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domingo, 30 de septiembre de 2012

¡La guerra es la economía, estúpido!, por Perra Intelectual (para “perraintelectual.com.ar” del 30-09-12)



Uno se convierte en un ser medianamente espabilado cuando entiende que la guerra ya no necesita de ejércitos: con armas basta, y las manejan los gobiernos. Por esa razón no existen más los campos de batalla, y la única zona que puede reemplazarlos es la zona residencial de población civil, y de hecho los reemplazan. Quién se asombra hoy de un bombardeo en una zona residencial de cualquier país en guerra.
Cómo afecta esto a la vida social de la población civil, es cosa que todavía no se ha estudiado suficientemente, al menos desde el propio lugar de la población civil, que hoy debería repensar su condición absoluta de blanco móvil tanto en un eventual conflicto bélico como en una más realista estrategia preventiva.
Cada gobierno defiende a su población civil, al mismo tiempo que es consciente que entre ella hay ejércitos de infiltrados trabajando para generar un escenario de conflicto y explotar y agudizar la contradicción. Pero la sociedad civil sería la que -dada su inferioridad en fuerza física e interés en preservar su estilo de vida de tiempos de paz-  podría mantener esa tensión en equilibrio, si tuviera bien claro cuál es su rol, que no se relaciona con su ideología. Esto es: cualquier país, sea su política de derecha o de izquierda, puede entrar en una guerra en la que su gobierno tenga que tomar la decisión de Fidel Castro en la crisis de los misiles, y cualquier país puede delegar en su gobierno el dictamen acerca de su aniquilación o salvación del pueblo entero. Así ha sido durante toda la Historia, con la salvedad de que, recordemos, hoy no existe más el campo de batalla. La guerra deja de ser cosa de soldados para ser un asunto decididamente civil.
Urge una lectura de situación desde una mirada absolutamente civil, no atravesada por los intereses políticos -en el sentido de ejercer el poder formal- o militares -en el sentido de elaborar estrategias bélicas y ponerlas en acción. La sociedad civil debe interpelarse a sí misma para decidir qué paso dará en el caso de verse envuelta en un conflicto bélico, así como debe generar una inteligencia colectiva que le permita producir con creatividad alternativas plausibles y originales para mantener una paz cuya responsabilidad ya le pertenece definitivamente. Los enemigos no son los gobiernos, sino la economía globalizada, en la que la compra de armas sigue la lógica del mercado y se multiplica generando una burbuja que, de estallar, se llevará puesto el mundo que conocemos.
Un estado se vuelve potencialmente peligroso cuando tiene un armamento numeroso y sofisticado. Por ello sus vecinos se arman y apuntan sus misiles contra él. Pueden decidir aliarse y construir una paz duradera, pero ese acuerdo incluirá, con certeza, apuntar los misiles hacia afuera, y de ese afuera, a puntos específicamente concertados en ese acuerdo. Por lo tanto esa región se vuelve peligrosa, y arrancamos de vuelta con la rueda de armamento, siguiendo una lógica mercantilista. Esto es viejo y le llaman “carrera armamentística”, hecha una vez más la salvedad de que hoy no existe más el campo de batalla, y el blanco de esos misiles es la poblción civil.
Es brava la parada pero, perdido por perdido, prefiero ir pensando colectivamente cómo mantener la paz a esconder la cabeza en el culo de un ñandú.
Tengo hasta ahí…

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