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miércoles, 30 de octubre de 2013

Ayer bajamos el cuadro de Magnetto, por Roberto Caballero (para "INFOnews" del 30-10-13)

A 30 años de la recuperación democrática, el viento fresco de la igualdad, la libertad y la justicia vuelve a soplar con fuerza a lo largo y a lo ancho de toda la Argentina. El fallo de la Corte Suprema de ayer, declarando la plena constitucionalidad de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (LSCA), puso fin al desafío corporativo del Grupo Clarín SA a las instituciones de la República que tensó hasta el paroxismo la vida política nacional de los últimos años.


Atrás quedó el arsenal de falsedades y manipulaciones del sector empresario concentrado encabezado por Héctor Magnetto que se creía a sí mismo con un monárquico derecho a veto mediático y judicial sobre el derecho democrático de las mayorías. Atrás quedó también el supuesto paraíso de la libertad de empresa bajo el pretexto mentiroso de la libertad de expresión. La Corte revalidó la misión del Estado como garante de los derechos fundamentales, entre ellos, el de la comunicación.
Era sabido, lo dijimos hasta el cansancio: cuando tuvo la obligación de defender la libertad de expresión en serio, el Grupo Clarín SA acalló un genocidio para quedarse con Papel Prensa. No podían salirse con la suya ahora, en pleno siglo XXI, con tres décadas de ejercicio democrático ciudadano encima, después del debate inaugurado por la ley. Era una afrenta imposible de sostener.
Los monopolios conspiran contra la democracia, dice el Pacto de San José de Costa Rica, al que adhiere nuestra Constitución Nacional. Lo denunciamos desde estas páginas, con la convicción de hacer lo correcto, y la Corte finalmente nos dio la razón.
Hablamos de un tribunal que no siempre falló a favor del gobierno y sus políticas, pero que esta vez pudo sustraerse de lo anecdótico para hablarle cara a cara a la historia.
Las generaciones futuras van a recordar este fallo como un hito, del mismo modo que hoy recordamos el Juicio a las Juntas de Raúl Alfonsín, la derogación de las leyes de impunidad y el cuadro que bajó Néstor Kirchner del Colegio Militar. Una democracia es un sistema sin tutelas corporativas; si no, no es democracia, será otra cosa. Ni los militares, ni los grupos empresarios pueden estar por encima de la voluntad popular. Lo dijimos casi en soledad, hoy se hizo carne en multitudes: no hay monopolio que resista 30 años de democracia ininterrumpida.
¿Qué va a decir Clarín SA ahora? ¿Qué la Corte es kirchnerista? ¿Qué Ricardo Lorenzetti es chavista? ¿Que los persiguen todos los poderes del Estado: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial? ¿Que son el "capital nacional insolente" contra las multinacionales, como decía Alfredo Yabrán?
¿Cómo va a pagar Magnetto las calumnias, las injurias, los infundios, las campañas de aniquilamiento mediático desatadas desde la supremacía de su monopolio a todos y cada uno de los que defendieron esta ley constitucional? ¿Cuánto vale cada adjetivo hiriente, cada estocada moral, cada denuncia penal, cada amenaza, cada herida en la integridad desde los canales y radios que sufrimos en todos estos años los que apoyamos la democratización de la palabra contra sus intereses concentrados?
¿Cómo va a revertir el daño que produjo a nuestro país en los foros internacionales donde denunció maliciosamente que la Argentina era casi una dictadura donde se perseguía la opinión disidente? ¿Cómo va a indemnizar a los miles de periodistas-trabajadores de prensa que perdieron su trabajo por la expansión de su grupo monopólico en todos estos años? ¿Cómo va a pagarle a las audiencias cautivas la lesión al derecho a la comunicación que les infringió a sabiendas de su poder intocable con la anuencia de gobiernos que le temían o eran socios de su rentabilidad?
Magnetto tiene muchas preguntas que responder aún ante la opinión pública y también en los estrados judiciales: aún tiene pendiente una indagatoria ante el juzgado federal de Julián Ercolini por los presuntos crímenes de lesa humanidad cometidos en el despojo accionario a la familia Graiver, en alianza con la dictadura cívico-militar, para apropiarse de Papel Prensa, base de su monopolio posterior.
Después del frustrado 7D, desde estas páginas dijimos que no había que desesperar. Que habían pasado tres años desde la sanción de la ley, que podíamos aguardar unos días más, que teníamos toda la paciencia del mundo porque creíamos que los mejores argumentos estaban de nuestro lado. Pasaron 320 días desde entonces. Con la humildad de los mansos, durante once meses más soportamos la soberbia política y empresarial descontrolada de Clarín, de sus satélites y de sus voceros. Acá están los resultados: David volvió a ganarle a Goliat.
Todo esto hubiera sido imposible sin los que lucharon a brazo partido para concretar este sueño colectivo. Los integrantes de la Coalición por una Comunicación Democrática, Martín Sabbatella, Gabriel Mariotto, Damian Loreti, Graciana Peñafort, Cynthia Ottaviano, los diputados y senadores que la votaron, el CELS, las Madres, las Abuelas, los Hijos, la juventud militante que copó las calles y tantos, pero tantos otros que sabían que la única lucha que se pierde es la que se abandona. Qué decir de Tiempo Argentino, que nació con la Ley de Medios y jamás dejó de reivindicarla, denunciando a los que ponían palos en la rueda para que no se aplicara. Podemos decir con la frente alta que nosotros nunca le tuvimos miedo a Clarín. Mucho menos ahora. Lo decimos con orgullo.
Néstor y Cristina Kirchner merecen un párrafo aparte en esta jornada. Son los presidentes del último tercio de la democracia. Los que derogaron las leyes de impunidad, los que rompieron con el Consenso de Washington, los que lograron la quita de deuda externa más grande de la historia y los que impulsaron la LSCA contra los intereses de Clarín SA. Es cierto que hubo gente que peleó por esto mismo desde antes. Hubo 71 proyectos valientes para derogar la Ley de Radiodifusión de Videla que no prosperaron en estas tres décadas. Es innegable ese arrojo. Es un acto de memoria indispensable reconocer a sus autores. Pero el coraje en la decisión, la fuerza política necesaria, el pellejo para bancarse la lapidación desatada desde el bando corporativo, lo pusieron Néstor y Cristina Kirchner. Decirles gracias es poco. Que quede escrito para siempre.
Hoy la democracia es más democrática que ayer. Corrimos un límite más. Como cuando Alfonsín juzgó a las Juntas en la transición, como cuando Néstor bajó el cuadro de Videla, como cuando Cristina en el Teatro Argentino de La Plata, con El Eternauta en sus manos, envió el proyecto de ley de medios al Congreso de la Nación.
Ayer bajamos el cuadro de Magnetto. Ahora empieza una nueva historia: la que vamos a contar entre todos.

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