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martes, 27 de agosto de 2013

Qué votaron los que votaron en las PASO, por Alejandro Horowicz (para "INFOnews" del 26-08-13)


Info News
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Una vez que el resultado deja de ser el dato sobresaliente, una vez que cada una de las fuerzas participantes abandona la imperiosa necesidad de obtener el máximo impacto discursivo en la sociedad, una evaluación más seria de las PASO recobra su condición de posibilidad. Esto es, un damero de preguntas rehace el problema: ¿Qué porcentaje de los votantes repetirá su voto? O lo que viene a ser parecido pero no lo mismo: ¿Cuántos están conformes con el resultado electoral y cuántos no lo están?  ¿Y cómo se proponen modificarlo los que no lo están?
A la hora de formular estrategias electorales el hábito de los profesionales malinterpreta el problema. Después de todo, la atención de la demanda está regulada por quien paga. Y las preguntas y problemas de los que no lo hacen, difícilmente cuelen en esa cuadrícula. Todos admiten, por tanto, que los contendientes están obligados a realizar ajustes en la campaña si quieren mejorar la performance. Lo que no suele considerarse con igual seriedad es qué piensan los hombres y las mujeres de a pie de su comportamiento en las PASO, cómo piensan ellos modificar su "estrategia" para acercarse a su "objetivo". Para decirlo con una fórmula tributaria de mi columna anterior: ¿Cómo los afecta el mapa de sus sentimientos profundos?
 
El 72,4% de quienes votaron en las PASO en la Capital Federal y el 68% de quienes lo hicieron en el Conurbano bonaerense afirmaron que repetirán su voto en las elecciones legislativas de octubre próximo. Ese es el porcentaje de los satisfechos, de los que se reconocen positivamente en el resultado. Al mismo tiempo queda claro  que al menos uno de cada cuatro votantes expresa distintos niveles de insatisfacción y por tanto está considerando re direccionar su voto. Así surge de mi personal lectura de la encuesta realizada por el Centro de Estudios de Opinión Pública (CEdOP) de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, con ocasión de las pasadas elecciones primarias del 11 de agosto. El trabajo, con metodología de boca de urna, abarcó 1203 casos con un nivel de confiabilidad muestral del 95 por ciento. En otra parte del mismo estudio quedó en evidencia que los ciudadanos tienen poco "interés por la política" y los votantes de Capital y GBA aseguraron que la política "no interesa" (31,2%) y "es inútil" (20) sumando entre ambos grupos más de la mitad de quienes fueron consultados, el 44% sostuvo que a pesar de ello "siempre" suele informarse sobre los temas políticos y el 32% que lo hace "cada tanto".
 
Vale la pena detenerse en este salpicado informativo. Uno de cada dos votantes opina pestes de la política como actividad, ya sea porque no interesa o  porque es inútil, y aun así tres de cada cuatro repetirán su voto. Dicho de otro modo, no imaginan ninguna política que interese o sirva, no imaginan un cambio en la política y todo lo que se proponen es cambiar el nombre propio de los que deciden. Esto permite entender la poca importancia que los votantes les dan a las propuestas de los candidatos. En el conurbano bonaerense el 20,4% de los encuestados sostuvo que decidió su voto en virtud de las propuestas exhibidas en la campaña (entre ellos los índices más significativos corresponden a Massa con el 24,1 y a Insaurralde con el 21,3). En la Capital, en cambio, sólo el 16,4% decidió su voto por las propuestas, siendo los votantes de Gil Lavedra (38,5) y los de Bergman (17,4) los que mayor importancia le dan a este argumento. No hay una sola respuesta, por parte de los entrevistados, para explicar por qué sucede esto, pero es claro que la campaña, y sobre todo los spots publicitarios, apuntaron en otra dirección.
 
Es obvio que no trataron de poner sobre la mesa un programa parlamentario, en elecciones para la renovación del Parlamento. Dicho de otro modo, el desinterés es un dato compartido y nadie cree, desde el otro lado del mostrador, que ese comportamiento revierta. Comentario aparte corresponde para la excelente campaña del Frente de Izquierda. En lugar de las consabidas apelaciones genéricas planteó un conjunto de escenas pequeñas, casi cotidianas, con las que buscó y logró interpelar a su potencial audiencia. La palanca militantes–estrategia comunicacional funcionó, y de lograr estabilizarla la izquierda clásica se terminará reinsertando en el mapa político electoral. Esa no es una novedad pequeña.
 
En contraposición a lo que suele dominar las agendas de los medios de comunicación de mayor audiencia, la corrupción (1% ), los bajos salarios (0,8) y la falta de libertad (0,7) son los temas menos mencionados de manera negativa por los votantes de las PASO. Sin embargo, el 42,9% de quienes opinaron sostienen que los medios de comunicación conforman el sector que más poder tiene frente al gobierno. Sólo el 13% de los entrevistados dice que "nunca" se informa sobre temas políticos y el 11 que lo hace solamente en "acontecimientos importantes".
 
Dos problemas requieren adecuada formulación. Los voy a formular como preguntas. ¿Por qué las propuestas no ocupan el centro de la estrategia comunicacional de la actividad política? ¿Y por qué si la agenda de los medios incide en tan baja proporción en las decisiones electorales, tanto votantes como fuerzas políticas le atribuyan tanto poder?
 
Hace mucho tiempo que la política, ni la nacional ni la internacional, no tiene contenidos parlamentarios precisos. La crisis se los devora. Y las respuestas que el poder pone en circulación se parecen más a consignas genéricas de comprobada ineficacia, que a medidas positivas. En estas condiciones los "programas" pierden su capacidad orientadora, salvo para una crítica de otra calidad. Como casi nadie se propone nada fuera del orden realmente existente, estas propuestas carecen de verosimilitud. Entonces, estamos frente a un perro que se muerde la cola. La pobreza de los contenidos facilita el desinterés, la despolitización, por tanto la martingala publicitaria reduce la oferta de candidatos a una patética lista de nombres propios.
 
El tema de los medios es de otro orden. Es cierto que el peso de los temas de su agenda no define, no menos cierto que el clima que instalan permite que la estructura de los sentimientos profundos alcance un punto de fusión. En una sociedad todas las posiciones tienen un carácter relativo, ubicar al "otro" forma parte de ocupar el lugar propio. Un corrimiento, una variación de la distancia con el otro, se vive como ataque virtual; y si se quiere la "inseguridad" remite  sobre todo a esta cambiante percepción. No en vano el 80% de la sociedad alucina que integra la clase media, y eso de ninguna manera supone que se sienten iguales. Más bien se trata de una batalla por pertenecer a la codiciada clase media, y en ese imaginario la posibilidad de cerrar el paso, los que deben quedar del otro lado de la muralla para seguir perteneciendo no es exactamente un asunto menor.
 
El 45,7% de aquellos que votaron en los municipios del conurbano por Insaurralde y el 40,7 de quienes apoyaron a Juan Cabandié en la Capital lo hicieron de manera explícita para "apoyar al gobierno", según la misma encuesta. El 26,1% de los que dieron su voto a Sergio Bergman (PRO) en las comunas capitalinas y el 22,4 de quienes se inclinaron por Francisco de Narváez en la provincia lo hicieron para "oponerse al gobierno". En la Capital quienes quisieron mostrarse en contra del gobierno se inclinaron también por los candidatos de Unen (19,6% por Terragno-Lousteau y 18,5 por Solanas-Carrió) y en la provincia de Buenos Aires el 15,3% de los votantes de Massa y el 13,8 de quienes lo hicieron por Néstor Pitrola adoptaron esa posición también para manifestar su descontento con el gobierno. Ergo, apoyar al gobierno u oponerse sigue siendo el instrumento privilegiado para conservar la distancia relativa,  por tanto este tipo de "programa" no puede sino ser un instrumento oficialista, y esta ausencia consentida toda la estrategia de la oposición convencional.
 
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