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domingo, 16 de septiembre de 2012

Pequeños golpecitos urbanos, por Eduardo Anguita (para “Miradas al Sur” del 16-09-12)



Miradas al Sur. Año 5. Edición número 226. Domingo 16 de septiembre de 2012

Por

Eduardo Anguita

eanguita@miradasalsur.com

La primera reacción, al menos de este cronista, fue de sorpresa. Porque, por primera vez en mucho tiempo, las tomas de las cámaras de los canales opositores podían abrirse a panorámicas. Había mucha gente en la noche del jueves 13. Pero el cronista recordó que venía sorprendido por la falta de reacción de los caceroleros, por la anomia de sujetos sociales que sólo parecían expresarse a través de algunos conductores de programas que ven la Argentina con un solo ojo (el ojo derecho de Héctor Magnetto) y por las encuestas que señalan un presunto mal humor de ciertos sectores medios urbanos respecto del Gobierno. El batido de cacerolas de esta semana puede ser leído como el segundo movimiento de la difícil búsqueda de identidad de estos enojados cool. El primero fue el de la respiración artificial con Sri Sri en los bosques de Palermo. En ése, buscaron la paz y la armonía. En este segundo, el enojo convertido en sonrisa cada vez que saludaban frente a las cámaras. La mejor descripción de ese breve par de horas de manifestación en la nochecita del jueves la hizo –a criterio de este lector– Jaime Rosemberg, de La Nación, quien parecía tener la acidez de Tom Wolfe para describir a los neoyorquinos cretinos o de Honorato de Balzac cuando se mete en la piel de los parisinos amarretes. Rosemberg empieza desmintiendo los 200 mil caceroleros que vio la Metropolitana y los reduce a la cuarta parte. Pero lo más importante es que cuando un cronista avezado tiene que observar un fenómeno social complejo en vez de dejarse guiar por el ojo complaciente de los enojados puede interpelar las pequeñas escenas que componían esa heterogénea e inesperada multitud opositora.
Parecería un error apresurarse a hacer una lectura política de lo sucedido el jueves. Porque los pequeños golpecitos de las cacerolas no expresan consignas de cambio ni de reclamos puntuales y mucho menos constituyen un golpe. Esta misma base social ocupó el espacio público durante las marchas Blumberg en 2004 y el falso ingeniero encontró más diálogo con el entonces presidente Kirchner que con políticos opositores. El falso ingeniero era –y sigue siendo– poseedor de un discurso nostálgico de la mano dura pero no encontró plafón político y se fue desdibujando. Otra cosa fue cuando estos sectores urbanos, cuatro años después, encontraron su razón de ser en acompañar “al campo”. Esa vez, la base social opositora encontró una conducción potente, entrenada en golpes de Estado en serio y el choque cultural entre las movilizaciones kirchneristas y las de la Mesa de Enlace marcaron a fuego un momento de la Argentina. Si bien la traición de Cobos melló al gobierno, el espacio peronista-progresista-de izquierda se consolidó como un homogéneo frente de fuerzas sociales que expresan lo que, genéricamente, gusta identificarse con el nombre de Proyecto Nacional.
La prisa de algunos referentes oficialistas de pelearse con la base social de los que salieron un rato a la calle a gritar en contra parece muy poco conveniente. Un dirigente político jamás debe pelearse con un ciudadano de a pie, por más reaccionario y cretino que le parezca. Por la sencilla razón que un dirigente político asume el lugar de la representación de un sector de la sociedad y pelea por defender los intereses de esa base social y, en todo caso, corresponde que pelee con fuerza –y respeto– contra aquellos que asumen la representatividad de otros sectores sociales en pugna. Ese jueves, salvo algunos cartelitos con frases pobres llevadas por personas que parecían tener bolsillos ricos, nadie puede atribuirse la representatividad de esas calles enojadas. Por suerte, la mayoría de los referentes K fue muy cauta a la hora de declarar. Lo menos que corresponde a un cuadro político es interpelarse respecto de si muchas cosas de las que suceden en la Argentina no enojan también a los propios dirigentes y militantes oficialistas. En primer lugar, el mentado tema de la inseguridad. Porque en la marcha, sin duda, ese asunto estaba presente. Y lo está cuando Nilda Garré denuncia a oficiales de la Policía Federal y es consecuente en los hechos con su diagnóstico de lo complejas que son las redes del delitos metidas en las instituciones de seguridad. Pero, claro, es difícil saber si cada uno de los ciudadanos enojados de a pie sabe diferenciar a un pibe chorro de una red compleja de delincuentes.
Nadie debe chuparse el dedo. Hoy, 16 de septiembre, se cumplen 57 años del inicio de las operaciones que derrocaron a Perón. Todavía, mucha clase media argentina llama a aquel golpe cívico-militar como Revolución Libertadora. La tentación de inculpar a la base social antiperonista está fresca en la piel de muchos de los que militan en el Proyecto Nacional. Una cosa es que un tipo –militante o no– le pegara un par de castañazos al genocida Astiz y otra cosa es que las Madres y las Abuelas convocaran a la venganza. Ahí hay un ejemplo de algo virtuoso de estos años. Astiz ahora está en una cárcel común, porque la Justicia actúa y no da margen para que un castañazo se convierta en una conducta a seguir. La horrorosa tapa de Noticias, metiéndose en el invento del goce del poder para tratar de provocar a la Presidenta y a la mayoría del pueblo que la apoya, no fue sino otra expresión más de los papelones del periodismo militantemente opositor. Con un poco de frialdad hay que ver de qué les sirvió tanta discordia a la hora de los votos. Una gran franja de lectores de Clarín votó a Cristina. Es decir, y por último, no está mal tratar de descifrar lo que algunas de esas cacerolas dicen antes de pensar que las conduce tal o cual referente opositor. La política sirve para dialogar y hasta sumar a sectores vacilantes o contrarios. Y, si no, que pasen lista por el pasado de muchos dirigentes del Movimiento Nacional, muchísimos de ellos tienen pasado en la izquierda no peronista y muchísimos en la derecha liberal antiperonista. El arte del convencimiento debe aprovechar las sólidas tradiciones populares en las que se apoya el kirchnerismo y también debe oír a los que critican sin un lenguaje político para tirar un cable y tratar de mostrar cómo se construyen espacios de participación reales y consistentes.

Publicado en :

http://sur.infonews.com/notas/pequenos-golpecitos-urbanos

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