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jueves, 4 de abril de 2013

EL FARO SIGUE ALUMBRANDO, por Luis Bilbao (para “Redacción Popular” de abril de 2013)





Hay sorpresa y preocupación en Washington y en las clases dirigentes de la región. Así lo revelan el desconcierto en la cobertura de los grandes medios, las declaraciones vacilantes de sus líderes políticos y los textos erráticos de los analistas a su servicio. La movilización de masas provocada por la muerte de Hugo Chávez y su continuidad sin pausa desde el 5 de marzo son indicativas de una fuerza telúrica que mantiene a Venezuela como contraparte del imperialismo, en momentos en que se agudiza su crisis.
Mucho más que una holgada victoria, el clima político reinante en Venezuela augura una reafirmación revolucionaria de consecuencias más allá del 14 de abril. Con la muerte de Chávez no sólo no se frena la transición al socialismo: se acelera. Y muy probablemente se expandirá más allá de las fronteras.
Sorprende el vigor y la masividad de los actos a los que acude el presidente Nicolás Maduro. Pero impacta aún más la sintonía de las multitudes con el orador; el diálogo entre masa y dirigente y la invariable radicalización del discurso que resulta de ese intercambio. Maduro ha recibido el influjo poderoso de esos ríos rojos que lo envuelven todos los días, varias veces al día. Y ha logrado traducir esa fuerza en convicción de que continuará sin vacilación el camino señalado por Chávez. Tal certeza ha ganado el corazón de las mayorías, en todo caso seguras de su propio poder para garantizar el rumbo. El dolor se ha transmutado en confianza y determinación revolucionarias.
Ha calado muy hondo el legado de 14 años de gobierno, resumido en el Plan de la Patria, el programa de Hugo Chávez para transitar hacia el socialismo. Y comienza a verse que esto no ocurre sólo en Venezuela. Es perceptible que, a la manera de un Cid Campeador de estas tierras y estos tiempos, Chávez apronta batallas victoriosas a lo largo de América Latina desde el Cuartel de la Montaña, donde reposan sus restos. Esta radicalización espontánea coincide con el agravamiento de la crisis del sistema capitalista y el inicio de sus efectos en los países de economías subordinadas.
Repliegue táctico Aunque a su candidato Henrique Capriles le hace jugar por el momento el papel de alternativa a la Revolución Bolivariana, Washington ya asumió su derrota. Será una consideración táctica la que lo hará llegar a los comicios o indicará su retiro, con ataques al Consejo Nacional Electoral ya desplegados argumentos para justificarse ante la opinión internacional. Como sea, en pos de eludir el choque frontal con la marejada revolucionaria la Casa Blanca da un paso al costado y proyecta otras líneas de ataque.
El punto de preocupación de los estrategas del Departamento de Estado reside en la combinación de esta reafirmación interna e internacional de la Revolución Socialista Bolivariana con el inatajable agravamiento de la situación económica. El panorama económico internacional se agrava sin pausa. En la Unión Europea, con una perspectiva de crecimiento cero para 2013, cada día explota un eslabón de la corroída cadena del euro. Estados Unidos sortea con medidas inventadas día a día las amenazas del crack fiscal y la tendencia a la caída del giro económico, de todos modos prevaleciente.
Hay algo coyunturalmente más grave para los centros del poder mundial y sus socios del Sur: se avizora un ciclo de caída en los precios de las materias primas, con las consecuencias esperables en países que, aún con altos índices de suba del Producto Interno Bruto en los últimos años, no han cambiado su matriz productiva y están por completo dependientes de aquellos precios, a la vez que mantienen como espada de Damocles un gravoso endeudamiento externo.
Esa previsión alarmante tanto para Washington como para numerosas capitales del Sur se complementa con otra, más preocupante aún para ellos: según pronostican las consultoras del gran capital, la única materia prima que no proyecta una caída de precios es el petróleo. En suma: aunque la crisis penetrará por muchos resquicios, el corazón de la economía venezolana no latirá a menor ritmo y puede preverse que la transformación del sistema productivo en este país, más las medidas adoptadas con la moneda de cuenta del Alba, el Sucre, a la vez que protegerá a las economías de ese bloque de los duros golpes de la crisis en los países centrales, se convertirá en poderosa fuerza de atracción para los pueblos de la región. Si a esto se suma el hecho de que el estancamiento en muy bajos niveles del PIB ya ha llegado a Brasil y Argentina, mientras el resto de los países tiene como perspectiva una brusca retracción de sus economías, los efectos políticos de semejante dinámica son previsibles.
Por eso ahora el centro de atención de Washington no está tácticamente en Venezuela, sino en la necesidad de evitar que otros países de Unasur y Celac concurran a buscar soluciones aproximándose al Alba.
En esta coyuntura, doblemente negativa para el capital, el imperialismo articula y ya aplica una contraofensiva de largo alcance. Uno de los tentáculos de esa ofensiva es el paso dado con el reemplazo de Benedicto XVI por Francisco, el papa jesuita que desde su asunción no escatima gestos de demagogia, especialmente enderezados hacia América Latina. Como en los años 1980, es esperable una tenaza de Washington y el Vaticano para ahogar el desigual proceso de radicalización antimperialista verificado durante la última década en el hemisferio al Sur del Río Bravo.
El Departamento de Estado confía en que la crisis obligará a más de un gobierno en la región a abandonar gestos de soberanía e independencia y reemplazarlos por un rápido realineamiento con la Casa Blanca. La debilidad de alternativas antimperialistas consecuentes en esos mismos países, hacen a tales gobierno más permeables a las presiones imperiales y, en caso de resistencia, relativamente sencillo cambiarlos por alternativas de derecha.
Por esa vía, suponen, podrían aislar a Venezuela para después redireccionar su ofensiva centrándola en la Revolución Bolivariana.
No es pensable sin embargo que en el breve lapso hasta el 14 de abril, y mucho menos después, cuando se inaugure formalmente el período hasta 2019 encabezado por Nicolás Maduro, Venezuela se desentienda de esta encerrona estratégica programada por Washington. En la crítica coyuntura global, la ratificación de la política internacional trazada por Chávez permitirá avanzar como nunca hasta ahora en la estrategia de unidad antimperialista en toda la gradación que va del Movimiento No Alineado y el Grupo de los 15 hasta Unasur y Celac, con el Alba como núcleo duro con la propuesta común de socialismo del siglo XXI, Venezuela como ejemplo para la transición acelerada y la multiplicación de instancias para que los pueblos y vanguardias puedan sumarse orgánicamente a la marcha. Sin misticismo, se puede asegurar que el Faro sigue alumbrando.

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