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jueves, 8 de noviembre de 2012

La era de los golpes suaves, por Rubén Dri (para “La Tecl@ Ñ” y “Mapacheatack” 08-11-12)





 La primera década del presente siglo se ha caracterizado en nuestro continente latinoamericano por el avance de los procesos nacional-populares que irrumpen en la escena pública, conducidos por sus líderes. ¿Puede el imperio permitir este avance en lo que siempre consideró su patio trasero? De ninguna manera. El modo tradicional de intervenir que tuvo el imperio frente a los procesos populares como los señalados fueron los golpes militares. Al no ser viable en el momento actual el clásico golpe militar, o sea, el golpe “duro”, se hizo necesaria la reformulación del  golpe y el resultado fue la formulación de lo que se denomina “golpe blando o suave”, el cual posee múltiples variantes.

Por Rubén Dri*
               
                
              La primera década del presente siglo se ha caracterizado en nuestro continente latinoamericano por el avance de los procesos nacional-populares que irrumpen en la escena pública, conducidos por sus líderes. Enfrentan las recetas neoliberales y se plantan con hidalguía y orgullo frente a la dominación imperial.  El proyecto imperial del ALCA que hubiese significado la imposibilidad de proyectos nacionales independientes del imperio, que hubiese ahogado nuestras nacientes o renacientes industrias, se cernía sobre los pueblos latinoamericanos como una maldición decretada por el destino.
                Pero lo que parecía imposible se hizo posible por la voluntad política de algunos líderes populares como Néstor Kirchner, Hugo Chávez, Lula y Rafael Correa. El ALCA quedó sepultada en las aguas del Atlántico marplatense. Fue la primera victoria de importancia que los pueblos de la Patria Grande logran frente a la dominación imperial.
                ¿Podía el imperio permitir este avance en lo que siempre consideró y en gran parte fue, su patio trasero? De ninguna manera.  Para que no quedaran dudas al respecto activó la IV Flota encargada de vigilar todo el continente. De ella afirmaba Fidel que “sus jefes políticos explican que tendrán bajo su responsabilidad a más de treinta países, cubriendo 15,6 millones de millas cuadradas en las aguas adyacentes de Centro y Sudamérica, el mar Caribe y sus doce islas, México y los territorios europeos en este lado del Atlántico”. Sembró  el continente de bases militares, algunas de ellas camufladas como centros de servicios de distinto tipo.
                La manera tradicional de intervenir que tenía el imperio frente a los procesos populares como los señalados se hacía mediante los golpes militares. Pero en esta etapa no son posibles o su implementación conlleva un costo político demasiado alto. ¿Renunciará por tanto el imperio a la utilización de esa herramienta? De ninguna manera, porque los golpes de Estado pertenecen a la lógica de la dominación imperial.
                El golpe de Estado tiene como finalidad interrumpir un proceso democrático popular que siempre termina chocando con los intereses de las corporaciones imperiales. Al no ser viable por el momento el clásico golpe militar, o sea, el golpe “duro”, se hizo necesaria la reformulación del  golpe.  A esa tarea inmediatamente se entregaron las usinas  de la CIA.
                El resultado fue la formulación de lo que se denomina “golpe blando o suave” que posee múltiples variantes. El adjetivo “suave” –soft- alude a la no utilización de las Fuerzas Armadas por lo menos en la manera como tradicionalmente se hizo. Se lo utilizó con éxito en Georgia contra Eduard Chevarnadze y en otras partes de Europa, combinándolo con golpes no sólo duros, sino “durísimos”, como el que le propinó a Livia, sin límite alguno en el uso de la fuerza destructiva.
                El golpe suave  no se da “de golpe”, no es un acto aislado o repentino,  sino que se implementa mediante un proceso que va pasando por diversas fases en las que se intercalan o suceden: promoción del descontento,  desabastecimiento, paro patronal, manipulación del dólar, acusación de totalitarismo o dictadura, movilización callejera, generalización de todo tipo de protestas, cacerolazos, acusaciones de corrupción, persistentes campañas de desaliento, por citar algunas de las más usuales y conocidas.
                Entre los medios utilizados figura, como no puede ser de otra manera, la descontextualización y tergiversación de los discursos del o de la presidenta y de sus funcionarios, aunque ello lleve a descuartizar el lenguaje, al que se le quita todo recurso a la ironía y a la metáfora. Por varios días consecutivos se propaló por todos los medios que la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner dijo que había que tenerle miedo. Fueron en vano las explicaciones hechas frente con la repetición constante. Incluso un dirigente que ostenta todos los rasgos de la “seriedad” y el equilibrio como Hermes Binner, que después de escuchar el audio en el que claramente se escuchaba que la presidenta se refería a  los funcionarios que había elegido, siguió repitiendo, sin que se le moviera un músculo de la cara que la presidenta había dicho que  “había que tenerle miedo”.
                No creemos que la intencionalidad de Binner sea golpista. Ni sus antecedentes políticos, ni su actuación en la actual coyuntura hacen presumir  tal intencionalidad, pero su interpretación de los dichos de la presidenta entra en el entramado golpista de la oposición a la que él pertenece. En política no es la “buena voluntad kantiana” la que interesa sino los “hechos” con toda su densidad política.
                Por otra parte, la repetición constante, sin tegua, en todos los medios hegemónicos de que la presidenta había dicho que había que tenerle miedo, instaló dicha afirmación como una verdad perteneciente al sentido común.
                En cuanto a la ironía, viene a cuento lo que decía Federico Schlegel en el sentido que “la filosofía es la auténtica patria de la ironía, a la que podríamos definir como la belleza lógica: pues donde quiera que se filosofa en diálogos orales y escritos, y en general de manera no totalmente sistemática, se debe ofrecer y exigir ironía” y si hablamos de poemas, los hay “que exhalan por doquier universalmente el divino hálito de la ironía”.
                Narra Marcos en su evangelio, que los escribas  al ver que Jesús comía en la misma mesa con “publicanos y pecadores”, le reprochan tal comportamiento, a lo que Jesús les dice: “no vine a llamar a los justos, sino a los pecadores”.  Los escribas en cuestión pertenecían al movimiento de los fariseos que se caracterizaban por creerse los puros, sin pecado. La respuesta de Jesús es claramente irónica. Para los “puros”, los que se creen tales y desprecian a los demás, pera esos él no ha venido.
                Pero la ironía no pertenece sólo al lenguaje bíblico, filosófico o poético. El lenguaje común, el de la calle, está plagado de ironías y metáforas. Si así no fuere, se reduciría a una repetición mecánica como hacen los loros. El discurso de la presidenta presenta siempre una rica veta irónica. No se necesita haber pasado por la universidad para captarlo, pero sí buena voluntad, o por lo menos, no torcer el discurso. ¿Cómo puede ser entonces que el rector de la universidad de la Matanza no entienda la ironía de la frase en la que Cristina les dice a los alumnos de Harvard que no estaban en la Matanza?
                En América Latina el golpe blando fue implementado con suerte diversa. Triunfó en Honduras y Paraguay y fue derrotado en Venezuela, Bolivia y Ecuador. En Argentina el proceso desestabilizador que precede al golpe todavía no ha dado los resultados apetecidos.
En el golpe de Honduras, según  los dichos de Hillary Clinton, se aplicó el “poder inteligente”, de manera que podemos hablar de “golpe inteligente” como variante del “golpe suave”.  Decía Hillary: “Debemos utilizar lo que se ha llamado smart power, el rango completo de herramientas que están a nuestra disposición –diplomáticas, económicas, militares, políticas, legales y culturales-  escogiendo la herramienta correcta, o combinación de herramientas, para cada situación. Con el smart power la diplomacia sería la vanguardia de nuestra política exterior”.
Hubo en ese golpe una alucinante secuencia de hechos que muestran el entramado del golpe inteligente: Obama condena el golpe; su embajador en Tegucigalpa se reúne con los golpistas; Hillary afirma que Washington no quiere meterse ni influir; Washington impone la mediación de César Arias; Washington sigue financiando al régimen golpista; Washington controla las Fuerzas Armadas hondureñas a través de la base militar de Soto Cano; el lobby de Washington redacta el acuerdo de San José; la Casa Blanca “persuade” a los hondureños de que deben aceptar el acuerdo; el avión que desterró a Zelaya salió de Soto Cano en presencia de los militares yanquis.
                   De manera que el imperio estaba perfectamente  al tanto del golpe, financian a los involucrados, ayudan a sacar a Zelaya del país y terminan utilizando a la OEA como fachada para imponer su agenda. La salida de Honduras del ALBA muestra la verdadera finalidad del golpe.
                Se da en este golpe una combinación de la embajada yanqui, sin la cual ningún golpe se produce, el ejército, el cual, a diferencia de los golpes duros no se queda con el gobierno, la Iglesia Católica, la legislatura y el poder judicial. En el caso paraguayo se da una combinación semejante: embajada, Iglesia Católica, legislatura, poder judicial. Pero en ninguno de ambos casos se podría haber dado el golpe sin la preparación previa de una serie de actos como los ya señalados.
                El golpe suave fue derrotado, como hemos dicho, en Venezuela, Bolivia y Ecuador. En Venezuela y Bolivia  fue fundamental la movilización popular y, en el caso específico de Bolivia, el apoyo masivo de los países latinoamericanos, miembros de la UNASUR. El caso ecuatoriano presentó  la novedad de la participación protagónica de la policía, variante a tener en cuenta, debido a la dificultad de la intervención militar. En Argentina no es desatinado pensar que tanto la policía como prefectos y gendarmes puedan ser utilizados en la intentona golpista.
                 Pero en todos los casos, la última etapa, la que desencadena el golpe, fue precedida por un proceso más o menos largo de acciones destituyentes.
                En Argentina, desde el conflicto con las corporaciones agrarias, en el 2008, se puso en marcha el proceso golpista. Ello se vio claramente tanto en las acciones como en las declaraciones. Buzzi, el líder de la Federación Agraria, aclaró que la búsqueda era el “desgaste” del gobierno y la dupla Biolcati-Grondona festejaban la próxima caída del gobierno y la asunción del vice, el traidorzuelo, Cleto Cobos.

                
                      Las campañas destituyentes no necesariamente deben culminar en el golpe. De hecho muchas veces no pueden hacerlo, como hemos visto y otras, no tienen necesidad de llevarlo a cabo, en la medida en que el debilitamiento al que han llevado al gobierno, lo torna innecesario.
                Todo gobierno popular es sometido a campañas destituyentes que, como meta final, apunta al golpe de Estado. Ello, repetimos, pertenece a la lógica imperial. No nos debe extrañar, pues, que el gobierno de Cristina sea sometido a una impiadosa campaña destituyente que, naturalmente se niega. Basta leer Clarín. La Nación, Perfil; ver los Cables del monopolio; escuchar a Joaquín Morales Solá, Mariano Grondona,  y demás voceros de dicho monopolio para comprobarlo fehacientemente. Actos como el bochornoso teatro montado en Harvard cundo la visita de la presidenta; el cacerolazo, lleno de odio del 13 de septiembre, el proyectado para el 8 de noviembre; el levantamiento de prefectos y gendarmes, son eslabones del proceso golpista.
El proyecto de máxima es terminar con la destitución de Cristina, pero siendo ello prácticamente imposible por la aprobación de su gobierno por más del 54% y el apoyo de la comunidad latinoamericana, entre otros factores,  se busca el de mínima, el desgaste para imposibilitar el avance del proyecto nacional, popular, latinoamericano que, con el triunfo de Chávez en las recientes elecciones presidenciales en Venezuela, ha recibido un gran impulso.
                
*Filósofo, teólogo y docente

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