el presidente Hugo Chávez, «golpes como del odio de Dios», diría César Vallejo. Esa catástrofe casi nos hace perder las elecciones del 14 de abril y el estrecho margen abrió camino a 11 asesinatos, incluyendo una niña y un niño, prototipo microscópico del holocausto que nos tiene amasado el Imperio, tipo Indonesia de 1965, en que promovió un golpe que exterminó alrededor de un millón de comunistas. Tiene manía de muerte, ha semanas ladraba a Siria, ahora a Sudán del Sur y mañana quién sabe a qué país, Consoplonia, Trapobana, el Reino Micomicón, Catay, Cipango, Sumatra, Lasutra… Siempre tiene al menos una guerra en algún lugar por remoto que sea. Son guerras en que siempre se empantana, porque con más armas que cualquier imperio en la historia no gana una desde la Segunda Guerra Mundial, que solo ganó con una pequeña ayuda de sus amigos.

La superstición da mala suerte y por eso no le creo, pero dicen que el 13 es pavoso. Tan mabitoso que no hubo vidente de oposición que la pegase este 2013. 15 años prediciendo convulsiones y no pegan una. La única que acierta es Adriana Azzi cada vez que predice que el país se teñirá de rojo …y la Revolución arrasa en las elecciones.

Luego vino la guerra económica y eléctrica. No es exagerado llamarla guerra. Los que sí son exagerados son los sobreprecios hasta de los funerales, lo que el diputado Andrés Eloy Méndez llama «inflación de laboratorio». Es, dice Diosdado, un paro de santamarías abiertas, pues casi nadie puede comprar casi nada.

El gobierno tuvo que enfrentar la guerra, cuestión de vida o muerte. El rrrÉgimen conversó primero con 7000 gerentes y, como siempre, patearon el diálogo. La guerra no ha terminado, en 2014 la oposición volverá a perder, como siempre, pero mientras tanto hará todo el daño posible. Será histórico acabar con el rentismo.

2014 se augura bueno, salvo que sobrevenga algo gordo e inesperado. Los más de los alcaldes y todas las alcaldesas se le desgaritaron a la MU$ en Miraflores, el único diálogo exitoso que ha promovido la Revolución. Son más leales al Plan de la Patria de lo que creyeron. Y creímos. Cordial bienvenida.

Roberto Hernández Montoya

Licenciado en Letras y presunto humorista. Actual presidente del CELARG y moderador del programa "Los Robertos" denominado "Comos Ustedes Pueden Ver" por sus moderadores, el cual se transmite por RNV y VTV.
 roberto.hernandez.montoya@gmail.com      @rhm1947

Publicado en:
http://www.aporrea.org/actualidad/a179226.html 

CHAVISMO CONSOLIDADO, por CLODOVALDO HERNÁNDEZ (para "Ojo Pelao" y "Nos Comunicamos" de diciembre de 2013)

Del éxito electoral a la gran victoria política


(Enviada por Corresponsal Natacha Salazar Pinto)
por CLODOVALDO HERNÁNDEZ

En política suele ocurrir como en algunos juegos: el ganador se lo lleva todo. El resultado de una medición de fuerzas no tiene que ser una paliza en términos de votos para que el vencedor obtenga todos los premios, para que haga, como suele decirse, caída y mesa limpia.
El reciente proceso municipal es una muestra muy apropiada de ese fenómeno: el chavismo derrotó a la contrarrevolución en forma clara --aunque no aplastante-- pero el resultado de esa consulta electoral ha sido una victoria política abrumadora, mucho más honda y contundente que la derivada de lo estrictamente numérico.
Analicemos uno de los síntomas más notables de lo ocurrido: a pocos días de los comicios, el presidente Nicolás Maduro ha logrado reunir en Miraflores a la casi totalidad de los alcaldes y gobernadores de la oposición, un hecho lleno de significados que extiende y profundiza su victoria electoral del domingo 8 de diciembre, la traduce en una genuina conquista de territorios políticos y comporta un cambio de ritmo no solamente en relación con los siete meses precedentes de su mandato, sino con respecto al período revolucionario completo.
LOS (MUCHOS) SIGNIFICADOS DE LA REUNIÓN
El encuentro presidencial con los gobernadores y alcaldes significó, en primer lugar, la sofocación de la que había sido una de las líneas más intensas de la oposición desde el 14 de abril: la negativa a reconocer el triunfo de Nicolás Maduro en ese proceso electoral y, en consecuencia, el afán de atribuirle la condición de presidente ilegítimo.
Con la presencia en el palacio presidencial de los funcionarios regionales y municipales, esta postura queda restringida al excandidato presidencial Henrique Capriles Radonski --quien estuvo ausente del cónclave-- y al ala rabiosa del antichavismo.
Al plantear la reunión, Maduro colocó a la camada de funcionarios electos (muchos de ellos reelectos) frente a dilemas muy gruesos. En primer lugar, ¿cómo seguir hablando de fraude y de ilegitimidad, y por tanto, cuestionando al sistema y la autoridad electoral, si cada uno de ellos viene de ganar unos comicios con ese mismo sistema y bajo esa misma autoridad? Y, segundo, ¿cómo iniciar (o continuar) una gestión positiva en sus ámbitos estadales o municipales si se declaraban abiertamente en rebeldía contra el gobierno central, negándose a concurrir a la cita?
Para el liderazgo nacional de la oposición, en tanto, la iniciativa de Maduro implicaba el mismo dilema sobre el sistema y la autoridad electoral y, adicionalmente, otro de mucho peso: ¿qué clase de “alternativa democrática” encarna alguien que reclama diálogo y, al mismo tiempo, se niega a hablar con el jefe del Estado?
La dirigencia principal de la Mesa de la Unidad Democrática terminó autorizando a sus gobernadores y alcaldes para ir al encuentro. En rigor, no podía hacer otra cosa. De haberles ordenado no asistir, era muy grande el riesgo de que al menos una buena cantidad de los funcionarios desobedeciera la instrucción, lo cual a todas luces era peor, pues hubiese mostrado a la MUD como una coalición en plena desbandada.
Acorralada en esos dilemas, colocada a la defensiva, la oposición acudió a la cita y con ello entregó una de las armas fundamentales que, desde abril, ha utilizado contra Maduro al unísono, como una especie de mantra: el alegato de ilegitimidad.
Una de las mejores demostraciones del estado de aislamiento en que quedó esa tesis es un análisis del jurista socialcristiano Asdrúbal Aguiar, publicado en el diario El Universal bajo el título Ilegítimo, a pesar del 8-D, en el que desempolva el predicamento de que Maduro no podía ser candidato en abril pasado (dada su condición de vicepresidente en ejercicio) y, por tanto, adolece de una ilegitimidad de origen. Se trata de un asunto que el Tribunal Supremo de Justicia dirimió en su momento, pero Aguiar apela a él, poniendo en evidencia que la nueva realidad política dejó al grupo de formadores de opinión del antichavismo, como dice el refrán, con una mano adelante y otra atrás.
CAPRILES NOCAUT
En las situaciones políticas como las ya señaladas, en las que el ganador se lo lleva todo, en contrapartida, el perdedor queda en la ruina.
Los dilemas que enfrentaron los gobernadores y alcaldes opositores, la dirigencia de la MUD y los opinadores contrarrevolucionarios no fueron nada comparados con la disyuntiva en la que se vio el excandidato presidencial Capriles, en su doble condición de jefe de la coalición opositora y gobernador de Miranda.
Capriles venía de ser el más notorio impulsor de la idea de que las elecciones municipales serían un plebiscito mediante el cual el electorado nacional reprobaría de manera aplastante la gestión del Presidente. El resultado electoral en sí había sido una gran derrota para él, pero su negativa a asistir al encuentro le ha dado a ese revés una profundidad mucho mayor. Hoy existe prácticamente un consenso entre revolucionarios y opositores en el sentido de que Capriles es el gran perdedor no solo de la jornada comicial, sino también de los acontecimientos políticos posteriores. A duras penas se mantiene a flote gracias a los salvavidas que le han lanzado varios medios de comunicación, los mismos que se han empeñado desde 2012 en llamarlo “el líder de la oposición venezolana”.
Parece ser cuestión de tiempo que en el seno de la MUD se produzca algún tipo de discusión que apunte al relevo, si se juzga por los movimientos y declaraciones que han realizado algunos de sus dirigentes, como el propio coordinador de la Mesa, Ramón Guillermo Aveledo; el secretario general de Acción Democrática, Henry Ramos Allup; y los cabecillas del ala rabiosa, Leopoldo López y María Corina Machado. El relieve adquirido por el alcalde metropolitano reelecto, Antonio Ledezma, como consecuencia de su participación en el cónclave de Miraflores y de su posterior designación como vocero de la MUD para el diálogo con el Ejecutivo, es otro síntoma de un posible desplazamiento de Capriles cuando se abran los fuegos de la batalla política de 2014.
MEDIOS NEUTRALIZADOS
La doble victoria revolucionaria (la del resultado electoral y la de los hechos posteriores) no solo activó movimientos y reacomodos dentro de la oposición política. También lo hizo en la oposición mediática.
El balance electoral, por sí solo, había reducido casi a cero el margen de maniobra de los medios de comunicación nacionales e internacionales aliados de la oposición para llevar a cabo sus tradicionales manipulaciones.
De hecho, los medios internacionales se apresuraron a reconocer la victoria electoral desde un principio, renunciando así a una de las tareas que han desempeñado en ocasiones anteriores: la creación de matrices de duda sobre los resultados.
Esta actitud de la prensa extranjera sorprendió, por cierto, a una parte de la dirigencia opositora, que ya se había acostumbrado a recibir ese apoyo, al margen de que sus denuncias de fraude nunca han tenido sustento objetivo.
Los medios nacionales opositores, en cambio, sí se empeñaron en repetir el ritual e intentaron durante los primeros días aplicar unas matemáticas elásticas para atribuirle el triunfo al antichavismo. Sin embargo, tan solo lograron convencer a los segmentos más radicalizados de sus públicos. Ante la imposibilidad de torcer la percepción colectiva de lo ocurrido, pretendieron borrar el tema de la agenda de la opinión nacional, pero la actitud proactiva del Gobierno ha impedido que cumplan ese plan. El impacto que ha tenido la reunión de Miraflores hace imposible que la parafernalia mediática contrarrevolucionaria mire hacia otro lado.
EL SIGNIFICADO INTERNACIONAL
El resultado electoral y sus secuelas en la política concreta han prácticamente borrado del escenario internacional los cuestionamientos a la legitimidad del presidente Maduro y al sistema electoral venezolano, es decir, han dejado sin argumentos a factores intervencionistas tales como gobiernos enemigos, partidos de otras naciones aliados de la derecha venezolana, grandes corporaciones y falsas organizaciones no gubernamentales.
El plan de generar una “primavera venezolana”, es decir, de utilizar los comicios municipales como el punto de partida de un derrocamiento mediante olas de protestas y presión internacional, ha fracasado, al menos por ahora.
Naturalmente, sería iluso esperar que este repliegue sea una situación permanente. Por el contrario, tras la asimilación del descalabro de esta estrategia específica, vendrán nuevas ideas para el ataque a la Revolución Bolivariana, especialmente en el campo económico. Pero la victoria en las municipales, y, sobre todo, la brillante administración de la etapa postelectoral, ha desactivado lo que se presentaba como una bomba de relojería diseñada por los tanques pensantes imperiales.
CONQUISTA DE TERRITORIOS Y CAMBIO DE RITMO
El lance de convocar a todos los electos a un encuentro público ha tenido el efecto inmediato de consolidar al presidente Maduro como un líder propositivo, con iniciativa, el que lleva las riendas del país.
Esto tiene una consecuencia hacia lo interno del movimiento revolucionario, que quedó profundamente marcado por el estilo de mando siempre vigoroso y firme del Comandante Hugo Chávez. Conquistar ese terreno tan exigente del arte del liderazgo era –y sigue siendo-- uno de los retos más difíciles del sucesor. En esta coyuntura ha dado un paso significativo.
Maduro, acosado permanentemente por quienes le negaban la legitimidad y pretendían revocarlo antes de cumplir su primer año en el cargo, había concentrado sus esfuerzos en defenderse y, en consecuencia, había lucido más bien como un líder reactivo durante buena parte del período entre las dos citas electorales.
El salto hacia una dirección más proactiva ha tenido un momento estelar en el sereno pero enérgico manejo de la relación con los alcaldes opositores electos. Sin embargo, el punto de inflexión en este viraje fue su manejo de la ofensiva contra la especulación y la usura, llevada a cabo en noviembre, cuyos efectos sobre las elecciones están aún por determinarse.
Más allá de lo intrarrevolucionario, Maduro se pone en puertas de conquistar también territorios políticos que hasta ahora le habían estado vedados, como el de los grupos opositores moderados y el de los ni-ni que siempre han objetado a la Revolución su postura demasiado beligerante ante los adversarios políticos.
En este sentido, la convocatoria al palacio podría anunciar un cambio de ritmo en el debate político nacional, no solo con respecto a los meses previos de Maduro, sino también a los 14 años de la presidencia del Comandante Chávez, quien siempre quiso un acercamiento al otro sector del país, pero no logró concretarlo.
Por supuesto que tanto la conquista de espacios políticos nuevos como ese cambio de ritmo son apenas posibilidades cuya cristalización dependerá de lo que hagan tanto el gobierno como la oposición en episodios del futuro inmediato, entre los que ya se vislumbran como cruciales los relativos a temas de la realidad económica nacional. Por lo pronto solo se puede concluir que en las últimas tres manos del juego (la ofensiva contra la especulación y la usura, las elecciones municipales y la relación con los alcaldes electos y con los gobernadores opositores), la Revolución, ganadora, se lo ha llevado todo. Caída y mesa limpia, le dicen.

Publicado en:
 http://nos-comunicamos.com.ar/content/chavismo-consolidado

jueves, 26 de diciembre de 2013

KUNKEL: CFK va a estar en 2015 “Haciendo política y siendo candidata”, por Página 12 del 26-12-13.



CARLOS KUNKEL HABLO DEL PAPEL DE CRISTINA FERNANDEZ DE KIRCHNER EN 2015


El diputado oficialista no precisó a qué cargo se postularía la Presidenta. Dijo, además, que la elección de autoridades del PJ a nivel nacional será en marzo y que la fórmula presidencial del Frente para la Victoria se definirá en las primarias.

El diputado oficialista Carlos Kunkel estimó que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner continuará haciendo política luego de finalizado su mandato, en diciembre de 2015, y podría presentarse en los comicios de ese año como candidata. El legislador anticipó, además, que la elección de autoridades del Partido Justicialista a nivel nacional se llevará a cabo en marzo, mientras que la fórmula presidencial del Frente para la Victoria en 2015 se va a definir a través de primarias. En ambos casos, sostuvo, lo mejor sería llegar a esa instancia con una “lista de unidad” alineada detrás de la mandataria. “Hay muchos en el peronismo que pueden ser candidatos”, destacó Kunkel, aunque dejó afuera del debate a Sergio Massa, hoy con el Frente Renovador: “Los que se fueron, que discutan con Macri. Si hay alguno arrepentido, bien, pero a la cola”, agregó.
“Haciendo política y siendo candidata”, respondió, sin dudar, Kunkel, consultado acerca del futuro político de Fernández de Kirchner dentro de dos años. Aunque no aclaró cuál sería el cargo para el que se presentaría la jefa de Estado, la prohibición constitucional para buscar un tercer mandato consecutivo dejaría como única alternativa el Congreso de la Nación. Ni Buenos Aires ni Santa Cruz, las provincias que ha representado CFK a lo largo de su carrera política, eligen senadores en dos años, por lo que de ser cierto lo que anticipó Kunkel, a CFK le esperaría un lugar en la Cámara de Diputados, la misma en la que recaló Néstor Kirchner dos años después de culminar su mandato.
Acerca de la sucesión, Kunkel recordó que “primero se va a definir el tema de la conducción partidaria” en las elecciones internas de marzo del año próximo y que “la fórmula presidencial del peronismo para 2015 se definirá después, en las PASO” de agosto de 2015. El diputado se manifestó a favor de llegar a ambas instancias con “una lista de unidad” definida por Fernández de Kirchner: “La Presidenta escucha a todos y luego decide. Los que no estén de acuerdo con nuestra lista podrán presentar la propia, para eso es la democracia”, dijo.
En ese sentido amonestó, sin nombrar a ninguno en particular, a los dirigentes que ya se lanzaron a correr la carrera presidencial en el oficialismo. “A quienes hacen operaciones mediáticas para mostrarse como líderes: el que entra Papa, sale monaguillo”, advirtió, parafraseando a Juan Domingo Perón. “Hay muchos en el peronismo que pueden ser candidatos”, dijo, incluyendo en la nómina al gobernador bonaerense, Daniel Scioli, y al jefe de Gabinete, Jorge Capitanich. “Los que se fueron, que discutan con Macri. Si hay alguno arrepentido, bien, pero a la cola”, agregó en referencia a Sergio Massa y los dirigentes que dejaron el peronismo para sumarse al Frente Renovador.
En tanto, Fernández de Kirchner permanece desde el viernes en la provincia de Santa Cruz, donde pasó la Nochebuena y adonde permanecerá hasta después de Año Nuevo antes de retornar a Buenos Aires y continuar con su actividad. Todavía no hay detalles de la agenda de la mandataria, pero se descuenta su participación en la Cumbre de Mercosur que se llevará a cabo en Caracas el 17 de enero, ya que el encuentro, originalmente previsto para noviembre, se demoró, entre otros motivos, para poder contar con la presencia de la presidenta argentina, quien hasta hace pocos días tenía prohibido viajar en avión por orden médica, luego de ser operada a raíz de un hematoma subdural en octubre.
El viaje a Venezuela será el primer viaje oficial de la Presidenta desde septiembre, cuando participó en Nueva York de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Por otra parte, se aguarda que la Casa Rosada confirme pronto si CFK aceptará dos invitaciones para hacer visitar oficiales a Cuba (a fines de enero) y Marruecos (en febrero).

Publicado en:
 http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-236455-2013-12-26.html

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Tips para el mejor uso de la Red Social Twitter, por Prof. Andrés Arenas (para Eco Popular / Sibci / ANADIG de diciembre de 2013)



Twitter
/Por Prof. Andrés Arenas/ @arenasprofesor/

Una de las tantas cosas que aprendí de nuestro Comandante Supremo Hugo Chávez es ser siempre un docente, un educador y repetir siempre las ideas hasta que ellas queden claras en la mente de todas y todos! Así aunque para muchos estos tips ya sean conocidos por ti es bueno los leas y aquellos que no los conocían los tomen en cuenta en su desarrollo en la Sociedad Virtual:
1) Siempre me preguntan: ¿Por qué no puedo seguir a más nadie? Entiendo que tu cuenta en Twitter es importante y cada vez quieres seguir a más y más personas, pero esta empresa al llegar tu a los 2000 seguidos NO te deja seguir a más nadie a menos que te sigan un número similar de personas. Una fórmula es dejar de seguir a quien no te sigue (le puedes avisar si quiere o no seguirte antes de simplemente dejar de seguirlo) o simplemente esperar que tengas más de 2000 seguidores
2) Una inquietud es “Twitter no me deja publicar más mensajes” en este caso debes saber que esa empresa no te va a dejar mandar más de 200 tuits en menos de una hora! Así que si deseas mandar muchos mensajes en un corto tiempo te recomiendo que utilices un blog y allí puedas escribir todo lo que quieras y en tu cuenta twitter vas a colocar el link de lo que escribiste.
3) Qué hacer cuando alguien te insulta… Twitter tiene en la sección de ayuda un formulario para denunciar a aquellos que te insultan o que utilizan tus fotos para hacer montajes que consideres denigrantes, humillantes o que violan algún derecho que tengas en tu país. Si conoces la identidad de la persona podrías iniciar un proceso legal o puedes bloquear al usuario y así no lo vas a leer más!
4) ¿Qué hacer si te suspenden la cuenta? El proceso de apelación en Twitter tiene 2 pasos: a.- Ingresar a tu cuenta, buscar en la sección de ayuda y llenar el formulario, b.- Luego que llenes el formulario te va a llegar un correo (a la cuenta que usaste para abrir tu cuenta en twitter) en ingles que debes responder diciendo lo mismo que indicaste en el formulario. Una recomendación, aunque estés muy molesto porque te suspendieron la cuenta, es que no debes insultar a la gente de Twitter (aunque provoque) pues si lo haces ten por seguro que jamás te devolverán esa cuenta que te hicieron creer que era tuya
5) Un punto que te hace perder muchísima credibilidad en las redes sociales es utilizar groserías, fotos pornográficas o dártela de más gracioso o más irónico que todos tus amigos. Si no temes represalias es muy recomendable utilizar tu verdadero nombre y tu verdadera foto! Sé que muchos podrán pensar que esas redes están vigiladas por el imperio, pero déjenme decirles que igualito ellos saben (aunque encubras tu cuenta) que eres tu quien emite los mensajes que mandas, entonces en mi parecer da igual que sepan quién eres realmente o no.
6) No obligues a nadie a seguirte! Debes entenderlo y respetarlo, no acoses a las personas exigiéndole que te sigan
Hay otra gran cantidad de tips, pero hasta aquí debemos dejarlo por hoy!

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Chomsky:Los medios de comunicación controlan la sociedad a su antojo (para "Rebelión" y "ANADIG" del 22-12-13)


Nota de la redacción de ANADIG (Agencia de Noticias Argentina Digital):
El verdadero "patrón" de Clarín, de O Globo, de los medios monopólicos de comunicación alienante, es nada mas y nada menos que EE UU.
En este análisis de Noam Chomsky vemos como ejercen sus métodos y poderes para influenciar en el condicinamiento y apoyo a medidas y actitudes que de por sí nadie apoyaría.
La comunicación popular es el arma para combatir la desinformación y las mentiras ante este ataque planificado.
ANADig

El control de los medios de comunicación

por Noam Chomsky

El papel de los medios de comunicación en la política contemporánea nos obliga a preguntar por el tipo de mundo y de sociedad en los que queremos vivir, y qué modelo de democracia queremos para esta sociedad.
Permítaseme empezar contraponiendo dos conceptos distintos de democracia.


Uno es el que nos lleva a afirmar que en una sociedad democrática, por un lado, la gente tiene a su alcance los recursos para participar de manera significativa en la gestión de sus asuntos particulares, y, por otro, los medios de información son libres e imparciales.
Si se busca la palabra democracia en el diccionario se encuentra una definición bastante parecida a lo que acabo de formular.
Una idea alternativa de democracia es la de que no debe permitirse que la gente se haga cargo de sus propios asuntos, a la vez que los medios de información deben estar fuerte y rígidamente controlados.
Quizás esto suene como una concepción anticuada de democracia, pero es importante entender que, en todo caso, es la idea predominante. De hecho lo ha sido durante mucho tiempo, no sólo en la práctica sino incluso en el plano teórico. No olvidemos además que tenemos una larga historia, que se remonta a las revoluciones democráticas modernas de la Inglaterra del siglo XVII, que en su mayor parte expresa este punto de vista.
En cualquier caso voy a ceñirme simplemente al período moderno y acerca de la forma en que se desarrolla la noción de democracia, y sobre el modo y el porqué el problema de los medios de comunicación y la desinformación se ubican en este contexto.

Primeros apuntes históricos de la propaganda

Empecemos con la primera operación moderna de propaganda llevada a cabo por un gobierno.
Ocurrió bajo el mandato de Woodrow Wilson.
Este fue elegido presidente en 1916 como líder de la plataforma electoral Paz sin Victoria, cuando se cruzaba el ecuador de la Primera Guerra Mundial.
La población era muy pacifista y no veía ninguna razón para involucrarse en una guerra europea; sin embargo, la administración Wilson había decidido que el país tomaría parte en el conflicto.
Había por tanto que hacer algo para inducir en la sociedad la idea de la obligación de participar en la guerra.

Y se creó una comisión de propaganda gubernamental, conocida con el nombre de Comisión Creel, que, en seis meses, logró convertir una población pacífica en otra histérica y belicista que quería ir a la guerra y destruir todo lo que oliera a alemán, despedazar a todos los alemanes, y salvar así al mundo.

Se alcanzó un éxito extraordinario que conduciría a otro mayor todavía: precisamente en aquella época y después de la guerra se utilizaron las mismas técnicas para avivar lo que se conocía como Miedo Rojo.
Ello permitió la destrucción de sindicatos y la eliminación de problemas tan peligrosos como la libertad de prensa o de pensamiento político.
El poder financiero y empresarial y los medios de comunicación fomentaron y prestaron un gran apoyo a esta operación, de la que, a su vez, obtuvieron todo tipo de provechos.
Entre los que participaron activa y entusiásticamente en la guerra de Wilson estaban los intelectuales progresistas, gente del círculo de John Dewey
Estos se mostraban muy orgullosos, como se deduce al leer sus escritos de la época, por haber demostrado que lo que ellos llamaban los miembros más inteligentes de la comunidad, es decir, ellos mismos, eran capaces de convencer a una población reticente de que había que ir a una guerra mediante el sistema de aterrorizarla y suscitar en ella un fanatismo patriotero.
Los medios utilizados fueron muy amplios.
Por ejemplo, se fabricaron montones de atrocidades supuestamente cometidas por los alemanes, en las que se incluían niños belgas con los miembros arrancados y todo tipo de cosas horribles que todavía se pueden leer en los libros de historia, buena parte de lo cual fue inventado por el Ministerio británico de propaganda, cuyo auténtico propósito en aquel momento —tal como queda reflejado en sus deliberaciones secretas— era el de dirigir el pensamiento de la mayor parte del mundo.
Pero la cuestión clave era la de controlar el pensamiento de los miembros más inteligentes de la sociedad americana, quienes, a su vez, diseminarían la propaganda que estaba siendo elaborada y llevarían al pacífico país a la histeria propia de los tiempos de guerra.
Y funcionó muy bien, al tiempo que nos enseñaba algo importante: cuando la propaganda que dimana del estado recibe el apoyo de las clases de un nivel cultural elevado y no se permite ninguna desviación en su contenido, el efecto puede ser enorme.
Fue una lección que ya había aprendido Hitler y muchos otros, y cuya influencia ha llegado a nuestros días.

La democracia del espectador

Otro grupo que quedó directamente marcado por estos éxitos fue el formado por teóricos liberales y figuras destacadas de los medios de comunicación, como Walter Lippmann, que era el decano de los periodistas americanos, un importante analista político —tanto de asuntos domésticos como internacionales— así como un extraordinario teórico de la democracia liberal.
Si se echa un vistazo a sus ensayos, se observará que están subtitulados con algo así como Una teoría progresista sobre el pensamiento democrático liberal.
Lippmann estuvo vinculado a estas comisiones de propaganda y admitió los logros alcanzados, al tiempo que sostenía que lo que él llamaba revolución en el arte de la democracia podía utilizarse para fabricar consenso, es decir, para producir en la población, mediante las nuevas técnicas de propaganda, la aceptación de algo inicialmente no deseado.
También pensaba que ello era no sólo una buena idea sino también necesaria, debido a que, tal como él mismo afirmó, los intereses comunes esquivan totalmente a la opinión pública y sólo una clase especializada de hombres responsables lo bastante inteligentes puede comprenderlos y resolver los problemas que de ellos se derivan.
Esta teoría sostiene que sólo una élite reducida —la comunidad intelectual de que hablaban los seguidores de Dewey— puede entender cuáles son aquellos intereses comunes, qué es lo que nos conviene a todos, así como el hecho de que estas cosas escapan a la gente en general.
En realidad, este enfoque se remonta a cientos de años atrás, es también un planteamiento típicamente leninista, de modo que existe una gran semejanza con la idea de que una vanguardia de intelectuales revolucionarios toma el poder mediante revoluciones populares que les proporcionan la fuerza necesaria para ello, para conducir después a las masas estúpidas a un futuro en el que estas son demasiado ineptas e incompetentes para imaginar y prever nada por sí mismas.
Es así que la teoría democrática liberal y el marxismo-leninismo se encuentran muy cerca en sus supuestos ideológicos.

En mi opinión, esta es una de las razones por las que los individuos, a lo largo del tiempo, han observado que era realmente fácil pasar de una posición a otra sin experimentar ninguna sensación específica de cambio.
Sólo es cuestión de ver dónde está el poder.
Es posible que haya una revolución popular que nos lleve a todos a asumir el poder del Estado; o quizás no la haya, en cuyo caso simplemente apoyaremos a los que detentan el poder real: la comunidad de las finanzas.
Pero estaremos haciendo lo mismo: conducir a las masas estúpidas hacia un mundo en el que van a ser incapaces de comprender nada por sí mismas.
Lippmann respaldó todo esto con una teoría bastante elaborada sobre la democracia progresiva, según la cual en una democracia con un funcionamiento adecuado hay distintas clases de ciudadanos.
En primer lugar, los ciudadanos que asumen algún papel activo en cuestiones generales relativas al gobierno y la administración.
Es la clase especializada, formada por personas que analizan, toman decisiones, ejecutan, controlan y dirigen los procesos que se dan en los sistemas ideológicos, económicos y políticos, y que constituyen, asimismo, un porcentaje pequeño de la población total.

Por supuesto, todo aquel que ponga en circulación las ideas citadas es parte de este grupo selecto, en el cual se habla primordialmente acerca de qué hacer con aquellos otros, quienes, fuera del grupo pequeño y siendo la mayoría de la población, constituyen lo que Lippmann llamaba el rebaño desconcertado: hemos de protegemos de este rebaño desconcertado cuando brama y pisotea.
Así pues, en una democracia se dan dos funciones: por un lado, la clase especializada, los hombres responsables, ejercen la función ejecutiva, lo que significa que piensan, entienden y planifican los intereses comunes; por otro, el rebaño desconcertado también con una función en la democracia, que, según Lippmann, consiste en ser espectadores en vez de miembros participantes de forma activa. Pero, dado que estamos hablando de una democracia, estos últimos llevan a término algo más que una función: de vez en cuando gozan del favor de liberarse de ciertas cargas en la persona de algún miembro de la clase especializada; en otras palabras, se les permite decir queremos que seas nuestro líder, o, mejor, queremos que tú seas nuestro líder, y todo ello porque estamos en una democracia y no en un estado totalitario.
Pero una vez se han liberado de su carga y traspasado esta a algún miembro de la clase especializada, se espera de ellos que se apoltronen y se conviertan en espectadores de la acción, no en participantes.
Esto es lo que ocurre en una democracia que funciona como Dios manda.
Y la verdad es que hay una lógica detrás de todo eso.
Hay incluso un principio moral del todo convincente: la gente es simplemente demasiado estúpida para comprender las cosas. Si los individuos trataran de participar en la gestión de los asuntos que les afectan o interesan, lo único que harían sería sólo provocar líos, por lo que resultaría impropio e inmoral permitir que lo hicieran. Hay que domesticar al rebaño desconcertado, y no dejarle que brame y pisotee y destruya las cosas, lo cual viene a encerrar la misma lógica que dice que sería incorrecto dejar que un niño de tres años cruzara solo la calle.
No damos a los niños de tres años este tipo de libertad porque partimos de la base de que no saben cómo utilizarla.
Por lo mismo, no se da ninguna facilidad para que los individuos del rebaño desconcertado participen en la acción; sólo causarían problemas.
Por ello, necesitamos algo que sirva para domesticar al rebaño perplejo; algo que viene a ser la nueva revolución en el arte de la democracia: la fabricación del consenso.
Los medios de comunicación, las escuelas y la cultura popular tienen que estar divididos. La clase política y los responsables de tomar decisiones tienen que brindar algún sentido tolerable de realidad, aunque también tengan que inculcar las opiniones adecuadas.
Aquí la premisa no declarada de forma explícita —e incluso los hombres responsables tienen que darse cuenta de esto ellos solos— tiene que ver con la cuestión de cómo se llega a obtener la autoridad para tomar decisiones.
Por supuesto, la forma de obtenerla es sirviendo a la gente que tiene el poder real, que no es otra que los dueños de la sociedad, es decir, un grupo bastante reducido.
Si los miembros de la clase especializada pueden venir y decir Puedo ser útil a sus intereses, entonces pasan a formar parte del grupo ejecutivo.

Y hay que quedarse callado y portarse bien, lo que significa que han de hacer lo posible para que penetren en ellos las creencias y doctrinas que servirán a los intereses de los dueños de la sociedad, de modo que, a menos que puedan ejercer con maestría esta autoformación, no formarán parte de la clase especializada. Así, tenemos un sistema educacional, de carácter privado, dirigido a los hombres responsables, a la clase especializada, que han de ser adoctrinados en profundidad acerca de los valores e intereses del poder real, y del nexo corporativo que este mantiene con el Estado y lo que ello representa.
Si pueden conseguirlo, podrán pasar a formar parte de la clase especializada.
Al resto del rebaño desconcertado básicamente habrá que distraerlo y hacer que dirija su atención a cualquier otra cosa.
Que nadie se meta en líos. Habrá que asegurarse que permanecen todos en su función de espectadores de la acción, liberando su carga de vez en cuando en algún que otro líder de entre los que tienen a su disposición para elegir.
Muchos otros han desarrollado este punto de vista, que, de hecho, es bastante convencional.
Por ejemplo, él destacado teólogo y crítico de política internacional Reinold Niebuhr, conocido a veces como el teólogo del sistema, gurú de George Kennan y de los intelectuales de Kennedy, afirmaba que la racionalidad es una técnica, una habilidad, al alcance de muy pocos: sólo algunos la poseen, mientras que la mayoría de la gente se guía por las emociones y los impulsos.
Aquellos que poseen la capacidad lógica tienen que crear ilusiones necesarias y simplificaciones acentuadas desde el punto de vista emocional, con objeto de que los bobalicones ingenuos vayan más o menos tirando.
Este principio se ha convertido en un elemento sustancial de la ciencia política contemporánea.
En la década de los años veinte y principios de la de los treinta, Harold Lasswell, fundador del moderno sector de las comunicaciones y uno de los analistas políticos americanos más destacados, explicaba que no deberíamos sucumbir a ciertos dogmatismos democráticos que dicen que los hombres son los mejores jueces de sus intereses particulares. Porque no lo son. Somos nosotros, decía, los mejores jueces de los intereses y asuntos públicos, por lo que, precisamente a partir de la moralidad más común, somos nosotros los que tenemos que asegurarnos de que ellos no van a gozar de la oportunidad de actuar basándose en sus juicios erróneos.
En lo que hoy conocemos como estado totalitario, o estado militar, lo anterior resulta fácil.
Es cuestión simplemente de blandir una porra sobre las cabezas de los individuos, y, si se apartan del camino trazado, golpearles sin piedad.
Pero si la sociedad ha acabado siendo más libre y democrática, se pierde aquella capacidad, por lo que hay que dirigir la atención a las técnicas de propaganda.

La lógica es clara y sencilla: la propaganda es a la democracia lo que la cachiporra al estado totalitario.

Ello resulta acertado y conveniente dado que, de nuevo, los intereses públicos escapan a la capacidad de comprensión del rebaño desconcertado.




Relaciones públicas

Los Estados Unidos crearon los cimientos de la industria de las relaciones públicas.
Tal como decían sus líderes, su compromiso consistía en controlar la opinión pública.
Dado que aprendieron mucho de los éxitos de la Comisión Creel y del miedo rojo, y de las secuelas dejadas por ambos, las relaciones públicas experimentaron, a lo largo de la década de 1920, una enorme expansión, obteniéndose grandes resultados a la hora de conseguir una subordinación total de la gente a las directrices procedentes del mundo empresarial a lo largo de la década de 1920.
La situación llegó a tal extremo que en la década siguiente los comités del Congreso empezaron a investigar el fenómeno.
De estas pesquisas proviene buena parte de la información de que hoy día disponemos.
Las relaciones públicas constituyen una industria inmensa que mueve, en la actualidad, cantidades que oscilan en torno a un billón de dólares al año, y desde siempre su cometido ha sido el de controlar la opinión pública, que es el mayor peligro al que se enfrentan las corporaciones.
Tal como ocurrió durante la Primera Guerra Mundial, en la década de 1930 surgieron de nuevo grandes problemas: una gran depresión unida a una cada vez más numerosa clase obrera en proceso de organización.
En 1935, y gracias a la Ley Wagner, los trabajadores consiguieron su primera gran victoria legislativa, a saber, el derecho a organizarse de manera independiente, logro que planteaba dos graves problemas.
En primer lugar, la democracia estaba funcionando bastante mal: el rebaño desconcertado estaba consiguiendo victorias en el terreno legislativo, y no era ese el modo en que se suponía que tenían que ir las cosas; el otro problema eran las posibilidades cada vez mayores del pueblo para organizarse. Los individuos tienen que estar atomizados, segregados y solos; no puede ser que pretendan organizarse, porque en ese caso podrían convertirse en algo más que simples espectadores pasivos.

Efectivamente, si hubiera muchos individuos de recursos limitados que se agruparan para intervenir en el ruedo político, podrían, de hecho, pasar a asumir el papel de participantes activos, lo cual sí sería una verdadera amenaza.
Por ello, el poder empresarial tuvo una reacción contundente para asegurarse de que esa había sido la última victoria legislativa de las organizaciones obreras, y de que representaría también el principio del fin de esta desviación democrática de las organizaciones populares.
Y funcionó.
Fue la última victoria de los trabajadores en el terreno parlamentario, y, a partir de ese momento —aunque el número de afiliados a los sindicatos se incrementó durante la Segunda Guerra Mundial, acabada la cual empezó a bajar— la capacidad de actuar por la vía sindical fue cada vez menor.
Y no por casualidad, ya que estamos hablando de la comunidad empresarial, que está gastando enormes sumas de dinero, a la vez que dedicando todo el tiempo y esfuerzo necesarios, en cómo afrontar y resolver estos problemas a través de la industria de las relaciones públicas y otras organizaciones, como la National Association of Manufacturers (Asociación nacional de fabricantes), la Business Roundtable (Mesa redonda de la actividad empresarial), etcétera.
Y su principio es reaccionar en todo momento de forma inmediata para encontrar el modo de contrarrestar estas desviaciones democráticas.
La primera prueba se produjo un año más tarde, en 1937, cuando hubo una importante huelga del sector del acero en Johnstown, al oeste de Pensilvania.
Los empresarios pusieron a prueba una nueva técnica de destrucción de las organizaciones obreras, que resultó ser muy eficaz.
Y sin matones a sueldo que sembraran el terror entre los trabajadores, algo que ya no resultaba muy práctico, sino por medio de instrumentos más sutiles y eficientes de propaganda.
La cuestión estribaba en la idea de que había que enfrentar a la gente contra los huelguistas, por los medios que fuera.
Se presentó a estos como destructivos y perjudiciales para el conjunto de la sociedad, y contrarios a los intereses comunes, que eran los nuestros, los del empresario, el trabajador o el ama de casa, es decir, todos nosotros.
Queremos estar unidos y tener cosas como la armonía y el orgullo de ser americanos, y trabajar juntos.
Pero resulta que estos huelguistas malvados de ahí afuera son subversivos, arman jaleo, rompen la armonía y atenían contra el orgullo de América, y hemos de pararles los pies.
El ejecutivo de una empresa y el chico que limpia los suelos tienen los mismos intereses.
Hemos de trabajar todos juntos y hacerlo por el país y en armonía, con simpatía y cariño los unos por los otros. Este era, en esencia, el mensaje.
Y se hizo un gran esfuerzo para hacerlo público; después de todo, estamos hablando del poder financiero y empresarial, es decir, el que controla los medios de información y dispone de recursos a gran escala, por lo cual funcionó, y de manera muy eficaz.
Más adelante este método se conoció como la fórmula Mohawk VaIley, aunque se le denominaba también métodos científicos para impedir huelgas.
Se aplicó una y otra vez para romper huelgas, y daba muy buenos resultados cuando se trataba de movilizar a la opinión pública a favor de conceptos vacíos de contenido, como el orgullo de ser americano.
¿Quién puede estar en contra de esto? O la armonía. ¿Quién puede estar en contra? O, como en la guerra del golfo Pérsico, apoyad a nuestras tropas. ¿Quién podía estar en contra? O los lacitos amarillos. ¿Hay alguien que esté en contra? Sólo alguien completamente necio.
De hecho, ¿qué pasa si alguien le pregunta si da usted su apoyo a la gente de lowa? Se puede contestar diciendo Sí, le doy mi apoyo, o No, no la apoyo.
Pero ni siquiera es una pregunta: no significa nada.
Esta es la cuestión
La clave de los eslóganes de las relaciones públicas como Apoyad a nuestras tropas es que no significan nada, o, como mucho, lo mismo que apoyar a los habitantes de Iowa.
Pero, por supuesto había una cuestión importante que se podía haber resuelto haciendo la pregunta: ¿Apoya usted nuestra política? Pero, claro, no se trata de que la gente se plantee cosas como esta. Esto es lo único que importa en la buena propaganda.
Se trata de crear un eslogan que no pueda recibir ninguna oposición, bien al contrario, que todo el mundo esté a favor.
Nadie sabe lo que significa porque no significa nada, y su importancia decisiva estriba en que distrae la atención de la gente respecto de preguntas que sí significan algo: ¿Apoya usted nuestra política?
Pero sobre esto no se puede hablar.
Así que tenemos a todo el mundo discutiendo sobre el apoyo a las tropas: Desde luego, no dejaré de apoyarles. Por tanto, ellos han ganado. Es como lo del orgullo americano y la armonía.
Estamos todos juntos, en tomo a eslóganes vacíos, tomemos parte en ellos y asegurémonos de que no habrá gente mala en nuestro alrededor que destruya nuestra paz social con sus discursos acerca de la lucha de clases, los derechos civiles y todo este tipo de cosas. Todo es muy eficaz y hasta hoy ha funcionado perfectamente. Desde luego consiste en algo razonado y elaborado con sumo cuidado: la gente que se dedica a las relaciones públicas no está ahí para divertirse; está haciendo un trabajo, es decir, intentando inculcar los valores correctos.
De hecho, tienen una idea de lo que debería ser la democracia: un sistema en el que la clase especializada está entrenada para trabajar al servicio de los amos, de los dueños de la sociedad, mientras que al resto de la población se le priva de toda forma de organización para evitar así los problemas que pudiera causar.
La mayoría de los individuos tendrían que sentarse frente al televisor y masticar religiosamente el mensaje, que no es otro que el que dice que lo único que tiene valor en la vida es poder consumir cada vez más y mejor y vivir igual que esta familia de clase media que aparece en la pantalla y exhibir valores como la armonía y el orgullo americano.
La vida consiste en esto.
Puede que usted piense que ha de haber algo más, pero en el momento en que se da cuenta que está solo, viendo la televisión, da por sentado que esto es todo lo que existe ahí afuera, y que es una locura pensar en que haya otra cosa.
Y desde el momento en que está prohibido organizarse, lo que es totalmente decisivo, nunca se está en condiciones de averiguar si realmente está uno loco o simplemente se da todo por bueno, que es lo más lógico que se puede hacer.
Así pues, este es el ideal, para alcanzar el cual se han desplegado grandes esfuerzos.
Y es evidente que detrás de él hay una cierta concepción: la de democracia, tal como ya se ha dicho.
El rebaño desconcertado es un problema. Hay que evitar que brame y pisotee, y para ello habrá que distraerlo.
Será cuestión de conseguir que los sujetos que lo forman se queden en casa viendo partidos de fútbol, culebrones o películas violentas, aunque de vez en cuando se les saque del sopor y se les convoque a corear eslóganes sin sentido, como Apoyad a. nuestras tropas.
Hay que hacer que conserven un miedo permanente, porque a menos que estén debidamente atemorizados por todos los posibles males que pueden destruirles, desde dentro o desde fuera, podrían empezar a pensar por sí mismos, lo cual es muy peligroso ya que no tienen la capacidad de hacerlo.
Por ello es importante distraerles y marginarles.
Esta es una idea de democracia.
De hecho, si nos re montamos al pasado, la última victoria legal de los trabajadores fue realmente en 1935, con la Ley Wagner. Después tras el inicio de la Primera Guerra Mundial, los sindicatos entraron en un declive, al igual que lo hizo una rica y fértil cultura obrera vinculada directamente con aquellos. Todo quedó destruido y nos vimos trasladados a una sociedad dominada de manera singular por los criterios empresariales.
Era esta la única sociedad industrial, dentro de un sistema capitalista de Estado, en la que ni siquiera se producía el pacto social habitual que se podía dar en latitudes comparables.
Era la única sociedad industrial — aparte de Sudáfrica, supongo— que no tenía un servicio nacional de asistencia sanitaria.
No existía ningún compromiso para elevar los estándares mínimos de supervivencia de los segmentos de la población que no podían seguir las normas y directrices imperantes ni conseguir nada por sí mismos en el plano individual. Por otra parte, los sindicatos prácticamente no existían, al igual que ocurría con otras formas de asociación en la esfera popular.
No había organizaciones políticas ni partidos: muy lejos se estaba, por tanto, del ideal, al menos en el plano estructural.
Los medios de información constituían un monopolio corporativizado; todos expresaban los mismos puntos de vista.
Los dos partidos eran dos facciones del partido del poder financiero y empresarial.
Y así la mayor parte de la población ni tan sólo se molestaba en ir a votar ya que ello carecía totalmente de sentido, quedando, por ello, debidamente marginada.
Al menos este era el objetivo.
La verdad es que el personaje más destacado de la industria de las relaciones públicas, Edward Bernays, procedía de la Comisión Creel.
Formó parte de ella, aprendió bien la lección y se puso manos a la obra a desarrollar lo que él mismo llamó la ingeniería del consenso, que describió como la esencia de la democracia.
Los individuos capaces de fabricar consenso son los que tienen los recursos y el poder de hacerlo —la comunidad financiera y empresarial— y para ellos trabajamos.




Fabricación de la opinión

También es necesario recabar el apoyo de la población a las aventuras exteriores.
Normalmente la gente es pacifista, tal como sucedía durante la Primera Guerra Mundial, ya que no ve razones que justifiquen la actividad bélica, la muerte y la tortura.
Por ello, para procurarse este apoyo hay que aplicar ciertos estímulos; y para estimularles hay que asustarles.
El mismo Bernays tenía en su haber un importante logro a este respecto, ya que fue el encargado de dirigir la campaña de relaciones públicas de la United Fruit Company en 1954, cuando los Estados Unidos intervinieron militarmente para derribar al gobierno democrático-capitalista de Guatemala e instalaron en su lugar un régimen sanguinario de escuadrones de la muerte, que se ha mantenido hasta nuestros días a base de repetidas infusiones de ayuda norteamericana que tienen por objeto evitar algo más que desviaciones democráticas vacías de contenido.
En estos casos, es necesario hacer tragar por la fuerza una y otra vez programas domésticos hacia los que la gente se muestra contraria, ya que no tiene ningún sentido que el público esté a favor de programas que le son perjudiciales.
Y esto, también, exige una propaganda amplia y general, que hemos tenido oportunidad de ver en muchas ocasiones durante los últimos diez años.
Los programas de la era Reagan eran abrumadoramente impopulares. Los votantes de la victoria arrolladora de Reagan en 1984 esperaban, en una proporción de tres a dos, que no se promulgaran las medidas legales anunciadas. Si tomamos programas concretos, como el gasto en armamento, o la reducción de recursos en materia de gasto social, etc., prácticamente todos ellos recibían una oposición frontal por parte de la gente.
Pero en la medida en que se marginaba y apartaba a los individuos de la cosa pública y estos no encontraban el modo de organizar y articular sus sentimientos, o incluso de saber que había otros que compartían dichos sentimientos, los que decían que preferían el gasto social al gasto militar —y lo expresaban en los sondeos, tal como sucedía de manera generalizada— daban por supuesto que eran los únicos con tales ideas disparatadas en la cabeza.
Nunca habían oído estas cosas de nadie más, ya que había que suponer que nadie pensaba así; y si lo había, y era sincero en las encuestas, era lógico pensar que se trataba de un bicho raro. Desde el momento en que un individuo no encuentra la manera de unirse a otros que comparten o refuerzan este parecer y que le pueden transmitir la ayuda necesaria para articularlo, acaso llegue a sentir que es alguien excéntrico, una rareza en un mar de normalidad.
De modo que acaba permaneciendo al margen, sin prestar atención a lo que ocurre, mirando hacia, otro lado, como por ejemplo la final de Copa. Así pues, hasta cierto punto se alcanzó el ideal, aunque nunca de forma completa, ya que hay instituciones que hasta ahora ha sido imposible destruir: por ejemplo, las iglesias. Buena parte de la actividad disidente de los Estados Unidos se producía en las iglesias por la sencilla razón de que estas existían. Por ello, cuando había que dar una conferencia de carácter político en un país europeo era muy probable que se celebrara en los locales de algún sindicato, cosa harto difícil en América ya que, en primer lugar, estos apenas existían o, en el mejor de los casos, no eran organizaciones políticas. Pero las iglesias sí existían, de manera que las charlas y conferencias se hacían con frecuencia en ellas: la solidaridad con Centroamérica se originó en su mayor parte en las iglesias, sobre todo porque existían. El rebaño desconcertado nunca acaba de estar debidamente domesticado: es una batalla permanente. En la década de 1930 surgió otra vez, pero se pudo sofocar el movimiento. En los años sesenta apareció una nueva ola de disidencia, a la cual la clase especializada le puso el nombre de crisis de la democracia. Se consideraba que la democracia estaba entrando en una crisis porque amplios segmentos de la población se estaban organizando de manera activa y estaban intentando participar en la arena política. El conjunto de élites coincidían en que había que aplastar el renacimiento democrático de los sesenta y poner en marcha un sistema social en el que los recursos se canalizaran hacia las clases acaudaladas privilegiadas. Y aquí hemos de volver a las dos concepciones de democracia que hemos mencionado en párrafos anteriores. Según la definición del diccionario, lo anterior constituye un avance en democracia; según el criterio predominante, es un problema, una crisis que ha de ser vencida. Había que obligar a la población a que retrocediera y volviera a la apatía, la obediencia y la pasividad, que conforman su estado natural, para lo cual se hicieron grandes esfuerzos, si bien no funcionó. Afortunadamente, la crisis de la democracia todavía está vivita y coleando, aunque no ha resultado muy eficaz a la hora de conseguir un cambio político.
Pero, contrariamente a lo que mucha gente cree, sí ha dado resultados en lo que se refiere al cambio de la opinión pública. Después de la década de 1960 se hizo todo lo posible para que la enfermedad diera marcha atrás. La verdad es que uno de los aspectos centrales de dicho mal tenía un nombre técnico: el síndrome de Vietnam, término que surgió en torno a 1970 y que de vez en cuando encuentra nuevas definiciones.
El intelectual reaganista Norman Podhoretz habló de élcomo las inhibiciones enfermizas respecto al uso de la fuerza militar. Pero resulta que era la mayoría de la gente la que experimentaba dichas inhibiciones contra la violencia, ya que simplemente no entendía por qué había que ir por el mundo torturando, matando o lanzando bombardeos intensivos. Como ya supo Goebbels en su día, es muy peligroso que la población se rinda ante estas inhibiciones enfermizas, ya que en ese caso habría un límite a las veleidades aventureras de un país fuera de sus fronteras.
Tal como decía con orgullo el Washington Post durante la histeria colectiva que se produjo durante la guerra del golfo Pérsico, es necesario infundir en la gente respeto por los valores marciales. Y eso sí es importante. Si se quiere tener una sociedad violenta que avale la utilización de la fuerza en todo el mundo para alcanzar los fines de su propia élite doméstica, es necesario valorar debidamente las virtudes guerreras y no esas inhibiciones achacosas acerca del uso de la violencia.
Esto es el síndrome de Vietnam: hay que vencerlo. La representación como realidad También es preciso falsificar totalmente la historia. Ello constituye otra manera de vencer esas inhibiciones enfermizas, para simular que cuando atacamos y destruimos a alguien lo que estamos haciendo en realidad es proteger y defendernos a nosotros mismos de los peores monstruos y agresores, y cosas por el estilo. Desde la guerra del Vietnam se ha realizado un enorme esfuerzo por reconstruir la historia. Demasiada gente, incluidos gran número de soldados y muchos jóvenes que estuvieron involucrados en movimientos por la paz o antibelicistas, comprendía lo que estaba pasando. Y eso no era bueno. De nuevo había que poner orden en aquellos malos pensamientos y recuperar alguna forma de cordura, es decir, la aceptación de que sea lo que fuere lo que hagamos, ello es noble y correcto. Si bombardeábamos Vietnam del Sur, se debía a que estábamos defendiendo el país de alguien, esto es, de los sudvietnamitas, ya que allí no había nadie más.

Es lo que los intelectuales kenedianos denominaban defensa contra la agresión interna en Vietnam del Sur, expresión acuñada por Adiai Stevenson, entre otros. Así pues, era necesario que esta fuera la imagen oficial e inequívoca; y ha funcionado muy bien, ya que si se tiene el control absoluto de los medios de comunicación y el sistema educativo y la intelectualidad son conformistas, puede surtir efecto cualquier política. Un indicio de ello se puso de manifiesto en un estudio llevado a cabo en la Universidad de Massachusetts sobre las diferentes actitudes ante la crisis del Golfo Pérsico, y que se centraba en las opiniones que se manifestaban mientras se veía la televisión. Una de las preguntas de dicho estudio era: ¿Cuantas víctimas vietnamitas calcula usted que hubo durante la guerra del Vietnam?
La respuesta promedio que se daba era en torno a 100.000, mientras que las cifras oficiales hablan de dos millones, y las reales probablemente sean de tres o cuatro millones. Los responsables del estudio formulaban a continuación una pregunta muy oportuna: ¿Qué pensaríamos de la cultura política alemana si cuando se le preguntara a la gente cuantos judíos murieron en el Holocausto la respuesta fuera unos 300.000? La pregunta quedaba sin respuesta, pero podemos tratar de encontrarla.
¿Qué nos dice todo esto sobre nuestra cultura? Pues bastante: es preciso vencer las inhibiciones enfermizas respecto al uso de la fuerza militar y a otras desviaciones democráticas. Y en este caso dio resultados satisfactorios y demostró ser cierto en todos los terrenos posibles: tanto si elegimos Próximo Oriente, el terrorismo internacional o Centroamérica.
El cuadro del mundo que se presenta a la gente no tiene la más mínima relación con la realidad, ya que la verdad sobre cada asunto queda enterrada bajo montañas de mentiras. Se ha alcanzado un éxito extraordinario en el sentido de disuadir las amenazas democráticas, y lo realmente interesante es que ello se ha producido en condiciones de libertad. No es como en un estado totalitario, donde todo se hace por la fuerza. Esos logros son un fruto conseguido sin violar la libertad.

Por ello, si queremos entender y conocer nuestra sociedad, tenemos que pensar en todo esto, en estos hechos que son importantes para todos aquellos que se interesan y preocupan por el tipo de sociedad en el que viven. La cultura disidente A pesar de todo, la cultura disidente sobrevivió, y ha experimentado un gran crecimiento desde la década de los sesenta. Al principio su desarrollo era sumamente lento, ya que, por ejemplo, no hubo protestas contra la guerra de Indochina hasta algunos años después de que los Estados Unidos empezaran a bombardear Vietnam del Sur.
En los inicios de su andadura era un reducido movimiento contestatario, formado en su mayor parte por estudiantes y jóvenes en general, pero hacia principios de los setenta ya había cambiado de forma notable. Habían surgido movimientos populares importantes: los ecologistas, las feministas, los antinucleares, etcétera. Por otro lado, en la década de 1980 se produjo una expansión incluso mayor y que afectó a todos los movimientos de solidaridad, algo realmente nuevo e importante al menos en la historia de América y quizás en toda la disidencia mundial. La verdad es que estos eran movimientos que no sólo protestaban sino que se implicaban a fondo en las vidas de todos aquellos que sufrían por alguna razón en cualquier parte del mundo. Y sacaron tan buenas lecciones de todo ello, que ejercieron un enorme efecto civilizador sobre las tendencias predominantes en la opinión pública americana. Y a partir de ahí se marcaron diferencias, de modo que cualquiera que haya estado involucrado es este tipo de actividades durante algunos años ha de saberlo perfectamente. Yo mismo soy consciente de que el tipo de conferencias que doy en la actualidad en las regiones más reaccionarias del país —la Georgia central, el Kentucky rural— no las podría haber pronunciado, en el momento culminante del movimiento pacifista, ante una audiencia formada por los elementos más activos de dicho movimiento.
Ahora, en cambio, en ninguna parte hay ningún problema. La gente puede estar o no de acuerdo, pero al menos comprende de qué estás hablando y hay una especie de terreno común en el que es posible cuando menos entenderse. A pesar de toda la propaganda y de todos los intentos por controlar el pensamiento y fabricar el consenso, lo anterior constituye un conjunto de signos de efecto civilizador. Se está adquiriendo una capacidad y una buena disposición para pensar las cosas con el máximo detenimiento. Ha crecido el escepticismo acerca del poder. Han cambiado muchas actitudes hacia un buen número de cuestiones, lo que ha convertido todo este asunto en algo lento, quizá incluso frío, pero perceptible e importante, al margen de si acaba siendo o no lo bastante rápido como para influir de manera significativa en los aconteceres del mundo.
Tomemos otro ejemplo: la brecha que se ha abierto en relación al género. A principios de la década de 1960 las actitudes de hombres y mujeres eran aproximadamente las mismas en asuntos como las virtudes castrenses, igual que lo eran las inhibiciones enfermizas respecto al uso de la fuerza militar.
Por entonces, nadie, ni hombres ni mujeres, se resentía a causa de dichas posturas, dado que las respuestas coincidían: todo el mundo pensaba que la utilización de la violencia para reprimir a la gente de por ahí estaba justificada.
Pero con el tiempo las cosas han cambiado. Aquellas inhibiciones han experimentado un crecimiento lineal, aunque al mismo tiempo ha aparecido un desajuste que poco a poco ha llegado a ser sensiblemente importante y que según los sondeos ha alcanzado el 20%. ¿Qué ha pasado? Pues que las mujeres han formado un tipo de movimiento popular semiorganizado, el movimiento feminista, que ha ejercido una influencia decisiva, ya que, por un lado, ha hecho que muchas mujeres se dieran cuenta de que no estaban solas, de que había otras con quienes compartir las mismas ideas, y, por otro, en la organización se pueden apuntalar los pensamientos propios y aprender más acerca de las opiniones e ideas que cada uno tiene. Si bien estos movimientos son en cierto modo informales, sin carácter militante, basados más bien en una disposición del ánimo en favor de las interacciones personales, sus efectos sociales han sido evidentes. Y este es el peligro de la democracia: si se pueden crear organizaciones, si la gente no permanece simplemente pegada al televisor, pueden aparecer estas ideas extravagantes, como las inhibiciones enfermizas respecto al uso de la fuerza militar. Hay que vencer estas tentaciones, pero no ha sido todavía posible. Desfile de enemigos En vez de hablar de la guerra pasada, hablemos de la guerra que viene, porque a veces es más útil estar preparado para lo que puede venir que simplemente reaccionar ante lo que ocurre.
En la actualidad se está produciendo en los Estados Unidos —y no es el primer país en que esto sucede— un proceso muy característico. En el ámbito interno, hay problemas económicos y sociales crecientes que pueden devenir en catástrofes, y no parece haber nadie, de entre los que detentan el poder, que tenga intención alguna de prestarles atención. Si se echa una ojeada a los programas de las distintas administraciones durante los últimos diez años no se observa ninguna propuesta seria sobre lo que hay que hacer para resolver los importantes problemas relativos a la salud, la educación, los que no tienen hogar, los parados, el índice de criminalidad, la delincuencia creciente que afecta a amplias capas de la población, las cárceles, el deterioro de los barrios periféricos, es decir, la colección completa de problemas conocidos. Todos conocemos la situación, y sabemos que está empeorando.
Sólo en los dos años que George Bush estuvo en el poder hubo tres millones más de niños que cruzaron el umbral de la pobreza, la deuda externa creció progresivamente, los estándares educativos experimentaron un declive, los salarios reales retrocedieron al nivel de finales de los años cincuenta para la gran mayoría de la población, y nadie hizo absolutamente nada para remediarlo. En estas circunstancias hay que desviar la atención del rebaño desconcertado ya que si empezara a darse cuenta de lo que ocurre podría no gustarle, porque es quien recibe directamente las consecuencias de lo anterior.

Acaso entretenerles simplemente con la final de Copa o los culebrones no sea suficiente y haya que avivar en él el miedo a los enemigos. En los años treinta Hitler difundió entre los alemanes el miedo a los judíos y a los gitanos: había que machacarles como forma de autodefensa. Pero nosotros también tenemos nuestros métodos.
A lo largo de la última década, cada año o a lo sumo cada dos, se fabrica algún monstruo de primera línea del que hay que defenderse. Antes los que estaban más a mano eran los rusos, de modo que había que estar siempre a punto de protegerse de ellos. Pero, por desgracia, han perdido atractivo como enemigo, y cada vez resulta más difícil utilizarles como tal, de modo que hay que hacer que aparezcan otros de nueva estampa.
De hecho, la gente fue bastante injusta al criticar a George Bush por haber sido incapaz de expresar con claridad hacia dónde estábamos siendo impulsados, ya que hasta mediados de los años ochenta, cuando andábamos despistados se nos ponía constantemente el mismo disco: que vienen los rusos. Pero al perderlos como encamación del lobo feroz hubo que fabricar otros, al igual que hizo el aparato de relaciones públicas reaganiano en su momento. Y así, precisamente con Bush, se empezó a utilizar a los terroristas internacionales, a los narcotraficantes, a los locos caudillos árabes o a Sadam Husein, el nuevo Hitler que iba a conquistar el mundo.
Han tenido que hacerles aparecer a uno tras otro, asustando a la población, aterrorizándola, de forma que ha acabado muerta de miedo y apoyando cualquier iniciativa del poder.
Así se han podido alcanzar extraordinarias victorias sobre Granada, Panamá, o algún otro ejército del Tercer Mundo al que se puede pulverizar antes siquiera de tomarse la molestia de mirar cuántos son.
Esto da un gran alivio, ya que nos hemos salvado en el último momento.

Tenemos así, pues, uno de los métodos con el cual se puede evitar que el rebaño desconcertado preste atención a lo que está sucediendo a su alrededor, y permanezca distraído y controlado. Recordemos que la operación terrorista internacional más importante llevada a cabo hasta la fecha ha sido la operación Mongoose, a cargo de la administración Kennedy, a partir de la cual este tipo de actividades prosiguieron contra Cuba.
Parece que no ha habido nada que se le pueda comparar ni de lejos, a excepción quizás de la guerra contra Nicaragua, si convenimos en denominar aquello también terrorismo. El Tribunal de La Haya consideró que aquello era algo más que una agresión. Cuando se trata de construir un monstruo fantástico siempre se produce una ofensiva ideológica, seguida de campañas para aniquilarlo. No se puede atacar si el adversario es capaz de defenderse: sería demasiado peligroso. Pero si se tiene la seguridad de que se le puede vencer, quizá se le consiga despachar rápido y lanzar así otro suspiro de alivio.

Percepción selectiva

Esto ha venido sucediendo desde hace tiempo. En mayo de 1986 se publicaron las memorias del preso cubano liberado Armando Valladares, que causaron rápidamente sensación en los medios de comunicación. Voy a brindarles algunas citas textuales. Los medios informativos describieron sus revelaciones como «el relato definitivo del inmenso sistema de prisión y tortura con el que Castro castiga y elimina a la oposición política».
Era «una descripción evocadora e inolvidable» de las «cárceles bestiales, la tortura inhumana [y] el historial de violencia de estado [bajo] todavía uno de los asesinos de masas de este siglo», del que nos enteramos, por fin, gracias a este libro, que «ha creado un nuevo despotismo que ha institucionalizado la tortura como mecanismo de control social» en el «infierno que era la Cuba en la que [Valladares] vivió». Esto es lo que apareció en el Washington Post y el New York Times en sucesivas reseñas.
Las atrocidades de Castro —descrito como un «matón dictador»— se revelaron en este libro de manera tan concluyente que «solo los intelectuales occidentales fríos e insensatos saldrán en defensa del tirano», según el primero de los diarios citados.
Recordemos que estamos hablando de lo que le ocurrió a un hombre.
Y supongamos que todo lo que se dice en el libro es verdad. No le hagamos demasiadas preguntas al protagonista de la historia.
En una ceremonia celebrada en la Casa Blanca con motivo del Día de los Derechos Humanos, Ronald Reagan destacó a Armando Valladares e hizo mención especial de su coraje al soportar el sadismo del sangriento dictador cubano.
A continuación, se le designó representante de los Estados Unidos en la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
Allí tuvo la oportunidad de prestar notables servicios en la defensa de los gobiernos de El Salvador y Guatemala en el momento en que estaban recibiendo acusaciones de cometer atrocidades a tan gran escala que cualquier vejación que Valladares pudiera haber sufrido tenía que considerarse forzosamente de mucha menor entidad.
Así es como están las cosas. La historia que viene ahora también ocurría en mayo de 1986, y nos dice mucho acerca de la fabricación del consenso.
Por entonces, los supervivientes del Grupo de Derechos Humanos de El Salvador —sus líderes habían sido asesinados— fueron detenidos y torturados, incluyendo al director, Herbert Anaya. Se les encarceló en una prisión llamada La Esperanza, pero mientras estuvieron en ella continuaron su actividad de defensa de los derechos humanos, y, dado que eran abogados, siguieron tomando declaraciones juradas.
Había en aquella cárcel 432 presos, de los cuales 430 declararon y relataron bajo juramento las torturas que habían recibido: aparte de la picana y otras atrocidades, se incluía el caso de un interrogatorio, y la tortura consiguiente, dirigido por un oficial del ejército de los Estados Unidos de uniforme, al cual se describía con todo detalle.
Ese informe —160 páginas de declaraciones juradas de los presos— constituye un testimonio extraordinariamente explícito y exhaustivo, acaso único en lo referente a los pormenores de lo que ocurre en una cámara de tortura.
No sin dificultades se consiguió sacarlo al exterior, junto con una cinta de vídeo que mostraba a la gente mientras testificaba sobre las torturas, y la Marin County Interfaith Task Force (Grupo de trabajo multiconfesional Marin County) se encargó de distribuirlo.
Pero la prensa nacional se negó a hacer su cobertura informativa y las emisoras de televisión rechazaron la emisión del vídeo.
Creo que como mucho apareció un artículo en el periódico local de Marin County, el San Francisco Examiner. Nadie iba a tener interés en aquello. Porque estábamos en la época en que no eran pocos los intelectuales insensatos y ligeros de cascos que estaban cantando alabanzas a José Napoleón Duarte y Ronald Reagan.
Anaya no fue objeto de ningún homenaje.
No hubo lugar para él en el Día de los Derechos Humanos.
No fue elegido para ningún cargo importante.
En vez de ello fue liberado en un intercambio de prisioneros y posteriormente asesinado, al parecer por las fuerzas de seguridad siempre apoyadas militar y económicamente por los Estados Unidos.
Nunca se tuvo mucha información sobre aquellos hechos: los medios de comunicación no llegaron en ningún momento a preguntarse si la revelación de las atrocidades que se denunciaban —en vez de mantenerlas en secreto y silenciarlas— podía haber salvado su vida.
Todo lo anterior nos enseña mucho acerca del modo de funcionamiento de un sistema de fabricación de consenso.
En comparación con las revelaciones de Herbert Anaya en El Salvador, las memorias de Valladares son como una pulga al lado de un elefante. Pero no podemos ocuparnos de pequeñeces, lo cual nos conduce hacia la próxima guerra.
Creo que cada vez tendremos más noticias sobre todo esto, hasta que tenga lugar la operación siguiente. Solo algunas consideraciones sobre lo último que se ha dicho, si bien al final volveremos sobre ello. Empecemos recordando el estudio de la Universidad de Massachusetts ya mencionado, ya que llega a conclusiones interesantes.
En él se preguntaba a la gente si creía que los Estados Unidos debía intervenir por la fuerza para impedir la invasión ilegal de un país soberano o para atajar los abusos cometidos contra los derechos humanos.
En una proporción de dos a uno la respuesta del público americano era afirmativa. Había que utilizar la fuerza militar para que se diera marcha atrás en cualquier caso de invasión o para que se respetaran los derechos humanos. Pero si los Estados Unidos tuvieran que seguir al pie de la letra el consejo que se deriva de la citada encuesta, habría que bombardear El Salvador, Guatemala, Indonesia, Damasco, Tel Aviv, Ciudad del Cabo, Washington, y una lista interminable de países, ya que todos ellos representan casos manifiestos, bien de invasión ilegal, bien de violación de derechos humanos. Si uno conoce los hechos vinculados a estos ejemplos, comprenderá perfectamente que la agresión y las atrocidades de Sadam Husein —que tampoco son de carácter extremo— se incluyen claramente dentro de este abanico de casos. ¿Por qué, entonces, nadie llega a esta conclusión?
La respuesta es que nadie sabe lo suficiente. En un sistema de propaganda bien engrasado nadie sabrá de qué hablo cuando hago una lista como la anterior. Pero si alguien se molesta en examinarla con cuidado, verá que los ejemplos son totalmente apropiados. Tomemos uno que, de forma amenazadora, estuvo a punto de ser percibido durante la guerra del Golfo.
En febrero, justo en la mitad de la campaña de bombardeos, el gobierno del Líbano solicitó a Israel que observara la resolución 425 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, de marzo de 1978, por la que se le exigía que se retirara inmediata e incondicionalmente del Líbano. Después de aquella fecha ha habido otras resoluciones posteriores redactadas en los mismos términos, pero desde luego Israel no ha acatado ninguna de ellas porque los Estados Unidos dan su apoyo al mantenimiento de la ocupación. Al mismo tiempo, el sur del Líbano recibe las embestidas del terrorismo del estado judío, y no sólo brinda espacio para la ubicación de campos de tortura y aniquilamiento sino que también se utiliza como base para atacar a otras partes del país. Desde 1978, fecha de la resolución citada, el Líbano fue invadido, la ciudad de Beirut sufrió continuos bombardeos, unas 20.000 personas murieron —en torno al 80% eran civiles—, se destruyeron hospitales, y la población tuvo que soportar todo el daño imaginable, incluyendo el robo y el saqueo. Excelente... los Estados Unidos lo apoyaban. Es sólo un ejemplo. La cuestión está en que no vimos ni oímos nada en los medios de información acerca de todo ello, ni siquiera una discusión sobre si Israel y los Estados Unidos deberían cumplir la resolución 425 del Consejo de Seguridad, o cualquiera de las otras posteriores, del mismo modo que nadie solicitó el bombardeo de Tel Aviv, a pesar de los principios defendidos por dos tercios de la población. Porque, después de todo, aquello es una ocupación ilegal de un territorio en el que se violan los derechos humanos. Sólo es un ejemplo, pero los hay incluso peores. Cuando el ejército de Indonesia invadió Timor Oriental dejó un rastro de 200.000 cadáveres, cifra que no parece tener importancia al lado de otros ejemplos.
El caso es que aquella invasión también recibió el apoyo claro y explícito de los Estados Unidos, que todavía prestan al gobierno indonesio ayuda diplomática y militar. Y podríamos seguir indefinidamente.
La guerra del Golfo Veamos otro ejemplo más reciente. Vamos viendo cómo funciona un sistema de propaganda bien engrasado. Puede que la gente crea que el uso de la fuerza contra Iraq se debe a que América observa realmente el principio de que hay que hacer frente a las invasiones de países extranjeros o a las transgresiones de los derechos humanos por la vía militar, y que no vea, por el contrario, qué pasaría si estos principios fueran también aplicables a la conducta política de los Estados Unidos.
Estamos ante un éxito espectacular de la propaganda.
Tomemos otro caso.
Si se analiza detenidamente la cobertura periodística de la guerra desde el mes de agosto (1990), se ve, sorprendentemente, que faltan algunas opiniones de cierta relevancia.
Por ejemplo, existe una oposición democrática iraquí de cierto prestigio, que, por supuesto, permanece en el exilio dada la quimera de sobrevivir en Iraq.
En su mayor parte están en Europa y son banqueros, ingenieros, arquitectos, gente así, es decir, con cierta elocuencia, opiniones propias y capacidad y disposición para expresarlas.


Pues bien, cuando Sadam Husein era todavía el amigo favorito de Bush y un socio comercial privilegiado, aquellos miembros de la oposición acudieron a Washington, según las fuentes iraquíes en el exilio, a solicitar algún tipo de apoyo a sus demandas de constitución de un parlamento democrático en Iraq. Y claro, se les rechazó de plano, ya que los Estados Unidos no estaban en absoluto interesados en lo mismo. En los archivos no consta que hubiera ninguna reacción ante aquello. A partir de agosto fue un poco más difícil ignorar la existencia de dicha oposición, ya que cuando de repente se inició el enfrentamiento con Sadam Husein después de haber sido su más firme apoyo durante años, se adquirió también conciencia de que existía un grupo de demócratas iraquíes que seguramente tenían algo que decir sobre el asunto. Por lo pronto, los opositores se sentirían muy felices si pudieran ver al dictador derrocado y encarcelado, ya que había matado a sus hermanos, torturado a sus hermanas y les había mandado a ellos mismos al exilio. Habían estado luchando contra aquella tiranía que Ronald Reagan y George Bush habían estado protegiendo. ¿Por qué no se tenía en cuenta, pues, su opinión?
Echemos un vistazo a los medios de información de ámbito nacional y tratemos de encontrar algo acerca de la oposición democrática iraquí desde agosto de 1990 hasta marzo de 1991: ni una línea.
Y no es a causa de que dichos resistentes en el exilio no tengan facilidad de palabra, ya que hacen repetidamente declaraciones, propuestas, llamamientos y solicitudes, y, si se les observa, se hace difícil distinguirles de los componentes del movimiento pacifista americano.
Están contra Sadam Husein y contra la intervención bélica en Iraq. No quieren ver cómo su país acaba siendo destruido, desean y son perfectamente conscientes de que es posible una solución pacífica del conflicto.
Pero parece que esto no es políticamente correcto, por lo que se les ignora por completo. Así que no oímos ni una palabra acerca de la oposición democrática iraquí, y si alguien está interesado en saber algo de ellos puede comprar la prensa alemana o la británica. Tampoco es que allí se les haga mucho caso, pero los medios de comunicación están menos controlados que los americanos, de modo que, cuando menos, no se les silencia por completo. Lo descrito en los párrafos anteriores ha constituido un logro espectacular de la propaganda.
En primer lugar, se ha conseguido excluir totalmente las voces de los demócratas iraquíes del escenario político, y, segundo, nadie se ha dado cuenta, lo cual es todavía más interesante.
Hace falta que la población esté profundamente adoctrinada para que no haya reparado en que no se está dando cancha a las opiniones de la oposición iraquí, aunque, caso de haber observado el hecho, si se hubiera formulado la pregunta ¿por qué?, la respuesta habría sido evidente: porque los demócratas iraquíes piensan por sí mismos; están de acuerdo con los presupuestos del movimiento pacifista internacional, y ello les coloca en fuera de juego. Veamos ahora las razones que justificaban la guerra.
Los agresores no podían ser recompensados por su acción, sino que había que detener la agresión mediante el recurso inmediato a la violencia: esto lo explicaba todo. En esencia, no se expuso ningún otro motivo.
Pero, ¿es posible que sea esta una explicación admisible? ¿Defienden en verdad los Estados Unidos estos principios: que los agresores no pueden obtener ningún premio por su agresión y que esta debe ser abortada mediante el uso de la violencia? No quiero poner a prueba la inteligencia de quien me lea al repasar los hechos, pero el caso es que un adolescente que simplemente supiera leer y escribir podría rebatir estos argumentos en dos minutos. Pero nunca nadie lo hizo. Fijémonos en los medios de comunicación, en los comentaristas y críticos liberales, en aquellos que declaraban ante el Congreso, y veamos si había alguien que pusiera en entredicho la suposición de que los Estados Unidos era fiel de verdad a esos principios.
¿Se han opuesto los Estados Unidos a su propia agresión a Panamá, y se ha insistido, por ello, en bombardear Washington? Cuando se declaró ilegal la invasión de Namibia por parte de Sudáfrica, ¿impusieron los Estados Unidos sanciones y embargos de alimentos y medicinas? ¿Declararon la guerra? ¿Bombardearon Ciudad del Cabo? No, transcurrió un período de veinte años de diplomacia discreta. Y la verdad es que no fue muy divertido lo que ocurrió durante estos años, dominados por las administraciones de Reagan y Bush, en los que aproximadamente un millón y medio de personas fueron muertas a manos de Sudáfrica en los países limítrofes. Pero olvidemos lo que ocurrió en Sudáfrica y Namibia: aquello fue algo que no lastimó nuestros espíritus sensibles.
Proseguimos con nuestra diplomacia discreta para acabar concediendo una generosa recompensa a los agresores. Se les concedió el puerto más importante de Namibia y numerosas ventajas que tenían que ver con su propia seguridad nacional. ¿Dónde está aquel famoso principio que defendemos? De nuevo, es un juego de niños el demostrar que aquellas no podían ser de ningún modo las razones para ir a la guerra, precisamente porque nosotros mismos no somos fieles a estos principios. Pero nadie lo hizo; esto es lo importante. Del mismo modo que nadie se molestó en señalar la conclusión que se seguía de todo ello: que no había razón alguna para la guerra. Ninguna, al menos, que un adolescente no analfabeto no pudiera refutar en dos minutos. Y de nuevo estamos ante el sello característico de una cultura totalitaria.
Algo sobre lo que deberíamos reflexionar ya que es alarmante que nuestro país sea tan dictatorial que nos pueda llevar a una guerra sin dar ninguna razón de ello y sin que nadie se entere de los llamamientos del Líbano.
Es realmente chocante.
Justo antes de que empezara el bombardeo, a mediados de enero, un sondeo llevado a cabo por el Washington Post y la cadena abc revelaba un dato interesante. La pregunta formulada era: si Iraq aceptara retirarse de Kuwait a cambio de que el Consejo de Seguridad estudiara la resolución del conflicto árabe-israelí, ¿estaría de acuerdo? Y el resultado nos decía que, en una proporción de dos a uno, la población estaba a favor. Lo mismo sucedía en el mundo entero, incluyendo a la oposición iraquí, de forma que en el informe final se reflejaba el dato de que dos tercios de los americanos daban un sí como respuesta a la pregunta referida.

Cabe presumir que cada uno de estos individuos pensaba que era el único en el mundo en pensar así, ya que desde luego en la prensa nadie había dicho en ningún momento que aquello pudiera ser una buena idea. Las órdenes de Washington habían sido muy claras, es decir, hemos de estar en contra de cualquier conexión, es decir, de cualquier relación diplomática, por lo que todo el mundo debía marcar el paso y oponerse a las soluciones pacíficas que pudieran evitar la guerra.
Si intentamos encontrar en la prensa comentarios o reportajes al respecto, sólo descubriremos una columna de Alex Cockbum en Los Angeles Times, en la que este se mostraba favorable a la respuesta mayoritaria de la encuesta. Seguramente, los que contestaron la pregunta pensaban estoy solo, pero esto es lo que pienso. De todos modos, supongamos que hubieran sabido que no estaban solos, que había otros, como la oposición democrática iraquí, que pensaban igual. Y supongamos también que sabían que la pregunta no era una mera hipótesis, sino que, de hecho, Iraq había hecho precisamente la oferta señalada, y que esta había sido dada a conocer por el alto mando del ejército americano justo ocho días antes: el día 2 de enero. Se había difundido la oferta iraquí de retirada total de Kuwait a cambio de que el Consejo de Seguridad discutiera y resolviera el conflicto árabe-israelí y el de las armas de destrucción masiva. (Recordemos que los Estados Unidos habían estado rechazando esta negociación desde mucho antes de la invasión de Kuwait).
Supongamos, asimismo, que la gente sabía que la propuesta estaba realmente encima de la mesa, que recibía un apoyo generalizado, y que, de hecho, era algo que cualquier persona racional haría si quisiera la paz, al igual que hacemos en otros casos, más esporádicos, en que precisamos de verdad repeler la agresión.
Si suponemos que se sabía todo esto, cada uno puede hacer sus propias conjeturas. Personalmente doy por sentado que los dos tercios mencionados se habrían convertido, casi con toda probabilidad, en el 98% de la población. Y aquí tenemos otro éxito de la propaganda. Es casi seguro que no había ni una sola persona, de las que contestaron la pregunta, que supiera algo de lo referido en este párrafo porque seguramente pensaba que estaba sola.
Por ello, fue posible seguir adelante con la política belicista sin ninguna oposición.
Hubo mucha discusión, protagonizada por el director de la CIA, entre otros, acerca de si las sanciones serían eficaces o no. Sin embargo no se discutía la cuestión más simple: ¿habían funcionado las sanciones hasta aquel momento? Y la respuesta era que sí, que por lo visto habían dado resultados, seguramente hacia finales de agosto, y con más probabilidad hacia finales de diciembre. Es muy difícil pensar en otras razones que justifiquen las propuestas iraquíes de retirada, autentificadas o, en algunos casos, difundidas por el Estado Mayor estadounidense, que las consideraba serias y negociables. Así la pregunta que hay que hacer es: ¿Habían sido eficaces las sanciones? ¿Suponían una salida a la crisis? ¿Se vislumbraba una solución aceptable para la población en general, la oposición democrática iraquí y el mundo en su conjunto?

Estos temas no se analizaron ya que para un sistema de propaganda eficaz era decisivo que no aparecieran como elementos de discusión, lo cual permitió al presidente del Comité Nacional Republicano decir que si hubiera habido un demócrata en el poder, Kuwait todavía no habría sido liberado. Puede decir esto y ningún demócrata se levantará y dirá que si hubiera sido presidente habría liberado Kuwait seis meses antes. Hubo entonces oportunidades que se podían haber aprovechado para hacer que la liberación se produjera sin que fuera necesaria la muerte de decenas de miles de personas ni ninguna catástrofe ecológica.
Ningún demócrata dirá esto porque no hubo ningún demócrata que adoptara esta postura, si acaso con la excepción de Henry González y Barbara Boxer, es decir, algo tan marginal que se puede considerar prácticamente inexistente. Cuando los misiles Scud cayeron sobre Israel no hubo ningún editorial de prensa que mostrara su satisfacción por ello. Y otra vez estamos ante un hecho interesante que nos indica cómo funciona un buen sistema de propaganda, ya que podríamos preguntar ¿y por qué no?
Después de todo, los argumentos de Sadam Husein eran tan válidos como los de George Bush: ¿cuáles eran, al fin y al cabo?
Tomemos el ejemplo del Líbano. Sadam Husein dice que rechaza que Israel se anexione el sur del país, de la misma forma que reprueba la ocupación israelí de los Altos del Golán sirios y de Jerusalén Este, tal como ha declarado repetidamente por unanimidad el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Pero para el dirigente iraquí son inadmisibles la anexión y la agresión. Israel ha ocupado el sur del Líbano desde 1978 en clara violación de las resoluciones del Consejo de Seguridad, que se niega a aceptar, y desde entonces hasta el día de hoy ha invadido todo el país y todavía lo bombardea a voluntad. Es inaceptable. Es posible que Sadam Husein haya leído los informes de Amnistía Internacional sobre las atrocidades cometidas por el ejército israelí en la Cisjordania ocupada y en la franja de Gaza. Por ello, su corazón sufre. No puede soportarlo. Por otro lado, las sanciones no pueden mostrar su eficacia porque los Estados Unidos vetan su aplicación, y las negociaciones siguen bloqueadas. ¿Qué queda, aparte de la fuerza? Ha estado esperando durante años: trece en el caso del Líbano; veinte en el de los territorios ocupados. Este argumento nos suena. La única diferencia entre este y el que hemos oído en alguna otra ocasión está en que Sadam Husein podía decir, sin temor a equivocarse, que las sanciones y las negociaciones no se pueden poner en práctica porque los Estados Unidos lo impiden.
George Bush no podía decir lo mismo, dado que, en su caso, las sanciones parece que sí funcionaron, por lo que cabía pensar que las negociaciones también darían resultado: en vez de ello, el presidente americano las rechazó de plano, diciendo de manera explícita que en ningún momento iba a haber negociación alguna. ¿Alguien vio que en la prensa hubiera comentarios que señalaran la importancia de todo esto? No, ¿por qué?, es una trivialidad.
Es algo que, de nuevo, un adolescente que sepa las cuatro reglas puede resolver en un minuto. Pero nadie, ni comentaristas ni editorialistas, llamaron la atención sobre ello.
Nuevamente se pone de relieve, los signos de una cultura totalitaria bien llevada, y demuestra que la fabricación del consenso sí funciona. Solo otro  comentario sobre esto último.
Podríamos poner muchos ejemplos a medida que fuéramos hablando. Admitamos, de momento, que efectivamente Sadam Husein es un monstruo que quiere conquistar el mundo —creencia ampliamente generalizada en los Estados Unidos—.
No es de extrañar, ya que la gente experimentó cómo una y otra vez le martilleaban el cerebro con lo mismo: está a punto de quedarse con todo; ahora es el momento de pararle los pies.
Pero, ¿cómo pudo Sadam Husein llegar a ser tan poderoso? Iraq es un país del Tercer Mundo, pequeño, sin infraestructura industrial.
Libró durante ocho años una guerra terrible contra Irán, país que en la fase posrevolucionaria había visto diezmado su cuerpo de oficiales y la mayor parte de su fuerza militar.
Iraq, por su lado, había recibido una pequeña ayuda en esa guerra, al ser apoyado por la Unión Soviética, los Estados Unidos, Europa, los países árabes más importantes y las monarquías petroleras del Golfo.
Y, aún así, no pudo derrotar a Irán. Pero, de repente, es un país preparado para conquistar el mundo. ¿Hubo alguien que destacara este hecho?
La clave del asunto está en que era un país del Tercer Mundo y su ejército estaba formado por campesinos, y en que —como ahora se reconoce— hubo una enorme desinformación acerca de las fortificaciones, de las armas químicas, etc.; ¿hubo alguien que hiciera mención de todo aquello?
No, no hubo nadie. Típico. Fíjense que todo ocurrió exactamente un año después de que se hiciera lo mismo con Manuel Noriega. Este, si vamos a eso, era un gángster de tres al cuarto, comparado con los amigos de Bush, sean Sadam Husein o los dirigentes chinos, o con Bush mismo. Un desalmado de baja estofa que no alcanzaba los estándares internacionales que a otros colegas les daban una aureola de atracción. Aún así, se le convirtió en una bestia de exageradas proporciones que en su calidad de líder de los narcotraficantes nos iba a destruir a todos. Había que actuar con rapidez y aplastarle, matando a un par de cientos, quizás a un par de miles, de personas.
Devolver el poder a la minúscula oligarquía blanca — en torno al 8% de la población— y hacer que el ejército estadounidense controlara todos los niveles del sistema político. Y había que hacer todo esto porque, después de todo, o nos protegíamos a nosotros mismos, o el monstruo nos iba a devorar. Pues bien, un año después se hizo lo mismo con Sadam Husein. ¿Alguien dijo algo? ¿Alguien escribió algo respecto a lo que pasaba y por qué? Habrá que buscar y mirar con mucha atención para encontrar alguna palabra al respecto.
Démonos cuenta de que todo esto no es tan distinto de lo que hacía la Comisión Creel cuando convirtió a una población pacífica en una masa histérica y delirante que quería matar a todos los alemanes para protegerse a sí misma de aquellos bárbaros que descuartizaban a los niños belgas.
Quizás en la actualidad las técnicas son más sofisticadas, por la televisión y las grandes inversiones económicas, pero en el fondo viene a ser lo mismo de siempre.
Creo que la cuestión central, volviendo a mi comentario original, no es simplemente la manipulación informativa, sino algo de dimensiones mucho mayores. Se trata de si queremos vivir en una sociedad libre o bajo lo que viene a ser una forma de totalitarismo autoimpuesto, en el que el rebaño desconcertado se encuentra, además, marginado, dirigido, amedrentado, sometido a la repetición inconsciente de eslóganes patrióticos, e imbuido de un temor reverencial hacia el líder que le salva de la destrucción, mientras que las masas que han alcanzado un nivel cultural superior marchan a toque de corneta repitiendo aquellos mismos eslóganes que, dentro del propio país, acaban degradados.
Parece que la única alternativa esté en servir a un estado mercenario ejecutor, con la esperanza añadida de que otros vayan a pagamos el favor de que les estemos destrozando el mundo.

Estas son las opciones a las que hay que hacer frente.

Y la respuesta a estas cuestiones está en gran medida en manos de gente como ustedes y yo.
(En rebelion.org) 

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