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jueves, 16 de agosto de 2012

Así adoctrino a mis alumnos, por Perra Intelectual (para “perraintelectual.com.ar” del 16-08-12)


En la Edad Media las cosas eran así: los vasallos laburaban, los nobles guerreaban y los curas rezaban. Arriba estaba el Rey. Si el Rey conquistaba muchas tierras, se llamaba Emperador. Las guerras se hacían con dos fines: conquistar tierras y difundir el cristianismo. Lo primero otorgaba poder al terrateniente y lo segundo otorgaba cohesión cultural a Europa. De ambas cosas se beneficiaban el Estado feudal y la Iglesia.

La Iglesia era infalible y todo lo sabía, excepto dos cositas menores: la existencia de un quinto continente y que la Tierra giraba alrededor del Sol. Cuando la gente notó esos dos pequeños deslices, se relajó un poco y medio que le perdió el respeto a esa cosmovisión tan rígida. Por ahí, quién te dice, los vasallos pudieran vivir de otra forma y qué sabés si la Iglesia estaba enterada. Así que empezaron a mudarse a las ciudades y a comerciar sus manufacturas, abandonando en parte el trabajo rural y el trueque. La plata les daba la libertad de poder elegir qué comprar con el producto de su trabajo, y dejar de comer lechuga y gallinas, que es el ejemplo que siempre pone la profe de Historia. Tal parece que todos producían lechuga y gallinas, no sé para que trocaban.

En aquella época aparecieron algunos conceptos que hoy tienen una presencia muy fuerte en nuestra sociedad. Un suponer: Armando Chapas hacía cotas de malla; cada una le costaba cinco maravedises de material y diez de mano de obra (digo maravedises, como puedo decir pequineses o nuevas guineas). Quería ganar cinco, entonces las cobraba veinte.

Las cotas de Chapas fueron un rotundo éxito, entonces hubo tanta demanda que Armando contrató dos amigos para que lo “ayudaran” a producir más. Eso sí, en lugar de darles los cinco de ganancia, les daba tres y se quedaba con dos. ¿Cómo por qué? Loco te dan trabajo, viste, te estabas comiendo los mocos, te dan trabajo, agradecé, viste. Armando te sacó del pozo, y vos venís a cuestionar, bueno, mirá, si no te gusta, hay una cuadra de fila esperando esta oportunidad, y por menos de dos pesos.

Cuestión que al final del día la pilita de monedas de Armando era más alta que la de sus dos empleados, y con el correr de los meses juntó tantas que no sabía qué hacer. Así que decidió prestar la plata. La mujer de Armando le preguntó si era boludo o qué mierda tenía en la cabeza, que por qué iba a prestar la plata que con tanto esfuerzo había ganado. Él le dijo “qué interesada sos, che. Está bien, la voy a prestar con la condición de que me devuelvan más de lo que presté, y en tu honor llamaré a eso interés

La gente en aquella época horrible, sin shoppings ni pubs after office, se juntaba en la plaza, y allí se dirigió Armando, con las monedas en una bolsa, porque en los bolsillos no le cabían y porque la caja era más cómoda para un lugar cerrado, como su casa. Armando, que trabajaba parado, encontró que estaría bien cómodo sentado en un banco del parque, a la espera de potenciales deudores. Cuando le pedían préstamos, Armando pedía que le escribieran en un papel que le iban a pagar, cuánto le iban a pagar y cuándo. Entonces el deudor escribiá “Pagaré a Armando Chapas la suma de…”. Chapas metía ese papel en la bolsa de la que salía el dinero, y a veces hacía negocios con esos papeles. “Che, me ha gustado ese rocín y aquel palafrén, te los pago con lo que me debe el carpintero, diez lucas, tengo el pagaré”. “Ni ahí” respondía el vendedor “Por ese papel te doy nueve, si es bueno (bono)”. Le cotizaba el papel que tenía en la bolsa, entendés.

(Dijo un alumno mío: “¿y de esas pelotudeces vienen los nombres?”. Eso me permitió seguir con el adoctrinamiento y decirle -sin citarlo, para que no me denuncien los padres- lo que afirmaba Jauretche acerca de la economía y su falsa complejidad)

Hemos llegado al principio del capitalismo: la plata se separa del trabajo, y se empieza a generar por su sola existencia. Si los empleados de Armando querían una cota de las que fabricaban, la tenían que comprar. (“Profe, pero con descuento, no?” “Sí, a $150 en lugar de a $500″ “¡Qué chanta, si le salían 15!” “Bueno, si querés cota, pagala, che, todavía que Armando pierde de venderla a 500″)

Armando prosperaba, juntaba plata como el mejor, y quería más y más. No llegó a verlo, pero sus hijos y nietos se cansaron de amasar fortunas. Ya no había que salir a pelear como hacían los burros de los nobles; como mucho, financiar alguna guerra. Eso sí, parte de los beneficios territoriales deberían pasar a manos de la familia Chapas.

Como la lógica acumulativa les dio resultado por cientos de años, la llevaron a su máxima expresión, quedándose con todo el dinero del mundo y haciéndolo ir de acá pa allá en pos de su crecimiento ilimitado. No previeron algo: si te quedás con toda la plata, y nadie tiene un peso, o bien se mueren todos de hambre, frío y enfermedades -cosa que a los Chapas no les quitaba el sueño-, o bien el mundo sigue andando, aunque a los tumbos, sin esa guita. Esto último es terrible, porque significa que entonces la guita no vale nada, dado que no hay una referencia externa que le otorgue valor.

Los Chapas vivían en una burbuja, bastante duradera, pero que en algún momento, por su propia estructura, debía estallar. Y estalló.

La única receta para hacerse ricos que los ricos conocen, es la receta que los hizo ricos, y la aplican vez tras vez, profundizando así el colapso que de su economía, que arrancó mal, y debe terminar peor.

¿Qué viene después? Ésa es la gran pregunta. ¿Seguiremos pensando en términos lineales, europeos, griegos, binarios de “antes”, “después”, “más”, “menos”, y todo el universo conceptual que nos llevó hasta donde llegamos? ¿O se impondrá un nuevo pensamiento, creativo, lateral, no binario, no jerarquizado, amplio, inclusivo y poderoso?

Ni idea.

A mí me interesa más ir por el costado, como el Gauchito Gil, al costado de la ruta, nunca al centro. O como el crack, viendo los espacios en lugar de los obstáculos. O como la red, donde todos tiran de algún punto, la hacen mover sin que nadie dé la orden, y la red se mueve bien. Se verá; con este pensamiento ya vimos dónde llegamos y vemos dónde podemos llegar: un día los Chapas se rayan y hacen explotar la Tierra en cuatro pedazos, aunque sea su propio fin. (“Pero son boludos, profe, se joden ellos mismos” “Sí, pero fijate cómo hablás, che, estamos en clase”)

Ellos nunca tuvieron que pensar, no les podemos pedir eso: la plata siempre hizo su tarea en forma mecánica, sin tener que razonar sobre ella. Me da toda la sensación de que tendríamos que empezar a considerar la posibilidad de que si les seguimos dejando las decisiones a ellos, esto termina mal.

Vamos al recreo.

Publicado en :

http://perraintelectual.com.ar/asi-adoctrino-a-mis-alumnos.htm

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