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domingo, 24 de febrero de 2013

EL FUTURO DE CRISTINA ES LO QUE ORGANIZA EL MAPA, por Alberto Dearriba (para “INFOnews” del 23-02-13)






 Un puñado de intendentes peronistas bonaerenses volvió a expresar durante la semana que Cristina Fernández es la única que está en condiciones de continuar el proyecto iniciado en 2003 más allá del 2015. El politólogo "post-marxista" Ernesto Laclau puso el sustento teórico, al afirmar que en las democracias no debería haber trabas legales para que un presidente sea elegido indefinidamente, si la mayoría lo quiere.
En el entorno presidencial, dicen que Cristina Fernández no dice ni mú al respecto. Algunos creen que, con 60 abriles recién cumplidos, dos períodos presidenciales a cuestas y sin su compañero, no desea seguir en la Rosada otro mandato. El año pasado dijo públicamente que, en realidad, no depende de ella. El ministro Julio De Vido abonó esa idea, al señalar que la cuestión va más allá de lo que Cristina Fernández desee. Sostuvo que la presidenta es la mejor candidata y garante del modelo, por lo cual el oficialismo recaerá inevitablemente en promover una reforma constitucional.
Es obvio que no se trata sólo de un deseo: el intendente de Tigre, Sergio Massa, puede pretender ser jefe de Estado o emperador, pero las normas no escritas de la política indican que todavía le falta un escalón. Si bien ningún gobernador bonaerense llegó a la presidencia por el voto popular, todavía le falta pasar por La Plata. En cambio, Daniel Scioli ya cumplió y cuenta con curriculum habilitante. Son dos socios sin contradicciones: provienen del peronismo, tienen un evidente sello conservador y, fundamentalmente, poseen aspiraciones complementarias. Por eso se complacen en aparecer públicamente juntos, frente al disgusto kirchnerista.
En torno del gobernador, siempre ronda el fantasma de la traición. Scioli saca a aletear esos espectros cuando se muestra con Massa, juega un picadito con Macri, se reúne con Hugo Moyano o cuando trasciende su encuentro secreto con Julio Cobos, que para el gobierno es precisamente la personificación misma de Judas. La noticia del encuentro que se realizó en el bunker del gobernador en Vila La Ñata, movió al ministro De Vido a pedir que dijeran de qué hablaron: si de profundizar el modelo o de cambiarlo. Se sospecha lo segundo.
El núcleo duro del kirchnerismo no se identifica ideológicamente con el gobernador. Es el dirigente político con mayor intención de voto después de Cristina, pero tiene un perfil conservador indigesto para buena parte del electorado kirchnerista.
Consciente de esa desconfianza, Scioli realizó el jueves pasado un acto en La Plata para recordar nada menos que el lanzamiento de la fórmula presidencial con Néstor Kirchner. En medio de los cruces entre el ministro de Economía de la Nación, Hernán Lorenzino y de su par bonaerense, Silvina Batakis, por la autorización para endeudarse para pagar sueldos que reclama Scioli y el gobierno nacional deniega, el gobernador envió mensajes conciliatorios. Reiteró su "lealtad para acompañar a la Presidenta" y desatacó que "no son palabras, sino mi vida personal y política, que es testimonio de ello". Advirtió empero que continuará tejiendo sin limitaciones: "Hablamos con todos y somos amplios", disparó.
Scioli dijo el año pasado que si Cristina es candidata, él no lo será, lo cual implica que si ella no consigue la habilitación para postularse, él se lanzará por la presidencia. Si el kircherismo lo bendice, será el candidato oficial y si Cristina elige a otro, lo enfrentaría en internas abiertas del justicialismo, o incluso por fuera de la estructura partidaria. La estrategia excluye sacar los pies del plato antes de la elección de octubre, que es en definitiva la que ordenará el tablero.
Con las miras en esa elección, la presidenta no pierde ocasión en confrontar ideológicamente con la contracara del modelo. Desde que Néstor Kirchner imaginaba una sociedad con dos polos –uno de centroizquierda y otro centroderecha- al oficialismo no le viene mal ubicar a la derecha en el adversario principal. El gobierno no se siente cómodo cuando lo cuestionan desde el otro costado, pero se regodea identificando a Mauricio Macri con el neoliberalismo que destruyó al país. Al alcalde también le sienta bien ser la contracara ideológica del kirchenrismo. La semana pasada aseguró suelto de cuerpo que volvería a privatizar la televisación del fútbol que el gobierno nacional recuperó como entretenimiento gratuito.
Coherenrte con la defensa de intereses minoritarios y el endiosamiento del mercado, Macri juzgó que el fútbol se organizaba "bien" sin la intervención de la política y que si fuera presidente de la nación desmantelería el programa Fútbol para Todos. Algunos de sus asesores se sorprendieron por semejante afirmación en un año electoral, pero otros consideraron que el pelotazo iba dirigido a los sectores conservadores, antipolíticos y antiestatales que ven en la televisación gratuita del fútbol la más baja abyección del populismo kirchnerista.
Macri no se privó de desarrollar el falaz argumento de que los recursos que se gastan en las trasmisiones gratuitas del fútbol podrían reducir la pobreza y a mejorar la educación. Con el mismo criterio ramplón, sus críticos podrían sostener que los recursos que se invierten en construir una vía para el metrobús sobre la avenida más emblemática de Buenos Aires, y arriba de un subterráneo, podrían ser aplicados a mejorar los destartalados edificios de escuelas y hospitales porteños.
En realidad, el gobierno nacional no dejó de aplicar políticas para reducir la pobreza o incrementar el empleo, por el hecho de haber liberado a la pelota de fútbol de un monopolio que obligaba a un abono para gozar en vivo y en directo de una pasión popular. Tres millones y medio de hijos de desocupados reciben la asignación universal y cinco millones de personas consiguieron trabajo desde 2003 a la fecha.
Macri actúa en realidad como abogado del jugoso negocio que perdió del grupo Clarín, el cual le garantiza al alcalde una piadosa cobertura mediática. Para un adorador del mercado, es malo que el Estado intervenga en la actividad privada. Está en el manual de cualquier liberal. El alcalde reivindica públicamente la teoría del derrame, que constituyó el fundamento del modelo suicida de los 90. Se trata del cuento que narra que si se libera a la economía de sus ataduras, se produce un crecimiento que derrama inevitablemente prosperidad sobre todos los sectores sociales. Ese experimento terminó con una cuarta parte de la mano de obra activa desocupada e implosionó junto con el sistema político en 2001.
Días atrás, Macri sostuvo que para controlar la inflación había que restringir la emisión monetaria y terminar con el "despilfarro". En términos económicos, se trató de un sincericidio tan claro como el que ahora cometió con la pelota, ya que la restricción monetaria es la base de todos los ajustes ortodoxos. Y el "despilfarro" son los planes sociales que el gobierno kirchnerista sostiene para "los vagos que no quieren trabajar".
Con todo, estas definiciones tienen un costado positivo: los electores van conociendo las ideas de un hombre que aspira a gobernar la Argentina a partir del 2015. Sus propuestas, constituyen ciertamente la contracara del modelo actual. Como en el fútbol, los argentinos decidirán entre sintonizar un país para todos o para pocos.

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