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lunes, 30 de julio de 2012

Mitificación histórica y obsolescencia política, por Alejandro Horowicz (para “Tiempo Argentino” del 30-07-12)


Con la fraudulenta victoria electoral del general Agustín P. Justo accede Pinedo al Ministerio de Hacienda. La tendencia a mitificar la historia nacional no empezó en 1976, ni siquiera en 1983; ironizando podemos decir: se trata de una tendencia de muy larga duración. Cada vez que una crisis sistémica pone en tela de juicio el orden político como orden económico, la tendencia aflora como desconocimiento, y como problema a resolver, como obsolescencia política.

Por:

Alejandro Horowicz

Desconocimiento de la trastienda de las decisiones, desconocimiento de los participantes y sus aportes, desconocimiento de las instituciones que posibilitaron el nuevo curso. Y sobre todo, desconocimiento sobre la “nueva” dirección que permitirá o no pensar un nuevo programa para el partido del estado, la nueva dirección para todo un ciclo histórico del bloque de clases dominantes, un quinto peronismo.

Como los programas históricos no son aproximaciones literarias más o menos felices que un autor inspirado alcanza así como así, sino condensaciones de toda una peripecia colectiva, la construcción de tan compleja herramienta merece observarse con algún detenimiento.

Tomemos un solo ejemplo mundialmente famoso: el Manifiesto Comunista de Carlos Marx y Federico Engels. Ambos fueron convocados por la Liga de los Justos para escribirlo, y no bien lo hicieron, los timbales de la lucha política los empujaron hacia la Alemania del '48. Ahora bien, ¿Marx y Engels laboraron en esa revolución con las herramientas de ese nuevo programa?

No, más bien se sumaron a la fracción más radical de la burguesía alemana, a su diario, y Marx en su condición de director orientó la publicación con el auxilio del insustituible Engels. El Manifiesto no sintetizaba aún las experiencias de los trabajadores socialistas europeos, pero lo haría más adelante con la formación de partidos obreros y sindicatos. Y cuando esa posibilidad se materializó en la década del ’60, cuando distintas corrientes confluyeron en Alemania para su construcción, una vez más Marx –dando muestras de enorme sensibilidad política– aconsejó a sus amigos en privado, ya que pese a las deficiencias del programa de Lasalle, más valía un avance en la lucha que cien programas perfectos.

En este caso nos vamos a ocupar de dos personajes mucho menos glamorosos: Federico Pinedo y Félix J. Weil, de su relación personal y política, y de la incidencia que el vínculo tuvo en el diseño de los instrumentos con que la sociedad argentina enfrentó la crisis del '30, primero, y de la posguerra más tarde.

A su curioso modo, ambos son conocidos: Pinedo por ministro de Economía del general Justo, que gobernara el país entre febrero de1932 y febrero de 1938, y del olvidable doctor Castillo, quien hizo lo propio desde junio de 1940 hasta junio de 1943; sin olvidar que en su juventud había sido militante y diputado del Partido Socialista argentino. Weil, en cambio, fue el padrino financiero y promotor intelectual del Frankfurt Institute; organismo que contó en sus filas a los mundialmente famosos Marcuse, Adorno, Horkheimer y Fromm, por mencionar parte de una constelación que influyó decisivamente en el curso de las ciencias sociales del siglo XX. Se conoce menos la relación entre Weil y Pinedo, sobre todo: el aporte de Weil a la estrategia política sudamericana de Pinedo.

Avancemos con orden. Al finalizar la Primera Guerra Mundial, Pinedo viajó a Alemania, donde permaneció algo más de un año. En ese lapso estudió economía política en la escuela de la socialdemocracia alemana. La novela oral cuenta que Rosa Luxemburgo fue una de sus docentes, y Félix Weil uno de sus próximos. Ese encuentro en las filas del socialismo alemán los vinculará definitivamente.

Weil, nacido en la Argentina, se había graduado en Ciencias Políticas en la Universidad de Frankfurt, y estaba vinculado a la izquierda radical europea. Pinedo en cambio fracturó, en 1927, su partido para organizar el socialismo independiente. Esto es, el ala ultraliberal de la agrupación del doctor Justo, ala que fogoneó el golpe contra el gobierno de Hipólito Yrigoyen.

El ciclo que moría en el año ’30 volvía inviable la sociedad argentina tal como era, resultaba indispensable entender que la relación con Gran Bretaña dejaría de ser la viga maestra de la economía argentina, que el mercado mundial se reestructuraría sobre otras bases y que una nueva potencia, antes desairada, pasaría a ocupar el nuevo centro del capitalismo global.

Con la fraudulenta victoria electoral del general Justo accede Pinedo al Ministerio de Hacienda. Pocos años antes, en 1927, muere el padre de Félix, quien le dejara una importante fortuna obtenida en negocios de exportación de granos; el giro de la política europea –Weil era judío– lo obligaría a regresar a Buenos Aires en 1931, donde restablecerá contacto con Pinedo.

La crisis del '30 puso al desnudo que la estructura tributaria dependía exclusivamente, como casi todo, del comercio internacional. La brutal reducción de ingresos por exportaciones volvía inviable el sistema tributario, y Pinedo propició la creación del impuesto a los réditos. Es preciso reconocer que la UCR había percibido esa labilidad propiciando una ley de similares características, pero un Senado conservador y fraudulento –que el radicalismo heredara– impidió su aprobación.

Para poner en práctica este cambio diametral de la política tributaria, crearon la Dirección General de los Impuestos a los Réditos y a las Transacciones, cuya dirección fue confiada a Ernesto Malaccorto. Por ese entonces, Weil ya era asesor de Pinedo, y en carácter de tal, dio clases sobre el tema en el Colegio Libre de Estudios Superiores –junio/agosto de 1933, divulgadas para un público más amplio a través de la revista Cursos y Conferencias.

En ese mismo período, Pinedo diseñó todas las herramientas que la intervención económica requería para enfrentar la crisis: la Junta Nacional de Granos, la Junta Nacional de Carnes y el Banco Central. Ese paquete permitió una política de sustitución de importaciones, política que dio limitado impulso a la industria nacional.

Weil permaneció en la Argentina hasta 1934, para dirigirse a los EE UU, donde ya se habían instalado Marcuse, Adorno y Horkheimer. El Institute había desembarcado en la Universidad de Columbia, y Weil restableció el contacto personal interrumpido tras su salida de Alemania.

Por cierto, ni siquiera entonces redujo su intercambio intelectual con Pinedo. Con el retorno al gobierno como ministro de Castillo, Pinedo presentó el 14 de noviembre de 1940 su célebre plan en el Senado. En consonancia con esa línea de trabajo, Weil, en abril de 1942 –conviene retener la cercanía de ambas fechas–, dio una conferencia titulada: “Intento de New Deal en Argentina: el Plan Pinedo”. No es difícil establecer la relación entre la conferencia y su célebre trabajo Argentine Riddle, publicado en 1944, y es preciso leer el libro como una suerte de corolario del Plan. Y el corazón del nuevo programa pasaba, ya entonces, por el acuerdo estratégico con Brasil. Acuerdo que se daba de bruces con la concepción de los estados mayores de ambas fuerzas armadas. Para Brasil el enemigo era la Argentina y viceversa. Entonces, la confluencia resultó imposible, y al no tener la escala adecuada, el programa terminó fracasando.

Pero aun así un gobierno conservador dispuso de un ministro de origen socialista, cuya caja de herramientas no excluía a Marx, en compañía de un asesor que aportó una versión del pensamiento más avanzado de ese tiempo. Debemos admitir que ese camino fue bloqueado brutalmente en 1976, se trata de saber si será reabierto, y en tal caso, cómo impactará en la sociedad sudamericana.

Publicado en :

http://www.infonews.com/2012/07/30/politica-31737-mitificacion-historica-y-obsolescencia-politica.php

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