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jueves, 15 de noviembre de 2012

Las dos legitimidades, por Hernán Brienza (para “INFOnews” del 11-11-12)




La manifestación del 8N ha dejado algunas paradojas "divertidas". Para ponerle un poco de humor a la cuestión enumero: La "derecha republicana" se ha vuelto plebiscitaria –tras juntar unos cuantos miles en las calles de Buenos Aires- y ha abandonado su perorata institucionalista y republicana…


I

Los voceros del institucionalismo liberal se han vuelto "fascistas" y creen de la noche a la mañana en el mensaje de la "movilización de las masas enardecidas" más que en el correcto y normal funcionamiento de la República y sostiene que el "poder del pueblo" reside en juntar gente en una esquina antes que en el sufragio universal, obligatorio y secreto…
El intendente –que tiene la sacrificada tarea de ir a ver recitales de Kiss para publicitar Buenos Aires en el mundo mientras la Ciudad se inunda o se hunde, vaya uno a saber– descubrió que el 8N fue el día más importante de la historia argentina –¿no deberían tener al menos un par de materias de Historia Argentina en la carrera de Ingeniería?– olvidándose del 19 y 20 de diciembre, del 24 de marzo de 1976, el 17 de octubre de 1945 y cree que una decena de miles se puede comparar cuantitativamente con los millones de los cierres de campaña de Ítalo Lúder y Raúl Alfonsín o la concentración en Ezeiza del 20 de junio de 1973 o el Cabildo Abierto del 22 de agosto de 1951…
Los que apoyaron a la dictadura militar en sus editoriales y notas desde La Nación y Clarín, o desde instituciones como la UIA o la Sociedad Rural o la Iglesia Católica –imagino que los católicos que desfilaron el 8N pidiendo el fin de los subsidios a los sectores populares estarán de acuerdo, también, en el que el Estado deje de subsidiar a la Iglesia mediante los sueldos al clero y los subsidios a sus colegios ¿no?- hablan de respeto a la democracia y a las instituciones…
Los dirigentes políticos de los gobiernos de la UCR y la Coalición Cívica y el Peronismo Federal que masacraron al "pueblo" en las calles el 20 de diciembre de 2001 y el 26 de julio de 2002 le exigen, ahora, al gobierno nacional que escuche el "mensaje de la gente"…
Hoy, en esta Argentina cualquiera puede gritar que el gobierno no lo deja gritar… Una minoría política ruidosa intenta imponerle una agenda de cambios a un gobierno elegido por una abrumadora mayoría silenciosa…
El Grupo Clarín que manipula subrepticiamente al Poder Judicial hace campaña para que un gobierno no manipule al Poder Judicial…
Miles de personas desfilaron exigiendo que no se produzca algo que no estaba previsto que sucediera: la re-relección. Podrían desfilar, también, para que, por ejemplo, Jorge Altamira, líder del PO, quien exigió el adelantamiento de las elecciones por la crisis política –juro que es verdad- no acceda al gobierno por el voto popular (en las últimas elecciones alcanzó un mayoritario 2% del electorado). O también pueden marchar para que no se cumplan algunos de los huracanes anunciados por Elisa Carrió que no se cumplieron. O que la oposición no se una en una alianza programática donde se combinen las fórmulas Hermes Binner-Eduardo Duhalde o Mauricio Macri-Vilma Ripoll o Fernando Solanas-Cecilia Pando o Francisco de Narváez-Victoria Donda o Hugo Moyano-Patricia Bulrrich (bueno, esta es más posible, lo admito) o…
II
Preguntas:
¿Debe un gobierno elegido democráticamente por el 54% de la población cambiar su rumbo porque las minorías restantes no están de acuerdo con lo que eligió la mayoría? ¿O un gobierno democrático es aquel que cambia sus principios por otros por el humor político instalado entre otras cosas por los medios de comunicación?
¿Qué es preferible para la política: una dirigencia con convicciones fuertes que las demuestra incluso a veces con una energía desmedida o una dirigencia endeble que no tiene el coraje de decir lo que realmente piensa y quiere y apuesta a diluir sus propias convicciones para poder medir en las encuestas?
¿Podrá el gobierno nacional sostener sus propias convicciones y al mismo tiempo construir una comunicación que sea, como en 2011 por ejemplo, más afectuosa, más amena, más incluyente teniendo en cuenta que el mensaje también es la forma de ese mensaje?
¿Podrá la oposición encontrar un candidato de "centro-derecha-izquierda" que articule la batería de demandas de los caceroleros? ¿Podrán transformar las demandas en un esquema propositivo?
¿Podremos los argentinos escaparle a la lógica binaria en la cual estamos empantanados?
III
Siempre me impresionó la carta de Juan José Valle escrita el 12 de junio de 1956 al dictador Pedro Eugenio Aramburu antes de ser asesinado. Allí, el teniente general expresó con belleza histórica:
"Es asombroso que ustedes, los más beneficiados por el régimen depuesto, y sus más fervorosos aduladores, hagan gala ahora de una crueldad como no hay memoria. Nosotros defendemos al pueblo, al que ustedes le están imponiendo el libertinaje de una minoría oligárquica, en pugna con la verdadera libertad de la mayoría, y un liberalismo rancio y laico en contra de las tradiciones de nuestro país. Todo el mundo sabe que la crueldad en los castigos la dicta el odio, sólo el odio de clases o el miedo. Como tienen ustedes los días contados, para librarse del propio terror, siembran terror. Pero inútilmente. Por este método sólo han logrado hacerse aborrecer aquí y en el extranjero. Pero no taparán con mentiras la dramática realidad argentina por más que tengan toda la prensa del país alineada al servicio de ustedes.
Como cristiano me presento ante Dios, que murió ajusticiado, perdonando a mis asesinos, y como argentino, derramo mi sangre por la causa del pueblo humilde, por la justicia y la libertad de todos no sólo de minorías privilegiadas. Espero que el pueblo conozca un día esta carta y la proclama revolucionaria en las que quedan nuestros ideales en forma intergiversable. Así nadie podrá ser embaucado por el cúmulo de mentiras contradictorias y ridículas con que el gobierno trata de cohonestar esta ola de matanzas y lavarse las manos sucias en sangre. Ruego a Dios que mi sangre sirva para unir a los argentinos. Viva la patria”.
Cada vez que alguien acusa al gobierno democrático de Cristina Fernández de Kirchner –o a cualquier otro- de "dictadura" recuerdo esta carta. Cada vez que se bastardea la palabra "dictadura", cada vez que se bastardea la palabra "democracia", se vuelve a fusilar a Juan José Valle, a sus compañeros y a los miles y miles de fusilados, asesinados y torturados en la historia de nuestro país. Deberíamos dejar de ser tan superficiales, tan frívolos, tan insubstanciales. Al menos con la vida y la muerte.


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