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domingo, 14 de octubre de 2012

Contrarrevolución y revolución en Venezuela y la Argentina, por Federico Bernal (para “Tiempo Argentino” del 14-10-12)



"La naturaleza revolucionaria, patriota y latinoamericanista de la presidenta confirma una oportunidad histórica para derrotar definitivamente el proyecto semicolonial en la Argentina."


Qué hubiera sido de la Revolución Bolivariana sin la alianza estratégica entre Hugo Chávez y Néstor Kirchner, sin la derrota del ALCA en 2005, sin el triunfo de Cristina Fernández en 2007? ¿Qué del modelo nacional, popular y democrático en la Argentina sin Chávez? Y más importante aún: ¿Acaso podrían sostenerse y consolidarse la justicia social, la democracia popular y un desarrollo económico autónomo en buena parte de la Patria Grande sin la existencia simultánea de una Venezuela bolivariana y de una Argentina sanmartiniana y peronista? Nadie más apropiado pues que los presidentes de ambos países para sintetizar la mayúscula trascendencia del gran paso de vencedores del domingo pasado. Dijo Hugo Chávez Frías: "Lo que nosotros más ganamos fue preservar la independencia nacional, porque detrás de la candidatura de la derecha estaba y está el proyecto colonial". Dijo Cristina Fernández de Kirchner al felicitar emocionada y públicamente al líder bolivariano: "Tu victoria también es la nuestra. La de América del Sur y el Caribe... ¡Fuerza Venezuela! ¡Fuerza Mercosur y Unasur!" De la fusión de ambas expresiones surge la llave para la resolución de la cuestión nacional en todas y cada una de las fragmentadas y artificiales repúblicas al sur del Río Bravo. Sin desmantelar el proyecto colonial (o semicolonial), en el contexto de un Mercosur y una Unasur crecientemente robustecidos, el imperialismo y las oligarquías nativas volverán a sumir en la dependencia, la pobreza y el separatismo a la inconclusa Nación Latinoaméricana.

LA DERROTA DEL PROGRAMA BOLIVARIANO EN EL SIGLO XIX.

Entre 1810 y 1830, las ex colonias hispánicas no sólo lucharon por su independencia y unificación nacional, sino por un modelo de desarrollo autónomo. Pero la derrota del plan bolivariano y sanmartiniano a manos de las poderosas oligarquías exportadoras y burguesías mercantilistas vinculadas a las metrópolis manufactureras hizo estallar por los aires la unidad, la independencia y un camino de verdadera prosperidad económica y social. América del Sur (extensible a América Latina) fue desprovista del mismo desarrollo que por entonces comenzaba a verificarse en Europa y EE UU La derrota de Bolívar fue doblemente nefasta: reforzó el poder de las oligarquías domésticas (en América Latina) y el del ascendente capitalismo europeo occidental. Venezuela, al igual que los demás fragmentos de la Nación inconclusa, pagaría muy caro la derrota.

VENEZUELA: DE COLONIA A SEMICOLONIA.

La aristocracia criolla venezolana (mantuanos), dueños de la colonia durante el siglo XVIII (basada en la exportación de cacao, café y cuero) se alzaron contra Bolívar y la inmensa mayoría de la población excluida, que siguió sin levantar cabeza hasta la experiencia nacionalista de Rómulo Betancourt en 1945 y, especialmente, durante su segundo gobierno, en 1959. Perón creó el IAPI y Betancourt la Corporación Venezolana del Petróleo (antecedente de PDVSA), yendo incluso más allá al promover la fundación de la OPEP. Pero la contrarrevolución pudo más. Las élites venezolanas tenían la ventaja de más de un siglo de posicionamiento y conciencia de clase. Primero con el café y el cacao; después el gran salto con el petróleo. En efecto, su "época dorada" vino con el descubrimiento y explotación petrolera desde comienzos del siglo XX (en la Pampa Húmeda llegó con el boom agroexportador de finales del siglo XIX). Los terratenientes y comerciantes importadores se hicieron petroleros. Las rentas extraordinarias devenidas de este recurso fueron apropiadas por la oligarquía local y las compañías extranjeras. No hubo capitalización ni reinversión interna, salvo el desarrollo de la actividad terciaria requerida por la comercialización petrolera. Venezuela exportaba petróleo e importaba manufacturas y alimentos elaborados. En 1939, el gobierno de turno firmó una suerte de Pacto Roca-Runciman pero con EE UU. De colonia había mutado en semi colonia, al igual que la Argentina con Gran Bretaña. Ambas, estancadas en el tiempo, con un pueblo pauperizado, excluido del festín.

VENEZUELA DE SEMICOLONIA A NACIÓN.

El siglo pasado fue para Venezuela un siglo que, en el balance, quedó en manos de la reacción. Así por supuesto hasta la llegada de Hugo Chávez a Miraflores. Sin embargo, es importante destacar que ningún país suramericano ha podido aún hoy superar el tremendo lastre semicolonial, lastre que no viene dado por la muy elevada o casi excluyente participación de los recursos primarios en la generación de la riqueza nacional (petroleros en Venezuela y agrarios en la Argentina), claves a su vez en el desarrollo socioeconómico, la industrialización y la justicia social. El lastre pasa más bien por la confrontación irresuelta entre sectores sociales y productivos antagónicos –locales y socios extranjeros– que luchan por la apropiación de las rentas extraordinarias petrolera, agraria y minera. El eje de las disputas nacionales entre las históricas y tradicionales oligarquías separatistas y semi coloniales (aliadas del imperialismo) con los sectores de la producción nacional y las clases populares sigue siendo la misma que a comienzos del siglo XIX y mediados del pasado. No es ninguna casualidad que durante las presidencias de Betancourt y Perón se nacionalizaran el petróleo y los granos. Tampoco que durante los gobiernos de Chávez y los tres kirchneristas se renacionalizaran PDVSA e YPF, y se estatizara una parte importante aunque insuficiente de la renta agraria (fundamentalmente la sojera). Inversamente, que Venezuela siga aún hoy importando el 75% de los productos consumidos internamente, con un aparato industrial apenas diversificado y significativos niveles de pobreza es, más allá de los errores propios del chavismo, consecuencia de las trabas políticas, económicas y culturales impuestas por la oligarquía venezolana (incluyendo su burguesía importadora y rentista) y las corporaciones extranjeras que no quieren perder sus privilegios. En nuestro país, igual.

VENEZUELA Y LA ARGENTINA EN LA GRAN DISYUNTIVA NACIONAL.

La victoria del heredero de Bolívar el pasado 7 de octubre asesta un muy duro golpe a las oligarquías suramericanas, debilitando aún más al ya de por sí debilitado imperialismo. Casi dos siglos más tarde y como nunca desde el amargamente célebre "he arado en el mar y sembrado en el viento", la historia nos da revancha. El pueblo latinoamericano vuelve a jugarse su destino, nada más que esta vez, batiendo a sus enemigos históricos. La disyuntiva en Venezuela como en la Argentina y en el resto de América Latina orbita alrededor de la explotación y apropiación de recursos primarios y sus rentas extraordinarias (agraria, petrolera, minera, etc.). La reacción los precisa para sobrevivir y perpetuar su dominación; las clases emergentes, progresistas, populares y revolucionarias para concluir la magna obra bolivariana y sanmartiniana. Primero viene esta contradicción; en segundo lugar, la lucha por la plusvalía. El triunfo de Chávez, la madurez de la Unasur y el Mercosur, la crisis del capitalismo financiero y especulador, la mayoría oficialista en el Congreso, los altos precios de los commodities agrarios y, por supuesto, la naturaleza revolucionaria, patriota y latinoamericanista de la presidenta confirman una oportunidad histórica y tal vez inédita para derrotar definitivamente el proyecto semicolonial en la Argentina. Es tiempo de recuperar para la clase obrera y trabajadora, la clase media y la producción nacional el gigantesco excedente social agrario (y agroalimentario) generado por todos los argentinos.

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