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miércoles, 5 de diciembre de 2012

Mundos paralelos, por Gustavo Rosa (para “Apuntes Discontinuos” del 05-12-12)





El documento que la jerarquía eclesiástica dio a conocer en estos días todavía da mucho para hablar. Por supuesto que el apuro para realizar este pronunciamiento resulta llamativo. Generalmente, se presenta en sociedad a mediados de diciembre, unos diez días antes de Navidad. Este año se adelantó una quincena. Oportunismo con todas las letras. El Secretariado de Curas en la Opción por los Pobres lo advirtió a pocas horas de emitido el escrito episcopal. Para la liturgia católica, “la Navidad cae siempre el 25 de diciembre y esta fiesta se prepara con el tiempo de Adviento que comienza recién el domingo 9 –explicó Eduardo de la Serna, el sacerdote más conocido de este grupo- por lo tanto, este saludo de Navidad parece más preparativo del 7D”. Para el Colectivo de Teología de la Liberación, “lo importante es que esta vez, al hacerlo público un mes antes de Navidad y a una semana del 7D, marca claramente su alineamiento del lado de los poderosos”. Y para que resulte más notoria la cuestión, destacan que “las declaraciones allí vertidas se parecen más a un editorial de Clarín que a un escrito de testigos del Evangelio”. Lo que significa lisa y llanamente que Clarín es mucho más que un conjunto de medios de comunicación; es mucho más que una manera de ver la realidad; es mucho más que una factoría de estiércol. Clarín construye un mundo paralelo al que gran parte de los argentinos no quiere volver.
La visión de los obispos de la Conferencia Episcopal Argentina está contaminada por la mirada antojadiza de los medios con hegemonía en decadencia. Nada positivo encuentran en estos nueve años de gobierno K. Pobreza, crisis moral, división, violencia es lo que ven los prelados. “Lo menos que podemos decir es que nosotros, que estamos en los barrios, entre la gente, con los pies en el barro, tenemos una mirada muy distinta de la que presenta el documento episcopal”, aclaró el escrito de la agrupación que integra Eduardo de la Serna. El pronunciamiento de los Teólogos de la Liberación, llamado “Del lado de los poderosos… como siempre”, señala que “cada postura tomada en este documento episcopal niega una buena noticia generada en estos diez años: la Asignación Universal por Hijo, el matrimonio igualitario, la ley de medios, los juicios a los genocidas por delitos de lesa humanidad, la creación de puestos de trabajo, el ingreso de miles de jóvenes a la política, la unidad latinoamericana y muchas más”.
Dos mundos, sin más. En ese mundo, en el que se basa el documento de la Iglesia y las noticias de los libelos con déficit de hegemonía, todo está mal, desde la economía, la moral, las relaciones humanas, los derechos, las libertades, las garantías. Todo es un desastre. Todo es peor que antes. En este mundo, por el contrario, ocurre lo que tiene que ocurrir en todo mundo real. Algunas cosas están muy bien, otras más o menos y otras hay que corregirlas y hasta desecharlas. No es lo perfecto, que no tiene existencia posible, porque es la zanahoria que nos pusimos los humanos para alimentar nuestras frustraciones. En este mundo estamos los ciudadanos que hemos decidido tomar las riendas. En el otro mundo se amontonan los individuos que quieren recuperar el control. Dos mundos muy diferentes. Uno, promisorio de futuro y el otro, plagado de pestilencias.
En aquel mundo, sus habitantes aplauden cuando los colonizadores reincidentes logran una pequeña victoria con sus amenazas carroñeras. En otros tiempos, celebraban los saqueos con pizza y champagne. Con los recortes, ajustes, intereses de deuda y flexibilizaciones laborales se excitaban como con una sobredosis de porno. Su juego favorito era apostar por el incremento de los índices de desocupación, pobreza e indigencia. El deporte más extendido era gobernar sin someterse a elecciones. Por eso no les gusta este mundo, porque no pueden desarrollar su perfidia lúdica. Claro, en este mundo, en el real, jugamos todos y casi siempre ganamos. El juego preferido de este mundo es la inclusión y no valen las apuestas, sino el compromiso. Uno que entra y celebramos todos, no con pizza o champagne, sino con algunas estrofas del Himno.
Los habitantes de aquel mundo se relamen cuando Repsol demanda al Estado ante el Ciadi, porque la expropiación es una falta de respeto hacia la propiedad privada y merece un justo castigo. No importa que la compañía española, que adquirió YPF siendo apenas una distribuidora de combustible, se haya transformado en una multinacional importante gracias a una sangría monstruosa. En ese mundo siempre reciben apoyo los que nos quieren destruir porque los héroes son los villanos. Allí abundan los adoradores de Thomas Griesa, Antonio Brufau o Mariano Rajoy. Angela Merkel debe tener un templo en su honor con su imagen venerada a diario. En este mundo no hay héroes, pero abundan las acciones heroicas. Actos cotidianos, solidarios, chiquitos pero con una abundante potencia transformadora.
En el mundo de los agoreros cualquier delincuente merece morir y con el menor trámite posible. Si un hombre intentó violar a una nena de cinco años en un barrio de las afueras de Mar del Plata, los vecinos pueden dar rienda a su furia y linchar al paso a ese desaforado. Con golpes y palazos se ejerce mejor la justicia que con jueces y abogados. Y en ese mundo, el fiscal, Paulo Cubas, puede manifestar su comprensión hacia los vaqueros que ejercieron la justicia por mano propia, porque “entendieron que el violador –que todavía no había violado a la nena- se merecía esa paliza”. Por extensión, también la muerte, que no está contemplada como castigo en nuestro país, que sería este mundo.
Porque en aquel mundo la inseguridad ya es intolerable. Por un par de zapatillas y una tarjeta Sube uno corre el riesgo de morir. La inseguridad –un absoluto tan falaz como la seguridad- obliga a los individuos a vivir entre rejas con forma de titulares. Nadie protege a esas víctimas de la inmigración descontrolada y de baja calidad. En ese mundo no importa que el ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Eugenio Zaffaroni afirme que Argentina tiene una de las tasas de homicidio más bajas de Latinoamérica. Tampoco es un argumento aceptable que asegure que en los barrios de clase Media de la CABA las tasas de homicidios son equiparables con las de Europa o Canadá. En ese mundo sólo importan los prejuicios. “Lo ideal sería cero –dijo La Presidenta- pero no hay ningún país del mundo en el que exista registro cero en materia de delincuencia”.
En el mundo con fronteras de papel, sus habitantes se comportan como exiliados europeos. En este mundo formamos parte de una patria enorme y que sigue creciendo. No con dictadores, como dicen los de aquel mundo, sino con mandatarios que se parecen a los ciudadanos. “No puede haber nada más importante que la soberanía y la democracia popular, y que cada vez que la soberanía y la democracia popular han sido atacadas terminan devastando el Estado y finalmente terminan devastando a los pueblos”, señaló CFK, desde este mundo. Pero no es la única que dice esas cosas. Tampoco la única víctima de las dentelladas mediáticas. “Hoy las corporaciones y los monopolios político-mediáticos intentan de cualquier forma corroer, destruir, debilitar lo que hemos logrado y mienten descaradamente para frenar este modelo de inclusión que hemos puesto en marcha en nuestra región”, denunció Rafael Correa, presidente de Ecuador.
En aquel mundo gobierna una yegua y en éste, Una Presidenta. Los dos mundos existen, pero sólo uno es legítimo. Y, por supuesto, nos pertenece a todos. También nos invita. A todos, hasta a aquéllos que están empecinados a permanecer en ese mundo del que nunca serán parte.

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