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sábado, 21 de septiembre de 2013

Después del ensayo, por Gustavo Rosa (para "Apuntes Discontinuos" del 18-09-13)


Amenazas y advertencias en esta obra inconclusa
 
El fin de semana comienza oficialmente la campaña para las elecciones legislativas y debemos estar preparados para lo que se venga. Todo, tanto lo bueno como lo malo, será funcional a ella. Cada palabra, cada gesto, cada hecho, por ínfimo que sea. Hasta el clima puede tener influencia en los resultados. Por eso La Presidenta se pone nuevamente a los candidatos al hombro para tratar de mejorar los diminutos números de las PASO. Injustamente diminutos, vale aclarar. Como se ha dicho muchas veces en estos apuntes, hubo mucha ingratitud en gran parte del electorado al momento de decidir su voto. Y un poco de confusión, también, que puede tener diferentes orígenes. El mediático, en primer lugar. La tibieza de algunos candidatos regionales, en segundo. La despreocupación de muchos votantes, como siempre, podría pensarse como un tercer origen. O quizá como el primero. Lo que hace que esta década se considere ganada es, esencialmente, el giro que ha tomado la concepción de la política. Aunque no para todos, claro. Y ahí radica precisamente el problema. El desafío entonces es erradicar la idea de que da igual lo que depositemos en las urnas. Por el contrario, de eso, depende nuestro futuro.
Y no es exagerado plantearlo en estos términos. Votar no es tirar tierra a un pozo, para no usar imágenes escatológicas. Tampoco debe considerarse al acto electoral como un trámite molesto ni como una competencia de originalidades. En este momento de nuestra historia, votar significa profundizar o retroceder. Profundizar este proyecto que, a pesar de los aullidos carroñeros, ha transformado de manera inimaginable la vida en nuestro país. Retroceder es nada más que eso: volver a las cínicas máscaras de gesto amable que pergeñaban nuestra ruina; revivir los tiempos en que no había divisiones porque todo lo decidían los que se creen los dueños; retornar a los días en que se distribuía la miseria y la soberanía se pisoteaba. En aquel entonces, votar sí era un trámite porque el elegido terminaba como un siervo del Poder Fáctico. O cómplice, en el peor de los casos. 
 
Los candidatos del retroceso son los que prometen un futuro sin pasado, porque ese futuro que prometen es el pasado que ocultan. También, los que se escandalizan ante los conflictos. Cuando la pobreza crecía hasta niveles vergonzosos, nada decían porque eso no era considerado conflicto. Del conflicto se habla cuando se tocan intereses, se liman privilegios, se marcan algunos límites, no cuando la mayoría está desempleada, empobrecida, humillada. Candidatos del retroceso que hablan de divisiones, quizá realmente preocupados pero evidentemente embrollados. Pero, aunque resulta incongruente, la tontería de Argen y Tina puede haber socavado algunas seseras. Más allá de la irrespetuosa y pueril partición del nombre de nuestro país, la idea de la división en la sociedad parece asustar a muchos. La promesa de un idílico paraíso con 40 millones de sonrientes tomados de la mano, además de ser un imposible en cualquier lugar del planeta, es el acta de defunción de la política per se. Y, en consecuencia, un pasaje a los tiempos oscuros.
Un punto de partida posible para esclarecer esta cuestión puede estar en una de las definiciones que dio CFK durante la entrevista concedida a la TV Pública. En uno de los tramos, La Presidenta afirma que la política no debe interpretarse como “una cuestión de amigo o enemigo”, sino que se trata de “cuidar a los 40 millones de argentinos” de sectores que, aunque en estos años “les fue muy bien”, todavía “intentan quedarse con la porción del león”. Un poco confuso es todo esto. ¿Amigos o enemigos de quién?, cabría preguntarse. ¿De los 40 millones o de los que quieren quedarse con la porción del león? Entonces se aclara más el panorama, porque sí existen enemigos: los que patean en contra no del kirchnerismo, sino de los 40 millones. O un poco menos, porque los leoninos, por desgracia, también se dicen argentinos. Esos son los enemigos: los que priorizan sus mezquinas angurrias individualistas sobre los intereses colectivos; los que ostentan privilegios en detrimento de los derechos del resto; los que no ven el momento de apoderarse de lo recuperado.
Una síntesis nos permitirá avanzar. Los que no votaron al kirchnerismo en las PASO se pueden considerar prejuiciosos, ingratos o confundidos, con un pequeño margen para Otros que no resulta relevante. Los prejuiciosos constituyen un electorado perdido desde siempre y para siempre. En cambio, los ingratos y los confundidos pueden torcer favorablemente los resultados. Ingratos porque no comprenden que, si están mejor es gracias a este camino recorrido desde 2003 y no a pesar de él. Confundidos porque se dejan extraviar por las cornetas agoreras de las  usinas de estiércol. Hay que tener cuidado porque todas las amenazas destituyentes que comenzaron a proliferar desde el 12 de agosto pueden convertirse en realidad en poco más de un mes. No hay que dejarse engañar por las sendas iluminadas y apacibles. Muchas veces, las luces pueden ser brillitos y la paz, resignación y sometimiento.
Y entonces, aparecen los medios. Por acción o por omisión, juegan un papel esencial. Por acción, ya sabemos. Desde hace un tiempo disparan pestilencias con formato periodístico, mienten a cuatro manos y dibujan una realidad funesta. Con todos sus recursos apuestan a generar desconfianza para desandar un camino. Gracias a su (pre) potencia aturden con su voz a todo el país. Y aquí llega la omisión, la de los medios regionales, que en gran parte son simples repetidoras de los medios capitalinos. Y con lo que generan sólo buscan llenar un espacio. Un espacio de nada. Porque no resulta exagerado afirmar que un santafesino conoce más a los candidatos de Buenos Aires que a los de su propia provincia. Claro, si los medios que llegan a todo el país sólo se encargan de difundir las rencillas de la CABA como si nos afectaran a todos. Los locales, en cambio, evitan, en lo posible, hablar de política para no enemistarse con los vecinos.
El resultado: la tibieza de los postulantes que, por las dudas, guardan silencio. Especuladores que no se definen para que sea más sencillo, en el futuro, cambiarse de bando. Como la senadora Roxana Latorre que, después de haber conquistado su banca elogiando a CFK, ahora sueña con Massa presidente y Reutemman vice. Oscilaciones que confunden y marean hasta el vómito. Traiciones que deberían sancionarse. Variaciones de temporada que no deberían tener espacio en la política en serio.
Por eso hay que estar atentos. Nada de lo que conquistamos es eterno si no lo defendemos. Sería una pena que un mono depilado nos haga perder todo cuando no estamos siquiera a mitad de camino.
 
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