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miércoles, 30 de mayo de 2012

Como a los nazis les va a pasar, por Perra Intelectual (para “perraintelectual.com.ar” del 30-05-12)


“Luke, yo soy tu padre”

Buena parte de la producción literaria de Marcos Aguinis lo ha dejado en un lugar indiscutible -al menos hasta hace poco- respecto de su encendida crítica al régimen aberrante y asesino comandado por Adolf Hitler en la Alemania de los años ’30 y ’40 del siglo veinte. A pesar de que el genocidio y la locura del nazismo han superado ampliamente la capacidad de internalizar la sola idea de tanto horror, las producciones artísticas al respecto no siempre han estado a la altura de las circunstancias. Será que los ojos y la lengua no tienen cómo expresar la iniquidad en ese estado de máxima pureza: no hay veneno que mate así, no hay monstruo mitológico capaz de tanta perversidad.

El nazismo es el mal. Tal vez sea Leni Riefenstahl la artista que mejor denuncia -a su pesar, seguramente- lo ilimitado de la maldad, no entendido éste como simple ausencia de bondad, sino como un absoluto: una búsqueda incansable y militante de la belleza en los peores abismos del alma social. Para quien no haya visto ninguna película de esta cineasta, podría decirse que generan el horror de hacernos ver algo de belleza en la infamia más abyecta. Dan miedo. Paralizan el pensamiento.

Marcos Aguinis, decíamos, ha generado una importante producción escrituraria al respecto, desde el lugar de la condena, por supuesto. En rigor, no siempre desde el lugar de la más estricta condena. En su búsqueda de matices, ha incurrido alguna vez -seguramente sin advertirlo- en una especie de neutralidad no neutral, quizás abusando del privilegio que le confiere su caudalosa producción escrita.

[Advertencia: no haré una crítica literaria sobre ningún texto de Aguinis, por que solo leo a aquellos autores que me invitan desde sus textos a colaborar en la construcción de sentidos; no es el caso de este escritor]

En su nota de La Nación del 27/08/2009, Los escritores y el nazismo, Aguinis ensaya una extraña acrobacia:

“…La democrática y bella Noruega, por medio de una decisión real (o de los asesores del rey Harald V y su esposa, Sonia), se ha metido en un innecesario problema: celebrar a un escritor nazi. La excusa se basa en que cabe diferenciar entre la calidad de una obra y la vileza de una conducta. (…) Otros autores marcharon por sendas intermedias. Las listas de autores nazis, antinazis y neutros son extensas, interminables. (…) Como un caso extraño, para no perder los matices -tal cual propuse al comienzo de este artículo-, opto por evocar otra figura poderosa y emblemática: Ernst Jünger…”

Ernst Jünger, según nos anoticia Aguinis, era un escritor nazi comprometido y militante, pero curiosamente, no antisemita. Cómo pudiera ser semejante cosa, es algo que el autor no menciona. Al parecer, el ¿pobre? Jünger tuvo ciertas dficultades en la posguerra, dada la originalidad de su situación.

Ahora bien, leyendo a vuelo de halcón las palabras de Aguinis nos encontramos con que frente al nazismo se podía ser neutral -como lo atestigua la mención de autores que transitaron una senda “intermedia”. “Neutral” significaría algo así como aceptar la superioridad de una raza pero no justificar la crueldad con los inferiores, o justificar la limpieza étnica fronteras adentro pero no imponerla como política global, o vaya a saber qué significaría ser “neutral” en este caso. Tal vez no sentirse parte del asunto, como si se tratara de un clásico futbolero en el que nuestro equipo no jugara. Quién sabe. Tal vez la mejor definición de neutralidad surja de la propia escritura de Aguinis: luego del anuncio de la existencia de tal actitud, elige a Jünger como motivo de su nota.

Este antecedente me ayuda a esbozar una lectura acerca de la insistente comparación que hace Aguinis entre el actual gobierno argentino y el régimen nazi. Es evidente que no actúa como un insulto, dado que hasta el más férreo opositor deberá admitir que en la Argentina no hay cámaras de gas, mucho menos pogromos; que el gobierno no invade Uruguay por cuestiones étnicas, y que entre sus planes no está la conquista de la Panamérica para restablecer el honor mancillado por ningún Tratado de Versalles.

Intuyo que la razón profunda de la recurrente analogía, se relaciona con una intención más subrepticia, más malévola aún: la banalización del régimen nazi y, con ella, la subestimación del horror absoluto. Si el nazismo hubiera sido sólo “tan malo” como el kirchnerismo, la historia mundial merecería ser revisada, a riesgo de llegar a la conclusión de que tampoco la dictadura argentina ni sus cómplices civiles fueron tan malos, después de todo. Es más, quién puede afirmar que en muchos intelectuales argentinos -Aguinis, sin ir más lejos- no habite un Ernst Jünger, plagado de contradicciones, humano al fin, lejos de la intransigencia fanática de Theodor Adorno, por ejemplo, con su postulado «Escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie».

Y uno no puede menos que preguntarse ¿Es que acaso para ser un ardiente defensor de los derechos humanos en cualquier lugar de la Tierra hace falta algo más que escribir algunos libros y pertenecer a la comunidad agraviada? Pareciera que sí. Daría la sensación de que en Aguinis no existe el impulso vital de la buena conciencia, de la honestidad intelectual. Su discurso no escatima reservas, recovecos, dobleces. Falta franqueza, sobran disculpas. Escudado en la necesidad de escapar del fanatismo, todo lo que toca lo embarra, lo mancha con una sombra de duda proyectada desde lo más íntimo de su textualidad.

¿Por qué? Una hipótesis podría ser que a pesar de Aguinis, a despecho de todas sus intenciones de condenar el régimen nazi, ha abrevado más de la cuenta en la amistad con su sucedáneo local: la dictadura cívico militar que enloqueció, quebró, mutiló nuestro país durante siete años. Tal vez tanta familiaridad con blaquieres y mitres haya desdibujado los límites éticos y filosóficos del repudio al mal. Tal vez se enternezca, como con Jünger, ante la vista de esos “pobres y vencidos ancianos” que tuvieron en sus manos la vida y la muerte de millones de argentinos y hoy nadie respeta su pasada ferocidad.

Pero es una hipótesis, nada más. Habría que corroborarla.

Publicado en :

http://perraintelectual.com.ar/como-a-los-nazis-les-va-a-pasar.htm

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