Miradas al Sur. Año 5. Edición número 228. Domingo 30 de septiembre de 2012
Por
Alfredo Eric Calcagno Doctor en Ciencias Políticas
politica@miradasalsur.com
El domingo 7 de octubre hay elecciones presidenciales en Venezuela. Es un acontecimiento político fundamental no sólo para ese país sino para toda América latina. Si ganara el Presidente Hugo Chávez, se profundizará el proyecto político y social comenzado en 1999, lo que consolidará a Sudamérica como bloque geopolítico independiente en un mundo multipolar. Por el contrario, el triunfo del opositor Henrique Capriles Radonski significaría volver a una política conservadora y una economía neoliberal, con el consiguiente debilitamiento de Unasur y Mercosur.
La renta petrolera.
Dentro de ese panorama general, lo que está en juego en Venezuela es la apropiación de la renta petrolera. El petróleo es del dominio público del Estado, que además se reserva su explotación (arts. 12 y 302 de la Constitución); entonces, quien ejerce el poder político controla el petróleo y maneja su renta. No se repite el esquema usual en América latina, en donde tener el gobierno no significa dominar el segmento decisivo del poder económico, dado que las empresas más importantes suelen estar en manos privadas y, más aún, predominan las extranjeras.
En Venezuela, la renta petrolera beneficiaba, sobre todo, a las transnacionales petroleras, generaba ganancias para las empresas vinculadas a esa explotación y financiaba una parte del presupuesto nacional. La innovación del presidente Chávez consiste en que el Estado ahora capta de modo directo la renta petrolera y la vuelca en su mayor parte para el financiamiento de las necesidades básicas del pueblo venezolano y para la construcción de obras públicas.
El panorama político.
Un primer análisis obliga a caracterizar al gobierno y a la oposición. El gobierno está encabezado por el presidente Chávez, que ejerce un fuerte liderazgo. En torno de su figura se estructuran partidos políticos, masas independientes, grupos sociales, sindicales, económicos y culturales que apoyan al gobierno. Se trata de una organización vertical, con un líder carismático indiscutido. Tiene detrás 13 años de gobierno y se apoya en los tres puntales indispensables para gobernar Venezuela: las mayorías populares, las Fuerzas Armadas y la empresa estatal Petróleos de Venezuela S.A. (Pdvsa). Conserva un “núcleo duro” de la acción del gobierno, constituido por el gasto público popular, el mantenimiento del empleo, la suba de salarios, la canasta básica barata y la construcción de vivienda; y también creció la economía.
El desarrollo económico sin duda incide en la situación política; entre 1999 y 2011, las cifras fueron favorables: el producto interno bruto (PIB) a precios constantes se multiplicó por 1,7; la formación bruta de capital fijo que era de 21% del PIB en 1999 subió al 30% en 2011; en junio de 2012, la tasa de desocupación era del 8,3% (datos del Instituto Nacional de Estadística de Venezuela). Durante el gobierno del presidente Chávez disminuyó la desigualdad en la distribución del ingreso: el coeficiente de Gini cayó de 0,51 en 1997 a 0,39 en 2010 (el más bajo de América latina según la Cepal).
La oposición, en cambio, está atomizada y unida sólo por el combate en contra del presidente Chávez. Hasta hace poco tiempo, su liderazgo era ejercido por los medios de comunicación, dada la debilidad de los partidos políticos. Ahora, la oposición designó en elecciones primarias a Henrique Capriles Radonski como su candidato presidencial; en tal carácter, éste asumió la conducción de la campaña electoral.
En un análisis electoral elemental, puede sostenerse que, en general, los sectores populares votarán por el presidente Chávez, los de mayores ingresos por el opositor Capriles, y los indecisos son sobre todo de estratos medios.
Los programas electorales.
El Programa del presidente Chávez plantea los principios básicos de una orientación de gobierno y después detalla su instrumentación. Ante todo, enuncia los grandes objetivos históricos, que son: independencia nacional, construcción del socialismo bolivariano del siglo XXI, convertir a Venezuela en un país potencia, contribuir al desarrollo de una nueva geopolítica internacional y ayudar a la preservación de la vida en el planeta. Después enuncia los actos de gobierno a cumplir para lograr que esos principios se concreten a la escala de Venezuela. Se detallan las políticas para cada región y sector, las obras de infraestructura y los proyectos de inversión para cada una de las actividades concernidas. La esencia de su programa consiste en la continuidad de la acción que desarrolla el gobierno desde hace 13 años.
A su vez, la oposición plantea un programa con cinco Etapas de Progreso, que son: atención materno-infantil; vivienda y su entorno; educación y desarrollo; empleo y emprendimiento; salud y seguridad social. Para lograr esas finalidades, existe un trayecto, que ha dividido en cuatro condiciones: convivencia democrática; seguridad; protección social a la familia, y reforma del Estado y descentralización.
En el plano conceptual de fondo las diferencias son abismales. Por una parte, el programa del Presidente Chávez plantea la profundización de un Plan conocido y aplicado. Va al fondo del problema con la captación y asignación por el Estado de la renta petrolera. Los beneficiarios y perjudicados están a la vista, lo cual generó eufóricos e indignados, entusiastas y enemigos, cuando no golpistas.
Con una concepción antagónica, la oposición se refiere a temas instrumentales que atañen sobre todo al electorado que le es adicto y al grupo de indecisos que aspira a captar; pero no se especifica cuál será la forma de lograr los objetivos. En cuanto a las finalidades de fondo, propone de modo disimulado en su Programa de Gobierno, la privatización parcial de la explotación petrolera.
Los reclamos concretos.
A las fuerzas favorables al gobierno, que son sobre todo los grupos de ingresos bajos y medios, les interesa sobre todo el mantenimiento del empleo y la suba de los salarios. En segundo término, el acceso a los servicios públicos básicos (agua, salud, educación, vivienda, transporte, canasta básica barata). En tercer lugar, la sensación compartida por muchos ciudadanos comunes de que el actual gobierno es el suyo, de que no están subordinados ni política ni socialmente a quienes tienen muchísimo más dinero que ellos; son reclamos fuertes, vitales, sustanciales. Es el grupo que puede comparar su situación actual con el período prechavista, y que teme perder muchas de sus importantes conquistas.
El núcleo duro de las fuerzas opositoras es de clase alta y media alta. En su mayoría, tiene sus necesidades satisfechas y sus mayores quejas se originan: primero, por la pérdida del poder político y de la mayor tajada de la renta petrolera, que habían detentado desde siempre; segundo, por los defectos en la prestación de los servicios públicos; y tercero por problemas e inconvenientes que molestan el bienestar diario, sobre todo de las clases alta y media (por ejemplo, la problemática de la seguridad personal y cortes eléctricos).
Además, existen varios grupos heterogéneos, sobre todo de estratos medios, que apoyan algunas medidas del gobierno y rechazan otras.
Perspectivas.
La elección venezolana presagia la naturaleza de las fuerzas que estarán en pugna en las próximas renovaciones de gobiernos en Sudamérica. Por un lado surgen los movimientos nacionales y populares, del tipo de los que gobiernan Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador y Venezuela; por el otro, está la corriente mundial reaccionaria, que a escala latinoamericana ahora se inspira en el Partido Popular español de José María Aznar y Mariano Rajoy. Parece abandonarse la táctica socialdemócrata, que instala gobiernos que son de avanzada en lo social, moderados en lo político y conservadores en lo económico. Ahora, el establishment se muestra dispuesto a implantar regímenes neoliberales a como dé lugar. Ya lo están haciendo en países europeos desarrollados y van a intentar repetirlos en América latina, no obstante la catastrófica experiencia del decenio de 1990. Lo agudo de la crisis no deja lugar para ambigüedades. ¿Podrá el movimiento bolivariano conducido por Chávez renovar la confianza popular para profundizar su proyecto? ¿Cuál será la fuerza del “antiguo régimen” expresada en Capriles? Una nueva jornada electoral en Venezuela encontrará estas posiciones políticas antagónicas el domingo próximo.
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