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sábado, 11 de mayo de 2013

Democracia, empresas y libertad de expresión, por Gustavo López (para “INFOnews” del 08-05-13)







El problema que enfrentan los gobiernos populares es el nuevo rol de los grandes medios como actores políticos de una economía altamente concentrada.


La libertad de expresión y el derecho a la información son valores esenciales de las democracias constitucionales y claramente los confunden con la libertad de empresa, que tiene que ver con el comercio de productos y no con un Derecho Humano básico. La censura fue de la mano con las dictaduras, la intolerancia y el autoritarismo y los argentinos, con esfuerzo y lucha, conseguimos desterrarla de nuestra cotidianeidad.
Atrás quedaron agencias clandestinas sorteando el cerrojo de la última dictadura militar y periodistas como Rodolfo Walsh, que antepusieron sus principios a las claudicaciones. También quedaron evidenciadas conductas hipócritas que acompañaron y avalaron golpes de Estado, mirando para otro lado cuando secuestraban a un chico a plena luz del día y después los cómplices civiles blanqueaban su cadáver con algún supuesto enfrentamiento y sospechas de que algo habría hecho.
Hoy en nuestro país, no sólo consolidamos el derecho a expresar las ideas por la prensa sin censura previa, sino que avanzamos más allá, consagrando en la nueva ley de medios el derecho a la información que contiene el Pacto de San José de Costa Rica. El derecho a la libre circulación de la información no se limita a la prensa sino que es un derecho que esencialmente ejerce cada uno de los ciudadanos.
Pero el problema que enfrentan los gobiernos democráticos y populares del siglo XXI es el nuevo rol de los grandes medios como actores políticos de una economía altamente concentrada. En efecto, a fines de la década del '70, el modelo de acumulación capitalista se traslada de la producción al sistema financiero. Ya no va a ser necesario producir bienes o servicios para ganar plata, ahora la plata se va a reproducir a sí misma, sin necesidad de generar trabajo. Este capitalismo financiero y de alguna manera parasitario va a necesitar de herramientas tecnológicas y de nuevos paradigmas culturales para imponerse en el mundo.
El desarrollo de un sistema informático que conecte las principales bolsas del mundo (Intranet) estuvo al servicio del sistema financiero a principios de los '80, unos quince años antes que la sociedad civil adoptara internet. A eso se le sumó la tecnología satelital, lo que permitió hacer negocios desde una computadora con una pantalla de interconexión, sin salir de la casa y sin producir ni bienes ni desarrollo alguno.
Ese modelo de devastación necesitaba de otra herramienta, la comunicacional, para consolidar el nuevo paradigma. Para que Doña Rosa creyera que achicando el Estado se agrandaba la Nación; y que si nos desprendíamos de los trenes, teléfonos, petróleo y demás bienes públicos, los privados lo iban a administrar tan bien que finalmente a Doña Rosa le iban a aumentar la jubilación.
Pero al cabo de una década, a Rosa le congelaron la jubilación en $ 140 y después se la redujeron un 13%, su hijo se quedó sin trabajo y su nieto cartoneó, salvo que haya tenido la “suerte” de encontrar un pariente checoslovaco para emigrar. En el mientras tanto, nosotros nos quedamos colgados del pincel. Eso sí, las empresas periodísticas que hicieron su trabajo, pasaron por ventanilla y se quedaron con monopolios informativos. Ya no eran grandes diarios, ahora pasaban a ser conglomerados multimediáticos.
Algunos datos sirven para ilustrar el contexto. Entre 1990 y 1995, el PBI argentino creció un 60%, pero en el mismo lapso la desocupación pasó del 8 al 17%. Es decir, más plata para menos gente. Entre 2003 y 2011 el país creció un 106% y en ese mismo período la desocupación bajó del 25 al 7% y la pobreza del 54% a menos de un dígito. Es decir que a mayor riqueza mayor reparto.
Este es el debate en nuestro país, el modelo político, económico, social y cultural. Lo que está en juego es cómo se genera la riqueza, con trabajo o con especulación y quién se lleva los beneficios: unos pocos o se reparte con justicia social.
Confundir la libertad empresaria con la libertad de expresión no es una casualidad, responde a una necesidad de achicar la democracia, de limitarla al libre mercado, a la no intervención estatal en la economía, en la redistribución de la riqueza, en la generación de condiciones de equidad.
La libertad de expresión y de información requiere de desafíos y el mayor de ellos es el de soportar la injuria.
Para ilustrar vale el siguiente ejemplo. Durante las décadas perdidas entre dictadura militar y neoliberalismo, el periodista Eduardo Kimel investigó la Masacre de San Patricio. En la noche del 4 de julio de 1976, fuerzas armadas y de seguridad en el marco del Terrorismo de Estado, ingresaron a la Iglesia de San Patricio asesinando a cinco personas, tres sacerdotes y dos seminaristas.
En 1989 el periodista publica su libro, La masacre de San Patricio, en el que relata la complicidad judicial en la no investigación de los asesinatos. El juez Rivarola, que no había encontrado culpables en la causa, se sintió ofendido e inició acciones por injurias. Al cabo de 25 años y luego de 5 asesinatos, el único condenado por la Corte neoliberal era el periodista. Kimel fue condenado a prisión en suspenso y daños por ofender al juez que no investigó.
Con apoyo del CELS se recurrió a la Comisión y luego a la Corte Interamericana de Derechos Humanos quien en el año 2008 condenó la acción del Estado argentino y solicitó la eliminación de esta figura del Código Penal. De manera inmediata, la presidenta de la Nación envió el proyecto de modificación del Código Penal y el 18 de noviembre de 2009 se quitó la figura de injurias cuando se trate de cuestiones de interés público. La Corte Interamericana basó su sentencia en que Kimel había ejercido el derecho de dar información.
Entonces, ¿de qué hablan los que hablan de falta de libertad de expresión? Hablan de libertad de empresa, pero sin intervención del Estado. Sin que se discuta la distribución de la riqueza, la justicia social o la integración. En definitiva, hablan de un gobierno por ellos y para ellos.

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