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sábado, 8 de diciembre de 2012

El largo brazo del Grupo Clarín, por María José Suárez (para “eldiarioFénix.com” de España 08-12-12)




Arriba: Caricatura de Héctor Magneto, CEO del Grupo Clarín (multimedios argentino que abarca diarios, televisión, radios, distribuidoras de tv por cable y banda ancha, editoriales, fábricas de papel de diarios, productoras de contenidos, agencias de noticias, y muchas cosas más)

[La foto y el pie de la misma es responsabilidad exclusiva de “Mirando hacia adentro”]

Hace mucho que sabemos como son las cosas, todos estamos enterados, la mayoría, incluso, ha tomados partidos por uno u otro lado. Nadie puede decir que no entienda, que no sepa, que no se enteró. Sí pueden decir, y lo hacen, que no les importa.
Eso no es nuevo tampoco, aunque cada vez son menos los que eligen no elegir, los que tratan de no involucrarse en la realidad que los rodea, los atraviesa, y a veces hasta los aplasta.
Sabíamos que el Grupo Clarín, con su largo brazo de influencias iba a tratar de abrazar a todo aquel que pudiera mantenerle la cabeza fuera del agua, iba a cobrar muchos favores, iba a apretar todas las clavijas que hiciera falta y afinar todas las cuerdas necesarias de los instrumentos que le permitiera tocar la infame melodía de la injusticia, esa que ellos llaman justicia, la que han llevado en el bolsillo por décadas, la que sacan como un peine cada vez que el viento de la democracia los despeina un poco.
En las últimas semanas habíamos visto dar manotazos de ahogados a su CEO, Héctor Magnetto, desacostumbrado siquiera a pensar que las cosas pueden no salir como él espera. En su arrebato por la hora que se acerca, denunció periodistas para que vayan presos por escribir en diferencia a sus mandatos, denunció funcionarios, lanzó a sus empleados en una cruzada aun más salvaje de desprestigio al Gobierno que la que ya venían llevando, y en una desesperada escalada de mentiras que los llevó a publicar tapas de revistas que se podían desmentir a las horas de haber sido impresas. Pataleó y gritó contra lo inevitable, como el niño que le grita a las olas del mar, esperando así frenarlas para que no rompan, inexorables, en la orilla.
Pero este jueves tuvo una alegría, en contra de lo fallado por la Corte Suprema de Justicia Argentina, la  Cámara Civil y Comercial extendió la medida cautelar presentada por el Grupo Clarín para evitar adecuarse a ley de medios, hasta que el juez de primera instancia Horacio Alfonso resuelva la cuestión de fondo, desconociendo así el criterio de “razonabilidad” planteado por la Corte Suprema, que fijó el 7 de diciembre para su finalización. El largo brazo de Clarín, abrazando con fuerza.
Y en torno al fallo de la Corte se había cifrado la esperanza de la justicia, de que la democracia de todos pudiera más que la infamia de unos pocos. En torno a esta fecha del 7 de diciembre se había conjugado la expectativa de que una ley aprobada por amplísima mayoría hace tres años, finalmente, pudiera ser aplicada. Porque el que piense que sólo se trata de una Ley de Medios Audiovisuales está viendo el árbol, perdiéndose el inmenso bosque. Esto es un paso fundamental, no sólo para que más voces puedan ser oídas, para que la información sea más plural y llegue a todas partes, para que no sólo un grupo concentrado de medios, un grupo hegemónico, decida por la mayoría de nosotros qué debemos saber, cómo y de parte de quién. No es sólo para eso.
La Ley es para repartir el poder que existe desde hace mucho tiempo en manos de unos pocos que creen que pueden manejar el país a su gusto y adecuar la justicia a sus necesidades. Grupos económicos que controlan la información, y que creen que el cargo de Presidente de la Nación, es “un puesto menor”, porque estaban malacostumbrados a sentar hombres en el Sillón de Rivadavia y hacerlos levantar cuando ya no les sirvieran. Y ahora no se puede hacer eso más, ahora la Ley está para cumplirla, entonces apelan a lo que mejor saben hacer: desparramar odio, mentir y manipular. Y seguir haciendo sus negocios, claro.
Esta fecha, el 6 de diciembre, quedará para siempre marcada en la memoria como el día en que la justicia falló contra la ley. Y cuando se falla a conciencia a favor de los más poderosos, se falla contra el pueblo.
Pero se sabía, como decíamos al principio. Sabíamos que iban a hacer todo lo posible para evitar cumplir con esta ley de la democracia. Con la otra, la de la Dictadura, estaban cómodos, cobijados y calentitos amparados bajo el techo que les habían levantado sobre sus cabezas gachas los represores. Y es que eso representan, los que no se han adecuado a la ley en sus plazos y formas, los que creen que pueden todo, siempre, como el Grupo Clarín, encarnan y simbolizan el país al que yo, personalmente, no quiero volver.
Pero no importa, los tropezones no son caídas, y si lo son, y nos damos fuerte la cara contra el suelo, nos levantaremos con la ayuda del suelo, porque las luchas sólo se pierden si se abandonan, porque las patadas en el traste también empujan para adelante.

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