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domingo, 9 de diciembre de 2012

Cultura nacional para un modelo productivo con justicia social, por Federico Bernal (para INFOnews del 09-12-12)



Ley de Medios: batalla cultural y modelos de país. "Sin nacionalismo democrático ni socialismo latinoamericano la Ley de Medios será una cáscara vacía y el desequilibrio cultural entre modelos seguirá sin poder ser revertido.

Semanas después de su lanzamiento oficial, Clarín brindaba su apoyo a Braden a través de la Unión Democrática y la marcha de la Constitución y la Libertad. No obstante y una vez asumido Perón, la dirección del diario se daría vuelta como una media, aunque al peronismo (hoy peronismo histórico) se la tuviera jurada desde entonces. Las consignas conservadoras expresadas en la marcha y difundidas por Clarín, serían luego adoptadas por los fusiladores. El golpe de 1955 fue necesario para acabar con la "tiranía" de Perón. Cualquier coincidencia con los argumentos de Alfonsín, Carrió, Macri, Binner, Moyano, etc. es pura casualidad. Como pura casualidad también la relación directa entre el espíritu del Decreto 4.161 de "prohibición de los elementos de afirmación ideológica o de propaganda peronista" y la reciente y fallida intención del Grupo Clarín de acallar la voz de periodistas contrarios a sus designios. Como sea y una vez derrocado Perón, Roberto Noble comenzaría a respirar aliviado. A partir de 1955 y junto con el verdadero y único órgano oficial de la reacción, el diario La Nación, Clarín se las ingeniaría siempre para trabar el tránsito hacia el equilibrio cultural entre los dos modelos de país que desde 1810 vienen luchando por el control del destino nacional. Se explica así el reciente lanzamiento de una gigantesca iniciativa editorial (vigente del 27 de octubre del corriente al 9 de febrero del 2013) que incluye la reedición de los libros más célebres de Marx, Lenin, Trotsky y el Che Guevara, entre otros. ¿Tiende esta movida al equilibrio cultural entre modelos? La respuesta es otra pregunta: ¿Magnetto, por qué no reeditás las obras de Manuel Ugarte, Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz, Enrique Mosconi, Jorge Abelardo Ramos, Rodolfo Puiggros, Hernández Arregui, Enea Spilimbergo, Pérez Amuchástegui, Norberto Galasso y Juán Perón? No es leyendo El manifiesto comunista ni La revolución permanente como se ensancha y fortalece el campo nacional y popular. El CEO de Clarín lo sabe. En América del Sur, la división entre izquierdas y derechas es tan ficticia como las fronteras artificiales montadas por sus balcanizadores en el siglo XIX. Exceptuando a la denominada Izquierda Nacional, la izquierda argentina fue y es aliada histórica y presente de la reacción. Lo fueron contra Yrigoyen en la década del veinte; lo fueron en el golpe de 1930, en el de 1955, durante la Resolución 125 y de ahí hasta nuestros días. Las obras de los grandes revolucionarios antedichos pero en manos de los discípulos contemporáneos de Ghioldi, Codovilla, Repetto y Juan B. Justo, no hacen más que engrosar las manifestaciones opositoras con fieles y ejemplares militantes (de izquierda), como se sabe, de creciente importancia a la hora de golpear al gobierno nacional desde las calles. Y no es esta una cuestión menor. Sin nacionalismo democrático ni socialismo latinoamericano la Ley de Medios será una cáscara vacía y el desequilibrio cultural entre modelos seguirá sin poder ser revertido.

CULTURA INDUSTRIALIZACIÓN Y JUSTICIA SOCIAL. EL APORTE CANADIENSE. La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual constituye un inédito y crucial instrumento con el que hoy cuenta el pueblo argentino para romper la hegemonía del discurso semicolonial, discurso que monopolizado por Clarín y La Nación no refleja otra cosa que el resultado del balance político y cultural de los últimos 150 años. Pero quebrar técnicamente el monopolio informativo de la exclusión y el atraso no garantiza la victoria a las grandes mayorías. Bien aprovechada, defendida y profundizada, la Ley de Medios devendrá en una excepcional herramienta para la creación y consolidación de medios ligados a una Argentina soberana, moderna e industrial. En otras palabras, la ley es fundamental y necesaria porque reemplaza al todavía ausente poder mediático de una clase social industrialista verdaderamente nacional y popular. A ciencia cierta, la ley no es más que un fabuloso escudo protector contra el también fabuloso poderío económico de la superestructura cultural oligárquica. A propósito, resulta interesante destacar que el diario defensor y promotor del despertar industrialista canadiense, The Mail -opuesto a los intereses semicoloniales locales apoyados por EE.UU. y Gran Bretaña- haya sido fundado en 1872 justamente por el padre de la industrialización canadiense, entonces Primer Ministro, John A. Macdonald. Similarmente nacieron en otros países desarrollados los medios gráficos favorables a la modernización económica, la industrialización y la expansión del mercado interno. En Canadá, The Mail fue el órgano oficial de la burguesía manufacturera, contrapuesto a los intereses reaccionarios del Partido Liberal, pro-estadounidenses y pro-británicos. Cuando en 1879 el Gobierno de Macdonald lanzó una política fuertemente proteccionista, el diario en cuestión celebró su lanzamiento con una notable editorial en la que afirmaba, entre otras cosas, que: "La vasta riqueza mineral de este país, su poderío en materia de energía hidráulica, la variedad de su producción, su extensa superficie, y sobre todo la inteligencia, energía y auto-confianza de su gente, todo son el perfecto testigo de un destino mucho más allá del primitivo llamado del trueque de trigo y ganado por productos de telares foráneos o la producción de talleres igualmente foráneos. No puede permitirse que la actual política británica nos confine a seguir viviendo como hasta ahora". En sus primeros pasos como nación soberana, Canadá no precisó de un marco regulatorio que democratice la palabra, sino recién a partir de 1936. Ello se debió a que la creación de medios afines a la industrialización y opuestos al librecambio, a fines del siglo XIX, se dio por la presencia natural e histórica de una burguesía nacional con conciencia de sí y para sí. En la Argentina, el triunfo del librecambismo asentado en la "victoria" militar de Pavón, la masacre del Paraguay y el capitalismo inglés engendraron las condiciones objetivas para la fundación del diario La Nación en 1870, voz oficial de la burguesías ganadera y comercial importadora de la Pampa Húmeda y la ciudad-puerto. Su fundador, el entonces presidente Bartolomé Mitre. Las clases dominantes industrialistas canadienses hicieron suyo el diario fundado por Macdonald. Las clases dominantes librecambistas argentinas hicieron suyo el diario fundado por Mitre. The Mail y La Nación son el fiel testimonio periodístico y cultural de la divergencia de caminos tomados por ambos países a partir de 1870.

HACIA LA JUSTICIA CULTURAL. En función de lo expuesto, podría afirmarse que en sí misma la Ley de Medios no garantiza el triunfo de una cultura nacional y popular en la Argentina. La Ley de Medios, como ocurre con el petróleo, la renta agraria, la riqueza nacional, etc. se insertará en la disyuntiva entre modelos y podrá oscilar entre uno y otro. De nosotros depende que el flamante marco regulatorio audiovisual, elaborado a imagen y semejanza de la Nación soberana que asoma desde el 25 de mayo de 2003, sea capitalizado por los 40 millones. Este 10 de diciembre se ponen en marcha las condiciones objetivas para la aparición y consolidación masiva de medios afines a una Argentina moderna, industrial, socialmente justa y latinoamericanista. La trascendencia de la fecha, comparable sólo a la que el 4 de enero de 1870 (La Nación) y el 28 de agosto de 1945 (Clarín) representaron a los intereses de la semicolonia. La Ley constituye una herramienta clave para equilibrar la desbalanceada balanza cultural entre modelos (concepto de justicia cultural). Trabajemos para que sean cada vez más las radios y programas que expliquen y apliquen al análisis de la realidad el Manual de Zonceras, Revolución y Contrarrevolución en la Argentina y Política Británica en el Río de la Plata. Trabajemos para que sean cada vez más las voces en advertir que El idioma de los argentinos no puede seguir limitándose al emanado de Borges, y que las Instrucciones del estanciero impuestas al universo rural argentino desde la SRA y los chacareros de Buzzi sean rápidamente reemplazadas por las de José Hernández.

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