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miércoles, 8 de mayo de 2013

La mayor batalla de los últimos cincuenta años, por Francisco Balazs (para “Miradas al Sur” del 05-05-13)





Año 6. Edición número 259. Domingo 5 de mayo de 2013
Por 
Francisco Balázs


El tipo de cambio y las presiones devaluacionistas. El intento de tomar al dólar ilegal como parámetro de referencia en competitividad y rentabilidad de la economía. El debate de fondo: la tasa de ganancia e inversión, y su correlato en precios e inflación. Salarios y empleo bajo protección. Financiamiento del empresariado argentino y de la burguesía brasileña. Lo que se juega en la interna de la Unión Industrial Argentina.
El aumento del dólar negro en la última semana, y el pedido de una devaluación del 40% en el tipo de cambio oficial anunciado por el economista del PRO, Federico Sturzenegger, plantea, una vez más, el debate de fondo sobre la histórica tensión que esconde un proceso de fuerte devaluación como herramienta ordenadora del mercado, reduciendo el análisis del resto de las variables económicas que se pusieron en juego a partir del año 2012: discutir la tasa de ganancia, inversión, y retorno, administrar el tipo de cambio que resulte competitivo sin que afecte al salario y el empleo, y cuánto puede sostener una economía con crecimiento, con elevadísimos niveles de ganancias en sectores empresarios determinantes en la dinámica de la economía y la formación deprecios, con baja o nula inversión, y expectativas de retorno a plazos reducidos.
Este tipo de presiones y condicionamientos del Club Devaluacionista, integrados fundamentalmente por el sector exportador de productos primarios, empresas multinacionales, y el sistema financiero durante, al menos, los últimos cincuenta años de la vida política económica del país, lograron imponer en el sentido común de la economía, en sus interesados divulgadores, y hombres, mujeres y hasta niños de a pie, que la única solución, ante los problemas de competitividad e inversión, es la devaluación del peso con referencia al dólar; es decir un tipo de cambio que mejore y eleve la rentabilidad de esos sectores. El segundo efecto colateral de los fuertes procesos devaluatorios fue su poder disciplinador: disminución del gasto público y de la emisión monetaria y fiscal, restricción al consumo, licuación de deudas, reducción de costos laborales, congelamiento de salarios, traslación en aumento de precios, fuga de capitales, y apropiación de reservas del Banco Central. En cuanto al Club Devaluacionista, vale para el caso citar lo que Ernesto Laclau recordara en el año 2008, a poco de estallar el conflicto agropecuario por la resolución 125. Decía Laclau: “En 1960, Faustino Fano, el presidente de la Sociedad Rural Argentina, usaba una palabra en todos sus comunicados que funcionaba como clave. Decía que los productores rurales se sentían ‘desalentados’. Cuando la gente leía eso en un comunicado, inmediatamente sabía que había que comprar dólares, porque sabía que lo que se pedía era una devaluación. Si la devaluación no se producía, el Ejército sacaba los tanques a la calle. Que el Ejército saque los tanques a la calle para imponer decisiones a un gobierno elegido democráticamente (al cual se supone que está subordinado) es lo que en cualquier país del mundo se llamaría ‘golpe de Estado’. Acá se llamaba ‘inquietud de las Fuerzas Armadas’. Al final, el juego semiológico había llegado a ser tan obvio que un día Fano salía del despacho presidencial y los periodistas le preguntaron: ‘¿Va a usar en su comunicado la palabra ‘desalentado’?’. El contestó: ‘Todavía no, pero dentro de una semana la vamos a usar si el gobierno no toma medidas’”.
Las medidas adoptadas por el Gobierno durante el año 2012, en cuanto a la administración del tipo de cambio, restricción al envío de dólares al exterior, y fin al atesoramiento de excedentes y ahorro en dólares, apuntan a aprender de la historia argentina una de sus mas costosas consecuencias en cualquier intento de proteger el salario, la demanda y el consumo interno: la falta de dólares, no contar con la divisa extranjera para hacer frente al pago de deuda y de las importaciones indispensables para el funcionamiento del mercado interno. Una apostilla del pasado que da cuenta de esta larga historia surge de un informe de la Cepal, en el año 1959: “El país carece de recursos exteriores para importar no sólo los bienes de capital más indispensables, sino también las materias primas y productos intermedios que con creciente amplitud requiere el desenvolvimiento de su industria. La producción no ha crecido como debiera haberlo hecho por no haberse realizado las inversiones necesarias”. Por último, en el recetario devaluacionista, el atajo de volver a los mercados de capital, tomar deuda en el exterior para refinanciar deuda, lograr libre disponibilidad en la adquisición y atesoramiento de dólares y permitir el envío al exterior de las utilidades de las empresas multinacionales.
La pulseada del 2012: Tasas de ganancia e inversión. Desencajados por el triunfo de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en las elecciones de 2011, en los meses previos a la elección, se desataron fuertes corridas cambiarias con el propósito de torcerle el brazo y producir una devaluación. Comenzaron a augurar el fin de una época, el fin de fiesta del populismo económico, que conduciría, sin más remedio, a rendirse a las lógicas econométricas y poner en práctica las recetas de ajuste ortodoxo anteriormente descriptas, a las que ningún gobierno había podido esquivar en el pasado. Es decir, una profecía autocumplida, donde las crisis inevitablemente estallaban cada siete o diez años como maldición de espejo roto. Y, finalmente, la excusa prescripta por la ortodoxia liberal, y justificación de todas esas medidas: controlar y bajar la inflación, eje que impugna la discusión de todas las variables fundamentales de la economía que tienen en la generación de inflación a muchas de sus principales causas.
El jueves pasado, en el marco de conferencias del Ciclo de Formación Política, organizado por la Universidad Nacional “Arturo Jauretche”, el ex viceministro de Economía, y actual diputado y presidente de la comisión de Presupuesto y Hacienda, Roberto Feletti (Frente para la Victoria), en su exposición denominada Economía argentina, realidad y perspectivas, destacó en varios pasajes los objetivos planteados, y los desafíos que enfrenta el Gobierno para romper la inercia empresarial :
“El año 2012 no pasará inadvertido en la historia. Es el primer año que se hizo todo lo contrario a lo que se hizo en los últimos 50 años. Se escapó a la devaluación, se enfrentó a las empresas para que no envíen sus remesas al exterior y reinviertan en el país. Se decidió ir contra la compra de dólares, en un país que sabemos lo que implica el dólar y a quienes molesta. Fuimos por la recuperación de YPF, para tener energía barata. Reformamos la Carta Orgánica del Banco Central que libera las reservas, al contrario de lo que sucedía en la década del 90. Terminamos el 2011 con desequilibrios en el sector externo y se enfrentó el año 2012 con 18 mil millones de dólares menos, a saber: 6 mil millones para cumplir con el pago del Boden 2012 y del bono atado al PBI, 6 mil millones en energía, y 6 mil millones de déficit comercial con Brasil. Se administró el comercio exterior, analizando las necesidades de importaciones, y no solamente se pudo revertir esa carga de 18 mil millones, sino que terminamos el año con 15.600 millones de superávit. Se protegió el empleo y el salario, se mantuvieron paritarias al alza. ¿Sobre quién cayó el peso? Sobre los que no pudieron enviar excedentes al exterior. Se restringió el ahorro y fue al consumo. Si no, hubiéramos tenido que restringir el consumo, para que unos pocos se queden con ese excedente y se lo llevara afuera”. Respecto al desempeño de la economía en 2012, Feletti afirmó: “El año pasado la economía creció al 1,9%. La composición de ese 1,9% se desagrega: empujando hacia arriba un 2,9% generado por el consumo, y hacia abajo -1,2% de inversión. Lo que tira a la baja el crecimiento no es la merma en el consumo, sino la falta de inversión. El gran desafío a futuro es un esquema de precios relativos que permita ordenar una tasa de ganancia compatible con un modelo productivo y competitivo. Es decir no se trata de ser competitivo sobre el salario".
Respecto a la ecuación tasa de ganancia e inversión, Feletti apuntó:
“Las tensiones son muchas. Se ha reducido la tasa de ganancia en moneda dura en las grandes empresas. La inversión, que fue muy alta, se achicó porque ganan menos y lo que financiaba a la inversión era la tasa de ganancia. El debate es en cuánto se recupera la inversión. Cuanto tiempo es la ganancia que tienen que tener para recuperarlas, lo que los analistas financieros llaman la Tasa Interna de Retorno. Y quieren recuperarla en moneda dura. Si alguien quiere recuperarla en tres años, tiene que ganar en dólares 33% por año. Y esas tasas de ganancia no se toleran ningún país. Si se quiere recuperar en diez años tengo que ganar un 10% en dólares. Que implica una tasa acomodada al funcionamiento económico.”
“La tensión de hoy se representa en la respuesta del empresariado, de un sector, el más concentrado, frente a la política económica de defender el consumo asalariado y masivo, te subo los precios y te bajo la inversión, y esto se ve en el 2012. El Gobierno tiene políticas de estímulo sostenido a la demanda, es decir del aumento del gasto público y de la emisión monetaria, políticas monetarias y fiscal expansivas. Si nosotros medimos el 2010/11, años buenos, el Gobierno mantuvo una tasa de crecimiento y del gasto público y de la emisión monetaria de aproximadamente 32/33% anual, y el país crecía al 8 y 9%. En 2012, el estímulo a la demanda tiene menos respuesta, hay menos plata en la calle. Presionan sobre la inversión y presionan con los precios. Mientras tanto, el Gobierno sostuvo el sector externo sin deteriorar el empleo y salario. Este es el momento de mayor tensión y mayor discusión: cuál es la tasa de ganancia compatible con una economía productiva y de inclusión y cuáles son los sectores empresarios que se comprometen en esto y cuales no. ¿Cómo responden frente a la restricción de la política económica de restringir el giro de divisas al exterior, de la compra de dólares? Haciendo caer la inversión y subiendo los precios. En cuánto tiempo quieren repatriar la inversión, y en cuánto es la apuesta a sostener un esquema de producción y crecimiento inclusivo. Esta es la pulseada de hoy, y el Gobierno responde achicando el margen de ganancia. En definitiva, la política de acuerdos de precios es eso. Y ahí estamos en tensión nuevamente. El Gobierno no puede recorrer un camino de ajuste monetario y fiscal, porque automáticamente se deteriora el consumo, y lo único que va a liberar es capacidad de ganancia para el resto, y el Gobierno no elige ese rumbo. Podría hacerse un plan ortodoxo frente a un proceso inflacionario, y la respuesta ortodoxa sería restringir el consumo, la emisión, gasto público, devalúo (mucho) congelo paritarias. Porque allí se discute el tema de la inversión, el tema precios, tasa de ganancia, energía barata por eso la re-estatización de YPF.”
“La Argentina exporta 35 mil millones de dólares de industria, de los cuales dos tercios van a Sudamérica. La Patria Grande no es una declamación, es un hecho concreto. El intercambio regional en Sudamérica en los 90 era de 10 mil millones de dólares. Hoy son 150 mil millones, se multiplicó por 15. Argentina exporta un 65% de sus exportaciones industriales a Sudamérica y, de esta manera, emplea a 400 mil obreros, que además en valores históricos están bien pagos, contra 30 mil millones de los productos primarios. No es tan fácil decir sostengo el empleo, la demanda, no fue una decisión menor. La reforma judicial es una discusión respecto a los poderes constituidos en este país, y se ve en la solicitada de los últimos días de la Asociación Empresaria Argentina (AEA). Es de destacar todo esto para no quedar presos de cuál es la tasa de inflación como único eje de discusión en el país.”
Financiamiento: Brasil y el milagro de su burguesía nacional. La creación de un banco de desarrollo al servicio del sector productivo nacional es una herramienta clave en los procesos de crecimiento de los países con fuerte desarrollo industrial. A lo largo de estos diez años el Gobierno dio señales de avanzar en la creación de un banco de esas características. El ejemplo de Brasil, y de su fuerte burguesía empresaria, es la referencia inmediata que se destaca como modelo a imitar: una burguesía nacional y comprometida con sus intereses. Una de las claves que, desde hace más de 60 años, cuenta Brasil y su empresariado es el Banco de Desarrollo (Bandes), que financia entre el 20 y 25% de las inversiones brasileñas. Lo que poco se dice, o se sabe aquí, es cómo funciona el Bandes, cómo se fondea. En primer lugar es de destacar que en Brasil no existe la indemnización para los trabajadores despedidos. En su lugar, funciona el llamado Fondo de Garantía del Tiempo de Servicio - FGTS) al que los trabajadores aportan un monto equivalente al 8% de sus salarios, y funciona como seguro de desempleo cuando el trabajador se queda sin trabajo. Es decir, la burguesía brasileña logró que los trabajadores en Brasil financien el 20 o 25% de sus inversiones. ¿Será posible imaginar en la Argentina un sistema de características similares, y que empresarios y trabajadores acuerden políticas de desarrollo que involucren aportes de este tipo para el financiamiento productivo? Es de destacar la línea de créditos del Banco Nación destinado a la producción y el Fondo del Bicentenario, que otorgó líneas de crédito de 5.800 millones de pesos, pero el impulso de un banco de características similares al Bandes resulta insidispensable para un proceso de crecimiento del sector industrial.
Lo que se juega en la interna de la UIA. La elección del presidente de la Unión Industrial Argentina, aún postergada por las diferencias entre los dos sectores que se alternan en la presidencia cada dos años, conlleva una profunda disputa sobre qué modelo de país industrial pretenden cada uno. Están los más conservadores (La Celeste y Blanca), atados a intereses cercanos al sector agropecuario y financiero, y otro más desarrollista (los Industriales), que apuesta a recrear un acuerdo empresarios - trabajadores- Estado (como lo intentara José Ber Gelbard entre 1973 y 1974), acordando tasas de ganancia, inversiones y salarios. El resultado de quien termine presidiendo a la UIA los próximos dos años no es menor en cuanto a cercanías u oposición con el Gobierno, y a las posibilidades a que algún tipo de acuerdo como el citado sea posible o no. Seguir su evolución es una de las pistas para evaluar el rumbo que tomarán los industriales y su relación con el proyecto político y económico que lleva adelante la Presidenta, que como apuntó Roberto Feletti: “ El desafío actual es determinar si surge un bloque de sectores del trabajo y la producción que se hagan cargo y pretendan dar continuidad y profundización a este proyecto que lleva diez años"


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